Estudios de Filosofía Práctica e Historia de las Ideas / E-ISSN 1851-9490 / Vol. 24 / Sección Dosier
Revista en línea del Grupo de Investigación de Filosofía Práctica e Historia de las Ideas /
Instituto de Ciencias Humanas, Sociales y Ambientales (INCIHUSA)
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)
www.estudiosdefilosofia.com.ar / Mendoza / 2022 /
.
Argentine Political Exiles in the Recent Past
from a Gender Perspective. A Historiographical Review
Silvina Jensen
Consejo Nacional
de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)
Recibido:
31/08/2021
Aceptado:
10/02/2022
Resumen. Este trabajo se pregunta por
los modos en que exilio y género se han entrelazado en la
historiografía de la
última emigración política argentina. Y lo hace
atendiendo al aporte que la
Historia de las Mujeres y los Estudios de género vienen
realizando a la
consolidación de la Historia Reciente en Argentina. No
sólo echando luz sobre
las trayectorias de mujeres excepcionales, sino releyendo el proceso de
activismo social y político, luchas revolucionarias, violencias
estatales y
paraestatales y resistencias antidictatoriales de los años
setenta y ochenta
del siglo pasado desde una perspectiva que entiende a la diferencia
entre
varones y mujeres como constitutiva de las relaciones sociales.
Palabras
clave. Exilios políticos,
Género, Historia reciente, Argentina.
Abstract. This paper questions the ways in which exile and gender
have been
intertwined in the historiography of Argentina's last political
emigration. It
does so by considering the contribution that Women's History and Gender
Studies
have been making to the consolidation of Recent History in Argentina.
Not only
by shedding light on the trajectories of exceptional women, but also by
re-reading the process of social and political activism, revolutionary
struggles, state and para-state violence and anti-dictatorial
resistance of the
1970s and 1980s from a perspective that understands the difference
between men
and women as constitutive of social relations.
Keywords. Political exile, Gender, Recent history, Argentina.
El
surgimiento y expansión de la historiografía sobre los
exilios políticos
masivos argentinos ha sido un proceso que ha acompañado la
consolidación de la
Historia Reciente y de los Estudios de la Memoria Social en el
país. Pero el
campo de estudios sobre los exilios funciona a la vez como un
territorio con
una dinámica propia, en el que vienen confluyendo no sólo
investigadores
[1]
de las más heterogéneas disciplinas
humanas y sociales (Literatura,
Ciencias de la Comunicación, Psicología,
Sociología, Ciencias Políticas,
Relaciones Internacionales, Antropología, Demografía,
Estudios Culturales,
Artes escénicas, Filosofía, entre otras), sino
también pesquisadores de las más
diversas formas de hacer Historia, entre otras la Historia Intelectual,
de las
Izquierdas, de las Migraciones, etc.
Este
estado de cosas ha significado, por un lado, que en forma creciente la
agenda
de la Historia de los exilios de la última dictadura militar
argentina sea
subsidiaria de la interrogación de la “violencia
política” en tanto “problema
organizador” de la Historia Reciente (Franco, M. y Lvovich, D.
2017, 202). Y,
por otro lado, que su agenda exprese la persistencia de un conjunto de
preocupaciones de más larga data en la historiografía
nacional. En primer
lugar, aquellas que la ligan a la Historia social de la
inmigración, con su
interés por las movilidades humanas, y la cuestión de la
integración socio-económica
y cultural de los recién llegados a las nuevas sociedades. Y, en
segundo lugar,
las que hacen de los exilios (masivos o no) el prisma para analizar la
circulación de ideas, prácticas y bienes culturales y
también para comprender
los procesos de apropiación e hibridación
simbólica ligados a esta modalidad de
viaje.
Si la
historiografía de los exilios políticos en general
– y la de los exilios
dictatoriales en particular – tiene una historia de no más
de dos décadas en el
campo académico argentino (con capítulos
extraterritoriales y una más tardía
institucionalización dentro del país) (Jensen, S. 2021),
su desarrollo puede
considerarse también un epifenómeno de la crisis que
marcó a la Historia y las
Ciencias Sociales occidentales a finales del siglo pasado. Y un
emergente del
llamado “giro cultural” que puso a “la acción
de las y los sujetos y los
procesos constitutivos de sus identidades frentes a las determinaciones
sociales” en el centro de las preocupaciones de los
científicos sociales y
humanos (Queirolo, G. 2020, 7). Según Olga Glondys, los estudios
de género y los
estudios de los exilios políticos son parte sustantiva de esta
nueva
“historiográfica anticanónica, interdisciplinar y
transnacional”, consciente a
la vez de la pluralidad social y de los “fenómenos
marginales” (mujeres,
disidentes, víctimas) (Glondys, O. 2017, 171).
Este
trabajo se pregunta por los modos en que exilio y género se han
entrelazado en
la historiografía de la emigración política
argentina de los años setenta del
siglo pasado. Y lo hace atendiendo al aporte que la Historia de las
Mujeres y
los Estudios de género vienen haciendo a la consolidación
de la Historia
Reciente en nuestro país (Grammático, K. 2007;
D´Antonio, D. y Viano, C. 2018).
No sólo echando luz sobre las trayectorias de mujeres
excepcionales por su
condición de víctimas o por su heroísmo o
rebeldía superlativas, sino releyendo
el proceso de activismo social y político, luchas
revolucionarias, violencias
estatales y paraestatales y resistencias antidictatoriales de los
años setenta
y ochenta desde una perspectiva que entiende a la diferencia entre
varones y
mujeres como constitutiva de las relaciones sociales. Una Historia
Reciente que
desafía el universal masculino en el abordaje de estos pasados
abiertos, y considera
al género una dimensión fundamental de las
subjetividades, las memorias y las
relaciones sociopolíticas entre sexos, interrogando
también masculinidades y
feminidades dominantes y subalternas (Matos, M.I. 2013).
El
artículo parte de la hipótesis de que la
más limitada, más tardía o menos
sistemática inscripción de la perspectiva de
género en la investigación académica de los
exilios argentinos respecto a los
desarrollos de otros subcampos de la Historia Reciente preocupados por
las
militancias revolucionarias, la represión estatal, el activismo
humanitario y
sus memorias, guarda relación con la dificultad que han tenido
sus
especialistas para reponer la compleja politicidad de la
emigración política.
Cuestión no menor a la hora de reconocer qué dicen las
experiencias, las
trayectorias y los procesos exiliares vividos por varones y mujeres
sobre las
militancias revolucionarias, la represión estatal, el activismo
humanitario o
las resistencias antidictatoriales.
