Estudios de Filosofía Práctica e Historia de las Ideas / E-ISSN 1851-9490 / Vol. 24 / Sección Dosier
Revista en línea del Grupo de Investigación de Filosofía Práctica e Historia de las Ideas /
Instituto de Ciencias Humanas, Sociales y Ambientales (INCIHUSA)
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)
www.estudiosdefilosofia.com.ar / Mendoza / 2022 /
.
The banishment of Osvaldo Fernández.
Notes for the history of philosophy and political resistance in Chilean
exile
Pamela Soto García
Centro de Investigación para la Educación Inclusiva, Pontificia
Universidad Católica de Valparaíso, Chile.
Recibido:
30/10/2021
Aceptado:
13/03/2022
Resumen.
La historiografía de la filosofía en Chile ha omitido referirse al exilio que
afectó a los filósofos marxistas durante la dictadura cívico-militar
(1973-1990). Este artículo busca contribuir a visibilizar este período
reciente, a partir de la recuperación de las discusiones teóricas que propone
el filósofo Osvaldo Fernández durante su exilio, y a partir de ello exponer el
aporte de esta trayectoria intelectual al campo filosófico chileno. Para fijar
el tipo de exilio que experiencia Fernández utilizaremos la clasificación que
propone María Zambrano, y los textos teóricos que Fernández escribe durante su
exilio en la Revista Araucaria de Chile. El cruce de esta información permitirá
realizar una revisión crítica de la categoría de destierro de Zambrano, y esclarecer
la posición territorial y afectiva del exilio de Fernández, además de
identificar los principales aportes de su trabajo intelectual para la academia
filosófica chilena.
Palabras
clave. Destierro; Osvaldo Fernández, exilio; resistencia, filosofía en
Chile.
Abstract. The historiography of philosophy in Chile has
omitted to refer to the exile that affected Marxist philosophers during the
civil-military dictatorship (1973-1990). This article seeks to contribute to
make this recent period visible by recovering the theoretical discussions held
by philosopher Osvaldo Fernandez during his exile, and from there to expose the
contribution of this intellectual trajectory to the current Chilean
philosophical field. In order to establish the type of exile experienced by
Fernández, we will use the classification proposed by María Zambrano, and the
theoretical texts written by Fernández during his exile in the Araucaria de
Chile Review. The crossing of this information will allow us to critically
review Zambrano's category of banishment, and to clarify the territorial and
affective position of Fernández's exile, as well as to identify the main
contributions of her intellectual work to the Chilean philosophical
academy.
Keywords. Banishment; Osvaldo Fernández; exile;
resistance; philosophy in Chile.
Los procesos de exilio
en el Cono Sur durante la segunda mitad del siglo invitan a repensar la vida
intelectual en América Latina. Situaremos esta reflexión desde la disciplina
filosófica para revisar desde un dispositivo analítico algunas distinciones
subjetivas de la experiencia exiliar y las tensiones con los Estado-nación
modernos, porque “la sola existencia del exilio implica quiebres al interior de
las subjetividades que conforman el tejido social, pero también puede ser un espacio
de reconstrucciones y reconstituciones” (Ávila, M. 2018, 131) para “generar una
resistencia poblada de voces” (Arpini. A, 2018, 59).
En el caso chileno el
exilio fue utilizado como una estrategia de desarticulación política y social
durante la dictadura cívico-militar de Augusto Pinochet (1973-1990), y afectó a
un importante grupo de académicos. No podemos olvidar que “la represión contra
artistas e intelectuales se mostró desde un primer momento brutal e implacable,
cosa que se confirmaba con el brutal asesinato de Víctor Jara durante los
primeros días de esta, o la utilización de artillería en el cerco y toma de la
Universidad Técnica del Estado por los militares” (Silva Rojas, M. 2015, 124).
Las listas de exonerados, desaparecidos y muertos dan cuenta de la aniquilación
de toda una generación.
Las implicancias del
exilio en la academia filosófica chilena, la revisaremos a partir de la
situación experiencial del filósofo de la ciudad de Valparaíso, Osvaldo
Fernández Díaz (1935), quien al momento de abandonar el país era integrante del
Claustro de Filosofía de la Universidad de Chile, sede Valparaíso. Para ello
contrapondremos algunas reflexiones de textos que recopilan la historia de la
filosofía en Chile, con documentos que dan cuenta de la trayectoria académica
de Osvaldo Fernández antes del exilio y durante su exilio. Entre los textos que
a la fecha han abordado la historia de la filosofía en Chile nos encontramos
con “cuatro especialmente destacables, pues son los de más largo aliento, en
tanto son, en orden de aparición, el libro de Roberto Escobar (1976), el de
Iván Jaksić (1989), el de
Cecilia Sánchez (1992) y el de Roberto Escobar nuevamente (2008), que es una
ampliación del anterior” (Santos, J. 2015, 16), al que sumamos el de Jorge
Estrella (1999).
En este artículo se
aborda el exilio de Osvaldo Fernández, con el propósito de contribuir a la
discusión acerca de los aportes del exilio a la academia chilena de filosofía.
