Estudios de Filosofía Práctica e Historia de las Ideas / E-ISSN 1851-9490 / Vol. 23 / Sección Dosier
Revista en línea del Grupo de Investigación de Filosofía Práctica e Historia de las Ideas /
Instituto de Ciencias Humanas, Sociales y Ambientales (INCIHUSA)
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)
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.
Manuel
García Morente y la construcción del canon
filosófico
en sus Lecciones
preliminares de filosofía
Manuel García Morente and
the construction of the philosophical canon in his
Lecciones
preliminares de filosofía
Paula Jimena Sosa
Instituto de
Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales (IDIHCS)
Consejo Nacional de
Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)
Universidad Nacional de La
Plata (UNLP)
jimenasosa89@gmail.com
Recibido:
08/12/2020
Aceptado:
03/04/2021
Resumen.
El presente trabajo se propone indagar el rol desplegado por
García Morente
en su segundo viaje a la Argentina y la construcción del canon
desplegada en
sus Lecciones preliminares de filosofía,
material que reúne las clases dictadas en la Universidad
Nacional de Tucumán en
1937. A partir de esta fuente, ensayaremos un análisis que toma
en cuenta, por
un lado, la trayectoria del profesor español –desde una
perspectiva de historia
intelectual– y, por otro lado, el análisis de su discurso
filosófico –desde un
enfoque de historia de las ideas–. Ambas dimensiones resultan
claves para
abordar la constitución de los estudios filosóficos en la
provincia.
Palabras
clave. Intelectuales, Ideas, Canon filosófico, Viaje.
Abstract. This
paper aims to investigate the
role played by García Morente in his second trip to Argentina
and the
construction of the canon displayed in his Preliminary Philosophy
Lessons,
material that brings together the classes given at the National
University of
Tucumán in 1937. From this source, we will try an analysis that
takes into
account, on the one hand, the trajectory of the Spanish professor
–from an
intellectual history perspective– and, on the other hand, the
analysis of his
philosophical discourse –from a history of ideas approach–
. Both dimensions
are key to addressing the constitution of philosophical studies in the
province.
Keywords.
Intellectuals, Ideas, Philosophical
canon, Voyage.
Durante la segunda mitad
de 1930 en Tucumán se lleva
adelante una importante institucionalización de las Humanidades.
Se crea en
1937 el Departamento de Filosofía, Historia, Pedagogía,
Letras e Idiomas, que
en 1939 se trasforma en Facultad de Filosofía y Letras; se
reactiva la Sociedad
Sarmiento, espacio de sociabilidad intelectual destacado; se fundan
bibliotecas
públicas y se ponen en marcha importantes proyectos editoriales
(como las
revistas Sustancia, editada entre
1929 y 1943, Cántico, publicada en
1940, la Revista de Antropología, impulsada
en 1938, y la Revista de Pedagogía, creada
1936, entre
otras).
En este contexto, la
disciplina filosófica toma un lugar preponderante, en parte por
la llegada a la
provincia de notables figuras nacionales e internacionales, que arriban
a
Tucumán debido a la coyuntura política internacional.
Esta situación, sumada a
la reorganización política en Argentina luego del Golpe
de Estado de 1930,
conduce a una reconfiguración del plano intelectual tendiente a
la polarización
política y más tarde a la consolidación del
antifascismo (Bisso, A. 2000). A la
vez, la proclamación de la Segunda República
española habilita una más amplia reevaluación
positiva de España –profundizando un proceso que comienza
a darse entre los intelectuales
latinoamericanos, desde entresiglos–, permitiendo la
creación de matices
respecto del antihispanismo dominante en las élites liberales
argentinas a lo
largo del siglo XIX (Hale, C. 1991; Altamirano, C. Y Sarlo, B. 1997;
Sorensen,
D. 1998). En este medio fuertemente politizado, se produce la llegada
de Manuel
García Morente quien –a diferencia de la mayoría de
intelectuales españoles
dedicados al mercado editorial– logra incorporarse a la
Universidad, dictando
clases de filosofía y de psicología.
A continuación, analizaremos
su itinerario intelectual y sus clases, compiladas por los estudiantes
bajo el
título de Lecciones preliminares de
filosofía (1938), a fin de reflexionar, a partir de
allí, acerca del canon
filosófico presente en su programa de estudios, atendiendo a sus
implicancias
políticas y a sus proyecciones en el campo intelectual argentino.
Nacido en 1886 en el
seno de una familia andaluza acomodada (católica por
línea materna, y anticlerical
por el lado paterno), García Morente pierde tempranamente a su
madre. Este
hecho pone en manos de su padre (formado en medicina, volteriano y de
ideas
liberales), la decisión en torno a su formación
educativa. Primeramente,
realiza sus estudios medios en el Liceo Nacional de Bayona (Francia),
continuándolos luego en la carrera de Letras de la Sorbonne,
donde entra en
contacto con prestigiosas figuras académicas como Émile
Boutroux y Lucien Lévy–Bruhl.
Además, asiste a las clases de Henri Bergson dictadas en el
Collège de France.
[1]
De regreso a España, en
1908 García Morente tiende lazos con el pedagogo krausista
Francisco Giner de
Ríos,
[2]
quien interviene como mediador para su inserción en la
Institución Libre de
Enseñanza (ILE), y para la realización de nuevas
estancias de investigación en Alemania.
[3]
En
este período, se contacta con grupos de estudios kantianos de
las universidades
de Berlín, Múnich y Marburgo, tomando clases con Paul
Nartop, Hermann Cohen y
Nicolai Hartmann.
[4]
Estos viajes son centrales
a nivel de su formación superior, no solo porque determinan sus
temas de
investigación y redes intelectuales, sino porque además
le permiten entrar en
contacto con modelos educativos que datan del siglo XIX, a saber, el
sistema
educativo francés, donde rige el “modelo
napoleónico”, orientado a la formación
práctica y técnica con un fuerte control estatal,
[5]
y el sistema educativo “humboldtiano” en Alemania
–considerado por García Morente
como un ejemplo de la época por su apuesta a la
producción científica, su
condición policéntrica y su autonomía respecto del
Estado (Niño Rodríguez, A.
2013, 70).
[6]
Ahora bien, estos
modelos educativos, sumados a los ideales pedagógicos de la ILE,
se articulan en
el proyecto pedagógico desplegado por García Morente en
la Segunda República, a
la hora de reformar la casa de altos estudios de Madrid, que
según el profesor
español se encuentra atravesada por una tradición
“medieval”, donde lo
importante es controlar los contenidos de enseñanza, sin poder
asegurar una
“competencia profesional elevada”, ni relaciones
pedagógicas estimulantes, que
hagan florecer al lado de la enseñanza la producción
científica (Niño Rodríguez,
A. 2013). Asimismo, su proyecto intenta reforzar los estudios
humanísticos y,
con ello, superar los “déficits” del modelo
español. Según García Morente, es
necesario un sistema educativo que permita el desenvolvimiento de una
“actividad espiritual desinteresada”. Esta perspectiva
pedagógica tiene
componentes del ideario anti-utilitarista –propio de algunas
figuras
relacionadas con el espiritualismo francés–,
[7]
junto al neoidealismo kantiano, que exalta una ética
racionalista según la cual
el individuo es un “fin en sí mismo”, portador de
una “dignidad” intrínseca.
