Estudios de Filosofía Práctica e Historia de las Ideas / E-ISSN 1851-9490 / Vol. 24 / Sección Dosier
Revista en línea del Grupo de Investigación de Filosofía Práctica e Historia de las Ideas /
Instituto de Ciencias Humanas, Sociales y Ambientales (INCIHUSA)
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)
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Escrituras rozitchnerianas del exilio

Rozitchnerian writings of exile

Joaquín Alfieri

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), Universidad de Buenos Aires; Argentina.

Recibido: 29/03/2021

Aceptado: 13/03/2022


Resumen. El presente trabajo intenta recuperar los escritos elaborados por León Rozitchner durante su exilio en Venezuela durante la última dictadura militar Argentina (1976-1983). Me propongo analizar dichas textualidades a partir de tres enfoques diversos: el exilio como un testimonio; el exilio como un balance; y el exilio como una traición. El artículo aborda cada una de estas perspectivas con el objeto de destacar una de las características fundamentales de la obra del autor argentino: su capacidad por desarrollar una filosofía en relación constante con los índices existenciales y los lazos vitales desde los cuales brota su escritura. El exilio, en este sentido, aparece como un ejemplo paradigmático de esta característica.

Palabras Clave. Exilio, Latinoamérica, Testimonio, Dictadura, Malvinas argentinas.

Abstract. This work tries to recover the writings performed by Leon Rozitchner during his exile in Venezuela in the decade of 70s during the last Argentine military dictatorship between (1976-1983). I intend to analyze these texts from three different approaches: exile as a testimony; exile as a balance; and exile as a betrayal. The article addresses each of these perspectives in order to highlight one of the fundamental characteristics of the Argentine author's work: his capacity to develop a philosophy in constant relationship with existential index and vital ties from which writing springs. Exile, in this sense, appears as a paradigmatic example of this characteristic.

Keywords. Exile, Latin America, Testimony, Dictatorship, Malvinas argentinas.



I. Introducción


León Rozitchner (Chivilcoy, 1924 – Buenos Aires, 2011) vivió durante los años de la última dictadura militar (1976-1983) en el exilio. Más precisamente en Caracas, donde se desempeñó como docente de filosofía en la Universidad Central de Venezuela. El transcurso de este período en la vida del autor argentino significó la apertura de una serie de interrogantes y elaboraciones en torno a los dos aspectos centrales de su existencia: su condición de exiliado y su producción como filósofo. Rozitchner emprendió diversas escrituras focalizadas en responder al sentido del pensamiento en un contexto latinoamericano de represión Estatal amplificada. Entre los principales interrogantes desarrollados por la prosa rozitchneriana, se pueden destacar los siguientes: ¿Qué significa “hacer” filosofía en el exilio? ¿Qué imperativos éticos acechan a la propia escritura cuando se conserva una vida que otros/as perdieron? ¿Cuáles son los efectos subjetivos del terror militar en cada persona exiliada?

Para responder a los interrogantes planteados, Rozitchner elaboró un corpus teórico destinado a tematizar algunas nociones centrales del período en cuestión: terror, guerra, democracia, represión, transacción, subjetividad, corporalidad, entre otros, son algunos de los ejes principales a partir de los cuales el autor argentino articuló su comprensión de un proceso histórico que lo tuvo como un protagonista damnificado. Esta inserción personal en el proceso y en los interrogantes abordados aparece como una constante en la obra de Rozitchner. Como se verá más adelante, los índices subjetivos son considerados rasgos ineludibles para la comprensión de un período histórico. El vínculo inescindible entre la materialidad social y el ámbito subjetivo es una de las principales claves hermenéuticas para comprender buena parte de la teorización rozitchneriana. Ya desde sus escritos juveniles, entre los que se pueden mencionar el libro Persona y comunidad (1962) o el artículo La izquierda sin Sujeto (1968), aparece una insistencia recurrente y casi obsesiva de Rozitchner por elaborar un espacio teórico que pueda establecer un diálogo entre ambos planos de la realidad: el campo social y el ámbito subjetivo. En su disputa frente al estructuralismo de Louis Althusser, en donde el individuo aparecía como el mero reflejo del orden social, el autor argentino propuso recuperar el ámbito personal como un índice de verdad histórica, como un espacio donde se elaboran (de forma fallida y disputada) diferentes circunstancias de carácter socio-históricas, que lo tienen como un elemento activo y protagónico en dicho proceso (y no como un resultado pasivo del ordenamiento social). Rozitchner intenta verificar el modo en que el drama histórico se articula y obtiene su verdadero sentido a partir de la comprensión y el vínculo con el drama personal de cada individuo. Esta línea argumentativa aparecerá en todos los escritos que analizaré en este trabajo. Se verá, entonces, el modo en que Rozitchner intenta comprender el exilio, la dictadura, la guerra de Malvinas, etc., a partir de la puesta en juego de las significaciones afectivas que atraviesan su propia experiencia subjetiva; traduciendo dichas significaciones en un posicionamiento teórico y político específico.

Otro rasgo importante a destacar es que el exilio de Rozitchner coincide con el período de su producción denominado “psicoanalítico” o “freudomarxista”. Desde el inicio de la década de 1970 hasta mediados de los 80’, el filósofo argentino desarrolló una articulación entre el legado de Freud y la teoría marxista, generando una peculiar y original interpretación de ambas textualidades. Es por este motivo que aparecerán en los escritos a analizar algunas preocupaciones en torno a la utilidad del psicoanálisis como herramienta teórica para comprender las formas de dominio inconscientes del capitalismo y, al mismo tiempo, desarrollar la vinculación entre el campo de la fantasía y el de la política para analizar la derrota sufrida por las izquierdas en la Argentina durante el proceso militar.

