Estudios de Filosofía Práctica e Historia de las Ideas / E-ISSN 1851-9490 / Vol. 23 / Sección Dosier
Revista en línea del Grupo de Investigación de Filosofía Práctica e Historia de las Ideas /
Instituto de Ciencias Humanas, Sociales y Ambientales (INCIHUSA)
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)
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Manuel García Morente y la construcción del canon filosófico en sus Lecciones preliminares de filosofía

Manuel García Morente and the construction of the philosophical canon in his
Lecciones preliminares de filosofía

Paula Jimena Sosa

Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales (IDIHCS)

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)

Universidad Nacional de La Plata (UNLP)

jimenasosa89@gmail.com

Recibido: 08/12/2020

Aceptado: 03/04/2021


Resumen. El presente trabajo se propone indagar el rol desplegado por García Morente en su segundo viaje a la Argentina y la construcción del canon desplegada en sus Lecciones preliminares de filosofía, material que reúne las clases dictadas en la Universidad Nacional de Tucumán en 1937. A partir de esta fuente, ensayaremos un análisis que toma en cuenta, por un lado, la trayectoria del profesor español –desde una perspectiva de historia intelectual– y, por otro lado, el análisis de su discurso filosófico –desde un enfoque de historia de las ideas–. Ambas dimensiones resultan claves para abordar la constitución de los estudios filosóficos en la provincia.

Palabras clave. Intelectuales, Ideas, Canon filosófico, Viaje.

Abstract. This paper aims to investigate the role played by García Morente in his second trip to Argentina and the construction of the canon displayed in his Preliminary Philosophy Lessons, material that brings together the classes given at the National University of Tucumán in 1937. From this source, we will try an analysis that takes into account, on the one hand, the trajectory of the Spanish professor –from an intellectual history perspective– and, on the other hand, the analysis of his philosophical discourse –from a history of ideas approach– . Both dimensions are key to addressing the constitution of philosophical studies in the province.

Keywords. Intellectuals, Ideas, Philosophical canon, Voyage.



Introducción


Durante la segunda mitad de 1930 en Tucumán se lleva adelante una importante institucionalización de las Humanidades. Se crea en 1937 el Departamento de Filosofía, Historia, Pedagogía, Letras e Idiomas, que en 1939 se trasforma en Facultad de Filosofía y Letras; se reactiva la Sociedad Sarmiento, espacio de sociabilidad intelectual destacado; se fundan bibliotecas públicas y se ponen en marcha importantes proyectos editoriales (como las revistas Sustancia, editada entre 1929 y 1943, Cántico, publicada en 1940, la Revista de Antropología, impulsada en 1938, y la Revista de Pedagogía, creada 1936, entre otras).

En este contexto, la disciplina filosófica toma un lugar preponderante, en parte por la llegada a la provincia de notables figuras nacionales e internacionales, que arriban a Tucumán debido a la coyuntura política internacional. Esta situación, sumada a la reorganización política en Argentina luego del Golpe de Estado de 1930, conduce a una reconfiguración del plano intelectual tendiente a la polarización política y más tarde a la consolidación del antifascismo (Bisso, A. 2000). A la vez, la proclamación de la Segunda República española habilita una más amplia reevaluación positiva de España –profundizando un proceso que comienza a darse entre los intelectuales latinoamericanos, desde entresiglos–, permitiendo la creación de matices respecto del antihispanismo dominante en las élites liberales argentinas a lo largo del siglo XIX (Hale, C. 1991; Altamirano, C. Y Sarlo, B. 1997; Sorensen, D. 1998). En este medio fuertemente politizado, se produce la llegada de Manuel García Morente quien –a diferencia de la mayoría de intelectuales españoles dedicados al mercado editorial– logra incorporarse a la Universidad, dictando clases de filosofía y de psicología.

A continuación, analizaremos su itinerario intelectual y sus clases, compiladas por los estudiantes bajo el título de Lecciones preliminares de filosofía (1938), a fin de reflexionar, a partir de allí, acerca del canon filosófico presente en su programa de estudios, atendiendo a sus implicancias políticas y a sus proyecciones en el campo intelectual argentino.


La trayectoria intelectual de Manuel García Morente


Nacido en 1886 en el seno de una familia andaluza acomodada (católica por línea materna, y anticlerical por el lado paterno), García Morente pierde tempranamente a su madre. Este hecho pone en manos de su padre (formado en medicina, volteriano y de ideas liberales), la decisión en torno a su formación educativa. Primeramente, realiza sus estudios medios en el Liceo Nacional de Bayona (Francia), continuándolos luego en la carrera de Letras de la Sorbonne, donde entra en contacto con prestigiosas figuras académicas como Émile Boutroux y Lucien Lévy–Bruhl. Además, asiste a las clases de Henri Bergson dictadas en el Collège de France. [1]

De regreso a España, en 1908 García Morente tiende lazos con el pedagogo krausista Francisco Giner de Ríos, [2] quien interviene como mediador para su inserción en la Institución Libre de Enseñanza (ILE), y para la realización de nuevas estancias de investigación en Alemania. [3] En este período, se contacta con grupos de estudios kantianos de las universidades de Berlín, Múnich y Marburgo, tomando clases con Paul Nartop, Hermann Cohen y Nicolai Hartmann. [4]

Estos viajes son centrales a nivel de su formación superior, no solo porque determinan sus temas de investigación y redes intelectuales, sino porque además le permiten entrar en contacto con modelos educativos que datan del siglo XIX, a saber, el sistema educativo francés, donde rige el “modelo napoleónico”, orientado a la formación práctica y técnica con un fuerte control estatal, [5] y el sistema educativo “humboldtiano” en Alemania –considerado por García Morente como un ejemplo de la época por su apuesta a la producción científica, su condición policéntrica y su autonomía respecto del Estado (Niño Rodríguez, A. 2013, 70). [6]

Ahora bien, estos modelos educativos, sumados a los ideales pedagógicos de la ILE, se articulan en el proyecto pedagógico desplegado por García Morente en la Segunda República, a la hora de reformar la casa de altos estudios de Madrid, que según el profesor español se encuentra atravesada por una tradición “medieval”, donde lo importante es controlar los contenidos de enseñanza, sin poder asegurar una “competencia profesional elevada”, ni relaciones pedagógicas estimulantes, que hagan florecer al lado de la enseñanza la producción científica (Niño Rodríguez, A. 2013). Asimismo, su proyecto intenta reforzar los estudios humanísticos y, con ello, superar los “déficits” del modelo español. Según García Morente, es necesario un sistema educativo que permita el desenvolvimiento de una “actividad espiritual desinteresada”. Esta perspectiva pedagógica tiene componentes del ideario anti-utilitarista –propio de algunas figuras relacionadas con el espiritualismo francés–, [7] junto al neoidealismo kantiano, que exalta una ética racionalista según la cual el individuo es un “fin en sí mismo”, portador de una “dignidad” intrínseca. Desde esta doble marca filosófica se proyecta un plan pedagógico, que intenta reforzar los valores de una nación “moderna”, los ideales de conducta moral y la creación de sensibilidades artísticas, logrando así una “formación integral del individuo”.