Desde esta doble marca filosófica se proyecta un plan
pedagógico, que intenta reforzar
los valores de una nación “moderna”, los ideales de
conducta moral y la creación
de sensibilidades artísticas, logrando así una
“formación integral del
individuo”.
El desempeño en
importantes cargos de gestión educativa –como
subsecretario del Ministerio de
Instrucción Pública y como decano de la Facultad de
Filosofía y Letras de
Madrid–, le permite llevar a cabo su proyecto educativo
reformista durante Segunda
República. Aunque las redes de sociabilidad con figuras claves
del campo
intelectual español se remontan a principios de 1920 –en
especial su amistad
con Ortega y Gasset–, recién en esta etapa García
Morente adquiere realmente
una posición específica entre los intelectuales
españoles, quienes contribuyen
a su legitimación como “Maestro” del reformismo
universitario español, abriendo
sin embargo una brecha respecto a las figuras de primer orden,
consideradas con
fuerte perfil “creador”, como en el caso de Ortega y Gasset.
[8]
De allí que Julián Marías exprese que
Morente no fue —ni
pretendió ser— un filósofo original, creador de un
sistema propio […] La
pretensión intelectual de Morente fue otra: la de ser maestro de
filosofía, en
la forma concreta en que esto era posible y necesario en la
circunstancia
española en que le tocó vivir. La fidelidad a esta
misión ha dañado, tal vez, a
la posible amplitud del renombre de Morente; pero, en cambio, ha
asegurado, por
una parte, la autenticidad de su figura intelectual, y por otra su
influjo
fecundo sobre los demás: todos los españoles —y
más concretamente los que hemos
pasado por la Facultad de Filosofía y Letras de Madrid—
sabemos bien lo que
debemos a Morente. (Marías, J. 1948, 124)
Por otra parte, a
diferencia de algunos miembros de la Revista de Occidente –como
José Gaos, José
Ferrater Mora y otros–, García Morente nunca se pronuncia
como republicano. Aunque
la Segunda República brinda las condiciones para afianzar su
lugar en el campo
intelectual español, defiende una posición
política monárquica de forma explícita:
“No pertenecí a la Agrupación al Servicio de la
República, por la sencilla
razón de que no era yo republicano; acababa de ser yo
subsecretario monárquico
y seguí siempre creyendo que la República acabaría
mal” (Suayter Monetti, M. A.
2004, 77). Esta desestimación del republicanismo coincide con la
de Ortega y
Gasset quien –aunque funda espacios de sociabilidad
política en favor del
republicanismo por un período de tiempo corto–, expresa
prontamente su
desencanto en “Rectificación de la República”
de 1931 (Suayter Monetti, M. A. 2005,
74).
Así, en el contexto de
la Guerra Civil española, García Morente se encuentra en
una posición incómoda,
pues no se identifica con los intelectuales republicanos, ni con la
derecha
católica. Esta situación política desemboca en su
destitución como decano de la
Facultad de Filosofía y Letras en 1936, quizá por su
proximidad con las figuras
de la ILE, fuertemente perseguidas por el denominado “bando
nacional”; hecho
que coincide con el asesinato de su yerno en manos de milicias
confederales en
Toledo.
[9]
Ante esa coyuntura política,
García Morente se exilia primero en Francia en 1936 y luego en
Argentina en
1937. Este último viaje es el resultado de la mediación
de Ortega y Gasset y de
Coriolano Alberini,
[10]
a quien conoce durante un viaje previo en 1934, cuando dicta
conferencias en la
Universidad de Buenos Aires.
[11]
Ya en este primer viaje, García Morente resulta una figura
renombrada en el
campo filosófico argentino, capaz de contribuir a la
profesionalización de los estudios
filosóficos en el país. Este reconocimiento se observa en
el discurso pronunciado
por Francisco Romero, en ocasión de su llegada, cuando expresa
que
Quienes de cerca o de
lejos se preocupan aquí por la filosofía, conocían
o vislumbraban lo que usted
significa en el pensamiento español. Lo que faltaba hasta hace
poco en España,
lo que falta todavía entre nosotros, es lo que llamaré
“la normalidad filosófica”;
quiero decir, la filosofía concebida como función
científica, como trabajo y no
como lujo o fiesta. (Romero, F. 1950, 130)
Amén de este reconocimiento,
bajo la coyuntura de la Guerra Civil, García Morente no es
invitado a ocupar cátedras
en la UBA o en la UNLP. En cambio, recibe la invitación para dar
clases en
Tucumán en las cátedras de “Introducción a
la Filosofía” y de “Psicología”.
[12]
Esta propuesta es tomada por el profesor español con entusiasmo,
lo cual se
percibe bien en las siguientes palabras dirigidas a Alberini:
“Acepto pues la
proposición que me hace la Universidad de Tucumán. La
acepto muy agradecido e
ilusionado. Las condiciones materiales son buenas. La obra a realizar
me gusta
y cuadra perfectamente con mis más profundas aficiones”
(Alberini, C. 1980,
31).
Si bien la oferta de la
Universidad de Tucumán parece resolver las condiciones
materiales de García Morente,
no deja de gravitar entre destacados intelectuales de Buenos Aires la
pregunta
por el destino vital del profesor español en la provincia. Tanto
los
intelectuales españoles que lo rodean, como destacadas figuras
de la élite porteña,
ven con cierta sospecha la llegada de un intelectual con una
trayectoria como
la de García Morente, a un contexto doblemente periférico
–respecto tanto de
Buenos Aires como de los centros culturales del mundo–. Poniendo
de relieve sus
juicios ideológicos, Victoria Ocampo, por ejemplo, expresa que
… Ortega siente un
profundo contento. Piensa que Morente puede hacer “una labor
formidable de
organización”. La nueva Facultad de Madrid le debe todo. Y
Ortega agrega: “ahora
que no existe, me atrevo a decir que era una verdadera maravilla, en
ciertos
respectos, algo hoy sin par en todo el mundo”. Sin embargo, teme
que su
discípulo tope con algunas dificultades en nuestro país,
porque, aunque
enérgico, es demasiado bueno e ingenuo. Y aquí una frase
que no puedo dejar de
citar, pues viene al caso: “manejar criollos no es cosa
fácil”. Nosotros, mejor
que Ortega, hemos aprendido a saber hasta qué punto (Ocampo, V.
1957, 51).
El grupo familiar que
acompaña a García Morente en su viaje está formado
por dos hijas, dos nietos,
una tía política y su cuñada, además de una
empleada de servicio. En la
correspondencia, enviada por el profesor español a Alberini,
puede leerse no
solo su enorme desesperación por la escasez de documentos,
[13]
sino además la angustia por su condición de exiliado
[14]
y por la situación política de España: “Los
once meses que acaban de
transcurrir han sido horrorosos y no se los deseo al peor enemigo. No
es fácil
describir con palabras los sufrimientos morales de toda índole
porque hemos
atravesado tantos y tantos españoles buenos” (Alberini, C.
1980, 36).
Al arribar al país, su
presencia es celebrada por la élite local, prolongando los
reconocimientos que
tiene como reformista español en su primer viaje a Buenos Aires.