El camino a recorrer propone el siguiente itinerario: en una primera instancia, analizaré dos artículos centrados en comprender cuál es el lugar y el sentido de la actividad intelectual, en general, y de la filosofía en particular, durante el exilio. Filosofía y Terror (1980) y Psicoanálisis y política: la lección del exilio (1980) serán las textualidades sobre las que se apoyará mi argumentación. En un segundo momento, analizaré el libro Malvinas: de la guerra “sucia” a la guerra “limpia” (1985), para evidenciar la manera en que una serie de categorías y conceptos elaborados en torno a la filosofía, la política y el exilio, son puestos en juego en la experiencia histórica del conflicto bélico con Inglaterra. Por último, me centraré en algunos artículos escritos durante el período postdictatorial, para observar la forma en que la experiencia del exilio y las categorías allí elaboradas resultan determinantes a la hora de analizar la llamada “transición democrática”. Los títulos que se destacan para este período son: El espejo tan temido (1986) y El terror y la gracia (1999).


II. El exilio como un testimonio


En el año 1980, Rozitchner brindó una conferencia [1] titulada Filosofía y Terror. Allí se preguntó por el sentido de la actividad intelectual en su condición de exiliado. De forma más específica, se propuso indagar cuáles eran las fuerzas y los temores que animaban al pensar y a la práctica filosófica en un contexto latinoamericano marcado por la represión y el terrorismo Estatal:

El “fantasma” de la transformación social que, temido para muchos, recorría Latinoamérica, fue aparentemente contenido. Una realidad de terror y de muerte ocupa siniestramente, en gran parte de su geografía, su lugar. ¿Qué significa, entre otros tantos quehaceres, “hacer” filosofía para quienes tenemos el privilegio de mantener la vida cuando tantos otros la perdieron? ¿Qué significa, en estas condiciones, pensar? (Rozitchner, L. 2015c, 175)

Este interrogante inicial que sirvió como puntapié al escrito rozitchneriano, suponía un posicionamiento crítico con la actividad filosófica convencional, a la que Rozitchner caracterizó como encubridora y reproductiva. Según el autor argentino, los modos de domesticación propuestos por el universo intelectual y académico poseen dos vicios específicos a la hora de su producción: por un lado, el sostenimiento de una separación tajante entre la filosofía y la realidad histórica circundante (defecto solipsista); por el otro, la eliminación de los índices corporales que gravitan sobre la actividad del pensar, al desecharlos como un elemento intuitivo o no-científico (defecto racionalista). Rozitchner observó que, en la filosofía tradicional y canónica, existían una serie de inconvenientes para teorizar el vínculo entre el individuo y su horizonte histórico, ya que la subjetividad era pensada como un espacio absolutizado y aislado, sin un contexto socio-histórico y una corporalidad que pudieran otorgar razones y significados a un sujeto que aparecía acorazado frente a la pureza del pensamiento. Un posicionamiento que se encontraba en sintonía con aquello que señalaba Oscar Varsavsky respecto del cientificismo:

Resumiendo, cientificista es el investigador que se ha adaptado a este mercado científico, que renuncia a preocuparse por el significado social de su actividad, desvinculándola de los problemas políticos, y se entrega de lleno a su “carrera”, aceptando para ella las normas y los valores de los grandes centros internacionales, concentrados en un escalafón. (Varsavsky, O. 1969, 18)

Esta circunstancia no era el resultado de una mera casualidad, por el contrario, para Rozitchner las escisiones tajantes operadas en la comprensión de la existencia de los particulares, se encontraban en sintonía con modalidades de subjetivación propias del sistema de producción capitalista. Es decir, no se trataba de un “defecto” del pensamiento, sino de una convergencia entre las categorías sistémicas en las cuales cada particular fue forjado (de forma fallida y disputada) como un sujeto adecuado a la lógica social. Es la propia reproducción del sistema la que solicita un individuo que no pueda referirse de forma coherente a una totalidad social contradictoria, y no pueda deshacer las significaciones coaguladas en el imaginario social que lo llevan a reproducir un ordenamiento comunitario opresivo.

Estas condiciones de reproducción (cotidianas para el funcionamiento de la lógica del capital) resultaban acentuadas en un contexto de represión militar generalizada. Según Rozitchner, durante la dictadura se asiste al quiebre “entre la palabra y lo que ella enuncia” (Rozitchner, L. 2015c, 177). Esto significa que la verificación militar es quien establece la adecuación o incoherencia de una forma determinada de pensar o decir. A las ya mencionadas formas de domesticación del campo intelectual, que definen la pertinencia o inadecuación de temas, autores/as, problemas, etc., se sumaba la presencia del terror militar a la hora de pensar, escribir y dialogar en clave filosófica:

Pensar es hacerlo contra la angustia de muerte que desvía al pensamiento de lo que, en verdad, debe ser pensado, pero que la propia salvación pone al margen como si no: porque no es “tema” de estudio, porque “no está en el programa”, porque no coincide con la última onda de la moda intelectual. Y si así no lo hace el llamado filósofo sería un hombre programado por el sistema represivo para pensar sólo lo autorizado a pensar. (Rozitchner, L. 2015c, 182)

Frente a la actividad filosófica convencional, Rozitchner propuso una forma de pensar, dialogar y escribir diametralmente opuesta. Para el autor argentino, “pensar no es sólo enunciar una idea: es roturar un cuerpo” (2015c, 176). Esta definición asignaba a la filosofía la tarea de deshacer las contradicciones sistémicas anidadas en la propia constitución subjetiva, producto de los efectos persistentes del terror en cada uno/a (el verbo “roturar” hace referencia a la actividad de arar un terreno –el terror sedimentado por la experiencia dictatorial en cada cuerpo- para iniciar nuevos cultivos). Precisamente, en un contexto histórico signado por el develamiento del fundamento violento de la organización social, la filosofía se presentaba como una actividad esencial para contraponerse a las huellas del terror militar: “la filosofía, así encarada, aspira a descubrirnos las articulaciones fundamentales de lo real” (Rozitchner, L. 2015c, 175). Y descubrir estas articulaciones como exiliado significaba evidenciar los fundamentos y las condiciones desde las cuales nacía el pensamiento (que no eran otras que el terror en su formato de angustia al momento en que cada particular desafiaba los límites impuestos al pensar). A los temores usuales frente al desplazamiento de un límite en la actividad intelectual (marginación, sanciones, desestimación, etc.), se sumaba desde un lugar explícito la amenaza de muerte por parte del poder militar (evidenciado cotidianamente en el hecho de haber abandonado el país de origen para salvar la propia vida). Por lo tanto, surgía de aquí un imperativo ético del exilio para aquellas personas que se dispusieran a pensar, escribir y actuar:

El que en verdad piensa es, en Latinoamérica, un sobreviviente. Vive sabiendo que salvó su vida o por no decir la verdad o por haber podido eludir a tiempo, hasta ahora, las condiciones del terror. Si sobrevive quiere decir: vive un tiempo excedente, un exceso de un tiempo, un tiempo suplementario, y su vida tiene de aquí en más sólo un sentido: dar testimonio, para todos, de aquello que el terror lleva a ocultar. (Rozitchner, L. 2015c, 183)

Testimoniar, entonces, era la tarea histórica que Rozitchner asignaba a la filosofía del exilio. Abandonar “la descripción de los sistemas o las cuestiones de método” (Rozitchner, L. 2015, 179) para poner en relación los vínculos inescindibles entre el pensamiento y una realidad inundada por una violencia desnuda. Bajo la figura del “sobreviviente”, Rozitchner propuso “mantener viva la palabra que el terror mata, y ampliar la de aquel que por reflexionar y dar que pensar perdió la suya” (Rozitchner, L. 2015c, 179).

Se pueden sintetizar las principales características que Rozitchner le asignó a la filosofía en el exilio de la siguiente manera: por un lado, filosofar implicaba el desplazamiento de un límite impuesto por el sistema. Frente a lo vedado, la reflexión y el pensamiento aparecían como actividades desafiantes a las lógicas cotidianas; por el otro, el ejercicio de la filosofía también presuponía un enfrentamiento con los propios índices subjetivos, que aparecían en forma de angustia y muerte interiorizada cada vez que se caía por fuera de aquello que está permitido decir o pensar; por último, la filosofía adquiría el formato del testimonio a partir de la figura del exiliado como un sobreviviente. Una exigencia ética que solicitaba recuperar la voz de aquellos que la perdieron por alzarla en un contexto de represión y sometimiento. En resumen, Rozitchner exigió a la filosofía del exilio no desviar la vista de aquella muerte que el sistema le enrostraba:

La filosofía, que oculta la muerte que sostiene su representación, ¿puede seguir haciéndose la tonta cuando la política rompió el límite de toda representación y se presenta desnudamente como terror? Pensar las condiciones de la verdad en filosofía es alcanzar en el hombre que piensa el fundamento donde se refugia en él mismo el núcleo de terror, la muerte interiorizada, como su propio límite. (Rozitchner, L. 2015c, 183)


III. El exilio como un balance


En el mismo año en que fue brindada la conferencia Filosofía y Terror, Rozitchner publicó en la revista Controversia un artículo titulado Psicoanálisis y política: la lección del exilio. Como mencioné en la introducción del trabajo, los años 70’ y 80’ representaron en la obra del autor argentino la incorporación del psicoanálisis freudiano a su elaboración filosófica. La lectura de Freud, tamizada por una matriz de inteligibilidad marxista, permitió a Rozitchner analizar y profundizar el vínculo entre la política y los fenómenos inconscientes del campo social. En particular, el autor argentino realizó un trabajo sistemático acerca de los dispositivos y mecanismos necesarios para gestar y producir subjetividades serviles e impotentes frente al ejercicio del poder. Asimismo, también se sirvió del aparato conceptual freudiano para desarrollar una serie de críticas a los movimientos de izquierda de aquella época. Principalmente, el autor argentino se detuvo en las dificultades que poseían dichos movimientos para incorporar una serie de elementos relevantes para el análisis crítico de la sociedad, tales como: el lugar de la corporalidad en la praxis política; la aparición y reproducción de categorías convergentes con el sistema de producción al interior de las militancias de izquierda; o la ausencia de una transformación subjetiva que permitiera acompañar la proyección de un cambio en el ámbito social (toda una serie de temáticas que ya venía elaborando Rozitchner, pero que encontraron con la incorporación del legado freudiano nuevas coordenadas y herramientas para ser pensadas).

Es en este contexto de producción en donde se inscribe el artículo Psicoanálisis y política: la lección del exilio, como un balance crítico y una reflexión acerca de la derrota padecida por las organizaciones de izquierda durante la última dictadura militar. En este caso, el exilio aparece como una oportunidad para “distinguir entre realidad fantaseada y realidad efectiva” (Rozitchner, L. 2015f, 70), es decir, para comprender cuáles fueron las ilusiones frustradas en la experiencia histórica de la derrota política de las izquierdas. Según Rozitchner, uno de los defectos fundamentales de los sectores guerrilleros en la Argentina fue el desarrollo de una práctica política a partir de una materialidad alucinada respecto de su fuerza. Sin el apoyo popular necesario para la radicalidad de su propuesta, pensó y actuó con las categorías del poder militar, en tanto apeló a la pura fuerza, sin pensar los “obstáculos reales” (Rozitchner, L. 2015f, 74) que operaban en su accionar. Como señala Silvia Schwarzböck en su libro Los espantos:

Según León Rozitchner, son los peronistas de izquierda los que hablan de derrota. Al hablar así, reconocen que las formaciones especiales, de las que formaron parte o con las que simpatizaron, siguieron las leyes objetivas de la guerra de derecha. Y que con esas leyes, perdieron: perdieron al elegir la guerra en lugar de la política. (Schwarzböck, S. 2016, 52)

El campo fantaseado de la política donde se desarrollaron estas prácticas militantes encubrió el terror, en tanto fundamento del sistema político, en un doble sentido: por un lado, no permitió percibirlo en su real y brutal dimensión; por el otro, gestó la ilusión de contar con las fuerzas necesarias para enfrentarlo.