Para ello, en un primer apartado se expondrá el principal trabajo filosófico
realizado por Fernández hasta antes del momento de su exilio, con el propósito
de fijar sus principales inquietudes teóricas hasta septiembre de 1973. En un
segundo apartado se propone el destierro como categorización para la
experiencia subjetiva del exilio de Fernández, a partir de las descripciones
subjetivas que propone María Zambrano como dispositivo analítico para el
exilio. En el tercer apartado se describen las principales inquietudes teóricas
de Fernández a partir de su participación en la revista Araucaria de Chile haciendo énfasis en la resistencia política y
en las derivas latinoamericanistas, que ponen en tensión algunos puntos de la
categoría de destierro de Zambrano. En la conclusión se exponen los aportes del
exilio a la académica y la historia de la filosofía en Chile, además de
explicitar la posición territorial y afectiva del exilio de Fernández.
El exilio como castigo
político tiene una larga data en la historia de la humanidad, y en Chile, “Ejemplo
de ellos son la expulsión de los Jesuitas en 1767, el fin de la guerra civil de
1891 o la Ley de Defensa Permanente de la Democracia, conocida como la “Ley
Maldita”, promulgada por el presidente Gabriel González Videla y que en 1948
ilegalizaba al Partido Comunista Chileno, dejando a Neruda quizá como el más
ilustre de sus proscritos” (Silva Rojas, M. 2014, 124). Durante la dictadura
militar se estima que “la cantidad de chilenos
que fueron al exilio […] van desde un millón hasta la información de la Vicaría
de la Solidaridad que estimaba en más de 260 mil prohibiciones de ingreso al
país, en tanto la Liga Chilena de los derechos del hombre estimó en 400.000 el
número de chilenos/as que abandonaron el país (Rebolledo y Acuña)” (Zamorano,
C. 2021, 111). El exilio chileno tiene un primer momento de orden
político, pero posteriormente incorporará ribetes económicos, debido a la
recesión y desmantelamiento de los derechos sociales, a partir de un Estado que
incorpora al neoliberalismo como eje articulador de la constitución de 1980.
Braulio Rojas en el
artículo “La construcción de la memoria institucional de la filosofía en Chile
y la discriminación de las mujeres” advierte acerca de las omisiones de la
memoria institucional de la filosofía chilena, exponiendo el sesgo de género,
al que sumamos la exclusión de los filósofos exiliados durante la dictadura
cívico-militar. Matías Silva Rojas es
uno de los primeros investigadores en problematizar la diáspora de los
filósofos chilenos. Consideramos necesario contribuir a esta investigación
desde la singularidad de un caso diferencial, como es el exilio de Osvaldo
Fernández Díaz en París, y con ello aportar con nuevos antecedentes para la
discusión acerca de las ausencias en la construcción de la historia de la
filosofía en Chile, así como también, recuperar los aportes de los exiliados al
campo filosófico local.
Osvaldo Fernández Díaz,
es un filósofo de la ciudad de Valparaíso, militante del Partido Comunista,
formado como profesor de castellano y filosofía que debe abandonar el país a
fines del año 1973. Durante su etapa de
formación inicial universitaria realizó una tesis para obtener el título de
Profesor de Castellano denominada “En torno a las ideas estéticas de Platón”
(1965), y para el grado de Licenciado en Filosofía la tesis: “De Feuerbach al
materialismo histórico” (1971). En la reedición del texto el año 2017,
Fernández expone los orígenes de esta inquietud teórica: “En un principio, fue
un texto propicio para cultivar la experiencia política de estudios
colectivo. Luego lo utilicé como
material para mis primeras clases acerca del ‘joven Marx’, (¡La moda que
obligaba en aquellos felices años sesenta!)” (Fernández,
O. 2017, 15), luego la “elegí para optar al título de profesor de filosofía
[…] Entre aquel título de profesor, que obtuve en 1972, y el exilio a que fui
precipitado por la dictadura, no pasó más de un año” (Fernández,
O. 2017, 15). El año 1972 participa en un programa de intercambio “entre
profesores de la Chile y profesores de la Universidad Lomonósov” (Villanueva,
J. 2018, 86) permaneciendo diez meses en Moscú.
Esta primera reflexión
expone el compromiso político y teórico que desarrolla con el marxismo, el que
ha estado siempre presente en su trabajo, el que también ha estado acompañado
por equipos de trabajo e investigación que se mantienen hasta el día de hoy, a
través de la conformación y dirección del Centro de Pensamiento Iberoamericano
(CEPIB) de la Universidad de Valparaíso[1]. En
las palabras preliminares del texto resaltara que su aprendizaje del marxismo
“proviene, muy especialmente de toda aquella multitud de amigos y estudiantes,
las más de las veces amabas cosas juntas, que en un momento u otro han accedido
a participar conmigo en aquellas fiestas del pensamiento que han sido siempre
las lecturas de Marx” (Fernández, O. 2017, 15).
Esta posición acerca del
marxismo es absolutamente distante de aquella que relata Jorge Estrella en el libro
Filosofía en Chile (1999) cuando
señala que en Chile existe, como una curiosidad histórica, una “vigorosa
presencia del credo marxista entre los intelectuales” (Estrella, J. 1999, 107),
pero que “entre ellos no se realizó ese programa de un pensamiento comprometido
con la peculiaridad nacional, o regional o, al menos latinoamericana”
(Estrella, J. 1999, 107). Esta curiosidad histórica la describe señalando “que
quienes más declararon la urgencia de arrancar a la filosofía de su torre de
cristal, de impedir que continúes siendo portavoz de la cultura dominante
europea, recurrieron siempre a la autoridad europea” (Estrella, J. 1999, 107).