Además, este prestigio
parece homologarse, por momentos, al profesado hacia figuras del
reformismo
universitario argentino. Así, queda asociado a la noción
de “Maestro”, connotando
modernización educativa, erudición y mediación
filosófica debido a su rol como
traductor de filosofías europeas. Desde esta perspectiva,
García Morente
resulta un cuadro prometedor: siendo capaz de “elevar” la
profesionalización de
los estudios humanísticos en España, puede replicar su
tarea en el proceso de
ampliación universitaria en la provincia, superando incluso a
otros centros
regionales.
[15]
Asimismo, este capital
simbólico le permite contar con la aceptación de la
élite local, compuesta en
buena medida por industriales azucareros descendientes de franceses,
que pujan
por la profesionalización de las Humanidades desde una
perspectiva eurocéntrica,
y por la formación de un perfil de intelectual especializado. De
allí que Alberto
Rougés –figura clave en la élite local
interviniente en el proceso de creación
universitaria– le manifieste a Ernesto Padilla que
… la venida de Morente es
un acontecimiento para nuestra cultura. Procuraré que eche
raíces aquí. Me temo
que el medio le resulte frío e incomprensivo. Por otra parte, no
viene a hacer
filosofía primera sino primaria, y esto puede no agradarle. Pero
hay que hacer
que se quede. Su presencia en la Universidad es necesaria para que se
designe
un buen personal en los años venideros. (Rougés, A. 1999,
291)
Estas palabras ponen de
relieve el hecho de que García Morente es pensado por la
élite local como una
figura clave para la reorganización de la Universidad. Desde la
perspectiva de
las élites regionales, esa casa de altos estudios atraviesa por
un período de
“demagogia”, generada por las políticas desplegadas
por Julio Prebisch –primer
rector reformista– y por la avanzada de los estudiantes en las
decisiones
políticas de la Universidad. En este contexto de tensión
entre la élite
creadora de la Universidad y sus sucesores reformistas, García
Morente se
presenta como un intelectual capaz de recuperar los valores y el legado
de la
generación anterior, cuyo último representante, Juan
Benjamín Terán, miembro de
la élite económica, es desplazado en 1929 por una
protesta estudiantil.
[16]
Además, la
correspondencia entre Rougés y Padilla deja entrever que
–a diferencia de los
intelectuales reformistas, de perfil agnóstico y de
izquierda–, García Morente está
más cerca de posiciones propias de la derecha, respetuosa
además de la
sensibilidad religiosa de la élite local. De allí que
Rougés le señale a
Padilla que
…en suma, pues, mi primera
entrevista con Morente me ha producido buena impresión acerca de
la actitud que
va a asumir hacia la religión. Cultivaré su amistad y
haré lo que esté de mi
parte para volver más llevadero su destierro y su tragedia. Este
ex decano de
la Facultad de Humanidades de Madrid se encuentra no solo expatriado,
sino
también sin sus libros y sin su biblioteca. Temo que una vez
pasado el
entusiasmo del primer momento, nuestra universidad no le de el puesto
que se
merece. (Rougés, A. 1999, 312)
En sintonía con la
agrupación de la Revista de Occidente, García Morente
cree necesario iniciar sus
clases aportando un concepto de filosofía ligado a la idea de
Erlebnis
[vivencia] en referencia a la gravitación de Husserl en el
ideario de
publicación.
[17]
Desde su perspectiva, la filosofía no puede ser definida si no
se practica. De
allí que sostenga que “es absolutamente imposible decir de
antemano qué es la
filosofía. No se puede definir la filosofía antes de
hacerla” (García Morente,
M. 1962, 1).
Si bien la apelación a
la idea de “vivencia”
[18]
apunta a los usos dados por la revista a cargo de Ortega y Gasset, y su
conexión
con la cultura filosófica alemana, el ejemplo brindado por
García Morente, para
explicar dicho concepto, refiere a las clases de Bergson cuando afirma
que “entre
veinte minutos de paseo a pie por una calle de París y la
más larga y minuciosa
colección de fotografías, hay un abismo. La una es una
mera idea, una
representación, un concepto, una elaboración intelectual;
mientras que la otra
es ponerse uno realmente en presencia del objeto, esto es, vivirlo,
vivir con
él” (García Morente, M., 1962, 2). Este pasaje
entre la Erlebnis husserliana y
la referencia a París da cuenta de la doble tensión que
prima en la formación
de García Morente: la vertiente espiritualista francesa
–que atraviesa sus
primeros años de formación superior–, y sus
estudios posteriores ligados a los
círculos neokantianos y fenomenológicos en Alemania.
Asimismo, la noción de
Erlebnis le permite desplegar una concepción del filósofo
como el “explorador”
o el “viajero” que debe entrar en una “selva” a
la que García Morente denomina
“continente filosófico”. La experiencia de lectura
como “viaje”, “exploración”
o “peregrinación” permite entender la
filosofía desde un enfoque vitalista. De
allí que García Morente, en su primera clase, sostenga que
…cuando pasen años y sean
Uds. viajeros del continente filosófico, más avezados y
más viajeros, sus
vivencias filosóficas serán más abundantes, y
entonces podrán Uds. tener una
idea cada vez más clara, una definición o concepto cada
vez más claro […] Así,
pues, estas Lecciones preliminares de filosofía van a ser a
manera de viajes de
exploración dentro del continente filosófico. Cada uno de
estos viajes va a ir
por una senda y va a explorar una provincia. (García Morente, M.
1962, 3-5)
Además, esta metáfora
funciona
para organizar sus Lecciones… en momentos: primeramente, un
viaje “en
aeroplano”, para establecer una perspectiva
“panorámica” que funcione como
abordaje filosófico inicial, y luego tres navegaciones: primero
por el mundo
antiguo, luego por la Modernidad, y finalmente por el pensamiento
contemporáneo.
Sin embargo, la imagen del viaje no se limita al sentido
filosófico –que parece
formulado de forma previa incluso al exilio en Argentina–; al
contrario, como
veremos más adelante, la figura del viaje adquiere modulaciones
en su discurso
que sobrepasan la cuestión filosófica y material,
comprometiendo una metamorfosis
en su orientación política y religiosa.
Ahora bien; ¿cuáles son
los límites de este “continente filosófico”?
En sus Lecciones preliminares de filosofía,
esta categoría aparece compuesta
por figuras, temas y textos considerados centrales en este
“primer viaje” o
exploración filosófica.
Las Lecciones… condensan
25 clases pronunciadas en el Departamento de
Filosofía de la UNT en 1937.
[19]
La narración de la historia de la filosofía concilia
aspectos de diferentes
tipos de reconstrucción. La narrativa dominante en el discurso
de García Morente
consiste principalmente en una descripción de las tesis de
quienes considera
como los “principales” filósofos de la
filosofía europea antigua, moderna y
contemporánea. El método usado por el profesor
español para desarrollar sus
clases reside en primer lugar en instalar una pregunta
filosófica, para luego
presentar la respuesta brindada por algunos representantes
“claves” de un
determinado período. Así, aunque el criterio es
preponderantemente “problemático”,
es decir, aborda la historia de la filosofía desde
tópicos que estructuran dos
de sus disciplinas –la ontología y la teoría del
conocimiento–, también es
cierto que por momentos realiza un breve abordaje
histórico–cronológico de
dichas problemáticas.