Ahora bien, Rozitchner también señala que la ilusión no necesariamente es un error, sino en todo caso un atajo apresurado a la hora de pensar la organización política. Para el autor argentino, el engaño estratégico consistió en el sostenimiento de una matriz despótica-edípica en las fuerzas de izquierda. La adhesión jerárquica al líder militar, al jefe del partido, característico del sometimiento peronista, ofrecía una solución que no ponía en cuestión la matriz subjetiva forjada por el sistema de producción. Se creía, por lo tanto, en la posibilidad de cambiar el sentido y el significado de aquella adhesión popular a la figura de Perón, para transformarla en clave revolucionaria. Según Rozitchner, esta perspectiva implicaba un escamoteo de la realidad, un salto que no contribuía a la gestación de una fuerza colectiva emancipatoria: “La ilusión no es un error: la fuerza existe, pero la ilusión la convierte, de un salto, en real.” (Rozitchner, L., 2015f, 77).

¿Qué lugar ocupa, entonces, la condición de exiliado en este balance crítico sobre la historia reciente que propone Rozitchner? Según el autor argentino, el exilio aparece como un nuevo punto de partida para una praxis política depurada de las fantasías convergentes con las categorías propias del sistema. En la revelación que significó el terror militar, no existe lugar para continuar en el campo de la fantasía, ya que el exilio significa también un punto de no-retorno que pone en entredicho lo cotidiano y la presunta normalidad:

El exilio, hemos visto, es un refugio: la contraparte del encierro, de la amenaza de tortura y del terror a la muerte. Pero puesto que vivimos esa posibilidad, si la presencia de lo siniestro fue para nosotros, de algún modo y en algún momento, real, ¿podemos pensar entonces que a partir de aquí la vida se deslice nuevamente plana, volviendo a colocar cada cosa en su sitio anterior: la política, la profesión, la mujer, los hijos, el amor, y hasta el diván? (Rozitchner, L., 2015f, 84).

El exilio se presenta para Rozitchner como un lugar ambivalente: por un lado, es la posibilidad de salvar su propia vida de la represión militar. En este sentido, aparece como un refugio frente al accionar del terror; por el otro, es un lugar donde la amenaza permanece resignificada en la separación con el cuerpo colectivo común (la propia nación) y en la imposibilidad de actuar en el campo político donde se recibe al exiliado. Es decir, los efectos del terror subsisten en una especie de pacto o transacción que desarrolla cada exiliado con el país de acogida:

Se nos recibe con la precaución siguiente: que no vayamos más allá. El exilio implica un pacto implícito, que ratifica lo bien fundado de la amenaza de súbito abierta en el propio campo nacional como descubrimiento del límite de toda política: el que traza la muerte no representada como amenaza, sino la muerte real. Exiliado querría decir más bien: el que huye y se salva de un destino aciago en el propio país. Pero, ¿se salva? Aquí aparece la variada serie de soluciones “encontradas” en el exilio: confirmación y gratificación, desesperanza y desilusión. (Rozitchner, L. 2015f, 86)

La incomodidad que representaba el pacto desarrollado en el exilio generaba la proyección de un posible retorno al país de origen. Éste, sin embargo, solicitaba poner en juego un balance crítico de la derrota, una teoría que permitiera repensar el vínculo entre lo individual y lo colectivo, entre la fantasía y la política. Para Rozitchner, gestar un retorno al país solo tendría sentido “despojándonos de todos los impedimentos que de algún modo todos suscitamos para producir la derrota”. (Rozitchner, L. 2015f, 87)


IV. El exilio como una traición


En el año 1997, Rozitchner caracterizaba los sentimientos que rondaban la escritura de su libro Malvinas: de la guerra “sucia” a la guerra “limpia” de la siguiente manera:

Estaba, como muchos otros, en el exilio. No podíamos ni siquiera pensar en el retorno. Un país, el propio, nos estaba vedado por el terror. Y vino de pronto la guerra, esa a la que se llamó “limpia” para diferenciarla del genocidio, que se llamó “sucia”. (…)

No era fácil expresar y publicar, frente a ese triunfalismo vertiginoso que lo arrollaba todo, una posición que se manifestara opuesta a esa reconquista de la soberanía en las Malvinas. (Rozitchner, L. 2015d, 203)

Un sentimiento de marginación y soledad acechaba al posicionamiento crítico del autor argentino. La convicción de su rechazo al conflicto bélico se encontraba en oposición al clima triunfalista que condenaba cualquier divergencia a la figura de la traición. Las huellas del terror también subsistían en la polarización, en las dicotomías absolutas que obturaban y dificultaban el ejercicio de la reflexión.

Como mencioné anteriormente, la guerra de Malvinas representó un acontecimiento histórico en donde se visualizó la puesta en juego de las categorías elaboradas por Rozitchner durante su exilio en Venezuela. Se trata de un ejemplo paradigmático de una de las características centrales en la obra de León Rozitchner: desarrollar un tipo de filosofía que no pierda relación con los lazos vitales desde los cuales ella brotó. Diego Sztulwark sintetiza esta característica de la siguiente manera: “en su obra, a la filosofía se la piensa en toda su sistematicidad, en toda su abstracción, en todo su rigor, al interior de coyunturas muy precisas. Desde ese lugar se elabora, se escribe, nace el esfuerzo de la lectura y de la escritura” (Sztulwark, D. 2017, 19).

El libro Malvinas: de la guerra “sucia” a la guerra “limpia” está centrado en la polémica gestada con el “Grupo de Discusión Socialista” [2] , donde Rozitchner intentó evidenciar la manera en que ciertos sectores de izquierda pensaban la política con las categorías enemigas (las de la derecha). Esta miopía de algunos sectores de la izquierda argentina, poseía como fundamento un elemento que hemos observado anteriormente en las críticas del autor argentino a los movimientos políticos de los 70’: el desdeño y relegamiento del lugar subjetivo donde se elaboran las categorías y los modos de percibir la realidad. Lograr una “verificación de los contenidos subjetivos y objetivos que están en juego cuando se piensa” (Rozitchner, L. 2015e, 30) era la finalidad teórica que recorría la argumentación rozitchneriana. El espacio subjetivo, rechazado de la teoría por su carácter intuitivo y no-científico, aparecía en la posición del autor argentino como un índice de verdad histórica, como un lugar afectivo que impedía la emergencia de un posicionamiento incoherente frente a la guerra. Fueron las huellas del terror inscriptas en su propia corporalidad las que no permitieron brindar apoyo a la “aventura” bélica de la Junta Militar Argentina.