El
trabajo se organiza en dos apartados. El primero revisa la
historiografía
[2]
de la emigración política argentina desde
la contemporaneidad
dictatorial hasta el presente, con el propósito de historizar el
lugar asignado
a las mujeres en las narrativas (testimoniales y académicas) de
los exilios
políticos de los años setenta. Y el segundo que opera
como conclusión, se
pregunta por aquellas dimensiones políticas de los exilios
argentinos de los
años setenta que aún reclaman ser interrogadas de manera
más sistemática en
perspectiva de género. Esto es, aquellas que hacen foco en el
exilio como
“práctica represiva y/o como eslabón de una
secuencia violenta originada en el
accionar punitivo del estado” (Jensen, S. y Lastra, S. 2016,
155); y las
militancias exiliadas, en especial las militancias revolucionarias
(armadas y
no armadas) en el exterior. Cuestiones que según D´Antonio
y Viano (2018, 25)
representan dos de los núcleos temáticos más
prolíficos en torno a los cuales
se ha construido el cruce entre género e Historia Reciente en la
Argentina.
La
constitución del campo de estudios de los exilios es deudora de
la pulsión
testimonial que en la contemporaneidad dictatorial llevó a los
huidos a alzar
la voz en las arenas públicas de los países de destierro,
en la urgencia por
salvar vidas y conseguir liberaciones y salidas del país, en la
necesidad de
denunciar las violaciones a los derechos fundamentales que se estaban
perpetrando, y como parte del proceso de elaboración de una
experiencia de
desenraizamiento violento, extranjeridad no deseada y exclusión
de lo propio.
En esta
primera producción de sentidos, las mujeres no estuvieron
ausentes, aunque su
presencia no fue representativa de la distribución de sexos que
las escasas y
parciales investigaciones de la demografía del exilio argentino
han permitido
conocer.
[3]
En
contraste con el derrotero de las exiliadas brasileñas que
contemporáneamente
encararon empresas colectivas de toma de la palabra (Costa, A. et al
1980), ni
siquiera las argentinas con trayectorias militantes y/o las que
desempeñaban
roles expectantes en la denuncia y la solidaridad en las arenas
públicas
locales y transnacional
[4]
, impulsaron narrativas que visibilizaran que el exilio
no afectó
sólo a varones por su condición de revolucionarios,
víctimas o luchadores
antidictatoriales.
Por
otro lado, al revisar algunas publicaciones periódicas de las
dos principales
geografías del destierro (Resumen de
Actualidad Argentina
[5]
, Controversia. Para el examen
de la realidad argentina
[6]
), es posible comprobar que los artículos firmados
por mujeres
(exiliadas o no, argentinas o extranjeras) son minoritarios.
[7]
Del mismo modo, si focalizamos en aquellas coyunturas
exiliares
[8]
en las que se elaboraron las principales
representaciones que han
balizado el mainstream simbólico del destierro
dictatorial y que
organizan los sentidos del exilio hasta el presente
[9]
, el monopolio masculino es casi absoluto.
[10]
En este
contexto, no sólo los habitantes del exilio pasaron a ser
reconocidos
intelectuales y profesionales que durante la transición se
convirtieron en
“los” referentes de la emigración argentina; sino
que la narración pública del
exilio vivido quedó enmarcada en la forma en que estos varones
experimentaron
la derrota política, militar y/o ideológica, la
represión paraestatal y
estatal, las salidas violentas del país, el activismo
antidictatorial y
cualquier otra militancia en las arenas públicas de destierro.
Estos varones
fueron también los que construyeron los sentidos del retorno y
contaron sus
experiencias de regreso al país, los reencuentros y las
incomprensiones.
Más
allá de que también fueron varones los convocados a
hablar sobre los exilios
como experiencias de extranjería
[11]
, toda vez que la cotidianeidad migratoria del exilio fue
puesta a
debate, la diferencia entre varones y mujeres se hizo más
explícita. Cuestión
que no puede separarse del hecho de que algunas de las principales
geografías
del exilio argentino (Francia, Suecia, Países Bajos, EEUU,
México) operaron
también como cajas de resonancia de la segunda ola feminista y
de un conjunto
de movimientos sociales que vehiculizaban demandas relativas a la
exclusión y
subordinación de las mujeres.
[12]
En este sentido, los recién llegados y sus
interlocutores
solidarios de las sociedades receptoras denunciaron que la
subordinación y la
exclusión del inmigrante parecían multiplicarse si se
trataba de mujeres
exiliadas y si procedían de países del Tercer Mundo
[13]
(IEPALA 1987).
Una
mirada rápida sobre un conjunto de libros testimoniales
[14]
, algunos de corte periodístico y otros
académicos publicados en su
mayoría en el país, en una cronología que se
extiende desde la transición
democrática –la coyuntura que concentró el mayor
número de retornos de
exiliados al país– hasta el 20° aniversario del golpe
militar, con el boom de
memorias de los años setenta, permite hacer dos constataciones.
La primera que
las voces autorizadas para hablar del exilio en su pluralidad no
había cambiado
sustantivamente respecto de las que modelaron las narrativas exiliares
surgidas
en la contemporaneidad dictatorial.
[15]
Y esto tanto si consideramos que el exilio se presentaba
fundamentalmente como una experiencia de artistas, intelectuales y
profesionales; como si atendemos a los rostros concretos de los
exiliados:
Norman Brisky, Antonio Di Benedetto, Ismael Viñas, Juan Gelman,
Horacio Salas,
David Viñas, Néstor García Canclini, Marcelino
Cerejeido, Sergio Schmucler,
Pepe Eliachev, Noé Jitrik, Pedro Orgambide, Héctor
Tizón, Carlos Ulanovsky,
Rodolfo Terragno, Horacio Salas, Osvaldo Bayer o Alberto Szpumberg.
La
segunda constatación es que la proporción
de mujeres llamadas a recordar sus exilios en sus dimensiones humanas
(personales y familiares) y políticas fueron pocas con
relación a la
distribución por sexos del movimiento exiliar en general, y a la
composición
sexo-genérica de las comunidades exiliares nacionales en
particular.
[16]
Quizás podríamos preguntarnos qué
relación tiene esa
subrepresentación femenina a la hora de hablar de la pluralidad
de los exilios
dictatoriales con el hecho de que se continuara representando al
destierro
desde el lugar de aquellos que habían tomado la palabra para
reflexionar sobre
su experiencia (intelectuales y profesionales de fuste).
¿Será que los
porcentuales de mujeres que hablan de sus exilios en estos proyectos de
reivindicación de la experiencia exiliar/conservación de
la memoria, dan cuenta
de que hubo menos mujeres que varones entre los profesionales e
intelectuales
exiliados?, ¿Será que las mujeres no ocuparon lugares
relevantes en las esferas
públicas y profesionales del país de origen o de
destino?, ¿O estamos en
presencia de una nueva construcción de sentidos sobre el exilio
que reproduce
la masculinización de la experiencia de activismo
político, represión y
emigración/inmigración?
Más
allá de que responder a estas cuestiones implicaría
realizar una investigación
en sí misma, cabe señalar que estas primeras empresas
memoriales de estilo
coral que mojonan la prehistoria del campo de estudios de los exilios
políticos
en Argentina, tuvieron el mérito de mostrar la pluralidad de
trayectorias y la
diversidad de experiencias del exilio frente a la
estigmatización dictatorial.
