Estudios de Filosofía Práctica e Historia de las Ideas / E-ISSN 1851-9490 / Vol. 24 / Sección Dosier
Revista en línea del Grupo de Investigación de Filosofía Práctica e Historia de las Ideas /
Instituto de Ciencias Humanas, Sociales y Ambientales (INCIHUSA)
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)
www.estudiosdefilosofia.com.ar / Mendoza / 2022 /
.
Rozitchnerian
writings of exile
Joaquín Alfieri
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), Universidad de Buenos Aires; Argentina.
Recibido:
29/03/2021
Aceptado:
13/03/2022
Resumen. El presente trabajo intenta
recuperar los escritos elaborados por León Rozitchner durante su
exilio en
Venezuela durante la última dictadura militar Argentina
(1976-1983). Me
propongo analizar dichas textualidades a partir de tres enfoques
diversos: el exilio
como un testimonio; el exilio como un balance; y el exilio como una
traición.
El artículo aborda cada una de estas perspectivas con el objeto
de destacar una
de las características fundamentales de la obra del autor
argentino: su
capacidad por desarrollar una filosofía en relación
constante con los índices
existenciales y los lazos vitales desde los cuales brota su escritura.
El
exilio, en este sentido, aparece como un ejemplo paradigmático
de esta
característica.
Palabras
Clave. Exilio, Latinoamérica,
Testimonio, Dictadura, Malvinas argentinas.
Abstract. This work tries to recover the writings performed by Leon
Rozitchner
during his exile in Venezuela in the decade of 70s during the last
Argentine
military dictatorship between (1976-1983). I intend to analyze these
texts from
three different approaches: exile as a testimony; exile as a balance;
and exile
as a betrayal. The article addresses each of these perspectives in
order to
highlight one of the fundamental characteristics of the Argentine
author's
work: his capacity to develop a philosophy in constant relationship
with
existential index and vital ties from which writing springs. Exile, in
this
sense, appears as a paradigmatic example of this characteristic.
Keywords. Exile, Latin America, Testimony, Dictatorship,
Malvinas argentinas.
León
Rozitchner (Chivilcoy, 1924 – Buenos Aires, 2011) vivió
durante los años de la
última dictadura militar (1976-1983) en el exilio. Más
precisamente en Caracas,
donde se desempeñó como docente de filosofía en la
Universidad Central de
Venezuela. El transcurso de este período en la vida del autor
argentino
significó la apertura de una serie de interrogantes y
elaboraciones en torno a
los dos aspectos centrales de su existencia: su condición de
exiliado y su
producción como filósofo. Rozitchner emprendió
diversas escrituras focalizadas
en responder al sentido del pensamiento en un contexto latinoamericano
de
represión Estatal amplificada. Entre los principales
interrogantes
desarrollados por la prosa rozitchneriana, se pueden destacar los
siguientes:
¿Qué significa “hacer” filosofía en el
exilio? ¿Qué imperativos éticos acechan
a la propia escritura cuando se conserva una vida que otros/as
perdieron?
¿Cuáles son los efectos subjetivos del terror militar en
cada persona exiliada?
Para
responder a los interrogantes planteados, Rozitchner elaboró un
corpus teórico
destinado a tematizar algunas nociones centrales del período en
cuestión:
terror, guerra, democracia, represión, transacción,
subjetividad, corporalidad,
entre otros, son algunos de los ejes principales a partir de los cuales
el
autor argentino articuló su comprensión de un proceso
histórico que lo tuvo
como un protagonista damnificado. Esta inserción personal en el
proceso y en
los interrogantes abordados aparece como una constante en la obra de
Rozitchner. Como se verá más adelante, los índices
subjetivos son considerados
rasgos ineludibles para la comprensión de un período
histórico. El vínculo
inescindible entre la materialidad social y el ámbito subjetivo
es una de las
principales claves hermenéuticas para comprender buena parte de
la teorización
rozitchneriana. Ya desde sus escritos juveniles, entre los que se
pueden
mencionar el libro Persona y comunidad
(1962) o el artículo La izquierda sin Sujeto
(1968), aparece una insistencia recurrente y casi obsesiva de
Rozitchner
por elaborar un espacio teórico que pueda establecer un
diálogo entre ambos
planos de la realidad: el campo social y el ámbito subjetivo. En
su disputa
frente al estructuralismo de Louis Althusser, en donde el individuo
aparecía
como el mero reflejo del orden social, el autor argentino propuso
recuperar el
ámbito personal como un índice de verdad
histórica, como un espacio donde se
elaboran (de forma fallida y disputada) diferentes circunstancias de
carácter
socio-históricas, que lo tienen como un elemento activo y
protagónico en dicho
proceso (y no como un resultado pasivo del ordenamiento social).
Rozitchner
intenta verificar el modo en que el drama histórico se articula
y obtiene su
verdadero sentido a partir de la comprensión y el vínculo
con el drama personal
de cada individuo. Esta línea argumentativa aparecerá en
todos los escritos que
analizaré en este trabajo. Se verá, entonces, el modo en
que Rozitchner intenta
comprender el exilio, la dictadura, la guerra de Malvinas, etc., a
partir de la
puesta en juego de las significaciones afectivas que atraviesan su
propia
experiencia subjetiva; traduciendo dichas significaciones en un
posicionamiento
teórico y político específico.
Otro
rasgo importante a destacar es que el exilio de Rozitchner coincide con
el
período de su producción denominado
“psicoanalítico” o “freudomarxista”.
Desde
el inicio de la década de 1970 hasta mediados de los 80’,
el filósofo argentino
desarrolló una articulación entre el legado de Freud y la
teoría marxista,
generando una peculiar y original interpretación de ambas
textualidades. Es por
este motivo que aparecerán en los escritos a analizar algunas
preocupaciones en
torno a la utilidad del psicoanálisis como herramienta
teórica para comprender
las formas de dominio inconscientes del capitalismo y, al mismo tiempo,
desarrollar la vinculación entre el campo de la fantasía
y el de la política
para analizar la derrota sufrida por las izquierdas en la Argentina
durante el
proceso militar.