Respecto a la
constitución del canon en la historia de la filosofía
antigua, García Morente
parte de los cuestionamientos de carácter ontológico,
para explicar las
contribuciones filosóficas de Parménides, Platón y
Aristóteles en la Grecia
clásica.
[20]
Si
bien se mencionan brevemente los filósofos presocráticos,
son aquellas las figuras
centrales en el pensamiento antiguo. A diferencia de este recorte
estrecho, los
programas de “Historia de la filosofía” –tanto
de Universidad de La Plata como
la de Córdoba–, no enfatizan recortes tan estrechos en
torno al mundo antiguo, y
al contrario, prima un estudio más equilibrado de los contenidos.
[21]
Por otra parte, en
ningún momento el profesor español cuestiona la idea de
que el pensamiento
filosófico “nace” en Grecia, llegando a desestimar
las consideraciones
realizadas por Arthur Schopenhauer a la hora de considerar las
cosmovisiones
orientales en la historia del pensamiento filosófico.
[22]
Así,
García Morente defienda que
El primer pueblo que de
verdad filosofa es el pueblo griego. Otros pueblos anteriores han
tenido
cultura, han tenido religión, han tenido sabiduría; pero
no han tenido
filosofía. Nos han llenado la cabeza –en estos
últimos cincuenta años sobre
todo, a partir de Schopenhauer– de las filosofías
orientales, de la filosofía
india, de la filosofía china. Esas no son filosofías. Son
concepciones
generalmente vagas sobre el universo y la vida. Son religión,
son sapiencia
popular más o menos genial, más o menos desarrollada;
pero no la hay en la
historia de la cultura humana, del pensamiento humano, hasta los
griegos
(García Morente, M. 1962, 59–60).
De esta forma, el
intelectual español refuerza una geografía
simbólica dominante –centrada en
Europa como espacio de “nacimiento” del pensamiento
filosófico–, abriendo una
clara distancia entre las voces legitimadas del pueblo griego y las del
mundo
“oriental”, portador de “sapiencia popular”. La
valoración negativa que se deja
ver en torno a “Oriente” resulta disruptiva entre las
miradas positivas –desplegadas
por algunos intelectuales liberales argentinos de esta etapa– que
después de la
I Guerra Mundial cuestionan la estabilidad de los modelos culturales
centrales,
buscando una “reevaluación del Oriente” (Bergel, M.
2015, 15), y de América
(Romero, F. 1952).
[23]
Asimismo, la exaltación
de los filósofos griegos los reviste de un aire de actualidad
que aproxima el
discurso filosófico de García Morente a las
“reconstrucciones racionales” (Rorty,
R. 1984), donde los historiadores de la filosofía a menudo creen
abrir un
diálogo con filósofos del pasado para debatir temas del
presente, cayendo así
en un notable anacronismo. Un ejemplo de ello se observa en el
siguiente
pasaje:
Parménides de Elea
introduce la mayor revolución que se conoce en la historia del
pensamiento
humano. Parménides de Elea lleva a cabo la hazaña
más grande que el pensamiento
occidental, europeo, ha cumplido desde hace veinticinco siglos; tanto,
que
seguimos viviendo hoy en los mismos carriles y cauces
filosóficos que fueron
abiertos por Parménides de Elea, y por donde éste
empujó, con un empujón
gigantesco, el pensamiento filosófico humano. (García
Morente, M. 1962, 67)
Aunque a lo largo de su
relato, García Morente ilumina los límites del
pensamiento parmenídeo a la hora
de pensar los problemas filosóficos contemporáneos,
sostiene durante todo su
relato, una imagen de respeto hacia esta figura
“fundacional” del pensamiento
filosófico, el cual –como se observa en el pasaje–,
por momentos resulta
asociado a “todo el pensamiento humano” y más tarde
solo a “Occidente”.
En cuanto al período medieval,
García Morente no realiza un análisis específico.
Al contrario, considera que
la tendencia “realista” –desplegada por
Aristóteles– atraviesa esta etapa hasta
la irrupción del pensamiento cartesiano. En la
consideración de la Modernidad
filosófica, el pensador español toma en cuenta
principalmente las filosofías
francesas y alemanas. Al atender a la Modernidad europea, su discurso
adquiere
una impronta contextual, marcando una distancia respecto de los
abordajes previos
predominantemente internalistas. En este sentido, García Morente
manifiesta que
La característica del
pensamiento moderno es que en vez de debutar por la propia
ontología, debuta
por una epistemología, por una teoría del conocimiento. Y
¿por qué el
pensamiento moderno debuta por ahí, cuando el pensamiento
antiguo había
debutado por el contrario por la metafísica, por la
ontología? Pues, porque el
pensamiento moderno germina después de un largo pasado
filosófico. Ésa es su
realidad histórica. Viene y se desarrolla en el siglo XVI.
Nuestro pensamiento
humano no es jamás en ningún instante, ahistórico,
fuera del tiempo y el
espacio; no es pensamiento que esté lanzado hacia eternidades,
sin relación con
el momento histórico; sino que el pensamiento es una realidad
histórica, tiene
una realidad histórica. El momento en que un pensamiento nace se
comprende por
lo que lo antecedió (García Morente, M. 1962, 136).
Así, García Morente
exalta el anclaje histórico de la filosofía, ausente en
las lecciones previas
en torno al mundo antiguo. La antigüedad es representada como el
resultado de “grandes”
figuras despojadas de determinaciones contextuales, cuya
“genialidad” los
convierte en referentes hasta nuestros días. Este cambio retoma
las
consideraciones contextuales durante lo que denomina “segunda
navegación” de la
filosofía. A diferencia de la primera navegación por el
pensamiento antiguo,
donde la ontología tiene un rol clave, el pensamiento
filosófico moderno toma
en consideración las preguntas provenientes de la teoría
del conocimiento.
En torno a la cuestión
de qué podemos conocer, rescata las respuestas brindadas por
Descartes, el
empirismo inglés (principalmente de Locke, Berkeley y Hume), el
racionalismo de
Leibniz y el idealismo trascendental de Kant. Este último
adquiere en su
discurso el lugar de gran sintetizador de la Modernidad.
[24]
En sus palabras, “era necesario, por esa dialéctica
histórica interna, que
llegara a su término y su remate. Era necesario que viniese un
pensador capaz
de dar fin, de concluir y rematar por completo las posibilidades
contenidas en
la actitud idealista. Este pensador fue Kant” (García
Morente, M. 1962, 228). Y
más tarde agrega: “Kant cierra un período de la
historia de la filosofía.
Cierra el período que comienza con Descartes. Y al cerrar este
período nos da
la formulación más completa y perfecta del idealismo
trascendental” (García
Morente, M. 1962, 228).
El hecho de que le
dedique un importante número de clases al autor alemán
puede deberse a la red
de sociabilidad desplegada en círculos kantianos durante sus
estancias de
investigación, en especial, con la Escuela de Marburgo. Esta
experiencia lleva
a García Morente no solo a traducir varias obras del pensador
alemán,
[25]
e introducciones para volverlo accesible en lengua española,
sino también a
destinar su tesis doctoral a la estética kantiana.