El desempeño en importantes cargos de gestión educativa –como subsecretario del Ministerio de Instrucción Pública y como decano de la Facultad de Filosofía y Letras de Madrid–, le permite llevar a cabo su proyecto educativo reformista durante Segunda República. Aunque las redes de sociabilidad con figuras claves del campo intelectual español se remontan a principios de 1920 –en especial su amistad con Ortega y Gasset–, recién en esta etapa García Morente adquiere realmente una posición específica entre los intelectuales españoles, quienes contribuyen a su legitimación como “Maestro” del reformismo universitario español, abriendo sin embargo una brecha respecto a las figuras de primer orden, consideradas con fuerte perfil “creador”, como en el caso de Ortega y Gasset. [8] De allí que Julián Marías exprese que

Morente no fue —ni pretendió ser— un filósofo original, creador de un sistema propio […] La pretensión intelectual de Morente fue otra: la de ser maestro de filosofía, en la forma concreta en que esto era posible y necesario en la circunstancia española en que le tocó vivir. La fidelidad a esta misión ha dañado, tal vez, a la posible amplitud del renombre de Morente; pero, en cambio, ha asegurado, por una parte, la autenticidad de su figura intelectual, y por otra su influjo fecundo sobre los demás: todos los españoles —y más concretamente los que hemos pasado por la Facultad de Filosofía y Letras de Madrid— sabemos bien lo que debemos a Morente. (Marías, J. 1948, 124)

Por otra parte, a diferencia de algunos miembros de la Revista de Occidente –como José Gaos, José Ferrater Mora y otros–, García Morente nunca se pronuncia como republicano. Aunque la Segunda República brinda las condiciones para afianzar su lugar en el campo intelectual español, defiende una posición política monárquica de forma explícita: “No pertenecí a la Agrupación al Servicio de la República, por la sencilla razón de que no era yo republicano; acababa de ser yo subsecretario monárquico y seguí siempre creyendo que la República acabaría mal” (Suayter Monetti, M. A. 2004, 77). Esta desestimación del republicanismo coincide con la de Ortega y Gasset quien –aunque funda espacios de sociabilidad política en favor del republicanismo por un período de tiempo corto–, expresa prontamente su desencanto en “Rectificación de la República” de 1931 (Suayter Monetti, M. A. 2005, 74).

Así, en el contexto de la Guerra Civil española, García Morente se encuentra en una posición incómoda, pues no se identifica con los intelectuales republicanos, ni con la derecha católica. Esta situación política desemboca en su destitución como decano de la Facultad de Filosofía y Letras en 1936, quizá por su proximidad con las figuras de la ILE, fuertemente perseguidas por el denominado “bando nacional”; hecho que coincide con el asesinato de su yerno en manos de milicias confederales en Toledo. [9]

Ante esa coyuntura política, García Morente se exilia primero en Francia en 1936 y luego en Argentina en 1937. Este último viaje es el resultado de la mediación de Ortega y Gasset y de Coriolano Alberini, [10] a quien conoce durante un viaje previo en 1934, cuando dicta conferencias en la Universidad de Buenos Aires. [11] Ya en este primer viaje, García Morente resulta una figura renombrada en el campo filosófico argentino, capaz de contribuir a la profesionalización de los estudios filosóficos en el país. Este reconocimiento se observa en el discurso pronunciado por Francisco Romero, en ocasión de su llegada, cuando expresa que

Quienes de cerca o de lejos se preocupan aquí por la filosofía, conocían o vislumbraban lo que usted significa en el pensamiento español. Lo que faltaba hasta hace poco en España, lo que falta todavía entre nosotros, es lo que llamaré “la normalidad filosófica”; quiero decir, la filosofía concebida como función científica, como trabajo y no como lujo o fiesta. (Romero, F. 1950, 130)

Amén de este reconocimiento, bajo la coyuntura de la Guerra Civil, García Morente no es invitado a ocupar cátedras en la UBA o en la UNLP. En cambio, recibe la invitación para dar clases en Tucumán en las cátedras de “Introducción a la Filosofía” y de “Psicología”. [12] Esta propuesta es tomada por el profesor español con entusiasmo, lo cual se percibe bien en las siguientes palabras dirigidas a Alberini: “Acepto pues la proposición que me hace la Universidad de Tucumán. La acepto muy agradecido e ilusionado. Las condiciones materiales son buenas. La obra a realizar me gusta y cuadra perfectamente con mis más profundas aficiones” (Alberini, C. 1980, 31).

Si bien la oferta de la Universidad de Tucumán parece resolver las condiciones materiales de García Morente, no deja de gravitar entre destacados intelectuales de Buenos Aires la pregunta por el destino vital del profesor español en la provincia. Tanto los intelectuales españoles que lo rodean, como destacadas figuras de la élite porteña, ven con cierta sospecha la llegada de un intelectual con una trayectoria como la de García Morente, a un contexto doblemente periférico –respecto tanto de Buenos Aires como de los centros culturales del mundo–. Poniendo de relieve sus juicios ideológicos, Victoria Ocampo, por ejemplo, expresa que

… Ortega siente un profundo contento. Piensa que Morente puede hacer “una labor formidable de organización”. La nueva Facultad de Madrid le debe todo. Y Ortega agrega: “ahora que no existe, me atrevo a decir que era una verdadera maravilla, en ciertos respectos, algo hoy sin par en todo el mundo”. Sin embargo, teme que su discípulo tope con algunas dificultades en nuestro país, porque, aunque enérgico, es demasiado bueno e ingenuo. Y aquí una frase que no puedo dejar de citar, pues viene al caso: “manejar criollos no es cosa fácil”. Nosotros, mejor que Ortega, hemos aprendido a saber hasta qué punto (Ocampo, V. 1957, 51).

El grupo familiar que acompaña a García Morente en su viaje está formado por dos hijas, dos nietos, una tía política y su cuñada, además de una empleada de servicio. En la correspondencia, enviada por el profesor español a Alberini, puede leerse no solo su enorme desesperación por la escasez de documentos, [13] sino además la angustia por su condición de exiliado [14] y por la situación política de España: “Los once meses que acaban de transcurrir han sido horrorosos y no se los deseo al peor enemigo. No es fácil describir con palabras los sufrimientos morales de toda índole porque hemos atravesado tantos y tantos españoles buenos” (Alberini, C. 1980, 36).