El
camino a recorrer propone el siguiente itinerario: en una primera
instancia,
analizaré dos artículos centrados en comprender
cuál es el lugar y el sentido
de la actividad intelectual, en general, y de la filosofía en
particular,
durante el exilio. Filosofía y Terror (1980)
y Psicoanálisis y política: la
lección
del exilio (1980) serán las textualidades sobre las que se
apoyará mi
argumentación. En un segundo momento, analizaré el libro Malvinas: de la guerra “sucia” a la guerra
“limpia” (1985), para
evidenciar la manera en que una serie de categorías y conceptos
elaborados en
torno a la filosofía, la política y el exilio, son
puestos en juego en la
experiencia histórica del conflicto bélico con
Inglaterra. Por último, me centraré
en algunos artículos escritos durante el período
postdictatorial, para observar
la forma en que la experiencia del exilio y las categorías
allí elaboradas
resultan determinantes a la hora de analizar la llamada
“transición
democrática”. Los títulos que se destacan para este
período son: El espejo tan temido (1986) y El terror y la gracia (1999).
En el
año 1980, Rozitchner brindó una conferencia
[1]
titulada Filosofía y Terror.
Allí se preguntó por el sentido de la actividad
intelectual en su condición de
exiliado. De forma más específica, se propuso indagar
cuáles eran las fuerzas y
los temores que animaban al pensar y a la práctica
filosófica en un contexto
latinoamericano marcado por la represión y el terrorismo
Estatal:
El
“fantasma” de la transformación social que, temido
para muchos, recorría
Latinoamérica, fue aparentemente contenido. Una realidad de
terror y de muerte
ocupa siniestramente, en gran parte de su geografía, su lugar.
¿Qué significa,
entre otros tantos quehaceres, “hacer” filosofía
para quienes tenemos el
privilegio de mantener la vida cuando tantos otros la perdieron?
¿Qué
significa, en estas condiciones, pensar? (Rozitchner, L. 2015c, 175)
Este
interrogante inicial que sirvió como puntapié al escrito
rozitchneriano,
suponía un posicionamiento crítico con la actividad
filosófica convencional, a
la que Rozitchner caracterizó como encubridora y reproductiva.
Según el autor
argentino, los modos de domesticación propuestos por el universo
intelectual y
académico poseen dos vicios específicos a la hora de su
producción: por un
lado, el sostenimiento de una separación tajante entre la
filosofía y la
realidad histórica circundante (defecto solipsista); por el
otro, la
eliminación de los índices corporales que gravitan sobre
la actividad del
pensar, al desecharlos como un elemento intuitivo o
no-científico (defecto
racionalista). Rozitchner observó que, en la filosofía
tradicional y canónica,
existían una serie de inconvenientes para teorizar el
vínculo entre el individuo
y su horizonte histórico, ya que la subjetividad era pensada
como un espacio
absolutizado y aislado, sin un contexto socio-histórico y una
corporalidad que
pudieran otorgar razones y significados a un sujeto que aparecía
acorazado
frente a la pureza del pensamiento. Un posicionamiento que se
encontraba en
sintonía con aquello que señalaba Oscar Varsavsky
respecto del cientificismo:
Resumiendo,
cientificista es el investigador que se ha adaptado a este mercado
científico,
que renuncia a preocuparse por el significado social de su actividad,
desvinculándola de los problemas políticos, y se entrega
de lleno a su
“carrera”, aceptando para ella las normas y los valores de
los grandes centros
internacionales, concentrados en un escalafón. (Varsavsky, O.
1969, 18)
Esta
circunstancia no era el resultado de una mera casualidad, por el
contrario,
para Rozitchner las escisiones tajantes operadas en la
comprensión de la
existencia de los particulares, se encontraban en sintonía con
modalidades de
subjetivación propias del sistema de producción
capitalista. Es decir, no se
trataba de un “defecto” del pensamiento, sino de una
convergencia entre las
categorías sistémicas en las cuales cada particular fue
forjado (de forma
fallida y disputada) como un sujeto adecuado a la lógica social.
Es la propia
reproducción del sistema la que solicita un individuo que no
pueda referirse de
forma coherente a una totalidad social contradictoria, y no pueda
deshacer las
significaciones coaguladas en el imaginario social que lo llevan a
reproducir
un ordenamiento comunitario opresivo.
Estas
condiciones de reproducción (cotidianas para el funcionamiento
de la lógica del
capital) resultaban acentuadas en un contexto de represión
militar
generalizada. Según Rozitchner, durante la dictadura se asiste
al quiebre
“entre la palabra y lo que ella enuncia” (Rozitchner, L.
2015c, 177). Esto
significa que la verificación militar es quien establece la
adecuación o
incoherencia de una forma determinada de pensar o decir. A las ya
mencionadas
formas de domesticación del campo intelectual, que definen la
pertinencia o
inadecuación de temas, autores/as, problemas, etc., se sumaba la
presencia del
terror militar a la hora de pensar, escribir y dialogar en clave
filosófica:
Pensar
es hacerlo contra la angustia de muerte que desvía al
pensamiento de lo que, en
verdad, debe ser pensado, pero que la propia salvación pone al
margen como si
no: porque no es “tema” de estudio, porque “no
está en el programa”, porque no
coincide con la última onda de la moda intelectual. Y si
así no lo hace el
llamado filósofo sería un hombre programado por el
sistema represivo para
pensar sólo lo autorizado a pensar. (Rozitchner, L. 2015c, 182)
Frente
a la actividad filosófica convencional, Rozitchner propuso una
forma de pensar,
dialogar y escribir diametralmente opuesta. Para el autor argentino,
“pensar no
es sólo enunciar una idea: es roturar un cuerpo” (2015c,
176). Esta definición
asignaba a la filosofía la tarea de deshacer las contradicciones
sistémicas
anidadas en la propia constitución subjetiva, producto de los
efectos
persistentes del terror en cada uno/a (el verbo “roturar”
hace referencia a la
actividad de arar un terreno –el terror sedimentado por la
experiencia
dictatorial en cada cuerpo- para iniciar nuevos cultivos).