Por otra parte, como
observa Dotti (1992), en Argentina se despliegan una serie de lecturas
en torno
a Kant desde el siglo XIX por miembros de la denominada
“Generación de 1837”,
pero es recién en las primeras décadas del siglo XX que
“comienza un
acercamiento diverso, filológicamente menos endeble y más
riguroso como tratamiento
científico del tema” (Dotti, J. 1992, 62). En esta etapa,
Kant es leído tanto
por los intelectuales vinculados al espiritualismo (entre ellos,
figuras
asociadas al krausismo como Wenceslao Escalante, Carlos López
Sánchez y Carlos
Vergara), al positivismo (como Carlos Octavio Bunge y José
Ingenieros) y sobre
todo al antipositivismo (como Félix Krueger, Giovanni Chiabra,
Alejandro Korn,
Coriolano Alberini y Carlos Cossio). Estos último recuperan la
filosofía de
Kant, entendida como “autoridad excepcional” para la agenda
académica en un
momento de consolidación de la disciplina filosófica en
Buenos Aires.
[26]
En el contexto del
reformismo universitario, Kant es pensado en general como una figura
inspiradora, en la medida en que permite repensar de forma
crítica el modelo
educativo vigente. Por ejemplo, Dotti (1992) menciona los
pronunciamientos que
comprenden al filósofo alemán como referente del ideario
reformista:
El primer paso
hacia ello, la educación
gratuita como derecho fundamental, reposa en el legado esencial del
kantismo:
la concepción del hombre como fin, “un principio
básico de la moral kantiana”.
“Y el hombre es un fin” –prosigue con retórica
juvenil– “solamente en tanto que
sufre o ama, expresión la más alta de la ‘humanidad
en sí’, es decir, de la
personalidad, del ‘ser racional’”. La reforma social
que esta “cultura
integral” lleva consigo encuentra en el movimiento de la protesta
estudiantil
su canalización adecuada, “y así se ha manifestado
la relación entre Kant y el
primer principio de la Reforma Universitaria”. (Dotti, J. 1992,
219)
El hecho de que García
Morente sea un gran conocedor de la filosofía kantiana puede
haberlo dotado de mayor
legitimación en el contexto argentino, si se considera que Kant
se encontraba
asociado positivamente a influyentes figuras del reformismo argentino
–como
Alejandro Korn, Corilano Alberini y Carlos Cossio–, amén
de algunas excepciones,
[27]
y que para la década de 1930 resulta una figura recurrente en
los programas de
filosofía.
[28]
En
este sentido, es probable que la élite local apruebe la
presencia de García Morente
porque éste se vuelve capaz de ampliar sus estudios superiores
en la provincia,
siguiendo una agenda filosófica y pedagógica
“modernizada” que pone a la
universidad tucumana a la altura de las casas de altos estudios de
Buenos
Aires, donde la disciplina filosófica académica se
encuentra más consolidada.
Por último, García Morente
dedica sus clases finales a los problemas filosóficos
contemporáneos. En torno
a la filosofía contemporánea, su discurso se vuelve menos
sistemático que en
las clases anteriores, donde el canon parece estar bastante
cristalizado. Si
bien en las primeras lecciones adelanta la importancia de Bergson,
Husserl y
Dilthey –como figuras con propuestas metodológicas
intuicionistas, claves para el
ejercicio de la filosofía–, estos autores no son los mejor
analizados. En
cambio, adquieren especial importancia Martín Heidegger y
José Ortega y Gasset,
en tanto figuras que vienen a completar el análisis por medio
del tratamiento
de tópicos no considerados ni en la primera
“navegación” griega, que culmina en
el “realismo” aristotélico, ni la
“navegación” moderna, que finaliza en el
“idealismo
trascendental” de Kant. Así, García Morente expresa
que “tanto el idealismo
como el realismo adoptan pues un punto de vista parcial y limitado en
el
conjunto total del ser y de la realidad. Este punto de vista es el que
debemos
superar en la metafísica actual, en la ontología
actual” (García Morente, M.
1962, 357). Este elemento nuevo reside, por un lado, en comprender que
el
vínculo entre el “hombre” y “las cosas”
no es meramente una relación de conocimiento,
y por otro lado en que el ser tiene “regiones” (cosas
reales, cosas ideales,
valores y vida).
[29]
Aunque la idea de
“regiones del ser” proviene de la filosofía
husserliana, García Morente
enfatiza fundamentalmente la idea de “vida” entendida en
términos de “existencia”,
con una fuerte impronta heideggeriana. El rasgo distintivo de esta
“región del
ser” reside en que es un “ente independiente” y por
ello merece un tratamiento
diferente al brindado previamente por las filosofías realistas e
idealistas,
que consideraban la relación entre el “hombre” y las
“cosas” como elementos
enfrentados. Entonces, la novedad de la “nueva
metafísica” o “metafísica de la
existencia” consiste en suponer que el “hombre” no se
enfrenta a las “cosas”, como
en las teorías del conocimiento de la Modernidad, sino que ambos
–“hombre” y
“cosa”– “están en” la vida. Por
ello resulta necesaria una “lógica vital” que
las aborde. En esta búsqueda de una nueva lógica,
García Morente destaca a Ortega
y Gasset, quien realiza una aproximación previa al abordaje
heideggeriano del
tema. Así, García Morente enfatice que
Ya desde el año 1914, mi
fraternal amigo don José Ortega y Gasset, en sus Meditaciones
del Quijote, pedía esa lógica vital, esa razón
vital
capaz de apresar el nuevo objeto, que la superación del
idealismo y del
realismo propone a la metafísica. No se trata aquí, por
mi parte, de discutir
una cuestión de prioridad o de no prioridad; pero es conveniente
hacer notar y
subrayar que la idea de una metafísica de la vida, o sea de una
metafísica
existencial, y la idea de una razón vital capaz de forjar
conceptos aptos para
apresar las peculiaridades ontológicas de la vida o de la
existencia, es una
idea que ya en el año 1914, sus buenos diez años antes de
la publicación del
libro de Heidegger, había sido expresada de una manera clara y
terminante por
Ortega y Gasset en las Meditaciones del
Quijote (García Morente, M. 1962, 390).
No sorprende que García
Morente dé un lugar preponderante a Ortega y Gasset a la hora de
distribuir los
reconocimientos. En general, los alumnos y colegas asociados a la Revista de Occidente tienden a exaltar a
Ortega y Gasset como un filósofo consagrado, quizá como
una estrategia que al
mismo tiempo brinda prestigio a sus propias trayectorias, desarrolladas
a la
par de esta figura en el contexto español,
[30]
pero sobre todo como señal de un nacionalismo cultural, donde
los intelectuales
españoles intentan hacerse un lugar ante la hegemonía de
las filosofías
francesas y alemanas.
En cuanto a
Heidegger, si bien su gravitación en
la Revista de Occidente es conocida,
[31]
en Argentina sus lectores son generalmente viajeros –como Carlos
Astrada y Luis
Juan Guerrero– que se acercan al círculo intelectual
alemán, entrando en
contacto con el pensador de Friburgo; la lectura de sus obras, a
mediados de
1930 es todavía muy incipiente.
[32]
Sin embargo, Heidegger no resulta en esta etapa un autor
hegemónico, como
sucederá luego, durante el primer peronismo (Ruvituso, C. 2015).