El análisis de Jorge
Estrella dista completamente del trabajo realizado por Fernández antes del
exilio, pues si revisamos su trayectoria intelectual nos encontramos con una
primera publicación realizada el año 1964 junto a Sergio Vuskovic[2], Teoría de la ambigüedad, bases ideológicas
de la Democracia Cristiana. En el prólogo del texto Vuskovic señala “el objetivo que nos fijamos, con Osvaldo
(…) fue demostrar que la DC no podía encabezar una revolución en Chile, si esta
quería ser consecuente, (…) lo que nos impuso la tarea de analizar las teorías
políticas y sociales de la Iglesia y de la Democracia Cristina, y también sus
fundamentos filosóficos, como el Tomismo y Neotomismo” (Vuskovic,
S. 2014, 12) exponiendo a partir de ello las contradicciones que este tipo
de discurso presenta, además de “la confrontación a la práctica política
demócrata cristiana en Europa y en América Latina” (Vuskovic, S. 2014,
12).
En el año 1971 publica
en la Editorial Nascimento una antología de textos de Antonio Gramsci,
antecedido por un estudio introductorio de su autoría, que pretendía conjugar
“la pretensión instalada entre la social democracia burguesa y el estalinismo
dogmático” (Villanueva, J. 2018, 50). Los textos gramscianos seleccionados para
la antología fueron: “La ciencia marxista de la política” y “La estructura del
partido político, su determinación histórica”. En el prólogo a la segunda
edición (2014) de este texto, en el apartado dedicado a Gramsci en Chile expone
los antecedentes de esta publicación: “Esta fue una aventura personal, gracias
a la idea y el estímulo de Hernán Loyola, importante nerudiano chileno, quien
se había propuesto crear, en la Editorial Nascimento, una colección popular
dedicada a los debates que habían animado teóricamente la década de los sesenta
en América Latina y Europa” (Fernández, O. 2014, 11).
Los textos publicados
antes de su exilio exponen el claro interés de Fernández por pensar desde una
filosofía política marxista situada, teniendo a Chile como un lugar de
recepción de discursos y teorías europeas que considera necesario abordar desde
el contexto local. Esta trayectoria como académico e investigador queda
interrumpida en Chile a partir del 11 de septiembre de 1973, pues el golpe de
Estado contempló la “intervención de las Universidades chilenas y la expulsión
en los primeros meses de la dictadura de cerca de un 35% de sus académicos, la
actividad de la filosofía ‘al interior de la universidad’ decayó
significativamente” (Silva Rojas, M. 2015,130), y con ello se interrumpió un
importante eje de discusión en el campo filosófico local.
Iván Jaksić en Rebeldes académicos. La filosofía chilena desde la Independencia hasta
1989 distingue entre filósofos profesionalistas y críticos, la diferencia
fundamental entre estos dos grupos “sigue siendo la misma, y se refiere al
objeto último de sus lealtades. Los profesionalistas son aquellos que creen en
la universalidad de su disciplina, por no decir en su atemporalidad, y por lo
tanto son reacios a mezclar la filosofía con problemas comunes y corrientes de
la sociedad” (Jaksić, I. 2013,
27). En cambio, “los críticos son aquellos que, no obstante su formación
similar en la disciplina, consideran que, en el contexto de las ideas chilenas,
la filosofía debe ayudar a dilucidar los problemas de la nación” (Jaksić, I. 2013, 27). Sin embargo,
en el capítulo dedicado a la “La filosofía chilena durante el régimen militar,
1973-1989” describe un tercer tipo de filósofo, que denomina como oficialista.
El tipo de filosofía que cultivaron “pretendía eliminar los elementos sociales
y críticos de su labor. Tras alejar a los principales filósofos profesionalistas
y eliminar a los críticos” (Jaksić,
I. 2013, 287) de la escena filosófica local.
En este proceso de expulsión y
salida de los filósofos críticos de la académica chilena, utilizando la
categoría de Jaksić,
hace que Osvaldo Fernández se exilie a fines del año 1973 en la ciudad de París,
en la que vive por casi treinta años. Durante este período “trabajó como
profesor en la Universidad de París X, Nanterre y se doctoró en la universidad
de Paris I, Pantheón Sorbonne, en 1979, con la tesis Le concept d’ ideologie dans le Capital de Marx” (Villanueva, J. 2018, 44). Durante esta etapa publicó Los conflictos ideológicos de la junta
militar, “texto del cual no se conservan ejemplares” (Villanueva, J. 2018,
44); y, Mariategui o la experiencia del otro (1994), publicado en Lima
por la Editorial Amauta, y prologada por Aníbal Quijano, además de
cumplir una labor política-cultural como parte del equipo editor de la Revista Araucaria de Chile.
En Chile el exilio
sufrido por miles de hombres y mujeres durante la dictadura cívico-militar no
cuenta con “un reconocimiento por parte del Estado de Chile que permita la
creación y desarrollo de políticas específicas orientadas a la reparación de
las víctimas” (Villanueva, J. 2018, 31), por lo que el regreso de Osvaldo
Fernández[3] a
Chile y su posterior reincorporación a la Universidad es una condición singular
y no responde a un interés de la democracia transicional chilena por la
reincorporación de los exiliados durante la dictadura.