Precisamente, en un
contexto histórico signado por el develamiento del fundamento
violento de la
organización social, la filosofía se presentaba como una
actividad esencial
para contraponerse a las huellas del terror militar: “la
filosofía, así encarada,
aspira a descubrirnos las articulaciones fundamentales de lo
real” (Rozitchner,
L. 2015c, 175). Y descubrir estas articulaciones como exiliado
significaba
evidenciar los fundamentos y las condiciones desde las cuales
nacía el
pensamiento (que no eran otras que el terror en su formato de angustia
al
momento en que cada particular desafiaba los límites impuestos
al pensar). A
los temores usuales frente al desplazamiento de un límite en la
actividad
intelectual (marginación, sanciones, desestimación,
etc.), se sumaba desde un
lugar explícito la amenaza de muerte por parte del poder militar
(evidenciado
cotidianamente en el hecho de haber abandonado el país de origen
para salvar la
propia vida). Por lo tanto, surgía de aquí un imperativo
ético del exilio para
aquellas personas que se dispusieran a pensar, escribir y actuar:
El que
en verdad piensa es, en Latinoamérica, un sobreviviente. Vive
sabiendo que
salvó su vida o por no decir la verdad o por haber podido eludir
a tiempo,
hasta ahora, las condiciones del terror. Si sobrevive quiere decir:
vive un
tiempo excedente, un exceso de un tiempo, un tiempo suplementario, y su
vida
tiene de aquí en más sólo un sentido: dar
testimonio, para todos, de aquello
que el terror lleva a ocultar. (Rozitchner, L. 2015c, 183)
Testimoniar,
entonces, era la tarea histórica que Rozitchner asignaba a la
filosofía del
exilio. Abandonar “la descripción de los sistemas o las
cuestiones de método”
(Rozitchner, L. 2015, 179) para poner en relación los
vínculos inescindibles
entre el pensamiento y una realidad inundada por una violencia desnuda.
Bajo la
figura del “sobreviviente”, Rozitchner propuso
“mantener viva la palabra que el
terror mata, y ampliar la de aquel que por reflexionar y dar que pensar
perdió
la suya” (Rozitchner, L. 2015c, 179).
Se
pueden sintetizar las principales características que Rozitchner
le asignó a la
filosofía en el exilio de la siguiente manera: por un lado,
filosofar implicaba
el desplazamiento de un límite impuesto por el sistema. Frente a
lo vedado, la
reflexión y el pensamiento aparecían como actividades
desafiantes a las lógicas
cotidianas; por el otro, el ejercicio de la filosofía
también presuponía un
enfrentamiento con los propios índices subjetivos, que
aparecían en forma de
angustia y muerte interiorizada cada vez que se caía por fuera
de aquello que
está permitido decir o pensar; por último, la
filosofía adquiría el formato del
testimonio a partir de la figura del exiliado como un sobreviviente.
Una
exigencia ética que solicitaba recuperar la voz de aquellos que
la perdieron
por alzarla en un contexto de represión y sometimiento. En
resumen, Rozitchner
exigió a la filosofía del exilio no desviar la vista de
aquella muerte que el
sistema le enrostraba:
La
filosofía, que oculta la muerte que sostiene su
representación, ¿puede seguir
haciéndose la tonta cuando la política rompió el
límite de toda representación
y se presenta desnudamente como terror? Pensar las condiciones de la
verdad en
filosofía es alcanzar en el hombre que piensa el fundamento
donde se refugia en
él mismo el núcleo de terror, la muerte interiorizada,
como su propio límite.
(Rozitchner, L. 2015c, 183)
En el
mismo año en que fue brindada la conferencia Filosofía
y Terror, Rozitchner publicó en la revista Controversia
un artículo titulado Psicoanálisis y
política: la lección del
exilio. Como mencioné en la introducción del trabajo,
los años 70’ y 80’
representaron en la obra del autor argentino la incorporación
del psicoanálisis
freudiano a su elaboración filosófica. La lectura de
Freud, tamizada por una matriz
de inteligibilidad marxista, permitió a Rozitchner analizar y
profundizar el
vínculo entre la política y los fenómenos
inconscientes del campo social. En
particular, el autor argentino realizó un trabajo
sistemático acerca de los
dispositivos y mecanismos necesarios para gestar y producir
subjetividades
serviles e impotentes frente al ejercicio del poder. Asimismo,
también se
sirvió del aparato conceptual freudiano para desarrollar una
serie de críticas
a los movimientos de izquierda de aquella época. Principalmente,
el autor
argentino se detuvo en las dificultades que poseían dichos
movimientos para
incorporar una serie de elementos relevantes para el análisis
crítico de la
sociedad, tales como: el lugar de la corporalidad en la praxis
política; la aparición
y reproducción de categorías convergentes con el sistema
de producción al
interior de las militancias de izquierda; o la ausencia de una
transformación
subjetiva que permitiera acompañar la proyección de un
cambio en el ámbito
social (toda una serie de temáticas que ya venía
elaborando Rozitchner, pero
que encontraron con la incorporación del legado freudiano nuevas
coordenadas y
herramientas para ser pensadas).
Es en
este contexto de producción en donde se inscribe el
artículo Psicoanálisis y política: la
lección del
exilio, como un balance crítico y una reflexión
acerca de la derrota
padecida por las organizaciones de izquierda durante la última
dictadura
militar. En este caso, el exilio aparece como una oportunidad para
“distinguir
entre realidad fantaseada y realidad efectiva” (Rozitchner, L.
2015f, 70), es
decir, para comprender cuáles fueron las ilusiones frustradas en
la experiencia
histórica de la derrota política de las izquierdas.
Según Rozitchner, uno de
los defectos fundamentales de los sectores guerrilleros en la Argentina
fue el
desarrollo de una práctica política a partir de una
materialidad alucinada
respecto de su fuerza. Sin el apoyo popular necesario para la
radicalidad de su
propuesta, pensó y actuó con las categorías del
poder militar, en tanto apeló a
la pura fuerza, sin pensar los “obstáculos reales”
(Rozitchner, L. 2015f, 74)
que operaban en su accionar. Como señala Silvia Schwarzböck
en su libro Los
espantos:
Según
León Rozitchner, son los peronistas de izquierda los que hablan
de derrota. Al
hablar así, reconocen que las formaciones especiales, de
las que
formaron parte o con las que simpatizaron, siguieron las leyes
objetivas
de la guerra de derecha. Y que con esas leyes, perdieron: perdieron al
elegir
la guerra en lugar de la política. (Schwarzböck, S. 2016,
52)
El
campo fantaseado de la política donde se desarrollaron estas
prácticas
militantes encubrió el terror, en tanto fundamento del sistema
político, en un
doble sentido: por un lado, no permitió percibirlo en su real y
brutal
dimensión; por el otro, gestó la ilusión de contar
con las fuerzas necesarias
para enfrentarlo.