Y esto, aunque no hayan puesto el acento en singularizar las
experiencias
exiliares de las mujeres. Así, aunque estos testimonios no
pretendieron
iluminar la modificación de los vínculos entre mujeres y
varones en contexto de
expatriación, contribuyeron a reponer las trayectorias de
algunas mujeres
notables que se exiliaron por su relevancia pública, su
activismo social y
político, su compromiso revolucionario, su trayectoria
intelectual o
profesional en la Argentina, y no sólo por su condición
de “familiar” o
“acompañante”.
[17]
Cuando
historiadores y cientistas sociales se
incorporaron a la interrogación de los exilios argentinos de los
años 1970
[18]
, lo hicieron apuntando a comprenderlo como un drama
humano.
Rescatando una pluralidad de experiencias que hablaban de dolor, miedo,
violencia,
pérdida, nostalgia y provisionalidad. Pero también de
nuevas interacciones
sociales, de procesos de reconfiguración identitaria, de
aprendizajes y de
descubrimientos que moldearon las relaciones sociales entre mujeres y
varones,
entre generaciones, entre fracciones políticas y no sólo
al interior del
colectivo exiliar, sino también entre recién llegados y
dueños de casa, y por
qué no entre los que habían huido y los que habían
permanecido en la Argentina.
En este marco, los investigadores apelaron a la recuperación de
memorias a
través de la realización de entrevistas semiestructuradas
a exiliados comunes o
reconocidos, tanto varones como mujeres, retornados o no la Argentina,
adultos
y jóvenes, activos políticamente durante el destierro o
no. Fue así como estas
primeras historias sociales del destierro
[19]
rompieron con la imagen de un exilio de (varones)
notables
(intelectuales, políticos), pero no hicieron de la
dimensión de género un
componente central de la pesquisa. Al menos no en lo que el
género nos dice de
las relaciones de poder entre varones y mujeres, sea en el mundo de las
militancias en la Argentina pre-terrorismo de estado, sea de los
dispositivos y
modalidades represivas que desembocaron en salidas urgentes del
país, sea del
activismo antidictatorial y por los DDHH, sea de las relaciones
laborales,
familiares y aquellas que tuvieron lugar en la cotidianeidad exiliar.
En el
mejor de los casos, las principales obras de referencia de esa primera
producción académica en el país, construyeron una
historia compleja de los
exilios argentinos en Francia, México, España,
Cataluña, Italia, Israel o
Suecia visibilizando entre otras pluralidades, experiencias de mujeres
en el
exilio. Sin embargo, estuvo ausente de esta primera agenda
académica el
reconocimiento de la importancia de las relaciones de género
como
estructurantes de la vida social y política.
Pero,
en estas primeras Historias, el exilio no fue concebido sólo
como un drama
humano, una experiencia migratoria o un problema de contacto cultural.
En el
corazón de estas pesquisas estuvo la pregunta por las
prácticas políticas
desplegadas por los exiliados en las arenas públicas de los
países de destino,
en particular las orientadas a denunciar la violación a los
DDHH. Curiosamente
o no, cuando los investigadores se enfocaron en esta dimensión
política del
exilio, y avanzaron en la construcción de una cronología
del activismo
antidictatorial (Mundial de Fútbol 1978, visita de la
Comisión Interamericana
de DDHH de la OEA, guerra de Malvinas), en el análisis de los
espacios de
representación exiliar o de los conflictos y debates al interior
de la
comunidad de desterrados; el relato logró iluminar el sustrato
colectivo del
proceso exiliar, pero a costa de hacerlo desde una perspectiva
universalizante.
Así, si se habló de la cotidianeidad del hacer
política en los países de
destierro, de las solidaridades a ras de suelo, de la argamasa afectiva
de las
redes de denuncia y de los activismos de la sangre, no hubo una
interrogación
sistemática por la diferencia sexo-genérica y su impacto
en la política
exiliar.
En la
última década, la historiografía de los exilios en
Argentina ha sufrido un
proceso de expansión notable, institucionalización
creciente, renovación de su
agenda de temas y problemas y diversificación de sus archivos.
En este
contexto, nos preguntamos cómo se están pensando las
relaciones de género en
los estudios exiliares en la Argentina del nuevo milenio. Coyuntura en
la que
el interés parece estar pasando por visibilizar nuevos sujetos y
subjetividades
exiliares, por hacer foco en las dimensiones represivas de los exilios,
por
explorar otras formas de activismos y la integración de los
exiliados en redes
que operaron en la arena pública internacional, y por fragmentar
las
experiencias de destierros más allá de lo nacional
(escalas locales,
regionales, transnacionales, comparada).
Para
dar respuesta a esta cuestión, pretendo hacer una
revisión rápida de los
trabajos discutidos en el seno de las Jornadas de Trabajo sobre Exilios
Políticos del Cono Sur. Evento que se ha convertido en un
termómetro de los
debates exiliares tanto para la Argentina como para la región.
[20]
En
principio, podríamos afirmar que la historiografía del
último exilio argentino
no ha sido ajena a la centralidad adquirida tanto en el espacio
público
nacional como internacional por las luchas de las mujeres, los
movimientos por
la diversidad sexual, los feminismos y en particular por la conciencia
creada
por el “Ni una menos” y por la larga batalla por la
despenalización del aborto
en nuestro país.
En tal
sentido, si comparamos la cantidad de trabajos que en las diferentes
ediciones
de las Jornadas sobre Exilios Políticos
[21]
hacen foco en trayectorias de mujeres exiliadas
anónimas o
reconocidas – tanto de los exilios argentinos de la década
del setenta, como de
otras experiencias de exilios de elite o masivos del subcontinente
–, vemos que
lejos de operarse un crecimiento exponencial, la producción
reconoce cierta
estabilización o cuanto más un leve crecimiento. Sin
embargo, lo que permite
afirmar que el género ha pasado a ser una variable de
análisis que se afirma en
la agenda del campo de estudio de los exilios argentinos, junto con
otras como
el activismo antidictatorial y humanitario, las memorias, la
represión o las
militancias, es que desde 2014 y desde la reunión de Montevideo,
mujeres y
relaciones de género se viene recortando como un eje
temático específico.
Ahora
bien, ¿cuáles son los nichos
temático-problemáticos que las Jornadas
[22]
ponen en acto y que permiten pensar en una creciente
sensibilidad
de género en la nueva agenda del campo de estudios?