Al arribar al país, su presencia es celebrada por la élite local, prolongando los reconocimientos que tiene como reformista español en su primer viaje a Buenos Aires. Además, este prestigio parece homologarse, por momentos, al profesado hacia figuras del reformismo universitario argentino. Así, queda asociado a la noción de “Maestro”, connotando modernización educativa, erudición y mediación filosófica debido a su rol como traductor de filosofías europeas. Desde esta perspectiva, García Morente resulta un cuadro prometedor: siendo capaz de “elevar” la profesionalización de los estudios humanísticos en España, puede replicar su tarea en el proceso de ampliación universitaria en la provincia, superando incluso a otros centros regionales. [15]

Asimismo, este capital simbólico le permite contar con la aceptación de la élite local, compuesta en buena medida por industriales azucareros descendientes de franceses, que pujan por la profesionalización de las Humanidades desde una perspectiva eurocéntrica, y por la formación de un perfil de intelectual especializado. De allí que Alberto Rougés –figura clave en la élite local interviniente en el proceso de creación universitaria– le manifieste a Ernesto Padilla que

… la venida de Morente es un acontecimiento para nuestra cultura. Procuraré que eche raíces aquí. Me temo que el medio le resulte frío e incomprensivo. Por otra parte, no viene a hacer filosofía primera sino primaria, y esto puede no agradarle. Pero hay que hacer que se quede. Su presencia en la Universidad es necesaria para que se designe un buen personal en los años venideros. (Rougés, A. 1999, 291)

Estas palabras ponen de relieve el hecho de que García Morente es pensado por la élite local como una figura clave para la reorganización de la Universidad. Desde la perspectiva de las élites regionales, esa casa de altos estudios atraviesa por un período de “demagogia”, generada por las políticas desplegadas por Julio Prebisch –primer rector reformista– y por la avanzada de los estudiantes en las decisiones políticas de la Universidad. En este contexto de tensión entre la élite creadora de la Universidad y sus sucesores reformistas, García Morente se presenta como un intelectual capaz de recuperar los valores y el legado de la generación anterior, cuyo último representante, Juan Benjamín Terán, miembro de la élite económica, es desplazado en 1929 por una protesta estudiantil. [16]

Además, la correspondencia entre Rougés y Padilla deja entrever que –a diferencia de los intelectuales reformistas, de perfil agnóstico y de izquierda–, García Morente está más cerca de posiciones propias de la derecha, respetuosa además de la sensibilidad religiosa de la élite local. De allí que Rougés le señale a Padilla que

…en suma, pues, mi primera entrevista con Morente me ha producido buena impresión acerca de la actitud que va a asumir hacia la religión. Cultivaré su amistad y haré lo que esté de mi parte para volver más llevadero su destierro y su tragedia. Este ex decano de la Facultad de Humanidades de Madrid se encuentra no solo expatriado, sino también sin sus libros y sin su biblioteca. Temo que una vez pasado el entusiasmo del primer momento, nuestra universidad no le de el puesto que se merece. (Rougés, A. 1999, 312)


La concepción de la filosofía como “vivencia” de un viaje


En sintonía con la agrupación de la Revista de Occidente, García Morente cree necesario iniciar sus clases aportando un concepto de filosofía ligado a la idea de Erlebnis [vivencia] en referencia a la gravitación de Husserl en el ideario de publicación. [17] Desde su perspectiva, la filosofía no puede ser definida si no se practica. De allí que sostenga que “es absolutamente imposible decir de antemano qué es la filosofía. No se puede definir la filosofía antes de hacerla” (García Morente, M. 1962, 1).

Si bien la apelación a la idea de “vivencia” [18] apunta a los usos dados por la revista a cargo de Ortega y Gasset, y su conexión con la cultura filosófica alemana, el ejemplo brindado por García Morente, para explicar dicho concepto, refiere a las clases de Bergson cuando afirma que “entre veinte minutos de paseo a pie por una calle de París y la más larga y minuciosa colección de fotografías, hay un abismo. La una es una mera idea, una representación, un concepto, una elaboración intelectual; mientras que la otra es ponerse uno realmente en presencia del objeto, esto es, vivirlo, vivir con él” (García Morente, M., 1962, 2). Este pasaje entre la Erlebnis husserliana y la referencia a París da cuenta de la doble tensión que prima en la formación de García Morente: la vertiente espiritualista francesa –que atraviesa sus primeros años de formación superior–, y sus estudios posteriores ligados a los círculos neokantianos y fenomenológicos en Alemania.

Asimismo, la noción de Erlebnis le permite desplegar una concepción del filósofo como el “explorador” o el “viajero” que debe entrar en una “selva” a la que García Morente denomina “continente filosófico”. La experiencia de lectura como “viaje”, “exploración” o “peregrinación” permite entender la filosofía desde un enfoque vitalista. De allí que García Morente, en su primera clase, sostenga que

…cuando pasen años y sean Uds. viajeros del continente filosófico, más avezados y más viajeros, sus vivencias filosóficas serán más abundantes, y entonces podrán Uds. tener una idea cada vez más clara, una definición o concepto cada vez más claro […] Así, pues, estas Lecciones preliminares de filosofía van a ser a manera de viajes de exploración dentro del continente filosófico. Cada uno de estos viajes va a ir por una senda y va a explorar una provincia. (García Morente, M. 1962, 3-5)

Además, esta metáfora funciona para organizar sus Lecciones… en momentos: primeramente, un viaje “en aeroplano”, para establecer una perspectiva “panorámica” que funcione como abordaje filosófico inicial, y luego tres navegaciones: primero por el mundo antiguo, luego por la Modernidad, y finalmente por el pensamiento contemporáneo. Sin embargo, la imagen del viaje no se limita al sentido filosófico –que parece formulado de forma previa incluso al exilio en Argentina–; al contrario, como veremos más adelante, la figura del viaje adquiere modulaciones en su discurso que sobrepasan la cuestión filosófica y material, comprometiendo una metamorfosis en su orientación política y religiosa.


El viaje filosófico: hegemonías epistemológicas en la construcción del canon


Ahora bien; ¿cuáles son los límites de este “continente filosófico”? En sus Lecciones preliminares de filosofía, esta categoría aparece compuesta por figuras, temas y textos considerados centrales en este “primer viaje” o exploración filosófica.

Las Lecciones… condensan 25 clases pronunciadas en el Departamento de Filosofía de la UNT en 1937. [19] La narración de la historia de la filosofía concilia aspectos de diferentes tipos de reconstrucción. La narrativa dominante en el discurso de García Morente consiste principalmente en una descripción de las tesis de quienes considera como los “principales” filósofos de la filosofía europea antigua, moderna y contemporánea. El método usado por el profesor español para desarrollar sus clases reside en primer lugar en instalar una pregunta filosófica, para luego presentar la respuesta brindada por algunos representantes “claves” de un determinado período. Así, aunque el criterio es preponderantemente “problemático”, es decir, aborda la historia de la filosofía desde tópicos que estructuran dos de sus disciplinas –la ontología y la teoría del conocimiento–, también es cierto que por momentos realiza un breve abordaje histórico–cronológico de dichas problemáticas.