Ahora
bien, Rozitchner también señala que la ilusión no
necesariamente es un error,
sino en todo caso un atajo apresurado a la hora de pensar la
organización
política. Para el autor argentino, el engaño
estratégico consistió en el
sostenimiento de una matriz despótica-edípica en las
fuerzas de izquierda. La
adhesión jerárquica al líder militar, al jefe del
partido, característico del
sometimiento peronista, ofrecía una solución que no
ponía en cuestión la matriz
subjetiva forjada por el sistema de producción. Se creía,
por lo tanto, en la
posibilidad de cambiar el sentido y el significado de aquella
adhesión popular
a la figura de Perón, para transformarla en clave
revolucionaria. Según
Rozitchner, esta perspectiva implicaba un escamoteo de la realidad, un
salto
que no contribuía a la gestación de una fuerza colectiva
emancipatoria: “La
ilusión no es un error: la fuerza existe, pero la ilusión
la convierte, de un
salto, en real.” (Rozitchner, L., 2015f, 77).
¿Qué
lugar ocupa, entonces, la condición de exiliado en este balance
crítico sobre
la historia reciente que propone Rozitchner? Según el autor
argentino, el
exilio aparece como un nuevo punto de partida para una praxis
política depurada
de las fantasías convergentes con las categorías propias
del sistema. En la
revelación que significó el terror militar, no existe
lugar para continuar en
el campo de la fantasía, ya que el exilio significa
también un punto de
no-retorno que pone en entredicho lo cotidiano y la presunta
normalidad:
El
exilio, hemos visto, es un refugio: la contraparte del encierro, de la
amenaza
de tortura y del terror a la muerte. Pero puesto que vivimos esa
posibilidad,
si la presencia de lo siniestro fue para nosotros, de algún modo
y en algún
momento, real, ¿podemos pensar entonces que a partir de
aquí la vida se deslice
nuevamente plana, volviendo a colocar cada cosa en su sitio anterior:
la
política, la profesión, la mujer, los hijos, el amor, y
hasta el diván?
(Rozitchner, L., 2015f, 84).
El
exilio se presenta para Rozitchner como un lugar ambivalente: por un
lado, es
la posibilidad de salvar su propia vida de la represión militar.
En este
sentido, aparece como un refugio frente al accionar del terror; por el
otro, es
un lugar donde la amenaza permanece resignificada en la
separación con el
cuerpo colectivo común (la propia nación) y en la
imposibilidad de actuar en el
campo político donde se recibe al exiliado. Es decir, los
efectos del terror
subsisten en una especie de pacto o transacción que desarrolla
cada exiliado
con el país de acogida:
Se nos
recibe con la precaución siguiente: que no vayamos más
allá. El exilio implica
un pacto implícito, que ratifica lo bien fundado de la amenaza
de súbito
abierta en el propio campo nacional como descubrimiento del
límite de toda
política: el que traza la muerte no representada como amenaza,
sino la muerte
real. Exiliado querría decir más bien: el que huye y se
salva de un destino
aciago en el propio país. Pero, ¿se salva? Aquí
aparece la variada serie de
soluciones “encontradas” en el exilio: confirmación
y gratificación,
desesperanza y desilusión. (Rozitchner, L. 2015f, 86)
La
incomodidad que representaba el pacto desarrollado en el exilio
generaba la
proyección de un posible retorno al país de origen.
Éste, sin embargo,
solicitaba poner en juego un balance crítico de la derrota, una
teoría que
permitiera repensar el vínculo entre lo individual y lo
colectivo, entre la
fantasía y la política. Para Rozitchner, gestar un
retorno al país solo tendría
sentido “despojándonos de todos los
impedimentos que de algún modo todos suscitamos para producir la
derrota”.
(Rozitchner, L. 2015f, 87)
En el
año 1997, Rozitchner caracterizaba los sentimientos que rondaban
la escritura
de su libro Malvinas: de la guerra
“sucia” a la guerra “limpia” de la
siguiente manera:
Estaba, como
muchos otros, en el exilio. No podíamos ni siquiera
pensar en el retorno. Un país, el propio, nos estaba vedado por
el terror. Y
vino de pronto la guerra, esa a la que se llamó
“limpia” para diferenciarla del
genocidio, que se llamó “sucia”. (…)
No
era fácil expresar y publicar, frente a ese triunfalismo
vertiginoso que lo
arrollaba todo, una posición que se manifestara opuesta a esa
reconquista de la
soberanía en las Malvinas. (Rozitchner, L. 2015d, 203)
Un
sentimiento de marginación y soledad acechaba al posicionamiento
crítico del
autor argentino. La convicción de su rechazo al conflicto
bélico se encontraba
en oposición al clima triunfalista que condenaba cualquier
divergencia a la
figura de la traición. Las huellas del terror también
subsistían en la
polarización, en las dicotomías absolutas que obturaban y
dificultaban el
ejercicio de la reflexión.
Como
mencioné anteriormente, la guerra de Malvinas representó
un acontecimiento
histórico en donde se visualizó la puesta en juego de las
categorías elaboradas
por Rozitchner durante su exilio en Venezuela. Se trata de un ejemplo
paradigmático de una de las características centrales en
la obra de León
Rozitchner: desarrollar un tipo de filosofía que no pierda
relación con los
lazos vitales desde los cuales ella brotó. Diego Sztulwark
sintetiza esta
característica de la siguiente manera: “en su obra, a la
filosofía se la piensa
en toda su sistematicidad, en toda su abstracción, en todo su
rigor, al
interior de coyunturas muy precisas. Desde ese lugar se elabora, se
escribe,
nace el esfuerzo de la lectura y de la escritura” (Sztulwark, D.
2017, 19).
El
libro Malvinas: de la guerra “sucia” a la
guerra “limpia” está centrado en la
polémica gestada con el “Grupo de
Discusión Socialista”
[2]
, donde Rozitchner intentó evidenciar la manera en
que ciertos
sectores de izquierda pensaban la política con las
categorías enemigas (las de
la derecha). Esta miopía de algunos sectores de la izquierda
argentina, poseía
como fundamento un elemento que hemos observado anteriormente en las
críticas
del autor argentino a los movimientos políticos de los
70’: el desdeño y
relegamiento del lugar subjetivo donde se elaboran las
categorías y los modos
de percibir la realidad. Lograr una “verificación de los
contenidos subjetivos
y objetivos que están en juego cuando se piensa”
(Rozitchner, L. 2015e, 30) era
la finalidad teórica que recorría la argumentación
rozitchneriana. El espacio
subjetivo, rechazado de la teoría por su carácter
intuitivo y no-científico,
aparecía en la posición del autor argentino como un
índice de verdad histórica,
como un lugar afectivo que impedía la emergencia de un
posicionamiento
incoherente frente a la guerra. Fueron las huellas del terror
inscriptas en su
propia corporalidad las que no permitieron brindar apoyo a la
“aventura” bélica
de la Junta Militar Argentina.