1. Se
refuerza la tendencia a analizar más sistemáticamente la
gravitación de las
relaciones sexo-genéricas en los exilios entendidos como
migraciones de un tipo
específico, en que mujeres y varones pusieron en juego diversas
estrategias de
adaptación/asimilación/integración/subsistencia,
cuyas formas y eficacia
estuvieron en buena medida condicionadas por sus peculiares
trayectorias políticas,
profesionales y familiares. Este énfasis es subsidiario de la
“reformulación
teórica de los estudios migratorios” que desde los
años 1990 y al calor de la
globalización y feminización de los flujos de
población ” (Moreno Seco, M. y
Ortuño, B. 2013, 162), está poniendo en tensión el
lugar subsidiario de las
mujeres en los desplazamientos humanos, visibilizando su rol
protagónico a la
hora de sobreponerse a las violencias vividas en sus países de
origen, a las de
las actuales mafias migratorias y a la discriminación de las
instituciones de
asilo (Pinelli, B. 2019). Cabe aclarar que si durante la
contemporaneidad
exiliar, agencias gubernamentales, organizaciones sociales y organismos
internacionales de ayuda a los refugiados planteaban la necesidad de
atender a
las singularidades de la situación jurídica, social,
cultural y laboral de las
mujeres emigrantes y exiliadas (IEPALA 1987), hoy desde el campo de
estudios de
los exilios se reconoce la necesidad de identificar cómo las
atribuciones
simbólicas de género pesaron en las salidas de varones y
mujeres de sus países
de origen y en su integración en los de refugio; pero sin
olvidar la
politicidad de este tipo peculiar de migración que son los
exilios. En tal
sentido, rescatamos los trabajos que haciendo foco en los
tránsitos públicos y
políticos de las mujeres en las sociedades de destino, rescatan
su lucha por
ser reconocidas como refugiadas de pleno derecho y no sólo a
gozar de
protección de terceros estados por su condición de
acompañante y bajo la figura
de la reagrupación familiar.
2.
Coherente con el temprano reconocimiento del carácter plural del
proceso/experiencia exiliar
[23]
por las diferentes historiografías del Cono Sur,
en la última
década esa pluralidad se asume también como reaseguro
para evitar representar a
las mujeres exiliadas como un grupo social homogéneo. Y a la vez
no reducir sus
experiencias en el exilio/retorno a las de aquellas que lograron
más
visibilidad por su perfil de militantes revolucionarias, porque fueron
blancos
de la represión directa que las obligó a salir del
país, porque poseían un
capital simbólico acumulado en sus países de origen que
las catapultó a tomar
la palabra y participar de la denuncia humanitaria o de la
construcción de
narrativas del exilio/en el exilio. En tal sentido, la agenda de las
Jornadas
reafirma sobre todo el interés por mostrar la pluralidad de
subjetividades
exiliares femeninas recuperadas por el que aún se constituye
como el archivo
más potente para visibilizarlas: sus narrativas testimoniales,
sus poéticas y
aquellas memorias producidas en el marco de investigaciones
académicas o
surgidas de iniciativas de organizaciones gubernamentales o no
gubernamentales
de promoción de los DDHH. De este modo, la pluralidad de los
exilios de la
Doctrina de la Seguridad Nacional se constituye tanto desde el
énfasis en
trayectorias exiliares de mujeres reconocidas e identificables en tanto
escritoras
[24]
, artistas, intelectuales o militantes políticas
(Unidad Popular,
Partido Comunista de Uruguay, entre otros
[25]
), como el de “anónimas” que narran
sus experiencias exiliares en el
cruce de lo cotidiano, lo privado y lo político-público,
dejando entrever sobre
todo sus dimensiones migratorias, militantes (incluyendo activismos
antiimperialistas, antidictatoriales, humanitarios, feministas) y
solidarias
del exilio; y no tanto sus dimensiones represivas.
3. Si
la pluralidad de los exilios de las mujeres huidas de las dictaduras de
la
Doctrina de la Seguridad Nacional se ha reafirmado atendiendo muy
especialmente
a la singularización de sus experiencias por países de
destino
[26]
; en los últimos años lo generacional ha
sido otra de las vías de
entrada para reponer la complejidad exiliar. De hecho, la
articulación entre
segunda generación
[27]
y género parece ser uno de los recursos
más novedosos a la hora de
hablar de los exilios argentinos. Si bien como veremos más
adelante, el
activismo femenino y feminista parece ser otro territorio transitado
para
pensar los exilios argentinos de los años setenta en perspectiva
de género, el
cruce género y segunda generación podría
plantearse como una seña de identidad
de nuestra historiografía exiliar, al menos en
comparación con Brasil.
[28]
Huelga señalar que la intersección
género-generación no resulta
ajena al giro cultural que atravesaron la Historia y las Ciencias
Sociales en
las décadas del ochenta y noventa del siglo pasado, que no
sólo puso en el
centro de la agenda el interés por lo cotidiano, lo privado, la
familia, la
infancia, la juventud, el cuerpo, la sexualidad o lo
“anormal”, sino que reconoció
al género como “una dimensión constitutiva de la
subjetividad, de las
relaciones sociopolíticas entre los sexos y de la vida social en
su conjunto”
(D´Antonio, D. y Viano, C. 2018, 22).
En este
sentido, el género aparece hoy en la agenda del campo de
estudios como una
clave para reconstruir las experiencias, las narrativas y las
prácticas (muy
especialmente la artísticas) de mujeres y varones que vivieron
sus exilios
siendo niños o adolescentes y aún los nacidos en el
exilio de sus padres. Y en
no menor medida para comprender la transmisión intergeneracional
de memorias en
el seno de familias exiliadas, en particular los diálogos
madres-hijas.
4. Si
la intersección género-generación-memoria se
revela como una de las apuestas
más prometedoras de la actual agenda de estudios de los exilios
políticos
argentinos, existe otro territorio que comienza a tomar impulso y que
en
términos amplios podríamos identificar como el de las
militancias femeninas en
las geografías del destierro – sus espacios de
representación, sus
publicaciones, los debates –, con especial interés en
Francia, México, Brasil o
Suecia (Burgos Fonseca, M. 2018; Bloch, M. 2021). Sin embargo, al calor
de la
puesta en jaque de la escala nacional-estatal como forma prevalente de
fragmentación de la experiencia exiliar, y del creciente
interés por explorar
diferentes tipos de redes exiliares (intelectuales, académicas,
religiosas,
humanitarias o revolucionarias), en los últimos años se
va afianzando la
reconstrucción de itinerarios políticos femeninos y
feministas
[29]
a través de las fronteras, en una perspectiva
atenta a las
dimensiones móviles y/o multilocalizadas del destierro,
incluyendo la
circulación de repertorios de lucha, lecturas, publicaciones,
prácticas,
valores e ideas (Felitti, K. 2015). Y no sólo entre exilios y en
el exilio,
sino con las mujeres que vivieron las dictaduras en sus países
de origen. E
incluso en una cronología larga que hunde sus raíces en
las transformaciones
operadas en la subjetividad de aquellas mujeres que habían
activado política,
cultural o socialmente en los países del Cono Sur en las
décadas de 1960 /1970
[30]
y que no se reconocían parte de las luchas
feministas, o que
“descubrieron” el feminismo de la segunda ola en los
países de destierro,
adscribiendo o no a sus luchas, e integrando o no sus espacios de
representación o sumándose a aquellos impulsados por
otras exiliadas del
subcontinente (Soihet, R. 1994; Brito, A. y Vasquez, A. 2007; Pedro, J
M 2010;
Abreu, M. 2014). Pero en todo caso siendo transformadas al calor de las
luchas
de las feministas tanto en Europa, como en aquellos países de
Latinoamérica que
operaron como lugares de tránsito y o de refugio permanente
(México, Brasil,
Venezuela). Países donde las exiliadas argentinas revisaron sus
trayectorias
como mujeres, como militantes revolucionarias, como exiliadas, como
latinoamericanas, apostando porque este nuevo estado de consciencia les
permitiera identificar viejas y nuevas formas de subordinación,
explotación,
discriminación y violencia de género.