Respecto a la constitución del canon en la historia de la filosofía antigua, García Morente parte de los cuestionamientos de carácter ontológico, para explicar las contribuciones filosóficas de Parménides, Platón y Aristóteles en la Grecia clásica. [20] Si bien se mencionan brevemente los filósofos presocráticos, son aquellas las figuras centrales en el pensamiento antiguo. A diferencia de este recorte estrecho, los programas de “Historia de la filosofía” –tanto de Universidad de La Plata como la de Córdoba–, no enfatizan recortes tan estrechos en torno al mundo antiguo, y al contrario, prima un estudio más equilibrado de los contenidos. [21]

Por otra parte, en ningún momento el profesor español cuestiona la idea de que el pensamiento filosófico “nace” en Grecia, llegando a desestimar las consideraciones realizadas por Arthur Schopenhauer a la hora de considerar las cosmovisiones orientales en la historia del pensamiento filosófico. [22] Así, García Morente defienda que

El primer pueblo que de verdad filosofa es el pueblo griego. Otros pueblos anteriores han tenido cultura, han tenido religión, han tenido sabiduría; pero no han tenido filosofía. Nos han llenado la cabeza –en estos últimos cincuenta años sobre todo, a partir de Schopenhauer– de las filosofías orientales, de la filosofía india, de la filosofía china. Esas no son filosofías. Son concepciones generalmente vagas sobre el universo y la vida. Son religión, son sapiencia popular más o menos genial, más o menos desarrollada; pero no la hay en la historia de la cultura humana, del pensamiento humano, hasta los griegos (García Morente, M. 1962, 59–60).

De esta forma, el intelectual español refuerza una geografía simbólica dominante –centrada en Europa como espacio de “nacimiento” del pensamiento filosófico–, abriendo una clara distancia entre las voces legitimadas del pueblo griego y las del mundo “oriental”, portador de “sapiencia popular”. La valoración negativa que se deja ver en torno a “Oriente” resulta disruptiva entre las miradas positivas –desplegadas por algunos intelectuales liberales argentinos de esta etapa– que después de la I Guerra Mundial cuestionan la estabilidad de los modelos culturales centrales, buscando una “reevaluación del Oriente” (Bergel, M. 2015, 15), y de América (Romero, F. 1952). [23]

Asimismo, la exaltación de los filósofos griegos los reviste de un aire de actualidad que aproxima el discurso filosófico de García Morente a las “reconstrucciones racionales” (Rorty, R. 1984), donde los historiadores de la filosofía a menudo creen abrir un diálogo con filósofos del pasado para debatir temas del presente, cayendo así en un notable anacronismo. Un ejemplo de ello se observa en el siguiente pasaje:

Parménides de Elea introduce la mayor revolución que se conoce en la historia del pensamiento humano. Parménides de Elea lleva a cabo la hazaña más grande que el pensamiento occidental, europeo, ha cumplido desde hace veinticinco siglos; tanto, que seguimos viviendo hoy en los mismos carriles y cauces filosóficos que fueron abiertos por Parménides de Elea, y por donde éste empujó, con un empujón gigantesco, el pensamiento filosófico humano. (García Morente, M. 1962, 67)

Aunque a lo largo de su relato, García Morente ilumina los límites del pensamiento parmenídeo a la hora de pensar los problemas filosóficos contemporáneos, sostiene durante todo su relato, una imagen de respeto hacia esta figura “fundacional” del pensamiento filosófico, el cual –como se observa en el pasaje–, por momentos resulta asociado a “todo el pensamiento humano” y más tarde solo a “Occidente”.

En cuanto al período medieval, García Morente no realiza un análisis específico. Al contrario, considera que la tendencia “realista” –desplegada por Aristóteles– atraviesa esta etapa hasta la irrupción del pensamiento cartesiano. En la consideración de la Modernidad filosófica, el pensador español toma en cuenta principalmente las filosofías francesas y alemanas. Al atender a la Modernidad europea, su discurso adquiere una impronta contextual, marcando una distancia respecto de los abordajes previos predominantemente internalistas. En este sentido, García Morente manifiesta que

La característica del pensamiento moderno es que en vez de debutar por la propia ontología, debuta por una epistemología, por una teoría del conocimiento. Y ¿por qué el pensamiento moderno debuta por ahí, cuando el pensamiento antiguo había debutado por el contrario por la metafísica, por la ontología? Pues, porque el pensamiento moderno germina después de un largo pasado filosófico. Ésa es su realidad histórica. Viene y se desarrolla en el siglo XVI. Nuestro pensamiento humano no es jamás en ningún instante, ahistórico, fuera del tiempo y el espacio; no es pensamiento que esté lanzado hacia eternidades, sin relación con el momento histórico; sino que el pensamiento es una realidad histórica, tiene una realidad histórica. El momento en que un pensamiento nace se comprende por lo que lo antecedió (García Morente, M. 1962, 136).

Así, García Morente exalta el anclaje histórico de la filosofía, ausente en las lecciones previas en torno al mundo antiguo. La antigüedad es representada como el resultado de “grandes” figuras despojadas de determinaciones contextuales, cuya “genialidad” los convierte en referentes hasta nuestros días. Este cambio retoma las consideraciones contextuales durante lo que denomina “segunda navegación” de la filosofía. A diferencia de la primera navegación por el pensamiento antiguo, donde la ontología tiene un rol clave, el pensamiento filosófico moderno toma en consideración las preguntas provenientes de la teoría del conocimiento.

En torno a la cuestión de qué podemos conocer, rescata las respuestas brindadas por Descartes, el empirismo inglés (principalmente de Locke, Berkeley y Hume), el racionalismo de Leibniz y el idealismo trascendental de Kant. Este último adquiere en su discurso el lugar de gran sintetizador de la Modernidad. [24] En sus palabras, “era necesario, por esa dialéctica histórica interna, que llegara a su término y su remate. Era necesario que viniese un pensador capaz de dar fin, de concluir y rematar por completo las posibilidades contenidas en la actitud idealista. Este pensador fue Kant” (García Morente, M. 1962, 228). Y más tarde agrega: “Kant cierra un período de la historia de la filosofía. Cierra el período que comienza con Descartes. Y al cerrar este período nos da la formulación más completa y perfecta del idealismo trascendental” (García Morente, M. 1962, 228).

El hecho de que le dedique un importante número de clases al autor alemán puede deberse a la red de sociabilidad desplegada en círculos kantianos durante sus estancias de investigación, en especial, con la Escuela de Marburgo. Esta experiencia lleva a García Morente no solo a traducir varias obras del pensador alemán, [25] e introducciones para volverlo accesible en lengua española, sino también a destinar su tesis doctoral a la estética kantiana.