Antes
de continuar, me gustaría destacar una característica de
la filosofía
rozitchneriana que ya ha sido señalada por otros/as autores/as
(Gago, V. 2015;
González, H. 2015; Grüner, E. 2015). Me refiero al
carácter polemista de la
filosofía de Rozitchner, en tanto método privilegiado
para gestar una posición
teórica y política propia. Definido por Diego Sztulwark
como la actividad de
“refutar para comprender” (2017), esta metodología
rozitchneriana aparece como
una constante en su obra. Desde su primer libro (en donde polemiza con
el
filósofo alemán Max Scheler) hasta la etapa final de su
escritura (en donde lo
hace con San Agustín), encontramos en Rozitchner una prosa
agonística que le
permite suscitar sus propias reflexiones a partir del enfrentamiento
con las
posiciones ajenas. En este sentido, el libro en cuestión acerca
de la guerra de
Malvinas no fue una excepción. Su posicionamiento
teórico-político emergió del
debate (que incluye momentos diversos: descripción,
comprensión y refutación de
la posición contraria) con otros exiliados argentinos que
brindaron su apoyo a
la guerra. Encontramos en este libro, entonces, una evidencia ejemplar
del
método fundamental de la filosofía de Rozitchner,
sintetizado por Pedro Yagüe
de la siguiente manera:
Leer y
escribir fueron para Rozitchner dos caras de una misma práctica
que se presentó
bajo la forma de un pensar contra. Combatir para comprender,
decía. El
pensamiento era vivido como el despliegue de un combate contra una
coherencia
ajena que debía ser comprendida y a la vez enfrentada. Leer y
escribir no
fueron para Rozitchner meras prácticas de esas que nacen, se
reproducen y
mueren en el mundo de las ideas. Fueron, antes que nada, un
enfrentamiento, una
batalla donde la comprensión y refutación del otro
aparecían como la
posibilidad del encuentro de una voz. (Yagüe, P. 2018, 75-76)
Ahora
bien, ¿cuál era la posición contraria que el autor
argentino intentaría refutar
para construir la suya?, ¿cuáles eran los argumentos
esgrimidos por el grupo de
argentinos exiliados en México para brindar su apoyo a la
empresa militar en
Malvinas?
El Grupo
de Discusión Socialista se propuso comprender cabalmente el
conflicto de las
Malvinas y enfrentar los obstáculos que se oponían a esa
comprensión, que era la
de ellos. Para lograrlo debía previamente demostrar los
prejuicios y falencias
de quienes se oponían a la “recuperación” de
las Malvinas por la Junta Militar
y encontrar las nuevas razones y el nuevo modo de pensar que se abriera
camino
en la aproximación a una nueva realidad. (Rozitchner, L. 2015e,
33)
Los
prejuicios a disuadir por parte del “Grupo de Discusión
Socialista” se
sostenían en dos falacias, que Rozitchner asumió como
propias: por un lado, la
falacia del origen; por el otro, la falacia de la coherencia a priori.
Ambas
implicaban adquirir una posición crítica frente a la
guerra por tratarse de una
acción promovida por la Junta Militar Argentina, en consonancia
con sus
políticas de represión, terrorismo Estatal y
claudicación económica frente a
las potencias extranjeras. Según el grupo de exiliados
argentinos en México,
estas falacias se afirmaban en “prejuicios subjetivos”
(Rozitchner, L. 2015e,
38) que operaban como obstáculos para comprender los verdaderos
intereses del
enfrentamiento (políticos, económicos y
estratégicos). La crítica a las dos
falacias señaladas apuntaba a desviar la argumentación
hacia otros dos motivos
de mayor relevancia: por un lado, la aparición de una nueva
jerarquización del
enemigo principal (que dejaba de ser la Junta Militar, para dar lugar a
las
políticas imperialistas de Estados Unidos e Inglaterra); por el
otro, el masivo
apoyo popular a la guerra como criterio de verificación de la
posición que se
debía asumir. Estas dos circunstancias definían al
acontecimiento histórico más
allá de los intereses y las ambiciones de la propia Dictadura
Militar Argentina
(que no eran otros más que crear –en medio del declive de
su hegemonía– un
clima de adhesión y legitimidad a partir de la
movilización de afectos
nacionalistas).
Rozitchner
recuperó los argumentos esbozados por el “Grupo de
Discusión Socialista” desde
el lugar de la interpelación: “Se nos solicitaba
así un compromiso político
desde el exilio, y la fundamentación
lógico-científica no estaba alejada de la
intención de motivar nuestra disposición.”
(Rozitchner, L. 2015e, 53). ¿Cuál
fue, entonces, la respuesta del autor argentino? El primer movimiento
de su
argumentación consistió en rechazar el
“sueño científico” (Rozitchner, L.
2015e, 53) propuesto por el grupo de exiliados argentinos en
México. El
“cientificismo”, los “verdaderos” intereses
políticos y estratégicos del
enfrentamiento, significaban para Rozitchner la escisión del
individuo y la
totalidad histórica. Es decir, la radiación y
disolución de los índices
subjetivos, la anestesia del cuerpo (que aún portaba las marcas
del terror) para
pensar “objetivamente”. Esta escisión que jerarquiza
y prioriza el campo
objetivo es para el autor argentino una dicotomía propia del
dualismo con que
opera el poder represivo.
[3]
Los índices subjetivos rechazados como parte de
un prejuicio o una
falacia, son para Rozitchner aquellos que permiten la
verificación de los
efectos del terror, en tanto garantía para una posición
política coherente.
Como se
ve, las posiciones enfrentadas significaban comprender el
acontecimiento
histórico desde dos materialidades diversas: por un lado, una
materialidad
histórico-objetiva, sostenida por el “Grupo de
Discusión Socialista”, en donde
“La Junta Militar misma, por su acción, produce un acto
que trasciende lo
siniestro de sí misma” (Rozitchner, L. 2015e, 45); por el
otro, una
materialidad corporal-subjetiva que denuncia la pobreza conceptual de
ciertos
sectores de izquierda para recuperar al ámbito subjetivo en la
comprensión de
su coyuntura histórica. La primera de las materialidades
señaladas implicaba
dos circunstancias que para Rozitchner formaban parte de su ceguera: en
primer
lugar, una puesta entre paréntesis del terror y las
políticas represivas
desarrolladas por la Junta Militar al interior del país; en
segunda instancia,
la utilización del apoyo popular como un criterio de
verificación, sin
comprender que se trataba de un cuerpo colectivo aterrorizado, en donde
el
campo de la representación política (es decir, los modos
de fantasear y
experimentar colectivos) se encontraban en sintonía con la
racionalidad represiva
del proceso político.