Más
allá de las peculiaridades de la militancia feminista de las
exiliadas
argentinas– sobre todo si las comparamos con sus pares de la
región en
idénticas geografías del destierro (Franco, M. 2009
[31]
) –, de si “descubrieron” efectivamente
el feminismo en el exterior
o si el feminismo ya era parte de su experiencia política y la
de su
generación; las recientes investigaciones asignan a la
expatriación si no un
lugar fundacional para el feminismo latinoamericano, como mínimo
el de haber
constituido un punto de inflexión en la renovada consciencia
sobre el rol
subalterno de la mujeres en sus relaciones con los varones en la
estructura
familiar, el mundo del trabajo, la vida académica, las
organizaciones
revolucionarias o la lucha antidictatorial.
En esta
línea, cabe señalar que nuevas investigaciones eligen
sobre todo analizar las
memorias del empoderamiento femenino en el exilio, con énfasis
en las formas en
que las mujeres evocan los derroteros que las llevaron a cuestionar los
roles
tradicionales de género y a repensar la relación entre lo
privado y lo público,
la maternidad, la sexualidad femenina, el derecho al placer, la
importancia de
la organización autónoma de las mujeres y la necesidad de
alianzas con otras
mujeres de la región y del Tercer Mundo.
Ahora
bien, ¿estamos en un momento bisagra en lo relativo a la
articulación género y
exilio en la investigación de los destierros argentinos de los
setenta? ¿En qué
medida la nueva agenda exiliar está a la altura de los debates
que se suceden
en otras parcelas de la Historia Reciente?
La
pregunta no es simple, porque aunque el campo de estudios en el
país expresa un
ampliado interés por rescatar a las mujeres como sujetos de
pleno derecho en el
proceso exiliar, no encontramos aún investigaciones consolidadas
que
contribuyan a resignificar el relato colectivo de los exilios argentinos
[32]
en su triple dimensión militante, represiva y
resistente, en
perspectiva de género.
Ahora
bien, afirmar que no existen investigaciones académicas de fuste
no implica
desconocer los signos alentadores que parecen poner a la
producción
historiográfica argentina en la senda de sus homólogas de
la región y las que
interrogan otros exilios masivos contemporáneos en perspectiva
de género. De
hecho, uno de los nichos que hoy parece concentrar el interés de
los
investigadores – el que recupera la experiencia de las argentinas
en colectivos
de mujeres y sobre todo, las formas del activismo femenino o feminista
en
diferentes territorialidades exiliares y en organizaciones de
referencia
latinoamericana, conosureña o tercermundista – se
está alimentado del diálogo
con la Historia de los feminismos brasileros en el exilio y en menor
medida
chilenos. Y también con aquellas investigaciones que, a escala
transnacional y
regional, recuperan redes femeninas de defensa de los DDHH y/ o redes
feministas entre exiliadas del Cono Sur. Estos nuevos trabajos vienen a
complejizar el mapa de la acción colectiva de los argentinos
entre 1974 y 1983.
Recordemos que la historiografía exiliar argentina no
sólo ha estado abocada a
la historización del activismo humanitario y antidictatorial
excluyendo otros
colectivos exiliares
[33]
; sino que sólo muy tímidamente ha
considerado importante analizar
las relaciones cimentadas por varones y mujeres al interior de las
diferentes
organizaciones orientadas a la denuncia del terrorismo de estado y la
solidaridad con las víctimas de la represión.
Ahora
bien, si como explicábamos en la introducción, la
historiografía de los exilios
argentinos de los años setenta es subsidiaria del surgimiento y
consolidación
de la Historia Reciente, ¿por qué la
reconstrucción de las prácticas de
denuncia y solidaridad del exilio no ha recuperado dimensiones muy
señaladas en
la dinámica del movimiento de DDHH? A saber: el rol de las
mujeres en el
surgimiento del movimiento de DDHH, la maternidad como forma de
resistencia, la
politización de los lazos de sangre o la feminización de
la resistencia
antidictatorial (Filc, J. 1997; Da Silva Catela, L. 2001;
D´Antonio, D. 2007;
Jelin, 2020).
Este
estado de cosas puede ser indicativo tanto de que aún queda
mucho por conocer de
las memorias generizadas del activismo humanitario de los argentinos a
escala
transnacional y de la singularidad de roles y prácticas
humanitarias de varones
y mujeres exiliados; como de que ciertas elecciones analíticas
– las escalas
espaciales prevalentes tanto en los estudios del movimiento de DDHH,
como en la
historiografía de los exilios – han dificultado o
retrasado ciertos diálogos
que sólo muy recientemente parecen destrabarse. Me refiero a
esta nueva
producción que valiéndose de la metodología de las
redes analiza los derroteros
de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo en la esfera pública
internacional (Laino Sanchis, F.
2020; D´Antonio, D. 2018). Estas
investigaciones podrían estar abriendo
un camino productivo para complejizar la reconstrucción del
activismo
humanitario exiliar, recuperando “la dimensión generizada
de las formas de la
resistencia de las mujeres, y sobre todo el rol de la maternidad como
instrumento legitimador de la intervención política
femenina” (D´Antonio, D. y
Viano, C. 2018, 32).
Sin
embargo, no está demás señalar que para que esos
caminos puedan ser transitados
se hace necesario no sólo desbordar como plantea Luciano Alonso
(2015) el
relato canónico del movimiento argentino de DDHH
–valorando la centralidad que
tuvieron las redes transnacionales de defensa de los DDHH de las que
participaron los exiliados–; sino también recuperar en las
trayectorias de las
mujeres que hablaron en el espacio público internacional en su
condición de
madres, abuelas, hermanas, compañeras o esposas de
víctimas de la represión o
como sobrevivientes de los Centros Clandestinos de Detención
[34]
, aquello que las hace parte del exilio. En este sentido,
cabe
remarcar que, aunque las marcas del exilio no son ajenas a sus relatos
[35]
– aún los más tempranos y los
surgidos al calor de la denuncia en
la contemporaneidad dictatorial –, la historiografía de la
resistencia exiliar
tiene un enorme camino por transitar. Quizás esa deuda tenga que
ver con la
dificultad de los historiadores de ir más allá de los
marcos sociales desde los
que esas mujeres hablaron. Recordemos que en general esas mujeres no
activaron
desde su trayectoria de militantes exiliadas, ni se legitimaron como
exiliadas-víctimas (ex detenidas desaparecidas obligadas o
condicionadas a
salir del país, ex-presas políticas opcionadas, etc.). En
todo caso, si
visibilizaron su condición de víctimas y testigos lo
hicieron desde un lugar
subsidiario que, por un lado, no cuestionaba las relaciones
sexo-genéricas que
organizaron la cotidianeidad de la militancia revolucionaria antes y
después
del golpe de estado y de la salida al exilio; y que, por el otro, era
funcional
a cierta jerarquía no explícita ni consciente del dolor
que comenzaba a
definirse en el universo de las víctimas. Cuestión que
derivó en un cercenamiento
de partes de la experiencia represiva-resistente de estas mujeres, en
particular aquellas que tenía que ver con sus exilios.