Antes de continuar, me gustaría destacar una característica de la filosofía rozitchneriana que ya ha sido señalada por otros/as autores/as (Gago, V. 2015; González, H. 2015; Grüner, E. 2015). Me refiero al carácter polemista de la filosofía de Rozitchner, en tanto método privilegiado para gestar una posición teórica y política propia. Definido por Diego Sztulwark como la actividad de “refutar para comprender” (2017), esta metodología rozitchneriana aparece como una constante en su obra. Desde su primer libro (en donde polemiza con el filósofo alemán Max Scheler) hasta la etapa final de su escritura (en donde lo hace con San Agustín), encontramos en Rozitchner una prosa agonística que le permite suscitar sus propias reflexiones a partir del enfrentamiento con las posiciones ajenas. En este sentido, el libro en cuestión acerca de la guerra de Malvinas no fue una excepción. Su posicionamiento teórico-político emergió del debate (que incluye momentos diversos: descripción, comprensión y refutación de la posición contraria) con otros exiliados argentinos que brindaron su apoyo a la guerra. Encontramos en este libro, entonces, una evidencia ejemplar del método fundamental de la filosofía de Rozitchner, sintetizado por Pedro Yagüe de la siguiente manera:

Leer y escribir fueron para Rozitchner dos caras de una misma práctica que se presentó bajo la forma de un pensar contra. Combatir para comprender, decía. El pensamiento era vivido como el despliegue de un combate contra una coherencia ajena que debía ser comprendida y a la vez enfrentada. Leer y escribir no fueron para Rozitchner meras prácticas de esas que nacen, se reproducen y mueren en el mundo de las ideas. Fueron, antes que nada, un enfrentamiento, una batalla donde la comprensión y refutación del otro aparecían como la posibilidad del encuentro de una voz. (Yagüe, P. 2018, 75-76)

Ahora bien, ¿cuál era la posición contraria que el autor argentino intentaría refutar para construir la suya?, ¿cuáles eran los argumentos esgrimidos por el grupo de argentinos exiliados en México para brindar su apoyo a la empresa militar en Malvinas?

El Grupo de Discusión Socialista se propuso comprender cabalmente el conflicto de las Malvinas y enfrentar los obstáculos que se oponían a esa comprensión, que era la de ellos. Para lograrlo debía previamente demostrar los prejuicios y falencias de quienes se oponían a la “recuperación” de las Malvinas por la Junta Militar y encontrar las nuevas razones y el nuevo modo de pensar que se abriera camino en la aproximación a una nueva realidad. (Rozitchner, L. 2015e, 33)

Los prejuicios a disuadir por parte del “Grupo de Discusión Socialista” se sostenían en dos falacias, que Rozitchner asumió como propias: por un lado, la falacia del origen; por el otro, la falacia de la coherencia a priori. Ambas implicaban adquirir una posición crítica frente a la guerra por tratarse de una acción promovida por la Junta Militar Argentina, en consonancia con sus políticas de represión, terrorismo Estatal y claudicación económica frente a las potencias extranjeras. Según el grupo de exiliados argentinos en México, estas falacias se afirmaban en “prejuicios subjetivos” (Rozitchner, L. 2015e, 38) que operaban como obstáculos para comprender los verdaderos intereses del enfrentamiento (políticos, económicos y estratégicos). La crítica a las dos falacias señaladas apuntaba a desviar la argumentación hacia otros dos motivos de mayor relevancia: por un lado, la aparición de una nueva jerarquización del enemigo principal (que dejaba de ser la Junta Militar, para dar lugar a las políticas imperialistas de Estados Unidos e Inglaterra); por el otro, el masivo apoyo popular a la guerra como criterio de verificación de la posición que se debía asumir. Estas dos circunstancias definían al acontecimiento histórico más allá de los intereses y las ambiciones de la propia Dictadura Militar Argentina (que no eran otros más que crear –en medio del declive de su hegemonía– un clima de adhesión y legitimidad a partir de la movilización de afectos nacionalistas).

Rozitchner recuperó los argumentos esbozados por el “Grupo de Discusión Socialista” desde el lugar de la interpelación: “Se nos solicitaba así un compromiso político desde el exilio, y la fundamentación lógico-científica no estaba alejada de la intención de motivar nuestra disposición.” (Rozitchner, L. 2015e, 53). ¿Cuál fue, entonces, la respuesta del autor argentino? El primer movimiento de su argumentación consistió en rechazar el “sueño científico” (Rozitchner, L. 2015e, 53) propuesto por el grupo de exiliados argentinos en México. El “cientificismo”, los “verdaderos” intereses políticos y estratégicos del enfrentamiento, significaban para Rozitchner la escisión del individuo y la totalidad histórica. Es decir, la radiación y disolución de los índices subjetivos, la anestesia del cuerpo (que aún portaba las marcas del terror) para pensar “objetivamente”. Esta escisión que jerarquiza y prioriza el campo objetivo es para el autor argentino una dicotomía propia del dualismo con que opera el poder represivo. [3] Los índices subjetivos rechazados como parte de un prejuicio o una falacia, son para Rozitchner aquellos que permiten la verificación de los efectos del terror, en tanto garantía para una posición política coherente.

Como se ve, las posiciones enfrentadas significaban comprender el acontecimiento histórico desde dos materialidades diversas: por un lado, una materialidad histórico-objetiva, sostenida por el “Grupo de Discusión Socialista”, en donde “La Junta Militar misma, por su acción, produce un acto que trasciende lo siniestro de sí misma” (Rozitchner, L. 2015e, 45); por el otro, una materialidad corporal-subjetiva que denuncia la pobreza conceptual de ciertos sectores de izquierda para recuperar al ámbito subjetivo en la comprensión de su coyuntura histórica. La primera de las materialidades señaladas implicaba dos circunstancias que para Rozitchner formaban parte de su ceguera: en primer lugar, una puesta entre paréntesis del terror y las políticas represivas desarrolladas por la Junta Militar al interior del país; en segunda instancia, la utilización del apoyo popular como un criterio de verificación, sin comprender que se trataba de un cuerpo colectivo aterrorizado, en donde el campo de la representación política (es decir, los modos de fantasear y experimentar colectivos) se encontraban en sintonía con la racionalidad represiva del proceso político.