¿De
dónde partió, entonces, el análisis de Rozitchner
sobre la guerra de Malvinas?
Del deseo. En efecto, el autor argentino se propuso indagar por el
significado
que poseía su deseo del fracaso de la Junta Militar en la
guerra. El deseo de
la derrota, significaba para Rozitchner un “índice de
nuestra inserción
contradictoria ante un acontecimiento histórico” (2015e,
58). Se trataba de un
campo afectivo que brotaba directamente de la sedimentación de
la experiencia
histórica en la corporalidad individual. Por lo tanto, el deseo
del fracaso
militar aparecía como una memoria afectiva producida por los
efectos del
terror. Para Rozitchner, solamente quienes eliminaron este campo
subjetivo de
sus análisis “científicos” pudieron caer en
el apoyo a la guerra,
intercambiando una incoherencia afectiva por una coherencia racional, a
partir
de la supresión de la fibra sensible que insistía como un
núcleo de verdad
histórica. Como señala Emiliano Exposto:
La
coherencia, en Rozitchner, no remite sólo al hecho de sostener,
más allá de los
cambios exteriores o de los vaivenes personales, las mismas ideas y
actitudes a
lo largo de toda una vida. La coherencia no es un principio moral u
ontológico
des-historizado. Pues reside en algo más radical y complejo, que
acontece en
las tramas históricas que vivifican la formación misma
del cuerpo deseante que
somos. A saber: la coherencia comienza por cotejar y, en el mismo
movimiento,
enfrentar los antagonismos políticos y las contradicciones
históricas desde su
corroboración en los malestares individuales como
repercusión de los conflictos
colectivos. (Exposto, E. 2019, 91)
Este
trastocamiento de la incoherencia afectiva por la coherencia racional
era
percibido también en su carácter semántico: el
grupo de exiliados argentinos en
México se refería al acontecimiento como la
“recuperación” de las Malvinas y no
como la “guerra”. Rozitchner, por el contrario,
establecía una conexión interna
entre las políticas que llevaron a cabo la mal llamada
“guerra sucia”
(terrorismo Estatal desplegado en los límites de la propia
nación) y el
conflicto bélico de Malvinas entendido como una “guerra
limpia”, describiendo
la manera en que la segunda buscaba legitimar los muertos de la
primera. Esta
circunstancia se puede percibir también en el campo discursivo
de ambos
acontecimientos: mientras los muertos legítimos eran denominados
“héroes de
guerra”, los muertos del terrorismo Estatal quedaban designados
bajo el mote de
“subversivos” y culpabilizados en el rumor popular del
“algo habrán hecho”.
Rozitchner
también se interrogó en su contestación por el
deseo de éxito del “Grupo de
discusión socialista”. Es decir, ¿cuál era
la transacción que sostenía el deseo
de ellos? Para el autor argentino, el deseo de éxito implicaba
una alienación
al deseo ajeno (militar) como parte de la misma operación que
negaba el plano
subjetivo en el posicionamiento político:
No es
que uno quiera aquí, en una macabra e impúdica
operación, hacerse dueño de los
muertos que todos sentimos. No es eso, no. Quiero solamente decir que
el
sentido de los compatriotas asesinados permanecerá como recuerdo
sepultado en
lo afectivo de nuestra subjetividad, pero la lógica
política se inscribirá,
ella sí, en lo que tenemos en común con el deseo
político del deseo militar y
con el deseo político de las masas populares que dicen sí
a las Malvinas y a
Galtieri, no. Esta escisión no puede ser sostenida, y no porque
parezca
utilitaria solamente o porque elijamos la pureza del ingenuo, sino
porque es de
una falsa eficacia y utilidad.
(Rozitchner, L. 2015e, 70)
Dentro
de su argumentación opositora, el último punto que se
dispuso a atacar
Rozitchner fue la concepción errónea de soberanía
sostenida por el “Grupo de
Discusión Socialista”. Para el autor argentino, la
soberanía nacional no
residía (exclusivamente) en la mera materialidad de un
territorio estratégico,
sino en los cuerpos que el poder militar torturó y
aniquiló. En este punto
aparecía el carácter paradojal del apoyo a la guerra de
Malvinas: se creía
posible que aquellas mismas fuerzas políticas que oprimieron al
cuerpo
colectivo que nutría el carácter soberano de una
población, podía (más allá de
sus intenciones) gestar una acción en defensa de dicha
soberanía. Si a la
persecución y asesinatos perpetrados por el terror militar, se
le agregaba la
venta y privatización de empresas nacionales (no sólo
durante todo el proceso
militar, sino inclusive durante el propio conflicto bélico) la
paradoja alcanza
su máxima radicalidad. Aparece nuevamente la intención
rozitchneriana por
gestar una comprensión alternativa de la materialidad, inclusive
en aquellos
que se encontraban al momento de la guerra en el exilio:
Porque
la materialidad del país no se lee sólo en la de sus
clases populares:
nosotros, cada uno, somos también una porción sensible de
esa misma
materialidad nacional. Y porque no renunciamos a ella podemos
reivindicarla en
cualquier lugar en el cual el azar del exilio nos desplazó: esta
nacionalidad
portátil, este ser una célula sensibilizada a todo lo que
sucede allí, porque
sucede en nosotros, es un índice irrenunciable. No es el
único, es verdad, pero
sí aquel que ninguna consigna metodológica bien cumplida,
enseñada, explicada y
aprendida, trazada en múltiples textos de graves doctores,
podrá nunca suplir.
(Rozitchner, L. 2015e, 91)
En la
cita aparece resumido el planteo rozitchneriano: no se trataba de
absolutizar
el ámbito subjetivo, sino de lograr una articulación
coherente de la inserción
individual en la historia, para comprender y posicionarse
políticamente frente
a los acontecimientos vividos. No resultaba posible delegar la
decisión en la
representación del apoyo popular, puesto que ese era
también (al igual que las
militancias revolucionarias de izquierda) un “espacio
psíquico y político
trabajado por la dictadura militar” (Rozitchner, L. 2015e, 121).
Dentro de los
pasos necesarios para la recuperación de la anhelada
soberanía se requería
primero la lucha y la expulsión de la Junta Militar del
ejercicio del poder,
para reconstruir una materialidad social herida en su fundamento
sensible. Para
Rozitchner, el apoyo a la guerra se trataba una vez más de un
paso salteado, de
un atajo generado por la construcción de una fantasía
política en una
materialidad alucinada.