Por otra parte, como observa Dotti (1992), en Argentina se despliegan una serie de lecturas en torno a Kant desde el siglo XIX por miembros de la denominada “Generación de 1837”, pero es recién en las primeras décadas del siglo XX que “comienza un acercamiento diverso, filológicamente menos endeble y más riguroso como tratamiento científico del tema” (Dotti, J. 1992, 62). En esta etapa, Kant es leído tanto por los intelectuales vinculados al espiritualismo (entre ellos, figuras asociadas al krausismo como Wenceslao Escalante, Carlos López Sánchez y Carlos Vergara), al positivismo (como Carlos Octavio Bunge y José Ingenieros) y sobre todo al antipositivismo (como Félix Krueger, Giovanni Chiabra, Alejandro Korn, Coriolano Alberini y Carlos Cossio). Estos último recuperan la filosofía de Kant, entendida como “autoridad excepcional” para la agenda académica en un momento de consolidación de la disciplina filosófica en Buenos Aires. [26]

En el contexto del reformismo universitario, Kant es pensado en general como una figura inspiradora, en la medida en que permite repensar de forma crítica el modelo educativo vigente. Por ejemplo, Dotti (1992) menciona los pronunciamientos que comprenden al filósofo alemán como referente del ideario reformista:

 El primer paso hacia ello, la educación gratuita como derecho fundamental, reposa en el legado esencial del kantismo: la concepción del hombre como fin, “un principio básico de la moral kantiana”. “Y el hombre es un fin” –prosigue con retórica juvenil– “solamente en tanto que sufre o ama, expresión la más alta de la ‘humanidad en sí’, es decir, de la personalidad, del ‘ser racional’”. La reforma social que esta “cultura integral” lleva consigo encuentra en el movimiento de la protesta estudiantil su canalización adecuada, “y así se ha manifestado la relación entre Kant y el primer principio de la Reforma Universitaria”. (Dotti, J. 1992, 219)

El hecho de que García Morente sea un gran conocedor de la filosofía kantiana puede haberlo dotado de mayor legitimación en el contexto argentino, si se considera que Kant se encontraba asociado positivamente a influyentes figuras del reformismo argentino –como Alejandro Korn, Corilano Alberini y Carlos Cossio–, amén de algunas excepciones, [27] y que para la década de 1930 resulta una figura recurrente en los programas de filosofía. [28] En este sentido, es probable que la élite local apruebe la presencia de García Morente porque éste se vuelve capaz de ampliar sus estudios superiores en la provincia, siguiendo una agenda filosófica y pedagógica “modernizada” que pone a la universidad tucumana a la altura de las casas de altos estudios de Buenos Aires, donde la disciplina filosófica académica se encuentra más consolidada.

Por último, García Morente dedica sus clases finales a los problemas filosóficos contemporáneos. En torno a la filosofía contemporánea, su discurso se vuelve menos sistemático que en las clases anteriores, donde el canon parece estar bastante cristalizado. Si bien en las primeras lecciones adelanta la importancia de Bergson, Husserl y Dilthey –como figuras con propuestas metodológicas intuicionistas, claves para el ejercicio de la filosofía–, estos autores no son los mejor analizados. En cambio, adquieren especial importancia Martín Heidegger y José Ortega y Gasset, en tanto figuras que vienen a completar el análisis por medio del tratamiento de tópicos no considerados ni en la primera “navegación” griega, que culmina en el “realismo” aristotélico, ni la “navegación” moderna, que finaliza en el “idealismo trascendental” de Kant. Así, García Morente expresa que “tanto el idealismo como el realismo adoptan pues un punto de vista parcial y limitado en el conjunto total del ser y de la realidad. Este punto de vista es el que debemos superar en la metafísica actual, en la ontología actual” (García Morente, M. 1962, 357). Este elemento nuevo reside, por un lado, en comprender que el vínculo entre el “hombre” y “las cosas” no es meramente una relación de conocimiento, y por otro lado en que el ser tiene “regiones” (cosas reales, cosas ideales, valores y vida). [29]

Aunque la idea de “regiones del ser” proviene de la filosofía husserliana, García Morente enfatiza fundamentalmente la idea de “vida” entendida en términos de “existencia”, con una fuerte impronta heideggeriana. El rasgo distintivo de esta “región del ser” reside en que es un “ente independiente” y por ello merece un tratamiento diferente al brindado previamente por las filosofías realistas e idealistas, que consideraban la relación entre el “hombre” y las “cosas” como elementos enfrentados. Entonces, la novedad de la “nueva metafísica” o “metafísica de la existencia” consiste en suponer que el “hombre” no se enfrenta a las “cosas”, como en las teorías del conocimiento de la Modernidad, sino que ambos –“hombre” y “cosa”– “están en” la vida. Por ello resulta necesaria una “lógica vital” que las aborde. En esta búsqueda de una nueva lógica, García Morente destaca a Ortega y Gasset, quien realiza una aproximación previa al abordaje heideggeriano del tema. Así, García Morente enfatice que

Ya desde el año 1914, mi fraternal amigo don José Ortega y Gasset, en sus Meditaciones del Quijote, pedía esa lógica vital, esa razón vital capaz de apresar el nuevo objeto, que la superación del idealismo y del realismo propone a la metafísica. No se trata aquí, por mi parte, de discutir una cuestión de prioridad o de no prioridad; pero es conveniente hacer notar y subrayar que la idea de una metafísica de la vida, o sea de una metafísica existencial, y la idea de una razón vital capaz de forjar conceptos aptos para apresar las peculiaridades ontológicas de la vida o de la existencia, es una idea que ya en el año 1914, sus buenos diez años antes de la publicación del libro de Heidegger, había sido expresada de una manera clara y terminante por Ortega y Gasset en las Meditaciones del Quijote (García Morente, M. 1962, 390).

No sorprende que García Morente dé un lugar preponderante a Ortega y Gasset a la hora de distribuir los reconocimientos. En general, los alumnos y colegas asociados a la Revista de Occidente tienden a exaltar a Ortega y Gasset como un filósofo consagrado, quizá como una estrategia que al mismo tiempo brinda prestigio a sus propias trayectorias, desarrolladas a la par de esta figura en el contexto español, [30] pero sobre todo como señal de un nacionalismo cultural, donde los intelectuales españoles intentan hacerse un lugar ante la hegemonía de las filosofías francesas y alemanas.

 En cuanto a Heidegger, si bien su gravitación en la Revista de Occidente es conocida, [31] en Argentina sus lectores son generalmente viajeros –como Carlos Astrada y Luis Juan Guerrero– que se acercan al círculo intelectual alemán, entrando en contacto con el pensador de Friburgo; la lectura de sus obras, a mediados de 1930 es todavía muy incipiente. [32] Sin embargo, Heidegger no resulta en esta etapa un autor hegemónico, como sucederá luego, durante el primer peronismo (Ruvituso, C. 2015).