La filósofa María
Zambrano (1904-1991) al igual que Osvaldo Fernández les toca vivir el exilio
como castigo político. En el caso de Zambrano en enero de 1939 inicia una vida
errante que la mantiene, por más de cuarenta años viviendo en distintos países
entre América Latina y Europa, pues sólo en 1984 regresa a Madrid. En el caso
de Osvaldo Fernández su exilio se extiende entre los años 1973 y el año 2002,
permaneciendo por casi treinta años fuera de Chile. El exilio chileno comparte
“la experiencia de otros exilios como el de los españoles republicanos; y el
lento e indeseado proceso de reconocimiento de la realidad, de que la sentencia
de extrañamiento era de tiempo indefinido” (Raby, D. 2015, 9), pues en ambos
casos se establecieron extensos y violentos gobiernos dictatoriales, que en el
caso de España fue depuesto tras la muerte del dictador, y en el caso chileno a
través de un proceso plebiscitario, que permitió la salida de la dictadura a
través de un democracia transicional, que aún se mantiene vigente[4].
María Zambrano
reflexiona acerca del exilio y en el libro Los Bienaventurados (1990),
propone diversas figuras antropológicas para expresar la vivencia del
exilio. Las imágenes que propone son: refugiado, desterrado y exiliado.
A partir de estas nominaciones describe las implicancias subjetivas del exilio
desde una doble perspectiva. La primera tipifica a los exiliados a partir de la
relación que establecen con el territorio del que fueron expulsados, y la
segunda perspectiva asocia a cada figura un tipo de afección subjetiva producto
de esta salida.
La imagen del refugiado la describe como una
experiencia en que los individuos buscan reconstruir su vida en un nuevo lugar,
independiente si esta incorporación es sencilla o compleja; porque, “Algo
encuentra dentro de lo cual depositar su cuerpo que fue expulsado de ese su
lugar primero, patria se le llama, casa propia, de lo propio, aunque fuese el
lagar de la propia miseria” (Zambrano, M. 2004, 31). La imagen del refugiado establece un vínculo con el
territorio al que se traslada, a partir de la búsqueda de reconstrucción de una
vida cotidiana que fue marcada por la persecución política. Esta posición ante
el nuevo territorio es acompañada por una disposición afectiva caracterizada
por una “soportación paciente”, que no se cuestiona mayormente el tipo de recibimiento
que enfrenta, sino más bien se afana en desarrollar una cotidianidad desde un
nuevo emplazamiento.
La imagen del desterrado vivencia el territorio abandonado
como una añoranza o un sueño, “se siente sin tierra, la suya, y sin otra ajena
que pueda sustituirla. Patria, casa, tierra no son exactamente lo mismo.
Recintos diferentes o modos diferentes en que el lugar inicial perdido se
configura y presenta” (Zambrano, M. 2003,
31-2). La relación que establece con el nuevo territorio es
circunstancial, pues no se siente parte del territorio de arribo, se mantiene
situado desde otra forma de vida o lugar; ante “la incierta presencia física
del país perdido” (Zambrano, M. 2003,
31-2). El desterrado queda marcado por la expulsión padecida y la
pérdida del lugar del que ha sido expulsado, que lo mantiene idealizado desde
la añoranza del regreso, negando que la experiencia de vida del país de origen
pueda ser repetida en otro lugar.
La tercera imagen que
utiliza es la del exiliado,
que considera la vivencia la ruptura con el territorio de origen de un modo
radical. Para la filósofa el exiliado representa al ser humano que se desprende
del arraigo a un territorio específico, porque “anda fuera de sí al andar sin
patria ni casa. Al salir se quedó para siempre fuera” (Zambrano, M. 2003, 33), asume una posición crítica
ante los límites epistemológicos, antropológicos, culturales, etc., que genera
el vínculo afectivo con el Estado-nación. El exiliado pierde el vínculo con el
territorio de origen, el que se desintegra como recuerdo, y lugar de pertenencia;
la afección es de apertura a la realidad desde una experiencia afectiva
radical, en la que va clausurando la conciencia del yo como centro e intimidad.
A través de la experiencia del exiliado inicia un proceso de descentramiento y
desubjetivación, quedando completamente vertido a la afectación de la
realidad.
Este exilio radical
desdibuja el vínculo con el territorio de origen a partir de la propia
desterritorialización del individuo, lo que tensiona las categorías de
ciudadanía como expresión de la marca geopolítica y jurídica que los
Estados-nación aplican en los cuerpos para su clasificación y administración. Sin
embargo, en todos los casos el exiliado representa “un ‘resto’, un ‘desecho’ de
una historia truncada” (Gómez Blesa, M. 2011, 27) es decir “la huella de una
historia no consumada. En palabras de Zambrano, podemos señalar que su imagen
da cuenta de una historia apócrifa, por ello su presencia molesta e incómoda”
(Soto García, P. 2018, 158), porque “el
exilio consiste en la expulsión del ser humano de la historia oficial” (Soto
García, P. 2016, 108) y de su comunidad. El exilio para María Zambrano excede
lo singular para transformarse en una categoría política, que expresa la
resistencia del ser humano por “homogenizarse desde condiciones ucrónicas y
utópicas otorgadas a la historia y al sujeto, y por el contrario busca
articularse a partir de su diferencia” (Soto García, P. 2018, 159) la que es
también colectiva.
El exilio como categoría
política impele a “prestar atención a los espacios de quiebre y discontinuidad
de la historia” (Soto García, P. 2018, 159-60) para identificar aquellos
aspectos minorizados de la misma, y explicitar con ello como el campo está en
permanente tensión. La discusión propuesta hace que nos preguntemos, ¿Cuáles
son las tensiones que visibiliza el exilio que vive Osvaldo Fernández con las
categorías que propone María Zambrano? Nos interesa responder esta pregunta
desde este dispositivo analítico para situar críticamente el tipo de exilio que
experimenta Fernández, desde su dimensión territorial y afectiva, para a partir
de ella revisar los aportes de los exiliados al campo
filosófico chileno.