Ya
durante su lectura de la guerra de Malvinas, Rozitchner anticipaba los
efectos
del terror militar que sobrevivirían en el espacio
democrático:
Porque
de eso se trata: el terror que nos lleva a excluir el recuerdo social
dentro de
la colectividad que los militares limitan, ese mismo terror se
prolongará en
nosotros mismos como una forma de vivir que estará condenada
irremisiblemente a
mantener presente, aunque interiorizado, el poder militar que ya no
necesitará
cuidarse de nosotros afuera. En esa transacción lo habremos
metido bien
adentro, estará y permanecerá como fundamento
inconfesable de todo acto.
(Rozitchner, L. 2015e, 86)
Apenas
finalizada la dictadura militar, en un artículo escrito en el
año 1986 titulado
El espejo tan temido, aparecía el diagnóstico
rozitchneriano respecto de
la finalización de la dictadura militar. Allí,
caracterizaba a la democracia
como un proceso político abierto desde el terror y la derrota.
El retorno
democrático (sin negar las importantes experiencias de
resistencia
desarrolladas durante el proceso militar y destacadas por el propio
Rozitchner)
respondía al fracaso en la guerra de Malvinas, antes que a una
fuerza política
generada desde el deseo y la lucha. La “democracia
aterrorizada” era el
resultado de “una transacción que el más fuerte
hizo con el más débil, los
militares con el pueblo argentino” (Rozitchner, L. 2015a, 57). El
terror, como
un espectro que instiga y limita aún hoy todo proceso
democrático en
Latinoamérica, dejó sus secuelas en cada individuo
democrático al sepultar
cualquier tipo de disidencia frente al orden imperante. En este
sentido, la
postdictadura reveló el fundamento violento de todo proceso
democrático,
poniendo en evidencia las falacias contractualistas-liberales que
plantearon
articulaciones consensuadas alrededor de un pacto. El retorno
democrático,
entonces, se presentó para Rozitchner como la
continuación del terror por otros
medios: “toda democracia pacífica se abre desde una guerra
anterior como un
nuevo espacio social, donde el vencedor impuso su ley al vencido”
(Rozitchner,
L. 2015a, 58).
En El
terror y la gracia, escrito 13 años después de El
espejo tan temido,
Rozitchner insistió en su diagnóstico sobre el proceso
democrático como un
ámbito pacífico ilusorio. En referencia al título
del artículo, el autor
argentino definió a la democracia como una gracia concedida por
el poder
político. Un espacio social surgido del genocidio y la derrota,
otorgado a
aquellos/as que obtuvieron la gracia divina de la salvación y
que fijó para
cada generación venidera ciertos límites insuperables
(que suelen denominarse a
partir de Mark Fisher como la instauración de un “Realismo
Capitalista”). En
este sentido, Rozitchner definió a la figura del desaparecido
como un mecanismo
preponderante para las operaciones constitutivas de las subjetividades
postdictatoriales en la Argentina. Como señala Pedro Yagüe
al respecto:
La
democracia actual, decíamos, se mueve según León
Rozitchner sobre el fondo de
la desaparición de personas. Fue necesario el terror estatal
para la posterior
implementación de la “paz” democrática.
(…) La experiencia social de la
desaparición forzada de personas se constituyó como la
forma específica a
partir de la que el poder del capital marcó los límites
de lo pensable y de lo
sensible: los límites de toda resistencia posible. (Yagüe,
P. 2016, 21)
La
figura del desaparecido, como un ejemplar de aquella persona que
osó desafiar
los límites estrictos que el sistema definió de antemano,
opera como un factor
atemorizante y de despolitización en el proceso
democrático posterior. Es parte
de la dialéctica del terror y la gracia que supone el despliegue
de las fuerzas
represivas militares y el repliegue luego de su fracaso en la guerra de
Malvinas: “Porque es como si luego de los 30.000 desaparecidos el
sistema nos
dijera: esa gente aniquilada no contó con la benevolencia que
tenemos con
ustedes, no estaban en estado de gracia” (Rozitchner, L. 2015b,
187). La estela
del terror ya no requiere la verificación material de su
presencia, opera
democráticamente en los mecanismos inconscientes que regulan la
acción política
luego del terrorismo Estatal. El terror militar puede continuar sin la
necesidad de tomar el poder; basta solamente con haber fijado en el
espacio
político y en el campo popular los límites interiorizados
de la muerte y la
represión en cada ciudadano democrático.
Ahora
bien, Rozitchner es un autor que lee la derrota, pero siempre evitando
una
posición derrotista. Es decir, esta consideración del
retorno democrático como
un espacio social aterrorizado, surgido de la derrota y no de fuerzas
políticas
que gestaran una victoria para la retirada de la Junta Militar, no se
traduce
necesariamente en una posición escéptica e impotente. Por
el contrario, para el
autor argentino la alternancia entre procesos democráticos y
golpes de Estado
implica una diferenciación en los modelos de praxis
política para cada período.
En este sentido, la democracia aparece como un espacio de tregua, como
una
oportunidad para modificar la correlación de fuerzas para todos
aquellos que
desean una modificación radical del ordenamiento social en clave
emancipatoria.
Como señala Diego Sztulwark: “La tregua no es el olvido de
la guerra, sino
ocasión para revertir por medios políticos las relaciones
de fuerzas”
(Sztulwark, D. 2017, 28).
Para
Rozitchner, el desafío consiste en mantener presentes para el
análisis y la
acción política la genealogía del proceso
democrático con el afán de lograr
intervenciones satisfactorias en la impugnación crítica
del sistema. No se
pueden desconocer los índices del terror que aún operan
en la estela sensible
de cada individuo democrático, así como tampoco es
posible ignorar las
posibilidades que anidan en la democracia como un campo favorable a la
hora de
desarrollar una praxis política:
Con lo
cual no queremos decir que la democracia “representativa”,
por delegación
votada, sea indeseable como forma de desarrollar las fuerzas populares.
Como
decía Freud de la conciencia: con ser poco, es lo único
que tenemos. Cuando
entramos en la democracia pensamos que se abre por fin un ámbito
de paz del
cual aparentemente el terror ha desaparecido. Pero insisto: debemos
tener en
cuenta aquello de lo cual proviene, el terror anterior que aún
la delimita.