Cabe recordar, tal como señalé en otros trabajos (Sosa, P. J., 2019), que en Tucumán Heidegger gravita en la revista Sustancia (editada entre 1939 y 1943) y en Notas y estudios de filosofía (publicada entre 1949 y 1954). Pero no es posible establecer señales de una recepción creativa o de un afianzamiento de esta figura en el canon de la filosofía contemporánea. En cambio, toma especial lugar el denominado existencialismo cristiano, desplegado por autores como Karl Jaspers, Gabriel Marcel y Simone Weil.


El retorno a España, la imagen de un viaje espiritual y su consecuencia político-religiosa


Con frecuencia la historiografía filosófica local mitifica a García Morente como una suerte de “Maestro” fundador de la disciplina filosófica en Tucumán y en la región del NOA, [33] pero su giro hacia el conservadurismo tiende a ser escasamente considerado. Tras diez meses en la provincia, el profesor español organiza su retorno a Europa en 1938, y al arribar a España [34] adhiere insospechadamente al catolicismo y a un hispanismo recalcitrante. De acuerdo con las explicaciones oficiales, esta vuelta a su patria natal se debe a una suerte de “experiencia mística” volcada en su escrito El hecho extraordinario. [35]

Si bien esta torsión (respecto de su trayectoria previa como reformista y agnóstico) resulta difícil de explicar, puede pensarse como una posibilidad para que García Morente se reubique en la coyuntura española de fines de 1930, a donde desea volver en parte por no encontrarse a gusto en la provincia –tal como se deja entrever en la correspondencia con Alberini– donde los estudios filosóficos se encuentran en una etapa de formación.

Con este giro conservador, García Morente crea un distanciamiento personal respecto de los intelectuales liberales de la época, tensando sus relaciones con figuras que lo habían ayudado en su inserción en el campo intelectual argentino, en general herederos del reformismo universitario que veían en él a una figura prometedora para ser incorporada en los claustros docentes de las universidades argentinas.

Sin embargo, aun cuando el motivo de la partida de García Morente a España se debe a un giro a la derecha católica, tampoco se retira de la provincia con la simpatía de la fracción católica local, que rechaza sus conferencias. En este sentido, Pucciarelli escribe a Romero que “un cura dominico, el padre Carrasco que desde el púlpito predicó contra García Morente ‘masón, ateo y materialista’, prepara su dardo envenenado contra mí” (Romero, F. 2017, 695).

Según queda manifiesto en la correspondencia, antes de su regreso a Europa, el intelectual español brinda una serie de conferencias para la asociación “Amigos del Arte” (Alberini, C. 1980, 41), y en algunas provincias del “interior”. Aunque está claro que los lazos entre García Morente y la intelectualidad argentina se debilitan tras su partida, no obstante sus Lecciones preliminares… son rápidamente incluidas en los programas de filosofía dirigidos por destacadas figuras del campo filosófico, entre las cuales se incluyen Alberini, Romero y Pucciarelli. Quizá se deba en parte al hecho de que García Morente sigue siendo una figura funcional para estos intelectuales, en la medida en que legitima un canon eurocéntrico, espiritualista y antipositivista, defendido por parte de los intelectuales que pasan a dominar los estudios humanísticos en Buenos Aires.


Consideraciones finales


A lo largo del presente trabajo indagamos la trayectoria intelectual de García Morente, profundizando en el análisis de su segundo viaje a la Argentina en 1937 –debido a la coyuntura política española–, y los discursos pronunciados en Tucumán y luego compilados bajo el titulo Lecciones Preliminares de filosofía.

Desde la perspectiva de historia intelectual, reconstruimos las redes desplegadas por el profesor español en su etapa de formación –tanto en Francia como en Alemania–, y los vínculos de sociabilidad afianzados con figuras destacadas en el medio español que contribuyen a su consolidación como “Maestro” del reformismo universitario. Esta trayectoria le permite contar con un capital simbólico destacado –percibido por los intelectuales liberales argentinos y las élites locales–, que hace posible su ingreso a la Universidad de Tucumán, durante su breve exilio en Argentina. Sin embargo, el arribo a la provincia no deja de poner en juego su prestigio, en la medida en que se trata de un contexto doblemente periférico respecto de Buenos Aires y los centros culturales del mundo.

En cuanto al análisis del discurso, en sus Lecciones gravita la idea de erlebnis [vivencia] en articulación con la noción de “viaje”. A través de esta metáfora, García Morente construye un “continente filosófico” compuesto por filosofías griegas, francesas, alemanas y españolas, proponiendo así un canon de temas y autores considerados “claves” en la enseñanza profesional de la filosofía. Como observamos, este recorte no solo legitima a filósofos europeos –principalmente del período antiguo, moderno y contemporáneo–, sino que al mismo tiempo desalienta explícitamente la inclusión de algunas filosofías periféricas en la agenda filosófica académica.

Finalmente, abordamos el giro conservador llevado a cabo por García Morente tras su partida a España en 1938. Esta transformación en su itinerario intelectual –hasta ese momento destacado por su perfil agnóstico, reformista y modernizador–, lleva a desarticular parcialmente las solidaridades trabadas durante sus viajes previos, ya que por un lado los lazos interpersonales se cortan, pero por otra parte sus Lecciones pasan a formar parte de las agendas filosóficas universitarias del país.

En resumen, la noción de viaje atraviesa no solo la cuestión “material”–relacionada con el exilio y la coyuntura política española–, sino también la comprensión de la filosofía como “vivencia” –en tanto experiencia de lectura donde es posible el diálogo con los pensadores del pasado–, y el viaje espiritual que transforma insospechadamente su trayectoria política, educativa y religiosa, dilapidando el capital simbólico construido hasta ese momento.


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[1] Bajo el título La filosofía de Henri Bergson (1917), García Morente publica sus conferencias –dictadas en la Residencia de Estudiantes–, con el fin de preparar al auditorio para recibir a Bergson, quien viaja a Madrid en el contexto de una misión diplomática en 1916.

[2] Como observa López Baroni (2010), la ILE fue fruto del movimiento krausista del siglo XIX y forma parte de un intento de la burguesía liberal española por atraer los movimientos filosóficos franceses y alemanes a España. Este esfuerzo alcanza su cima durante el período republicano, pero sucumbe a manos de la ideología que fractura la II República.

[3] De acuerdo con Suayter Monetti (2005), García Morente realiza varios viajes a Alemania. Entre ellos, el primero parece ser en 1901; el segundo en 1908/9 –esta vez con beca– a Marburgo, donde conoce a Ortega y Gasset y finalmente en 1911, con una beca otorgada por la Junta de Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, institución dependiente de la Institución Libre de Enseñanza (López Baroni, J. M. 2010).

[4] Algunos comentarios biográficos mencionan una formación paralela en derecho en la Universidad de Murcia, durante su etapa como catedrático en la Universidad de Madrid, en 1920 y 1921 (Bianchi, J. 1999, 86).