Cabe recordar, tal como
señalé en otros trabajos (Sosa, P. J., 2019), que en
Tucumán Heidegger gravita
en la revista Sustancia (editada
entre 1939 y 1943) y en Notas y estudios
de filosofía (publicada entre 1949 y 1954). Pero no es
posible establecer
señales de una recepción creativa o de un afianzamiento
de esta figura en el
canon de la filosofía contemporánea. En cambio, toma
especial lugar el
denominado existencialismo cristiano, desplegado por autores como Karl
Jaspers,
Gabriel Marcel y Simone Weil.
Con frecuencia la historiografía
filosófica local mitifica a García Morente como una
suerte de “Maestro”
fundador de la disciplina filosófica en Tucumán y en la
región del NOA,
[33]
pero su giro hacia el conservadurismo tiende a ser escasamente
considerado. Tras
diez meses en la provincia, el profesor español organiza su
retorno a Europa en
1938, y al arribar a España
[34]
adhiere insospechadamente al catolicismo y a un hispanismo
recalcitrante. De
acuerdo con las explicaciones oficiales, esta vuelta a su patria natal
se debe
a una suerte de “experiencia mística” volcada en su
escrito El hecho extraordinario.
[35]
Si bien esta torsión (respecto
de su trayectoria previa como reformista y agnóstico) resulta
difícil de
explicar, puede pensarse como una posibilidad para que García
Morente se
reubique en la coyuntura española de fines de 1930, a donde
desea volver en
parte por no encontrarse a gusto en la provincia –tal como se
deja entrever en la
correspondencia con Alberini– donde los estudios
filosóficos se encuentran en
una etapa de formación.
Con este giro
conservador, García Morente crea un distanciamiento personal
respecto de los intelectuales
liberales de la época, tensando sus relaciones con figuras que
lo habían
ayudado en su inserción en el campo intelectual argentino, en
general herederos
del reformismo universitario que veían en él a una figura
prometedora para ser
incorporada en los claustros docentes de las universidades argentinas.
Sin embargo, aun cuando
el motivo de la partida de García Morente a España se
debe a un giro a la
derecha católica, tampoco se retira de la provincia con la
simpatía de la
fracción católica local, que rechaza sus conferencias. En
este sentido,
Pucciarelli escribe a Romero que “un cura dominico, el padre
Carrasco que desde
el púlpito predicó contra García Morente
‘masón, ateo y materialista’, prepara
su dardo envenenado contra mí” (Romero, F. 2017, 695).
Según queda manifiesto
en la correspondencia, antes de su regreso a Europa, el intelectual
español
brinda una serie de conferencias para la asociación
“Amigos del Arte”
(Alberini, C. 1980, 41), y en algunas provincias del
“interior”. Aunque está
claro que los lazos entre García Morente y la intelectualidad
argentina se debilitan
tras su partida, no obstante sus Lecciones
preliminares… son rápidamente incluidas en los
programas de filosofía
dirigidos por destacadas figuras del campo filosófico, entre las
cuales se
incluyen Alberini, Romero y Pucciarelli. Quizá se deba en parte
al hecho de que
García Morente sigue siendo una figura funcional para estos
intelectuales, en
la medida en que legitima un canon eurocéntrico, espiritualista
y
antipositivista, defendido por parte de los intelectuales que pasan a
dominar
los estudios humanísticos en Buenos Aires.
A lo largo del presente
trabajo indagamos la trayectoria intelectual de García Morente,
profundizando
en el análisis de su segundo viaje a la Argentina en 1937
–debido a la
coyuntura política española–, y los discursos
pronunciados en Tucumán y luego
compilados bajo el titulo Lecciones
Preliminares de filosofía.
Desde la perspectiva de
historia intelectual, reconstruimos las redes desplegadas por el
profesor
español en su etapa de formación –tanto en Francia
como en Alemania–, y los
vínculos de sociabilidad afianzados con figuras destacadas en el
medio español que
contribuyen a su consolidación como “Maestro” del
reformismo universitario.
Esta trayectoria le permite contar con un capital simbólico
destacado
–percibido por los intelectuales liberales argentinos y las
élites locales–, que
hace posible su ingreso a la Universidad de Tucumán, durante su
breve exilio en
Argentina. Sin embargo, el arribo a la provincia no deja de poner en
juego su
prestigio, en la medida en que se trata de un contexto doblemente
periférico
respecto de Buenos Aires y los centros culturales del mundo.
En cuanto al análisis
del discurso, en sus Lecciones gravita
la idea de erlebnis [vivencia] en
articulación con la noción de “viaje”. A
través de esta metáfora, García
Morente construye un “continente filosófico”
compuesto por filosofías griegas,
francesas, alemanas y españolas, proponiendo así un canon
de temas y autores considerados
“claves” en la enseñanza profesional de la
filosofía. Como observamos, este
recorte no solo legitima a filósofos europeos
–principalmente del período
antiguo, moderno y contemporáneo–, sino que al mismo
tiempo desalienta
explícitamente la inclusión de algunas filosofías
periféricas en la agenda
filosófica académica.
Finalmente, abordamos el
giro conservador llevado a cabo por García Morente tras su
partida a España en
1938. Esta transformación en su itinerario intelectual
–hasta ese momento destacado
por su perfil agnóstico, reformista y modernizador–, lleva
a desarticular
parcialmente las solidaridades trabadas durante sus viajes previos, ya
que por
un lado los lazos interpersonales se cortan, pero por otra parte sus Lecciones pasan a formar parte de las
agendas filosóficas universitarias del país.
En resumen, la noción de
viaje atraviesa no solo la cuestión
“material”–relacionada con el exilio y la
coyuntura política española–, sino también
la comprensión de la filosofía como “vivencia” –en tanto experiencia de lectura donde
es posible el diálogo con los pensadores del pasado–, y el
viaje espiritual que
transforma insospechadamente su trayectoria política, educativa
y religiosa,
dilapidando el capital simbólico construido hasta ese momento.
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[1]
Bajo el título La filosofía de Henri
Bergson (1917), García Morente publica sus conferencias
–dictadas en la
Residencia de Estudiantes–, con el fin de preparar al auditorio
para recibir a
Bergson, quien viaja a Madrid en el contexto de una misión
diplomática en 1916.
[2]
Como observa López Baroni (2010), la
ILE fue fruto
del movimiento krausista del siglo XIX y forma parte de un intento de
la
burguesía liberal española por atraer los movimientos
filosóficos franceses y
alemanes a España. Este esfuerzo alcanza su cima durante el
período
republicano, pero sucumbe a manos de la ideología que fractura
la II República.
[3]
De acuerdo con Suayter Monetti (2005), García Morente realiza
varios viajes a
Alemania. Entre ellos, el primero parece ser en 1901; el segundo en
1908/9
–esta vez con beca– a Marburgo, donde conoce a Ortega y
Gasset y finalmente en
1911, con una beca otorgada por la Junta de Ampliación de
Estudios e
Investigaciones Científicas, institución dependiente de
la Institución Libre de
Enseñanza (López Baroni, J. M. 2010).
[4]
Algunos comentarios biográficos mencionan una formación
paralela en derecho en
la Universidad de Murcia, durante su etapa como catedrático en
la Universidad
de Madrid, en 1920 y 1921 (Bianchi, J. 1999, 86).