(Rozitchner, L. 2015b, 189)
El
camino recorrido ha permitido visualizar diversas elaboraciones de la
prosa
rozitchneriana en el exilio. Propuse tres perspectivas diferentes para
abordar
dichas textualidades: el exilio como un testimonio, en tanto imperativo
ético
que brotaba de la consideración del exiliado como un
sobreviviente; el exilio
como un balance, en tanto oportunidad para analizar la derrota padecida
por las
fuerzas de izquierda durante la dictadura; y el exilio como una
traición, en
tanto soledad y marginación fueron los sentimientos que
acompañaron la posición
de Rozitchner frente a la guerra de las Malvinas. En cada uno de estos
abordajes aparecieron rasgos en común: el intento por recuperar
los índices
subjetivos en la inserción de los individuos en los procesos
históricos; el
análisis del terror presente en cada cuerpo atravesado por la
experiencia
dictatorial; y la denuncia en la convergencia de las categorías
sistémicas con
las elaboraciones y el accionar del pensamiento crítico.
Como ya
he señalado, Rozitchner fue un filósofo que se
caracterizó principalmente por
desarrollar una filosofía en relación directa con los
índices existenciales y
los lazos vitales de su coyuntura. Esta característica se vio
acentuada durante
la experiencia del exilio, puesto que significó un punto de
quiebre, un
acontecimiento decisivo en su convicción acerca del quehacer
filosófico. El
exilio reforzó la crítica a la actividad
filosófica convencional (léase
académica), tanto en su carácter encubridor de los
índices históricos y
corporales que acompañan su producción, como en la
confluencia con un sistema
que se encontraba descargando toda la brutalidad de su aparato
represivo sobre
las poblaciones latinoamericanas.
El
legado de Rozitchner se nos presenta a cada uno/a de sus lectores/as
como un inmenso
archivo del cual extraer modalidades específicas de
intervención en la propia
coyuntura histórica. El despliegue de un aparato conceptual que
se desliza con
suma comodidad entre la abstracción teórica y la
cotidianeidad de un
territorio, representa un proyecto filosófico-político de
inmensa valía. Y si
hay un elemento que profundiza el valor de la filosofía
rozitchneriana,
seguramente se encuentre en el despliegue de una serie de interrogantes
que aún
siguen atravesando e insistiendo en nuestra contemporaneidad, a pesar
del
transcurso temporal. Como siempre sucede con aquellas elaboraciones que
resisten al paso del tiempo: sus interrogantes aparecen con una fuerza
superior
a las respuestas brindadas. Más allá de los
señalamientos críticos que puedan surgir
de sus elaboraciones teóricas y sus posicionamientos
políticos, considero que
la escritura del autor argentino posee un carácter oxigenante
para quien se
disponga a la lectura de sus textos. Y en un contexto histórico
donde el
realismo capitalista pareciera ahogar con sus imperativos de
valorización y su
lógica unidimensional cualquier proyecto social alternativo y
emancipatorio,
una bocanada de aire siempre aparecerá como una buena noticia.
Exposto, Emiliano. 2019.
León
Rozitchner y el problema de la coherencia político-intelectual. Ideas.
Revista de filosofía moderna y contemporánea 9:
76-104.
Gago, Verónica.
2015. “Intuición y
empecinamiento: el método polémico de León
Rozitchner”. En León Rozitchner:
Contra la servidumbre voluntaria. Ciudad Autónoma de Buenos
Aires:
Biblioteca Nacional.
González, Horacio.
2015.
“Fenomenología del ninguneo”. En León
Rozitchner: Contra la servidumbre
voluntaria. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Biblioteca
Nacional.
Grüner, Eduardo.
2015. “El cuerpo del
Terror”. En León Rozitchner: Contra la servidumbre
voluntaria. Ciudad
Autónoma de Buenos Aires: Biblioteca Nacional.
Rozitchner, León.
2015a. “El espejo
tan temido”. En Escritos políticos. Ciudad
Autónoma de Buenos Aires: Biblioteca
Nacional.
Rozitchner, León.
2015b. “El terror y
la gracia”. En Escritos políticos. Ciudad
Autónoma de Buenos Aires:
Biblioteca Nacional.
Rozitchner, León.
2015c. “Filosofía y
terror”. En Escritos políticos. Ciudad
Autónoma de Buenos Aires: Biblioteca
Nacional.
Rozitchner, León.
2015d. “La segunda
guerra sucia”. En Escritos políticos. Ciudad
Autónoma de Buenos Aires:
Biblioteca Nacional.
Rozitchner, León.
2015e. Malvinas:
de la guerra sucia a la guerra limpia. Ciudad Autónoma de
Buenos Aires:
Biblioteca Nacional.
Rozitchner, León.
2015f.
“Psicoanálisis y política: la lección del
exilio”. En Escritos políticos.
Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Biblioteca Nacional.
Schwarzböck, Silvia.
2016. Los
espantos. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Las Cuarenta y El
río sin
orillas.
Sztulwark, Diego. 2017.
Refutar para
comprender. Coherencia y contra-coherencia en la obra de León
Rozitchner. Cuyo.
Anuario de Filosofía Argentina y Americana 34: 15-32.
Varsavsky, Oscar. 1969. Ciencia,
política y cientificismo. Buenos Aires: Centro Editor de
América Latina.
Yagüe, Pedro. 2018. Engendros.
Buenos Aires: Hecho atómico ediciones.
Yagüe, Pedro. 2016.
Terror militar y
democracia en el pensamiento político de León Rozitchner.
Revista de la
carrera de Sociología 6: 37-69.
[1]
La ponencia fue presentada en el Congreso
latinoamericano de
Filosofía realizado en la Universidad de Tallahasi, La Florida,
Estados Unidos,
en 1980.
[2]
Grupo de exiliados argentinos en México, entre
los que se encontraban
personalidades de la intelectualidad argentina, tales como: José
Aricó, Sergio Bufano, Agustina Fernández,
Gregorio Kaminsky, Ana María Kaufman, Ricardo Nudelman, Marcelo
Pasternak,
Rafael Pérez, Olga Pisani, Gloria Rojas, Norma Sinay, Jorge
Tula, Haydée
Birgin, Emilio de Ípola, Néstor García Canclini,
Mirta Kaminsky, Pedro Levin,
José Nun, Ana María Pérez, Osvaldo Pedroso, Juan
Carlos Portantiero, Nora
Rosenfeld, Enrico Stefani, Carlos Tut y Sergio Sinay.
[3]
En el final de su obra Rozitchner sostendrá que
los dualismos
occidentales constitutivos del ejercicio del poder surgen de las
premisas
metafísicas que la lógica del capital tomó
prestadas del cristianismo.