[5] Según Antonio Niño Rodríguez, García Morente cuestiona algunos aspectos del modelo francés debido a la escasa autonomía de la Universidad respecto del poder del Estado: “Su peor defecto era que asimilaba las Facultades a Escuelas Técnicas, abdicando de la misión específica de la universidad como educadora del espíritu y abandonando la investigación y la innovación, que se desarrollaba en instituciones ajenas a la Universidad: el Collège de France, la École Normale, y desde 1868 la École Pratique des Hautes Études. Favorecía, además, un sistema muy centralista en el que la Sorbonne acaparaba la mitad del público estudiantil y los mejores profesores, mientras que las universidades de provincia estaban abandonas” (Niño Rodríguez, A. 2013, 70–71).

[6] La novedad de las universidades alemanas –que habían logrado obtener la admiración de García Morente y Ortega entre otros– consistía en incluir, a la par de las clases teóricas, seminarios de iniciación en metodología de la investigación y en un “meritocrático” sistema de selección de profesores, basado en la capacidad de los nuevos profesores de estimular a sus alumnos.

[7] Por ejemplo, Bergson despliega una crítica rotunda a lo que denomina homo faber, cuyo objetivo es crear un conocimiento –producto del intelecto– que lo lleve a controlar el entorno, es decir, con fines prácticos.

[8] Ortega y Gasset expresa a Romero, en ocasión del primer viaje de García Morente a la Argentina: “Es nuestro decano que ha organizado la Facultad de Filosofía y Letras en forma tan eficaz y lúcida que hoy sirve de modelo a toda la reforma universitaria española” (Romero, F. 2017, 651).

[9] Esta pérdida desencadena un trauma que vuelve inminente el exilio del grupo familiar. Por carta, Alberto Rougés escribe a Ernesto Padilla, “vino [Morente] con sus hijas de visita hará tres días. Una de ellas es viuda. Su esposo fue asesinado por los rojos en Toledo al comienzo de la revolución. Era astrónomo del observatorio que allí había […] Te imaginarás la aversión que tiene la viuda a los rojos” (Rougés, A. 1999, 312). Aunque Rougés no aclara qué entiende por “rojos” es probable que esté aludiendo al denominado “Frente Popular” que concentraba líneas políticas tales como las del Partido Socialista Obrero Español, el Partido Comunista de España, el Partido Obrero de Unificación Marxista y el Partido Sindicalista, entre otros.

[10] Ver Rossi, Laura e Ibarra, Florencia (2017).

[11] Las conferencias pronunciadas por el profesor español en Buenos Aires se encuentran reunidas en De la metafísica de la vida a una teoría general de la cultura (1995).

[12] Ver Bianchi, Jorge (1999).

[13] García Morente le confiese a Alberini, “[...] No tengo pasaporte. Mi salida de España fue difícil, rápida y casi clandestina. Tuve que hacer uso de medios de fortuna que me impidieron tener documentación perfecta. Así es que el cónsul argentino se encuentra muy perplejo. Por otra parte, habiendo de viajar en segunda clase, me dice que los derechos consulares para mí y mi familia (a la que espero dentro de pocos días) ascienden a ocho mil francos. El mismo cónsul se ha asustado ante esta cantidad y para resolver las dos cosas –mi falta de documentación, y mis pocos dineros– me ha sugerido aún redactado el cablegrama que acabo de enviar a usted” (Alberini, C. 1980, 32–33).

[14] García Morente le expresa a Alberini, “Le pido mil perdones por las molestias que le estoy causando. La psicología del emigrado fugitivo es muy extraña. Entre otras particularidades, tiene la de cierto trastrueque muy curioso en la jerarquización de las normas habituales de la vida común” (Alberini, C. 1980, 35).

[15] La importancia de García Morente como herramienta para profesionalizar las Humanidades en Tucumán y como estrategia para superar con su presencia a otros centros regionales se observa en las siguientes palabras de Rougés a Padilla: “Me aseguran que [Manuel García] Morente ha aceptado un destino en la facultad de humanidades que se crea. A base de él y de algunos otros que se traiga, se puede hacer un instituto de filosofía y publicar una revista. Estaríamos mejor que Córdoba, donde el instituto de filosofía es mal dirigido. Temo, sin embargo, que la incultura universitaria lo acobarde” (Rougés, A. 1999, 289).

[16] En palabras de Rougés a Padilla: “Está ya elegido [Julio] Prebisch para rector, para mal de él y de la Universidad. Todas las probabilidades son de un rectorado semejante al anterior, pues es muy difícil que haya podido curarse. Si se necesitaba una prueba más de la funesta organización que hoy tiene la Universidad, aquí está una definitiva. De donde saliera Juan Terán casi expulsado por una demagogia, sale hoy la segunda designación de quien abandonó la Universidad en tal forma que desaparecieron en su rectorado las publicaciones y los actos consagratorios de los valores de cultura que ha tenido Tucumán” (Rougés, A. 1999, 321).

[17] Esta vinculación de la noción de “vivencia” con la Revista de Occidente es sugerida por el propio García Morente: “La palabra vivencia ha sido introducida en el vocabulario español por los escritores de la Revista de Occidente, como traducción de la palabra alemana ‘Erlebnis’. Vivencia significa lo que tenemos en nuestro ser psíquico; lo que real y verdaderamente estamos sintiendo, teniendo, en la plenitud de la palabra ‘tener’” (García Morente, M. 1962, 2).

[18] “Vivencia”, para García Morente, “significa lo que tenemos realmente en nuestro ser psíquico; lo que real y verdaderamente estamos sintiendo, teniendo, en la plenitud de la palabra ‘tener’” (García Morente, M. 1962, 2). En su concepción filosófica, la “vivencia” parece evocar la apropiación de un contenido en el proceso de lectura.

[19] Sobre la iniciativa de publicación de las clases de García Morente, Lucía Piossek Prebisch revela algunos datos como por ejemplo que “entre los numerosos y fervorosos oyentes de las clases de García Morente se hallaban unos estudiantes, miembros del Centro de Estudiantes de Ingeniería. Ellos tuvieron la feliz idea de recoger las clases del maestro español, porque no se resignaban a que se las llevara el viento. Para ello contrataron, pagándoles de su propio bolsillo, dos taquígrafos de condiciones notorias, a los que se sumó luego un tercero en forma voluntaria. Una vez vertida la triple versión taquigráfica, los estudiantes llevaban a Morente el texto para que su ajuste y revisión. Cuando en 1938 las autoridades de la Universidad resolvieron publicar las Lecciones en una tirada de 1000 ejemplares, el texto original fue el que habían recogido y conservado esos estudiantes de ingeniería. Ellos hicieron posible conservar este testimonio. Quiero recordarles que este texto se sigue reeditando hasta hoy, por la editorial Losada, para todo el mundo de habla española” (Naessens, H. y Santillán, A. 1999, 13).