Una de las actividades
que desarrolla de forma permanente Osvaldo Fernández durante su exilio es
participar como integrante del comité de redacción de la revista Araucaria
de Chile[5]
(1978-1989). Esta revista es dirigida por militantes del partido comunista, sin
ser una revista exclusiva para miembros del partido, debido a que su objetivo
era “el análisis y difusión de la cultura chilena en particular y de América
Latina en general” (Zamorano, C. 2021, 117). La dirección estuvo a cargo de
Volodia Teitelboim, la secretaría de redacción a cargo de Carlos Orellana, y en
el comité editorial fue integrado por: Soledad Bianchi, Luis Bocaz, Osvaldo
Fernández, Luis Alberto Mansilla y Carlos Martínez. La revista tuvo una periodicidad
cuatrimestral, era redactada en París y publicada en Madrid. Se publicaron 48
números y “su término coincide con el fin del exilio” (Zamorano, C. 2021, 118).
Osvaldo Fernández durante estos años publica varios artículos, que Jaime
Villanueva expone en una secuencia cronológica:
“1978: revista Araucaria
de Chile, N°3, El discurso de la
represión. 1979: revista Araucaria de Chile, N°6, El funcionamiento de la ideología en una
formación económico-social. 1980: revista
Araucaria de Chile, N° 10, ¿Qué enseñanza de la filosofía? 1980: revista Araucaria de Chile, N° 12, Mariátegui, el Amauta. […] 1983: revista Araucaria de
Chile, N° 27, Teoría
y práctica específica en América Latina. 1987:
revista Araucaria de Chile, N° 37, Tradición, dogma y herejía en la obra de Mariátegui.” (Villanueva, J. 2018, 75)
Al revisar
panorámicamente estos textos identificaremos algunos de los intereses teóricos
de Fernández, que permiten proponer una lectura crítica de las categorías que
usa Zambrano para retratar las experiencias del exilio. Se abordarán los textos
haciendo una breve descripción de su organización y de algunos de los
principales problemas que exponen teniendo como fuente los artículos publicados
en la Revista Araucaria de Chile.
El primer artículo que
publica es “El discurso de la represión” (1978), en el que aborda el problema
del fascismo, circunscrito a una condición de dependencia. Este texto cuenta
con cuatro apartados: 1) “Chile como modelo del fascismo dependiente”; 2) “La
ideología como el discurso del poder; 3) “La lógica de la negación”; 4) “la
frustración del nacionalismo”. Estos subapartados exponen el enfoque que
propone Fernández para alertar acerca de una posible réplica en otros países
del fascismo dependiente que se había implementado en Chile a través de la
dictadura, por eso quiere “mostrar el mecanismo interno del régimen chileno,
tanto en su especificidad como en la posibilidad de ponerlo como parangón a
otras formaciones económicas sociales semejantes a la nuestra” (Fernández, O. 1978,
13).
El texto “El
funcionamiento de la ideología en una formación económico-social” (1979) se
divide en cuatro subapartados: 1) la naturaleza ilusoria de la ideología; 2)
Algunos aspectos concernientes a la reproducción objetiva; 3) el funcionamiento
de la ideología en el interior de una formación económico-social; 4) La
reproducción subjetiva (específica) de la ideología. Para Fernández “La clase
dominante, en este caso la burguesía (…) debe primero ser dirigente en el
interior de una alianza de poder (…) para luego imponer su dominio a la clase
adversaria” (Fernández, O. 1979, 64-5), para ello “debe saber presentarse como
la única alternativa posible, construyendo una forma de dominio a su imagen y
semejanza” (Fernández, O. 1979, 65), y a partir de ello imponer desde el
discurso la legitimidad del poder que instala. Esta posición se aplica al gobierno
de fascismo dependiente que se implementa en Chile, el que a partir de “una
intervención denodada, directa e intensa a través del Estado (…) disponer[n]
del control sin límites de los aparatos ideológicos” (Fernández,
O. 1979, 65) como medios que permiten su instalación y hegemonía.
Fernández separa su
análisis acerca de los aparatos ideológicos del Estado del althusserismo,
porque considera que estos no se reducen a un mero “instrumento de dominación
como lo pretende cierta tendencia que interpreta rígidamente las proposiciones
de Althusser” (Fernández, O. 1979, 65), sencillamente porque las clases
dominantes no pueden gobernar solas “la sucesión de alianzas posibles implica
la participación de otras clases sociales y otros sectores en la gestión del
poder” (Fernández, O. 1979, 66), permitiendo que un aparato ideológico del
Estado se constituya como “un espacio particular de lucha de clases” (Fernández,
O. 1979, 66), lo que plantea una “apertura democrática y pluralista en el
interior de estos aparatos [o] en torno a su desmitificación” (Fernández, O. 1979,
67). Esta reflexión considera a los partidos políticos como una ilustración
concreta de como un aparato ideológico que puede ir a contrapelo de la
oficialidad en la que opera.