Por
último, podríamos preguntarnos en qué medida los
debates acerca de las
experiencias femeninas al interior del heterogéneo universo de
las militancias
sociales y políticas en la Argentina de los años setenta
y en particular
aquella producción centrada en las memorias de las militantes en
organizaciones
político-militares, ha impactado en la nueva agenda de la
historiografía
exiliar. Podríamos ensayar dos brevísimas respuestas. La
primera es que la
producción testimonial, periodística y académica
sobre las militancias, y muy
especialmente las militancias revolucionarias en las dos principales
organizaciones político-armadas (Montoneros-PRT-ERP), no ha
hecho del exilio
una etapa de atención preferente. Sólo en los
últimos años, la reconstrucción
de la acción política y militar en el exterior y post
golpe de estado ha
comenzado a interesar a los historiadores de las organizaciones armadas
(Carnovale,
V. 2014; Confino, H. E. 2018). Sin embargo, la comprensión de
las relaciones
sexo-genéricas al interior de estas organizaciones en su
“retirada estratégica”
y en las “contraofensivas” sigue siendo una tarea a
completar.
La segunda,
que en la historiografía exiliar tampoco se ha avanzado de forma
sistemática en
el estudio de otras formaciones políticas en el destierro, tanto
las de la
izquierda tradicional (comunistas y socialistas) y los partidos del
arco
parlamentario (radicalismo), como de otras fuerzas políticas
más minoritarias
integrantes de la Nueva Izquierda. Sin temor a equivocarnos,
podríamos afirmar
estamos aún lejos de poder reconocer lo que singulariza las
experiencias y las
memorias de aquellas mujeres cuyas salidas del país fueron parte
de una
resolución militante (Jensen, S. y Lastra, S. 2014). Y en las
escasas
reconstrucciones todavía parece imperar, por un lado, una imagen
del militante
que se construye por referencia a aquellos varones que ocuparon roles
dirigenciales;
y por el otro, una representación de las perseguidas-huidas como
meras
acompañantes, así hayan tenido un compromiso
político activo.
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[1]
Por razones de espacio, se omite el uso del lenguaje no
sexista.
[2]
Por la condición de pasado abierto de los exilios
dictatoriales, asumo
una concepción amplia de historiografía. Parafraseando a
Alejandro Cattaruzza
(1997), incluyo en ella a todas las operaciones de sentido a
través de las
cuales los argentinos se han relacionado con el pasado, sea
inventándolo,
imaginándolo, recordándolo o investigándolo.
[3]
Pablo Yankelevich (2010, 31) afirma que entre 1974 y
1983, la
colonia argentina en México estaba integrada por un 55 % de
varones sobre un 45
% de mujeres. Para Cataluña, se indica un predominio de varones
(57,9%) sobre
mujeres (42,1%) (Yankelevich, P. y Jensen, S. 2007b, 237). Lutz y
Walker (1985,
19) señalan que en el exilio latinoamericano residente en
España se reconoce un
55 % de varones y un 45 % de mujeres.
[4]
Entre los testimonios que no ponen en primer plano la
condición de
mujer exiliada, véase los de Matilde Herrera o Ana María
Careaga en Gabetta, C.
1983.
[5]
Publicada por el Club para la Recuperación de la
Democracia de
Madrid desde febrero 1979 a diciembre de 1983.
[6]
Dirigida por Jorge Tula y editada en México desde
octubre de 1979 a
octubre de 1981.
[7]
Sin pretensión de exhaustividad y apenas a manera
de ejemplo,
revisemos el índice de la prestigiosa revista
político-cultural Controversia.
En sus 13 números (algunos dobles) sólo encontramos 9
artículos firmados por mujeres:
Adriana Puiggrós (n° 1 y n° 2-3), Lilia Walsh (n°
4), Susana Aguad (n° 6),
Cristine Buci-Gluckmann (n° 7), María Caldelari,
Maríe Claire Delgueil y Miriam
Morales (n° 7), Elena Casariego (n° 11-12), Liliana Heker
(n° 11-12) y Liliana
Callizo y Teresa Celia Meschiatti (n° 14).
[8]
Me refiero a dos momentos: 1. bienio 1979-1981, que
coincide con la
estabilización de la ferocidad represiva, la acumulación
de condenas internacionales
al régimen militar, su intento de clausurar el “problema
de los desaparecidos”
y la convocatoria al “diálogo
político”. Coyuntura que habilitó un
sinnúmero de contactos entre exiliados y la
“Argentina interior” en un contexto regional donde las
amnistías mostraban los
conflictos y desafíos de los retornos en Chile y sobre todo en
Brasil; 2. Junio
1982-diciembre 1983, coyuntura inaugurada tras la derrota argentina en
la
guerra de Malvinas que aceleró la salida de los militares del
gobierno y agitó
la confrontación político-partidaria al interior de las
comunidades del
destierro, potenciando los debates acerca de la democracia deseada y
posible y
sobre el inminente retorno al país.
[9]
Exilio castigo, exilio privilegio, exilio resistencia,
exilio
tragedia, exilio derrota.
[10]
Al analizar la nómina de argentinos que se
reunieron en la
Conferencia Exilio y Solidaridad (Mérida- Caracas, octubre de
1979) para
reflexionar sobre los aspectos jurídico-políticos,
socio-económicos, culturales y
médico-psicológicos del exilio, identificamos a Julio
Cortázar, León Rozitchner
y Noé Jitrik (Garrido, A. 1987).
Cuando
Controversia (febrero 1980) reunió a intelectuales
exiliados
a reflexionar sobre los sentidos del destierro, los convocados fueron
Héctor
Schmucler, Carlos Ulanovsky, Rodolfo Terragno y León Rozitchner.
A estos
hacedores del relato (masculino) del exilio debemos sumar a Alberto
Adellach y
Osvaldo Bayer (Resumen de Actualidad Argentina, n° 8, marzo
1980). En
esta coyuntura, una de las pocas voces femeninas que aportó a la
semantización
de la experiencia exiliar fue Liliana Heker, que desde Argentina
polemizó con
Cortázar respecto a la expatriación del autor de Rayuela
y por extensión incidió
en el debate del exilio como castigo, como elección, como
privilegio.