¿De dónde partió, entonces, el análisis de Rozitchner sobre la guerra de Malvinas? Del deseo. En efecto, el autor argentino se propuso indagar por el significado que poseía su deseo del fracaso de la Junta Militar en la guerra. El deseo de la derrota, significaba para Rozitchner un “índice de nuestra inserción contradictoria ante un acontecimiento histórico” (2015e, 58). Se trataba de un campo afectivo que brotaba directamente de la sedimentación de la experiencia histórica en la corporalidad individual. Por lo tanto, el deseo del fracaso militar aparecía como una memoria afectiva producida por los efectos del terror. Para Rozitchner, solamente quienes eliminaron este campo subjetivo de sus análisis “científicos” pudieron caer en el apoyo a la guerra, intercambiando una incoherencia afectiva por una coherencia racional, a partir de la supresión de la fibra sensible que insistía como un núcleo de verdad histórica. Como señala Emiliano Exposto:

La coherencia, en Rozitchner, no remite sólo al hecho de sostener, más allá de los cambios exteriores o de los vaivenes personales, las mismas ideas y actitudes a lo largo de toda una vida. La coherencia no es un principio moral u ontológico des-historizado. Pues reside en algo más radical y complejo, que acontece en las tramas históricas que vivifican la formación misma del cuerpo deseante que somos. A saber: la coherencia comienza por cotejar y, en el mismo movimiento, enfrentar los antagonismos políticos y las contradicciones históricas desde su corroboración en los malestares individuales como repercusión de los conflictos colectivos. (Exposto, E. 2019, 91)

Este trastocamiento de la incoherencia afectiva por la coherencia racional era percibido también en su carácter semántico: el grupo de exiliados argentinos en México se refería al acontecimiento como la “recuperación” de las Malvinas y no como la “guerra”. Rozitchner, por el contrario, establecía una conexión interna entre las políticas que llevaron a cabo la mal llamada “guerra sucia” (terrorismo Estatal desplegado en los límites de la propia nación) y el conflicto bélico de Malvinas entendido como una “guerra limpia”, describiendo la manera en que la segunda buscaba legitimar los muertos de la primera. Esta circunstancia se puede percibir también en el campo discursivo de ambos acontecimientos: mientras los muertos legítimos eran denominados “héroes de guerra”, los muertos del terrorismo Estatal quedaban designados bajo el mote de “subversivos” y culpabilizados en el rumor popular del “algo habrán hecho”.

Rozitchner también se interrogó en su contestación por el deseo de éxito del “Grupo de discusión socialista”. Es decir, ¿cuál era la transacción que sostenía el deseo de ellos? Para el autor argentino, el deseo de éxito implicaba una alienación al deseo ajeno (militar) como parte de la misma operación que negaba el plano subjetivo en el posicionamiento político:

No es que uno quiera aquí, en una macabra e impúdica operación, hacerse dueño de los muertos que todos sentimos. No es eso, no. Quiero solamente decir que el sentido de los compatriotas asesinados permanecerá como recuerdo sepultado en lo afectivo de nuestra subjetividad, pero la lógica política se inscribirá, ella sí, en lo que tenemos en común con el deseo político del deseo militar y con el deseo político de las masas populares que dicen sí a las Malvinas y a Galtieri, no. Esta escisión no puede ser sostenida, y no porque parezca utilitaria solamente o porque elijamos la pureza del ingenuo, sino porque es de una falsa eficacia y utilidad. (Rozitchner, L. 2015e, 70)

Dentro de su argumentación opositora, el último punto que se dispuso a atacar Rozitchner fue la concepción errónea de soberanía sostenida por el “Grupo de Discusión Socialista”. Para el autor argentino, la soberanía nacional no residía (exclusivamente) en la mera materialidad de un territorio estratégico, sino en los cuerpos que el poder militar torturó y aniquiló. En este punto aparecía el carácter paradojal del apoyo a la guerra de Malvinas: se creía posible que aquellas mismas fuerzas políticas que oprimieron al cuerpo colectivo que nutría el carácter soberano de una población, podía (más allá de sus intenciones) gestar una acción en defensa de dicha soberanía. Si a la persecución y asesinatos perpetrados por el terror militar, se le agregaba la venta y privatización de empresas nacionales (no sólo durante todo el proceso militar, sino inclusive durante el propio conflicto bélico) la paradoja alcanza su máxima radicalidad. Aparece nuevamente la intención rozitchneriana por gestar una comprensión alternativa de la materialidad, inclusive en aquellos que se encontraban al momento de la guerra en el exilio:

Porque la materialidad del país no se lee sólo en la de sus clases populares: nosotros, cada uno, somos también una porción sensible de esa misma materialidad nacional. Y porque no renunciamos a ella podemos reivindicarla en cualquier lugar en el cual el azar del exilio nos desplazó: esta nacionalidad portátil, este ser una célula sensibilizada a todo lo que sucede allí, porque sucede en nosotros, es un índice irrenunciable. No es el único, es verdad, pero sí aquel que ninguna consigna metodológica bien cumplida, enseñada, explicada y aprendida, trazada en múltiples textos de graves doctores, podrá nunca suplir. (Rozitchner, L. 2015e, 91)

En la cita aparece resumido el planteo rozitchneriano: no se trataba de absolutizar el ámbito subjetivo, sino de lograr una articulación coherente de la inserción individual en la historia, para comprender y posicionarse políticamente frente a los acontecimientos vividos. No resultaba posible delegar la decisión en la representación del apoyo popular, puesto que ese era también (al igual que las militancias revolucionarias de izquierda) un “espacio psíquico y político trabajado por la dictadura militar” (Rozitchner, L. 2015e, 121). Dentro de los pasos necesarios para la recuperación de la anhelada soberanía se requería primero la lucha y la expulsión de la Junta Militar del ejercicio del poder, para reconstruir una materialidad social herida en su fundamento sensible. Para Rozitchner, el apoyo a la guerra se trataba una vez más de un paso salteado, de un atajo generado por la construcción de una fantasía política en una materialidad alucinada.