El artículo “Chile: ¿Qué enseñanza de la
filosofía?” (1980) no considera subapartados y se encuentra dedicado a examinar
dos formas en las que se ha abordado la enseñanza de la filosofía, para ello
recurre a las figuras de Martín Heidegger y Louis Althusser, por la fuerte
impronta de estos pensadores en las escuelas de filosofía chilenas. La
preocupación de Fernández no se encuentra en la doxografía de la obra de estos
filósofos sino “en la forma de esta transferencia cultural o teórica; es decir,
de qué manera este proceso reproductivo interno, nacional, asimila un
determinado autor o una determinada idea o corriente cultural, que en sus
orígenes y formación corresponden a otra coyuntura cultural” (Fernández, O. 1980a, 130). Las figuras de esto
filósofos ilustran “el tipo de intelectual que entra a funcionar en un momento
histórico dado. Y (…) el modo como cierta forma de pensamiento condiciona
comportamientos ideológicos que le son correspondientes y el inicio de una
forma de producción teórica que también se le adecúa” (Fernández, O. 1980a,
130). En la conjunción de estos aspectos se juega la traducción de un saber, que
permite ensamblarse “con el resto de las relaciones sociales, podemos decir que
la traducción ha comenzado a funcionar en un proceso específico de reproducción
interna, en una formación económico social determinada” (Fernández, O. 1980a,
138).
El artículo “Mariátegui,
el Amauta” (1980) se divide en seis apartados, los que se organizan a través de
números y no de subtítulos. A través de estos apartados propone una revisión de
la vida y de la obra de Mariátegui desde sus implicancias para el marxismo
latinoamericano. En el primer apartado aborda la originalidad de Mariátegui a
partir de dos puntos de vista: 1) “la formulación nueva que da a los problemas
latinoamericanos, sin salir del análisis específico de la formación
económico-social peruana. Formulación teórica y práctica a la vez, cuya novedad
proviene del examen histórico materialista de esta realidad” (Fernández, O. 1980b,
70); y 2) “el enfrentamiento con esta realidad inédita, el marxismo resulta
enriquecido, modificado, como ocurre con toda ciencia que se pone a prueba en
cada uno de sus objetos” (Fernández, O. 1980b, 70), que
en este caso incorpora como diferencia la condición indígena del pueblo peruano.
En el segundo apartado se aborda el balance crítico que realiza el Amauta de
las ideas socialistas en el Perú, las que divide en dos ejes: “1) de lo que
hasta ese entonces se había entendido en el Perú por socialismo, y 2) de lo que
ocurre a nivel mundial con el movimiento obrero” (Fernández, O. 1980b, 73-4),
proponiendo “la sistematización de la cultura socialista peruana, a su organización,
tareas que comienzan por esta revisión crítica, y que continúan con el
análisis del problema a nivel mundial” (Fernández, O.
1980b, 74).
En el tercer apartado,
aborda el legado de la Revista Amauta,
se señala que “El énfasis se pone en el análisis de la realidad peruana, pero,
sin separarla del contexto internacional, contexto donde es preciso distinguir
a su vez dos planos: uno, latinoamericano, y otro, mundial” (Fernández, O. 1980b,
75). Lo que implica que la revista se plantee “como un órgano de intervención
ideológica y a la vez como instrumento de organización cultural” (Fernández, O.
1980b, 75). En el cuarto apartado se analiza el libro los Siete ensayos de interpretación de la
realidad peruana, indagando en “el análisis de una formación social
determinada, la peruana, y su problema central, que proporciona vertebración a
la serie de los ensayos, por lo mismo que constituye la especificidad de esta
formación: el problema del indio” (Fernández, O. 1980b, 74). En el apartado
cinco se revisan los últimos años de vida del Amauta, “los que están dedicados
a la formación del partido de la clase obrera. Hasta 1927, Mariátegui actúa
junto a los apristas, con quienes coincide en la tesis antiimperialista, sin
dejar de combatir, sin embargo, la idea de la “exclusividad” de América Latina”
(Fernández, O. 1980b, 81).
En el apartado seis
Fernández se pregunta por la originalidad del Amauta, señalando que “El
problema no reside en preguntarse si el marxismo es aplicable o no a la
realidad latinoamericana, o si dicha aplicación no violenta la historia y la
tradición de estos países, problema por lo demás absurdo en estos días y sobre
todo después de la revolución cubana, aunque una de las constantes de la
ideología dominante siga siendo la de negar el marxismo como una expresión
propia de nuestros países” (Fernández, O. 1980b, 83). A lo que agrega que “El
problema consiste más bien en saber si este marxismo que Mariátegui inaugura
adquiere especificidad, y cuál sería el grado de autonomía de ésta” (Fernández, O. 1980b, 83) para posicionar un marxismo
latinoamericano desde inquietudes e intereses propios.
El artículo “Teoría y
práctica específica en América Latina” (1983) se organiza seis apartados: 1) el
“desencuentro teórico” o lo problemático del texto; 2) Hacia otra lectura de
Marx; 3) La lógica específica del texto; 4) Notas sobre el “marxismo
latinoamericano”; 5) Las aporías de la expresión de “marxismo latinoamericano”,
y; 6) El estatuto teórico de la práctica. Al final de este escrito se pregunta
si “el impacto de la modernización capitalista deshumanizada que se implanta a
través de las dictaduras militares plantea de nuevo, y en nuevos términos, la
cuestión nacional y el problema de nuestra realidad específica” (Fernández, O.
1983, 68). Y por consiguiente la pregunta que se desprende es como “va a
expresarse el marxismo en esta nueva etapa histórica que comenzamos a vivir” (Fernández,
O. 1983, 68), la que Fernández responde desde una perspectiva afirmativa y
situada.