En
vísperas de la guerra de Malvinas, Resumen (n° 59,
febrero 1982)
publicó un monográfico sobre el exilio con
artículos, cuentos y reportajes a
exiliados: Héctor Tizón,
Daniel Moyano, Horacio Salas,
Héctor Alterio, Eduardo Goligorsky, Alberto Adellach y Perlan
Chiron. Como
ejercicio de balance frente al inminente retorno, Resumen
invitó
nuevamente a pensar la experiencia del exilio. Los convocados fueron:
Carlos
Malamud, Carlos Aznárez, Rodolfo Kuhn, Jacobo Timerman,
Andrés Lopez Acotto,
Alberto Adellach, Osvaldo Bayer, Miguel Ángel Estrella, Vicente
Zito Lema,
Ricardo Carpani. En ese relato coral de experiencias masculinas, Reyna
Pastor – la única intelectual del
monográfico
– hablaba del miedo y la
precipitación de la huida, el alivio de haber cruzado la
frontera, la
nostalgia, las urgencias cotidianas, los descubrimientos, la
solidaridad menuda
del café compartido y la palabra justa, del miedo al reencuentro
(Pastor, R.
1983. La trama. Resumen de Actualidad Argentina 100, diciembre,
V).
[11]
Véase el debate organizado por la revista El
Ciervo de
Barcelona sobre la situación económica y jurídica
de los exiliados
latinoamericanos en España. Si bien en las intervenciones de los
abogados Raúl
Castro y Hugo Chumbita y del escritor y periodista Vicente Zito Lema
surgieron
cuestiones ligadas a la familia, los hijos, la educación o la
cotidianeidad
social y jurídica de los recién llegados, en
ningún momento hicieron referencia
a los peculiares modos en que varones y mujeres transitaban la
integración a la
nueva sociedad. Gomis, J. 1979.
[12]
Recordemos que algunas de las principales
geografías del exilio
argentino (Francia, Suecia, EEUU o México) fueron también
cajas de resonancia
de la segunda ola feminista.
[13]
En una línea interpretativa similar, pero
atendiendo a la dimensión
militante del exilio, Ana Vásquez y Ana María Araujo
planteaban que “ser mujer
y exiliada política implica un doble exilio, una doble lucha,
una doble
búsqueda de identidad, una doble afirmación de la
diferencia. Doble tarea la de
las mujeres exiliadas, militantes de América Latina: luchar por
la liberación
de sus pueblos, porque nadie se realiza en un continente frustrado, y
crear una
conciencia histórica de mujeres” (1990, 132).
[14]
Analizo 4 obras fundamentales en la producción de
sentidos sobre el
exilio: Parcero, D. et al 1985; Yankelevich, P. 1998; Gómez, A.
1999 y
Boccanera, J. 1999.
[15]
Para un análisis pormenorizado de historia de las
representaciones
del exilio argentino atendiendo a las diferentes coyunturas memoriales,
judiciales y políticas de la Argentina, véase Jensen y
Lastra 2020.
[16]
En Parcero et al (1985), sobre un total de 20
testimonios, sólo
aparecen los de Virginia Giussani y Cristina Noble que fue entrevistada
con su compañero
Jorge Raventós. Por su parte, María Seoane no habla strictu
sensu de su
exilio, sino que entrevista al sociólogo Agustín Salvia,
exiliado como ella en
México. En el libro de Yankelevich (1998) sobre un total de 3
argentinos
entrevistados, destaca el testimonio de a escritora Tununa Mercado. En
Gómez
(1999) las voces femeninas son 9 sobre un total de 36 historias de
vida: Julia Constela, Laura Giussani, Aida Bortnik,
Clelia Luro, Tununa Mercado, Adriana Puiggrós, Silvia Walger,
Graciela Römer y
Diana Piazzola. Por su parte, Boccanera (1999) reúne 31
entrevistas, cartas,
testimonios y relatos ficcionales sobre el exilio, entre los que
figuran las
escrituras autobiográficas de Cristina Siscar y Tununa Mercado.
[17]
Utilizo la caracterización que Mónica
Moreno Seco (2011) propone
para el análisis de las mujeres republicanas españolas.
[18]
En particular desde que los centros de producción
de conocimiento
dejaron de estar prioritariamente en las geografías del
destierro (finales de
los 1990/primera década del 2000). Para un estudio pormenorizado
de las agendas
de la producción académica sobre los exilios argentinos
dictatoriales, véase
Jensen 2018.
[19]
Entre otras, véase Jensen, S. 1998, 2007;
Yankelevich, P. 2004;
Yankelevich, P. y Jensen, S. 2007a; Franco, M. 2008 y Yankelevich, P.
2010.
[20]
Desde 2012 y a impulso de un conjunto de investigadores
vinculados
con la Maestría en Historia y Memoria de la Facultad de
Humanidades de la
Universidad Nacional de la Plata, las jornadas se han consolidado como
evento
de referencia para los especialistas en los exilios políticos
masivos contemporáneos.
Tras la edición de la UNLP, las jornadas mudaron su sede a la
Universidad de la
República (Montevideo, 2014), Universidad de Chile y Santiago de
Chile (2016) Y
Universidad Nacional del Sur (Bahía Blanca, 2018). El
próximo noviembre se
realizarán en modalidad virtual bajo la organización del
Colegio de México y la
Universidad Autónoma de México.
[21]
Por razones de espacio eludo la cita completa de las
ponencias bajo
análisis. Sin embargo, el lector podrá consultarlas en http://sedici.unlp.edu.ar/handle/10915/60621, donde se recogen
las publicadas en cada edición. Cabe
señalar que este repositorio no representa la totalidad de
propuestas
discutidas. Claramente esta situación puede generar un sesgo
interpretativo, lo
que obliga a explorar otra producción que
contemporáneamente problematiza la
relación exilio y género.
[22]
Si bien considero que las Jornadas resultan un buen
termómetro del
estado del campo de estudios, el análisis que sigue no excluye
la referencia a
otra producción no discutida en este espacio institucionalizado
que se
consolida edición tras edición ampliando el número
de ponentes, disciplinas, pertenencias
nacionales de los investigadores y temas y problemas abordados.
[23]
Cuestión asumida por todas las
historiografías de los exilios
políticos del Cono sur. Valga como ejemplo, lo planteado por
Denisse Rollemberg
(1999) para el exilio brasileño, en el que reconoce una
heterogeneidad de
perfiles laborales y profesionales, de familia, género, clase y
generaciones,
de niveles educativos, de filiaciones políticas, de destinos
exiliares y de
formas de retorno; y a la vez una multiplicidad de formas de vivirlo,
significarlo
y recordarlo.