V. Retorno democrático: continuación del terror por otros medios


Ya durante su lectura de la guerra de Malvinas, Rozitchner anticipaba los efectos del terror militar que sobrevivirían en el espacio democrático:

Porque de eso se trata: el terror que nos lleva a excluir el recuerdo social dentro de la colectividad que los militares limitan, ese mismo terror se prolongará en nosotros mismos como una forma de vivir que estará condenada irremisiblemente a mantener presente, aunque interiorizado, el poder militar que ya no necesitará cuidarse de nosotros afuera. En esa transacción lo habremos metido bien adentro, estará y permanecerá como fundamento inconfesable de todo acto. (Rozitchner, L. 2015e, 86)

Apenas finalizada la dictadura militar, en un artículo escrito en el año 1986 titulado El espejo tan temido, aparecía el diagnóstico rozitchneriano respecto de la finalización de la dictadura militar. Allí, caracterizaba a la democracia como un proceso político abierto desde el terror y la derrota. El retorno democrático (sin negar las importantes experiencias de resistencia desarrolladas durante el proceso militar y destacadas por el propio Rozitchner) respondía al fracaso en la guerra de Malvinas, antes que a una fuerza política generada desde el deseo y la lucha. La “democracia aterrorizada” era el resultado de “una transacción que el más fuerte hizo con el más débil, los militares con el pueblo argentino” (Rozitchner, L. 2015a, 57). El terror, como un espectro que instiga y limita aún hoy todo proceso democrático en Latinoamérica, dejó sus secuelas en cada individuo democrático al sepultar cualquier tipo de disidencia frente al orden imperante. En este sentido, la postdictadura reveló el fundamento violento de todo proceso democrático, poniendo en evidencia las falacias contractualistas-liberales que plantearon articulaciones consensuadas alrededor de un pacto. El retorno democrático, entonces, se presentó para Rozitchner como la continuación del terror por otros medios: “toda democracia pacífica se abre desde una guerra anterior como un nuevo espacio social, donde el vencedor impuso su ley al vencido” (Rozitchner, L. 2015a, 58).

En El terror y la gracia, escrito 13 años después de El espejo tan temido, Rozitchner insistió en su diagnóstico sobre el proceso democrático como un ámbito pacífico ilusorio. En referencia al título del artículo, el autor argentino definió a la democracia como una gracia concedida por el poder político. Un espacio social surgido del genocidio y la derrota, otorgado a aquellos/as que obtuvieron la gracia divina de la salvación y que fijó para cada generación venidera ciertos límites insuperables (que suelen denominarse a partir de Mark Fisher como la instauración de un “Realismo Capitalista”). En este sentido, Rozitchner definió a la figura del desaparecido como un mecanismo preponderante para las operaciones constitutivas de las subjetividades postdictatoriales en la Argentina. Como señala Pedro Yagüe al respecto:

La democracia actual, decíamos, se mueve según León Rozitchner sobre el fondo de la desaparición de personas. Fue necesario el terror estatal para la posterior implementación de la “paz” democrática. (…) La experiencia social de la desaparición forzada de personas se constituyó como la forma específica a partir de la que el poder del capital marcó los límites de lo pensable y de lo sensible: los límites de toda resistencia posible. (Yagüe, P. 2016, 21)

La figura del desaparecido, como un ejemplar de aquella persona que osó desafiar los límites estrictos que el sistema definió de antemano, opera como un factor atemorizante y de despolitización en el proceso democrático posterior. Es parte de la dialéctica del terror y la gracia que supone el despliegue de las fuerzas represivas militares y el repliegue luego de su fracaso en la guerra de Malvinas: “Porque es como si luego de los 30.000 desaparecidos el sistema nos dijera: esa gente aniquilada no contó con la benevolencia que tenemos con ustedes, no estaban en estado de gracia” (Rozitchner, L. 2015b, 187). La estela del terror ya no requiere la verificación material de su presencia, opera democráticamente en los mecanismos inconscientes que regulan la acción política luego del terrorismo Estatal. El terror militar puede continuar sin la necesidad de tomar el poder; basta solamente con haber fijado en el espacio político y en el campo popular los límites interiorizados de la muerte y la represión en cada ciudadano democrático.

Ahora bien, Rozitchner es un autor que lee la derrota, pero siempre evitando una posición derrotista. Es decir, esta consideración del retorno democrático como un espacio social aterrorizado, surgido de la derrota y no de fuerzas políticas que gestaran una victoria para la retirada de la Junta Militar, no se traduce necesariamente en una posición escéptica e impotente. Por el contrario, para el autor argentino la alternancia entre procesos democráticos y golpes de Estado implica una diferenciación en los modelos de praxis política para cada período. En este sentido, la democracia aparece como un espacio de tregua, como una oportunidad para modificar la correlación de fuerzas para todos aquellos que desean una modificación radical del ordenamiento social en clave emancipatoria. Como señala Diego Sztulwark: “La tregua no es el olvido de la guerra, sino ocasión para revertir por medios políticos las relaciones de fuerzas” (Sztulwark, D. 2017, 28).