En el artículo “Tradición,
dogma y herejía en la obra de Mariátegui” (1987) se organiza en tres apartados
que se subdividen. El primer apartado es “Sobre tradición y revolución”, cuyos
sus subapartados son: “La tradición la crean los que la niegan”, y “La
tradición sólo está viva en la revolución”. El segundo apartado es “Heterodoxia
y ortodoxia sobre herejía y dogma”, cuyos subapartados son: “La herejía
constituye la salud del dogma” y “El dogma como posibilidad de la herejía”. El
tercer subapartado es la conclusión en la que señala que “La necesidad del
dogma como condicionamiento fructífero del movimiento de la herejía, involucra,
finalmente, a la capacidad misma de pensar, proceso que Mariátegui define en
tanto peruano. Porque pensar es, para, hacerlo histórica y específicamente”
(Fernández, O. 1987, 75). Esto implica que “Mariátegui pensó la contradicción
real de su tiempo desde la alternativa socialista y en ella centró sus
esperanzas y sus proyectos” (Fernández, O. 1987, 75), proyectos que cruzan
aspectos políticos y culturales, “si los problemas que se refieren a la
vanguardia tocan principalmente a los intelectuales, los del socialismo,
tienen por sujeto histórico al proletariado” (Fernández, O. 1987, 75), los que
deben conjugarse en una propuesta conjunta que viabilice la transformación
política.
Este recorrido
descriptivo por los textos teóricos traza ciertas continuidades y
discontinuidades en los abordajes de Fernández, por ejemplo, sus primeros
escritos están marcados por la situación chilena desde lo político y lo cultural,
luego transita hacia una lectura de mayor fuerza latinoamericanista, pero
también de mayor crítica al marxismo más ortodoxo, en este punto adquiere
centralidad sus estudios acerca de José Carlos Mariátegui.
Desde la propuesta
categorial de Zambrano la producción teórica de Fernández en Araucaria de Chile lo sitúa como un
desterrado que se mantiene pensando en y desde su lugar de origen, sin embargo,
a diferencia de la imagen de Zambrano, Fernández rompe con las fronteras del
Estado-nación para pensarse desde un horizonte latinoamericano, la disposición
afectiva no es de añoranza del territorio perdido, muy por el contrario se
posiciona en tensión a lo que pasa en Chile, pue su teorización no remite al
pasado de la Unidad Popular, sino que piensa en las condiciones materiales de
los chilenos que quedan supeditados al fascismo dependiente que implementa la
dictadura. Esto nos lleva a considerar que en el caso de Fernández hablamos de
un destierro que se mantiene en tensión con el lugar de origen, de ahí que
podamos denominarlo como un destierro en resistencia y no un destierro de la
añoranza como lo califica Zambrano. Esta resistencia se basa en insistir en la
vía de un marxismo latinoamericano que permita abordar las particularidades y
complejidades latinoamericanas, haciéndose Mariátegui cada vez más
indispensable para su trabajo teórico y posición política.
El 19 de noviembre del
año 2015, durante la celebración del día mundial de la filosofía, el profesor
Fernández es invitado a participa en la primera actividad filosófica realizada
en el país para conocer la situación de los exiliados chilenos, el título de la
actividad fue “Experiencia de la filosofía en Chile en tiempos de exilio”, la
que estuvo organizada por “la Fundación Millas, Red de Profesores de Filosofía
de Chile (REPROFICH), Asociación chilena de Filosofía (ACHIF) y la I.
Municipalidad de Providencia” (Silva Rojas, M. 2015,128). La filósofa chilena
Cecilia Sánchez, en el artículo “Institucionalidad de la filosofía en Chile:
rutas y quiebres” (2015), presenta a Osvaldo Fernández como parte de los
filósofos que se ha ocupado de estudiar la filosofía en Chile, también lo sitúa
como un académico exonerado y reintegrado a la universidad al regreso de su
exilio.
Esta reincorporación a
su quehacer académico ha permitido conocer con mayor detalle el trabajo
intelectual que desarrolló en Francia, contribuyendo a indagar en la
especificidad de los aportes del exilio a la institución filosófica chilena.
La condición de destierro y
resistencia con la que hemos categorizado su vivencia exiliar resignifica su posición
desde una perspectiva afirmativa y activa ante el conflicto, pero a la vez
crítica de la configuración de los Estado-nación como unidades cerradas sobre
sí mismas. El carácter situado del marxismo latinoamericanista que
motiva Mariátegui, acerca a Fernández a pensar en la traducción del marxismo a
distintas realidades sin que sea “ni calco ni copia, sino «creación heroica»”
(Fernández, O. 2010, 197) de un pueblo.
Desde la filosofía chilena, este
recorrido por la singularidad del exilio de Osvaldo Fernández cuestiona la
descripción del marxismo que realiza Jorge Estrella en el libro la Filosofía en
Chile, porque de acuerdo a lo que hemos revisado en este escrito, existen a lo
menos dos producciones de Fernández previas al exilio que dan cuenta de la
importancia del contexto local en su discusión, y por otro parte, los textos
del exilio de Fernández nos hablan de una deriva de su pensamiento más que de
un quiebre de temáticas, pues la necesidad de pensar desde una condición
situada siempre ha caracterizado su trabajo.
El destierro le permite
desarticular “no sólo los órdenes epistémicos con los que se ha hecho filosofía,
sino que también opera como un deconstructor de ciertas categorías políticas”
(Ávila, M y Rojas, B. 2018, 15), y que en el caso de Fernández lo llevan a
pensar en las condiciones de un marxismo latinoamericano pensado desde sus
propios problemas, pero articulado con la discusión global, de modo que las
fronteras Estado-nacionales se diluyen cuando abordamos la situación humana
desde la desigualdades estructurales que la acompañan.