[24]
Cabe recordar que esta política de lectura sigue
imperante en otras
historiografías sobre exilios políticos masivos
contemporáneos. Para el exilio
de la guerra civil española, puede consultarte entre muchos
otros Pessarrodona,
M. 2010.
[25]
Tengamos en cuenta que las Jornadas convocan
también trabajos sobre
otras temporalidades y otras experiencias exiliares, incluidos los
exilios de
elite. En este último caso, vale mencionar las investigaciones
sobre mujeres
republicanas españolas y mujeres apristas peruanas.
[26]
Sobre el problema de las escalas espaciales en el campo
de estudios
de los exilios conosureños, véase Jensen, S. y Lastra, S.
2015.
[27]
Aunque esta cuestión excede la pretensión
del artículo, cabe
señalar que bajo la noción de segunda generación
suelen subsumirse otros
recortes analíticos no siempre equivalentes que refieren a las
experiencias de
niños y adolescentes exiliados y/o de exiliados niños y
adolescentes y también
análisis sobre las dimensiones generacionales de las memorias
exiliares y sus
articulaciones con los estudios de la posmemoria. Entre los
últimos trabajos
que inciden en el cruce exilio, generación y género para
los exilios argentinos
de los años setenta podemos mencionar: Dutrenit Bielous, S.
2015; Alberione, E.
2018 (discutido ese mismo año en las IV Jornadas de Trabajo
sobre exilios
políticos del Cono Sur); Basso, M.F. 2019; González de
Oleaga, M. et al 2019;
Casola, N. 2019 (presentado en las Jornadas 2018). Asimismo, para la
experiencia de otro exilio masivo del siglo XX que recaló en la
Argentina,
véase Ortuño Martínez, B. 2015. Para los exilios
uruguayo y chileno de los
setenta, véase Norandi, M. 2015 y Jedlicki, F. 2007 y Rebolledo,
L. 2016. A
escala latinoamericana y en el cruce género y generación,
véase Peñaloza, C. y
Alonso, J. 2021.
[28]
Dejo esta afirmación en el nivel de
hipótesis porque desplegarla
supondría desarmar cómo ha sido usada la noción de
generación por los
historiadores de Brasil (véase Rollemberg, 1999). Asimismo,
requeriría situar
sendas agendas historiográficas en sus contextos
políticos, memoriales y
judiciales para comprender el rol de las segundas generaciones. Y por
qué no
revisar el impacto desigual que ha tenido la indagación de la
relación exilio y
feminismo en ambas historiografías como vía preferente o
secundaria para
problematizar los exilios de la DSN en perspectiva de género.
[29]
Considero que en esta línea también es
necesario citar aquellas
investigaciones que se vienen ocupando de reconstruir redes de
activismo y
tramas de exilios sexo-disidentes, en particular de homosexuales.
Véase entre
otros Rapisardi, F. y Modarelli, A. 2001 y Lozano, E. 2017. Esta
producción
incide también en el análisis de las modalidades de la
represión dictatorial en
Argentina y de las peculiaridades de la represión de disidentes
políticos y
sexuales. Sin embargo, cabe señalar que esta producción
no siempre atiende a
las trayectorias exiliares de los represaliados. Entre otros,
véase Insausti,
J. 2015 y Theumer, E. 2017. Para la dictadura franquista, sobre la
represión
sobre homosexuales y exilios, véase Huard, G. 2014
[30]
Sobre el tema, véase entre otras Andújar,
A. et al 2005; Andújar,
A. et al .2009; Cosse, I. et al 2010; Pedro, J.M. y Scheibe Wolff, C.
2010;
Oberti, A. 2015.
[31]
Si bien Franco explica que las cuestiones de
género no fueron parte
de su aparato crítico y surgieron “de manera
espontánea y sin elaboración
previa alguna”, como una “noción nativa, que emerge
de los propios actores”
(2009, 129), lo cierto es que este artículo es uno de los que
mejor y más
tempranamente dio cuenta de lo que las relaciones de género
dicen de la
experiencia exiliar argentina. El trabajo incide en la
reevaluación de los
roles de género en contacto con los patrones de masculinidad y
feminidad de la
sociedad francesa conmovida por la movilización de mujeres y la
eclosión del
feminismo de la segunda ola; por el contacto con otras mujeres
exiliadas de la
región; por los desafíos que el desplazamiento
territorial impuso a las mujeres
en el terreno laboral, familiar y político en la nueva sociedad,
y en los
aprendizajes y las reconfiguraciones subjetivas operadas en antiguas
revolucionarias ahora exiliadas que transitaban por los nuevos espacios
de los
organizaciones de familiares de víctimas de desaparecidos.
Asimismo, la historiadora
introduce algunos señalamientos respecto a la implicación
de las argentinas en
organizaciones feministas locales y aquellas promovidas por sus pares
de Brasil
o Chile.
[32]
Uso la expresión “exilios argentinos”
para designar tanto los
protagonizados por nacionales en vigencia del estado de sitio
(1974-1983), como
el de aquellos extranjeros – en
particular los nacidos en otros países de la región – que habiendo hecho de la Argentina su
país de residencia o
tránsito, fueron perseguidos por el estado terrorista y huyeron
hacia otros
continentes. La apuesta por dar un nuevo sentido a la
fragmentación clásica de
los exilios por estado nacional de origen resulta particularmente
productiva
para pensar la historia del activismo femenino y feminista. Recordemos
que las
exiliadas argentinas alimentaron en los países del destierro
diferentes
organizaciones latinoamericanas, conosureñas o tercermundistas.
Cuestión que
muchas veces las ha hecho “invisibles” a ojos de una
historiografía nacional de
los exilios de la DSN. Por otro lado, discutir el alcance de los
“exilios
argentinos” permite iluminar que la Argentina durante los
años sesenta, setenta
y ochenta del siglo pasado operó como país receptor y
como productor de
exilios.
[33]
Si bien las argentinas parecen no haber impulsado la
conformación
de grupos de mujeres en las principales geografías del exilio,
eso no significa
que no hayan activado en tanto tales, adscribiendo o no a los planteos
feministas revolucionarios o radicales y en sus particularidades
nacionales. Lo
habitual fue que promovieran o se integraran a colectivos de mujeres
latinoamericanas o del Tercer Mundo o que interactuaran en espacios de
reflexión feminista o que militaran con las mujeres del
país de acogida.
[34]
Recordemos que D´Antonio y Viano (2018)
señalan que las formas y
dispositivos represivos son uno de los nichos de articulación
entre Historia Reciente
y género, en particular el rescate de memorias generizadas de la
represión, la
prisión política de varones y mujeres o la violencia
sexual y de género en
diferentes situaciones de encierro (CCD, cárceles de
máxima seguridad).
[35]
Creo que reenfocar la Historia del exilio en su
dimensión
represiva-resistente y en perspectiva de género podría
conducir a leer a
contrapelo un conjunto de testimonios que no han sido considerados
parte del
canon testimonial exiliar y sí del del universo
concentracionario o la prisión
política, entre otros: Partnoy, A. 2006 [1985]; Gabetta, C.
1983; Ciollaro, N.
1999; Actis, M.et al 2001; Beguán, V. 2006.