Para Rozitchner, el desafío consiste en mantener presentes para el análisis y la acción política la genealogía del proceso democrático con el afán de lograr intervenciones satisfactorias en la impugnación crítica del sistema. No se pueden desconocer los índices del terror que aún operan en la estela sensible de cada individuo democrático, así como tampoco es posible ignorar las posibilidades que anidan en la democracia como un campo favorable a la hora de desarrollar una praxis política:

Con lo cual no queremos decir que la democracia “representativa”, por delegación votada, sea indeseable como forma de desarrollar las fuerzas populares. Como decía Freud de la conciencia: con ser poco, es lo único que tenemos. Cuando entramos en la democracia pensamos que se abre por fin un ámbito de paz del cual aparentemente el terror ha desaparecido. Pero insisto: debemos tener en cuenta aquello de lo cual proviene, el terror anterior que aún la delimita. (Rozitchner, L. 2015b, 189)


Conclusión


El camino recorrido ha permitido visualizar diversas elaboraciones de la prosa rozitchneriana en el exilio. Propuse tres perspectivas diferentes para abordar dichas textualidades: el exilio como un testimonio, en tanto imperativo ético que brotaba de la consideración del exiliado como un sobreviviente; el exilio como un balance, en tanto oportunidad para analizar la derrota padecida por las fuerzas de izquierda durante la dictadura; y el exilio como una traición, en tanto soledad y marginación fueron los sentimientos que acompañaron la posición de Rozitchner frente a la guerra de las Malvinas. En cada uno de estos abordajes aparecieron rasgos en común: el intento por recuperar los índices subjetivos en la inserción de los individuos en los procesos históricos; el análisis del terror presente en cada cuerpo atravesado por la experiencia dictatorial; y la denuncia en la convergencia de las categorías sistémicas con las elaboraciones y el accionar del pensamiento crítico.

Como ya he señalado, Rozitchner fue un filósofo que se caracterizó principalmente por desarrollar una filosofía en relación directa con los índices existenciales y los lazos vitales de su coyuntura. Esta característica se vio acentuada durante la experiencia del exilio, puesto que significó un punto de quiebre, un acontecimiento decisivo en su convicción acerca del quehacer filosófico. El exilio reforzó la crítica a la actividad filosófica convencional (léase académica), tanto en su carácter encubridor de los índices históricos y corporales que acompañan su producción, como en la confluencia con un sistema que se encontraba descargando toda la brutalidad de su aparato represivo sobre las poblaciones latinoamericanas.

El legado de Rozitchner se nos presenta a cada uno/a de sus lectores/as como un inmenso archivo del cual extraer modalidades específicas de intervención en la propia coyuntura histórica. El despliegue de un aparato conceptual que se desliza con suma comodidad entre la abstracción teórica y la cotidianeidad de un territorio, representa un proyecto filosófico-político de inmensa valía. Y si hay un elemento que profundiza el valor de la filosofía rozitchneriana, seguramente se encuentre en el despliegue de una serie de interrogantes que aún siguen atravesando e insistiendo en nuestra contemporaneidad, a pesar del transcurso temporal. Como siempre sucede con aquellas elaboraciones que resisten al paso del tiempo: sus interrogantes aparecen con una fuerza superior a las respuestas brindadas. Más allá de los señalamientos críticos que puedan surgir de sus elaboraciones teóricas y sus posicionamientos políticos, considero que la escritura del autor argentino posee un carácter oxigenante para quien se disponga a la lectura de sus textos. Y en un contexto histórico donde el realismo capitalista pareciera ahogar con sus imperativos de valorización y su lógica unidimensional cualquier proyecto social alternativo y emancipatorio, una bocanada de aire siempre aparecerá como una buena noticia.


Referencias


Exposto, Emiliano. 2019. León Rozitchner y el problema de la coherencia político-intelectual. Ideas. Revista de filosofía moderna y contemporánea 9: 76-104.

Gago, Verónica. 2015. “Intuición y empecinamiento: el método polémico de León Rozitchner”. En León Rozitchner: Contra la servidumbre voluntaria. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Biblioteca Nacional.

González, Horacio. 2015. “Fenomenología del ninguneo”. En León Rozitchner: Contra la servidumbre voluntaria. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Biblioteca Nacional.

Grüner, Eduardo. 2015. “El cuerpo del Terror”. En León Rozitchner: Contra la servidumbre voluntaria. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Biblioteca Nacional.

Rozitchner, León. 2015a. “El espejo tan temido”. En Escritos políticos. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Biblioteca Nacional.

Rozitchner, León. 2015b. “El terror y la gracia”. En Escritos políticos. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Biblioteca Nacional.

Rozitchner, León. 2015c. “Filosofía y terror”. En Escritos políticos. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Biblioteca Nacional.

Rozitchner, León. 2015d. “La segunda guerra sucia”. En Escritos políticos. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Biblioteca Nacional.

Rozitchner, León. 2015e. Malvinas: de la guerra sucia a la guerra limpia. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Biblioteca Nacional.

Rozitchner, León. 2015f. “Psicoanálisis y política: la lección del exilio”. En Escritos políticos. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Biblioteca Nacional.

Schwarzböck, Silvia. 2016. Los espantos. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Las Cuarenta y El río sin orillas.

Sztulwark, Diego. 2017. Refutar para comprender. Coherencia y contra-coherencia en la obra de León Rozitchner. Cuyo. Anuario de Filosofía Argentina y Americana 34: 15-32.

Varsavsky, Oscar. 1969. Ciencia, política y cientificismo. Buenos Aires: Centro Editor de América Latina.

Yagüe, Pedro. 2018. Engendros. Buenos Aires: Hecho atómico ediciones.

Yagüe, Pedro. 2016. Terror militar y democracia en el pensamiento político de León Rozitchner. Revista de la carrera de Sociología 6: 37-69.



[1] La ponencia fue presentada en el Congreso latinoamericano de Filosofía realizado en la Universidad de Tallahasi, La Florida, Estados Unidos, en 1980.

[2] Grupo de exiliados argentinos en México, entre los que se encontraban personalidades de la intelectualidad argentina, tales como: José Aricó, Sergio Bufano, Agustina Fernández, Gregorio Kaminsky, Ana María Kaufman, Ricardo Nudelman, Marcelo Pasternak, Rafael Pérez, Olga Pisani, Gloria Rojas, Norma Sinay, Jorge Tula, Haydée Birgin, Emilio de Ípola, Néstor García Canclini, Mirta Kaminsky, Pedro Levin, José Nun, Ana María Pérez, Osvaldo Pedroso, Juan Carlos Portantiero, Nora Rosenfeld, Enrico Stefani, Carlos Tut y Sergio Sinay.

[3] En el final de su obra Rozitchner sostendrá que los dualismos occidentales constitutivos del ejercicio del poder surgen de las premisas metafísicas que la lógica del capital tomó prestadas del cristianismo.