[20] En cuanto a Platón y Aristóteles, en Argentina circulan historias de la filosofía alemanas del siglo XIX, que tienden a canonizarlos (como las contribuciones de Julius Stenzel y Werner Wilhelm Jaeger). Además, se encuentra presente el debate en torno a qué fuentes son centrales para la reconstrucción del legado socrático. Sobre este aspecto, existen interpretaciones que priorizan los escritos de Jenofonte, como el de Johan Jakob Brucker; los que dan primacía a Platón, como los de Friedrich Schleiermacher y Karl Joel y los que ven la posibilidad de complementar ambas fuentes, como los aportes de Eduard Zeller (Romero, F. 1943).

[21] Por ejemplo, en los programas de “Historia de la Filosofía” de 1930 de la UNLP, Ernesto Figueroa propone un programa más equilibrado, donde se brinda una unidad a cada escuela presocrática y una a cada pensador después de Sócrates. Asimismo, el programa cuenta con historias de la filosofía alemanas (como Geschichte der Philosophie de Wilhelm Windelband), francesas (como Pour l'histoire de la science helllene de Paul Tannery) e italianas (como Storia della Filosofia Greca de Guido De Ruggiero). Solo en pocos casos existen trabajos traducidos al español y en general, son traducciones de la editorial Revista de Occidente (como la Historia de la filosofía antigua y medieval de Augusto Messer). En esta línea, se encuentra Émile Gouiran (1947), profesor católico francés encargado de la organización de estudios filosóficos universitarios en Córdoba, quien propone una historia de la filosofía, donde se señalan una multiplicidad de escuelas previas a Sócrates y Platón y posteriores a ellos.

[22] La justificación otorgada para darle este estatus al pensamiento griego se resume en las siguientes palabras: “Los griegos fueron los inventores de eso que se llama filosofía ¿por qué? porque fueron los inventores –en el sentido de la palabra descubrir– los descubridores de la razón, con el pensamiento racional, se puede hablar lo que las cosas son, se puede averiguar el último fondo de las cosas” (García Morente, M. 1962, 60).

[23] Como sostiene Martín Bergel, desde fines del siglo XIX “la noción de Oriente comienza paulatinamente a desplazarse, hasta dibujar una curva que luego de la Primera Guerra Mundial la encuentra, en diversos círculos intelectuales y en zonas variadas de la cultura argentina, cargada ahora de valores positivos” (Bergel, M. 2015, 14).

[24] La imagen de Kant como sintetizador de la modernidad es recurrente en manuales e historias de la filosofía neokantianas que circulan en el campo intelectual argentino –como la de Wilhelm Windelband– en esta etapa e incluso en períodos previos. Esto resulta visible por ejemplo en las clases de filosofía de Coriolano Alberini (Coviello, A. 1925).

[25] Al arribar a Argentina, el profesor español ha escrito obras en torno al pensamiento kantiano La filosofía de Kant, una introducción a la filosofía (1917), breve sistematización del pensamiento kantiano, producto de un conocimiento profundo de la obra del filósofo de Königsberg, luego de haber traducido la Kritik der Urtheilskraft y la Kritik der praktischen Vernunft. Además, previo al exilio, realiza traducciones de obras filosóficas alemanas tales como Der Untergang des Abendlandes: Umrisse einer Morphologie der Weltgeschichte (1922) de Spengler; Vom Ursprung sittlicher Erkenntnis (1927) de Brentano, y Logische Untersuchungen (1928) de Husserl (Martini, O. R. 2019).

[26] Entre las traducciones de la Crítica a la razón pura usadas en esta etapa en la Universidad, se encuentra la versión española de Perojo, pero también se consultan la francesa de Tremeysagues y Pacaud, y la italiana de Gentile y Lombardo Radice (Dotti, J. 1992, 158).

[27] Por ejemplo, José Ingenieros desestima el pensamiento de Kant, en la medida en que considera que sus análisis sobre la teoría del conocimiento resultan superados por los aportes de la biología y la psicología (Dotti, J. 1992, 134).

[28] Por ejemplo, en la UNLP, Ernesto Figueroa le dedica en 1936 toda una asignatura –bajo el nombre “Seminario de filosofía”– a Kant; Coriolano Alberini en 1937 destina todo el programa de “Metafísica y Gnoseología”, tomando otros autores solo en la última unidad pedagógica e interpretándolos a la luz del pensamiento kantiano; Carlos Astrada, en 1937 le dedica una unidad a Kant en su programa de Ética y José Rodríguez Cometa en 1939 destina la asignatura “Lectura y comentarios de textos filosóficos” al estudio del pensamiento kantiano.

[29] La idea de “regiones del ser” procede de la filosofía de Husserl, pero, según García Morente, esta ontología todavía no ha sido acabada (García Morente, M. 1962).

[30] Además, tras el distanciamiento de Ortega y Gasset respecto de la Segunda República y su ausencia de pronunciamientos en torno al franquismo, exaltarlo puede ser una forma de reivindicar una legitimidad perdida en el campo intelectual argentino.

[31] Por ejemplo, Xavier Zubiri tempranamente vierte al español Was ist Metaphysik?– mientras que varios años después José Gaos traduce Sein und Zeit.

[32] Aunque Heidegger forma parte de lecturas e interacciones con el círculo de pensadores españoles asociados a García Morente, no deja de llamar la atención que este lo incluyera en su incipiente formulación del canon contemporáneo. Sobre todo, luego de los pronunciamientos del pensador alemán durante su asunción del rectorado en Friburgo, que coincide con el ascenso del nacional-socialismo en Alemania.

[33] En la correspondencia entre Alfredo Coviello y Canal Feijóo se observa el interés de este último por adquirir las Lecciones… para su incorporación en la sección de filosofía para la Biblioteca pública de Santiago del Estero (Canal Feijóo, B. a Coviello, A. 1938).

[34] García Morente retorna a España en julio de 1938, momento en el que todavía no finaliza la Guerra civil pero se encuentra próxima la victoria de la derecha franquista –dictadura de largo aliento que acaba en 1975- y el inicio de la Segunda Guerra Mundial.

[35] El hecho extraordinario es una carta –dirigida por García Morente a José María García Lahiguera– publicada póstumamente en 1996. En ella el profesor español confiesa que “volví la cara hacia el interior de la habitación y me quedé petrificado. Allí estaba Él. Yo no lo veía, yo no lo oía, yo no lo tocaba. Pero Él estaba allí. En la habitación no había más luz que la de una lámpara eléctrica de esas diminutas, de una o dos bujías, en un rincón. Yo no veía nada, no oía nada, no tocaba nada. No tenía la menor sensación. Pero Él estaba allí. Yo permanecía inmóvil, agarrotado por la emoción” (García Morente, M. 1940).