[5]
Según Antonio Niño Rodríguez, García
Morente cuestiona algunos aspectos del
modelo francés debido a la escasa autonomía de la
Universidad respecto del
poder del Estado: “Su peor defecto era que asimilaba las
Facultades a Escuelas
Técnicas, abdicando de la misión específica de la
universidad como educadora
del espíritu y abandonando la investigación y la
innovación, que se
desarrollaba en instituciones ajenas a la Universidad: el
Collège de France, la
École Normale, y desde 1868 la École Pratique des Hautes
Études. Favorecía,
además, un sistema muy centralista en el que la Sorbonne
acaparaba la mitad del
público estudiantil y los mejores profesores, mientras que las
universidades de
provincia estaban abandonas” (Niño Rodríguez, A.
2013, 70–71).
[6]
La novedad de las universidades alemanas –que habían
logrado obtener la
admiración de García Morente y Ortega entre otros–
consistía en incluir, a la
par de las clases teóricas, seminarios de iniciación en
metodología de la
investigación y en un “meritocrático” sistema
de selección de profesores,
basado en la capacidad de los nuevos profesores de estimular a sus
alumnos.
[7]
Por ejemplo, Bergson despliega una crítica rotunda a lo que
denomina homo
faber, cuyo objetivo es crear un conocimiento –producto del
intelecto– que lo
lleve a controlar el entorno, es decir, con fines prácticos.
[8]
Ortega y Gasset expresa a Romero, en ocasión del primer viaje de
García Morente
a la Argentina: “Es nuestro decano que ha organizado la Facultad
de Filosofía y
Letras en forma tan eficaz y lúcida que hoy sirve de modelo a
toda la reforma
universitaria española” (Romero, F. 2017, 651).
[9]
Esta pérdida desencadena un trauma que vuelve inminente el
exilio del grupo
familiar. Por carta, Alberto Rougés escribe a Ernesto Padilla,
“vino [Morente] con
sus hijas de visita hará tres días. Una de ellas es
viuda. Su esposo fue
asesinado por los rojos en Toledo al comienzo de la revolución.
Era astrónomo
del observatorio que allí había […] Te
imaginarás la aversión que tiene la
viuda a los rojos” (Rougés, A. 1999, 312). Aunque
Rougés no aclara qué entiende
por “rojos” es probable que esté aludiendo al
denominado “Frente Popular” que
concentraba líneas políticas tales como las del Partido
Socialista Obrero
Español, el Partido Comunista de España, el Partido
Obrero de Unificación
Marxista y el Partido Sindicalista, entre otros.
[10]
Ver Rossi, Laura e Ibarra, Florencia (2017).
[11]
Las conferencias pronunciadas por el profesor español en Buenos
Aires se
encuentran reunidas en De la metafísica
de la vida a una teoría general de la cultura (1995).
[12]
Ver Bianchi, Jorge (1999).
[13]
García Morente le confiese a Alberini, “[...] No tengo
pasaporte. Mi salida de
España fue difícil, rápida y casi clandestina.
Tuve que hacer uso de medios de
fortuna que me impidieron tener documentación perfecta.
Así es que el cónsul
argentino se encuentra muy perplejo. Por otra parte, habiendo de viajar
en
segunda clase, me dice que los derechos consulares para mí y mi
familia (a la
que espero dentro de pocos días) ascienden a ocho mil francos.
El mismo cónsul
se ha asustado ante esta cantidad y para resolver las dos cosas
–mi falta de
documentación, y mis pocos dineros– me ha sugerido
aún redactado el cablegrama
que acabo de enviar a usted” (Alberini, C. 1980, 32–33).
[14]
García Morente le expresa a Alberini, “Le pido mil
perdones por las molestias
que le estoy causando. La psicología del emigrado fugitivo es
muy extraña.
Entre otras particularidades, tiene la de cierto trastrueque muy
curioso en la
jerarquización de las normas habituales de la vida
común” (Alberini, C. 1980,
35).
[15]
La importancia de García Morente como herramienta para
profesionalizar las
Humanidades en Tucumán y como estrategia para superar con su
presencia a otros
centros regionales se observa en las siguientes palabras de
Rougés a Padilla:
“Me aseguran que [Manuel García] Morente ha aceptado un
destino en la facultad
de humanidades que se crea. A base de él y de algunos otros que
se traiga, se
puede hacer un instituto de filosofía y publicar una revista.
Estaríamos mejor
que Córdoba, donde el instituto de filosofía es mal
dirigido. Temo, sin
embargo, que la incultura universitaria lo acobarde”
(Rougés, A. 1999, 289).
[16]
En palabras de Rougés a Padilla: “Está ya elegido
[Julio] Prebisch para rector,
para mal de él y de la Universidad. Todas las probabilidades son
de un
rectorado semejante al anterior, pues es muy difícil que haya
podido curarse.
Si se necesitaba una prueba más de la funesta
organización que hoy tiene la
Universidad, aquí está una definitiva. De donde saliera
Juan Terán casi
expulsado por una demagogia, sale hoy la segunda designación de
quien abandonó
la Universidad en tal forma que desaparecieron en su rectorado las
publicaciones y los actos consagratorios de los valores de cultura que
ha
tenido Tucumán” (Rougés, A. 1999, 321).
[17]
Esta vinculación de la noción de “vivencia”
con la Revista de Occidente es sugerida por el propio
García Morente: “La
palabra vivencia ha sido introducida en el vocabulario español
por los
escritores de la Revista de Occidente,
como traducción de la palabra alemana ‘Erlebnis’.
Vivencia significa lo que
tenemos en nuestro ser psíquico; lo que real y verdaderamente
estamos
sintiendo, teniendo, en la plenitud de la palabra
‘tener’” (García Morente, M.
1962, 2).
[18]
“Vivencia”, para García Morente, “significa lo
que tenemos realmente en nuestro
ser psíquico; lo que real y verdaderamente estamos sintiendo,
teniendo, en la
plenitud de la palabra ‘tener’” (García
Morente, M. 1962, 2). En su concepción
filosófica, la “vivencia” parece evocar la
apropiación de un contenido en el
proceso de lectura.
[19]
Sobre la iniciativa de publicación de las clases de
García Morente, Lucía
Piossek Prebisch revela algunos datos como por ejemplo que “entre
los numerosos
y fervorosos oyentes de las clases de García Morente se hallaban
unos
estudiantes, miembros del Centro de Estudiantes de Ingeniería.
Ellos tuvieron
la feliz idea de recoger las clases del maestro español, porque
no se
resignaban a que se las llevara el viento. Para ello contrataron,
pagándoles de
su propio bolsillo, dos taquígrafos de condiciones notorias, a
los que se sumó
luego un tercero en forma voluntaria. Una vez vertida la triple
versión
taquigráfica, los estudiantes llevaban a Morente el texto para
que su ajuste y
revisión. Cuando en 1938 las autoridades de la Universidad
resolvieron publicar
las Lecciones en una tirada de 1000 ejemplares, el texto original fue
el que
habían recogido y conservado esos estudiantes de
ingeniería. Ellos hicieron
posible conservar este testimonio. Quiero recordarles que este texto se
sigue
reeditando hasta hoy, por la editorial Losada, para todo el mundo de
habla
española” (Naessens, H. y Santillán, A. 1999, 13).