Revisar el legado intelectual de
Osvaldo Fernández durante su exilio es recuperar parte de nuestra memoria
reciente, y en particular de discusiones filosóficas que la dictadura quiso
borrar castigando con el silenciamiento, persecución, tortura, exilio y también
asesinato de los intelectuales que iban a contrapelo de sus designios, entre
ellos quiso borrar todo registro de la discusión que los intelectuales
marxistas desarrollaron en el país.
Recuperar el legado de los
filósofos chilenos previos al exilio y su producción durante el exilio
reconfiguran el campo filosófico a partir de la integración de múltiples
filigranas que fueron cercenadas: tradiciones de pensamiento mutiladas,
epistemologías caricaturizadas, univocidad de métodos y de prácticas
filosóficas, así como también, el fuerte legado de un pensamiento filosófico
comprometido con la transformación social y no sólo con la descripción o la
interpretación de hechos. La recuperación de esta memoria necesariamente
considera volver a preguntarnos por cuáles son las exclusiones que la academia
filosófica chilena mantiene y cuáles son los aspectos que hemos recuperado a
partir de la reincorporación de los filósofos exiliados a la académica
filosófica local.
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[1]
El Centro de Pensamiento Iberoamericano de la Universidad de Valparaíso, el año
2020 cumplió 10 años de funcionamientos, en la introducción del libro, Contrapuntos Latinoamericanos (2020), publicación con la que se celebró este
aniversario, los editores del texto señalan lo siguiente: “Osvaldo Fernández
Díaz, fundador y director de nuestro centro durante estos 10 años. Él ha dirigido
todas nuestras actividades con un ánimo perpetuo y desprendido, interesado
siempre por actualizar los conocimientos sobre el pensamiento latinoamericano y
las corrientes de izquierda en la región, transformándose así, en brújula
teórica y organizativa”. (Berríos, C y Jara, G. 2020, 12).
[2]
Sergio Vuskovic (1930-2021): “En horas de este jueves 19 de agosto se dio a
conocer el fallecimiento de Sergio Vuskovic Rojo, quien de profesión es
profesor de Estado en la Universidad de Chile. En la década del 60, estudió
Filosofía, Economía Política y Sociología en la Universidad de Moscú. Posteriormente,
durante el gobierno de la Unidad Popular fue alcalde de Valparaíso (1970-1973)
[…] La Municipalidad de Valparaíso, lo reconoció con el título de Ciudadano
Ilustre de Valparaíso en el año 2002. En el 2003, recibió la medalla
UNESCO por su contribución en la Declaración de Valparaíso Patrimonio de la
Humanidad y se le otorga el Premio Municipal de Literatura de Valparaíso”. La información aparece en el sitio web del diario
electrónico el Martutino. https://www.elmartutino.cl/noticia/sociedad/pesar-en-valparaiso-por-fallecimiento-de-ex-alcalde-sergio-vuskovic
[3]
“En el caso puntual de Osvaldo Fernández, cabe destacar que desde 2010 y hasta
la fecha ha surgido interés por su obra y se han venido publicando sus libros.
En 2010, Editorial Quimantú publica el libro Itinerario y trayectos heréticos de José Carlos Mariátegui; en
2014, Cónclave Editorial reedita el libro de 1964 Teoría de la Ambigüedad, escrito en conjunto con Sergio Vuskovic; y
también en 2014, Ediciones Ideas reedita su tesis doctoral obtenida en la
Universidad de París I, Pantheón Sorbonne en 1979, bajo el título Del fetichismo de la mercancía al fetichismo
del capital. Estos son solo ejemplos concretos del interés por recuperar la
memoria intelectual de uno de nuestros escritores, ensayistas y pensadores
locales, tarea en la que queda mucho todavía” (Villanueva, J. 2018, 38)
[4]
La revuelta popular iniciada el 18 de octubre del año 2019 posibilitó que el 25
de octubre del año 2020 se realizara un plebiscito nacional para decidir si los
ciudadanos chilenos apoyaban la redacción de una nueva Constitución para el
país, o preferían mantener la existente, que había sido promulgada durante la
dictadura cívico-militar (1973-1990). Los resultados de este plebiscito fueron
contundentes, y la opción de formular una nueva constitución contó con un
78.27% de respaldo a través de las urnas. A este resultado se suma la elección
del tipo de organismos que redactaría la nueva constitución, esta votación respaldó
mayoritariamente con un 79.07% la opción de una Convención Constitucional, lo
que implicaba que el organismo estaría constituido exclusivamente por miembros
electos para estos fines. El 4 de julio del 2021 se inició el proceso de
redacción de una nueva constitución para el país, teniendo los convencionales
electos un plazo máximo de un año para su redacción.
[5]
“Araucaria fue un potente centro de
producción cultural de chilenos dentro y fuera del país que intentó recomponer
la escena cultural quebrada por la dictadura. Sin por ello concebirse como
revista del exilio, sino “’simplemente’, como una revista chilena y, por esta
razón, siempre intentó acortar la separación que la dictadura quería hacer
profunda e irremediable entre los exiliados y los de ‘dentro’” (15). La revista
se asume desde el inicio como un intento de confrontar el llamado apagón
cultural y el oscurantismo que copaba la vida de los chilenos” (Zamorano, C.
2021, 118).