[20]
En
cuanto a Platón y Aristóteles, en Argentina circulan
historias de la filosofía
alemanas del siglo XIX, que tienden a canonizarlos (como las
contribuciones de
Julius Stenzel y Werner Wilhelm Jaeger). Además, se encuentra
presente el
debate en torno a qué fuentes son centrales para la
reconstrucción del legado
socrático. Sobre este aspecto, existen interpretaciones que
priorizan los
escritos de Jenofonte, como el de Johan Jakob Brucker; los que dan
primacía a
Platón, como los de Friedrich Schleiermacher y Karl Joel y los
que ven la
posibilidad de complementar ambas fuentes, como los aportes de Eduard
Zeller
(Romero, F. 1943).
[21]
Por ejemplo, en los programas de “Historia de la
Filosofía” de 1930 de la UNLP,
Ernesto Figueroa propone un programa más equilibrado, donde se
brinda una
unidad a cada escuela presocrática y una a cada pensador
después de Sócrates.
Asimismo, el programa cuenta con historias de la filosofía
alemanas (como Geschichte der Philosophie de Wilhelm
Windelband), francesas (como Pour
l'histoire de la science helllene de Paul Tannery) e italianas
(como Storia della Filosofia Greca de Guido De
Ruggiero). Solo en pocos casos existen trabajos traducidos al
español y en
general, son traducciones de la editorial Revista
de Occidente (como la Historia de la
filosofía antigua y medieval de Augusto Messer). En esta
línea, se
encuentra Émile Gouiran (1947), profesor católico
francés encargado de la
organización de estudios filosóficos universitarios en
Córdoba, quien propone
una historia de la filosofía, donde se señalan una
multiplicidad de escuelas
previas a Sócrates y Platón y posteriores a ellos.
[22]
La justificación otorgada para darle este estatus al pensamiento
griego se
resume en las siguientes palabras: “Los griegos fueron los
inventores de eso que
se llama filosofía ¿por qué? porque fueron los
inventores –en el sentido de la
palabra descubrir– los descubridores de la razón, con el
pensamiento racional,
se puede hablar lo que las cosas son, se puede averiguar el
último fondo de las
cosas” (García Morente, M. 1962, 60).
[23]
Como sostiene Martín Bergel, desde fines del siglo XIX “la
noción de Oriente
comienza paulatinamente a desplazarse, hasta dibujar una curva que
luego de la
Primera Guerra Mundial la encuentra, en diversos círculos
intelectuales y en
zonas variadas de la cultura argentina, cargada ahora de valores
positivos”
(Bergel, M. 2015, 14).
[24]
La imagen de Kant como sintetizador de la modernidad es recurrente en
manuales
e historias de la filosofía neokantianas que circulan en el
campo intelectual
argentino –como la de Wilhelm Windelband– en esta etapa e
incluso en períodos
previos. Esto resulta visible por ejemplo en las clases de
filosofía de
Coriolano Alberini (Coviello, A. 1925).
[25]
Al arribar a Argentina, el profesor español ha escrito obras en
torno al
pensamiento kantiano La filosofía de Kant, una
introducción a la filosofía
(1917), breve sistematización del pensamiento kantiano, producto
de un
conocimiento profundo de la obra del filósofo de
Königsberg, luego de haber
traducido la Kritik der Urtheilskraft y la Kritik der praktischen
Vernunft.
Además, previo al exilio, realiza traducciones de obras
filosóficas alemanas
tales como Der Untergang des Abendlandes: Umrisse einer Morphologie der
Weltgeschichte (1922) de Spengler; Vom Ursprung sittlicher Erkenntnis
(1927) de
Brentano, y Logische Untersuchungen (1928) de Husserl (Martini, O. R.
2019).
[26]
Entre las traducciones de la Crítica a la razón pura
usadas en esta etapa en la
Universidad, se encuentra la versión española de Perojo,
pero también se
consultan la francesa de Tremeysagues y Pacaud, y la italiana de
Gentile y
Lombardo Radice (Dotti, J. 1992, 158).
[27]
Por ejemplo, José Ingenieros desestima el pensamiento de Kant,
en la medida en
que considera que sus análisis sobre la teoría del
conocimiento resultan
superados por los aportes de la biología y la psicología
(Dotti, J. 1992, 134).
[28]
Por ejemplo, en la UNLP, Ernesto Figueroa le dedica en 1936 toda una
asignatura
–bajo el nombre “Seminario de
filosofía”– a Kant; Coriolano Alberini en 1937
destina
todo el programa de “Metafísica y
Gnoseología”, tomando otros autores solo en
la última unidad pedagógica e interpretándolos a
la luz del pensamiento
kantiano; Carlos Astrada, en 1937 le dedica una unidad a Kant en su
programa de
Ética y José Rodríguez Cometa en 1939 destina la
asignatura “Lectura y
comentarios de textos filosóficos” al estudio del
pensamiento kantiano.
[29]
La idea de “regiones del ser” procede de la
filosofía de Husserl, pero, según
García Morente, esta ontología todavía no ha sido
acabada (García Morente, M.
1962).
[30]
Además, tras el distanciamiento de Ortega y Gasset respecto de
la Segunda
República y su ausencia de pronunciamientos en torno al
franquismo, exaltarlo
puede ser una forma de reivindicar una legitimidad perdida en el campo
intelectual argentino.
[31]
Por ejemplo, Xavier Zubiri tempranamente vierte al español Was
ist Metaphysik?–
mientras que varios años después José Gaos traduce
Sein und Zeit.
[32]
Aunque Heidegger forma parte de lecturas e interacciones con el
círculo de
pensadores españoles asociados a García Morente, no deja
de llamar la atención
que este lo incluyera en su incipiente formulación del canon
contemporáneo.
Sobre todo, luego de los pronunciamientos del pensador alemán
durante su
asunción del rectorado en Friburgo, que coincide con el ascenso
del
nacional-socialismo en Alemania.
[33]
En la correspondencia entre Alfredo Coviello y Canal Feijóo se
observa el
interés de este último por adquirir las Lecciones…
para su incorporación en la sección de
filosofía para la Biblioteca pública
de Santiago del Estero (Canal Feijóo, B. a Coviello, A. 1938).
[34]
García Morente retorna a España en julio de 1938, momento
en el que todavía no
finaliza la Guerra civil pero se encuentra próxima la victoria
de la derecha
franquista –dictadura de largo aliento que acaba en 1975- y el
inicio de la
Segunda Guerra Mundial.
[35]
El hecho extraordinario es una carta
–dirigida por García Morente a José María
García Lahiguera– publicada
póstumamente en 1996. En ella el profesor español
confiesa que “volví la cara
hacia el interior de la habitación y me quedé
petrificado. Allí estaba Él. Yo
no lo veía, yo no lo oía, yo no lo tocaba. Pero Él
estaba allí. En la
habitación no había más luz que la de una
lámpara eléctrica de esas diminutas,
de una o dos bujías, en un rincón. Yo no veía
nada, no oía nada, no tocaba
nada. No tenía la menor sensación. Pero Él estaba
allí. Yo permanecía inmóvil,
agarrotado por la emoción” (García Morente, M.
1940).