Estudios de Filosofía Práctica e Historia de las Ideas

Estudios de Filosofía Práctica e Historia de las Ideas / E-ISSN 1851-9490 / Vol. 24 / Sección Comentarios de libros
Revista en línea del Grupo de Investigación de Filosofía Práctica e Historia de las Ideas /
Instituto de Ciencias Humanas, Sociales y Ambientales (INCIHUSA)
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tapa libro

Recorridos alternativos de la modernidad

Derivaciones de la crítica en el pensamiento contemporáneo

Dante Ramaglia (editor)1a ed.
Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Teseopress,
510 p.; 22 x 15 cm.
ISBN 978-987-86-9975-2

Gerardo Oviedo

Universidad de Buenos Aires;

Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales.

Argentina.

gerovied@yahoo.com.ar


Un occidente revisado desde sus márgenes transversales

A propósito de Recorridos alternativos de la modernidad

Digámoslo de entrada, Recorridos alternativos de la modernidad es un libro destinado a convertirse de consulta indispensable en la materia. Tematiza y despliega su objeto de análisis con cuotas bien dosificadas de erudición y compromiso. Por si fuera poco, presenta una notable articulación entre la diversidad de posturas que convoca y la unidad de problemas en que confluye. Ahora bien, si se me permite, no quisiera hacer un recorrido lineal del texto, que por otro parte no supliría el esfuerzo de ulteriores lecturas.

Como lector rioplatense de esta monumental obra de más quinientas páginas, cuya localización biográfica, geo-epistemológica y existencial es la vasta y variada comarca andina continental (sea como pertenencia, adscripción o marco), me atrevo a sugerir un breve juego barroco, que en verdad es neobarroso.

El crítico literario Carlos Gamerro, en su libro Ficciones barrocas (Buenos Aires, Eterna Cadencia, 2010) distingue dos formas del procedimiento barroco, uno superficial y estilístico y otro profundo y epistémico. Al primero lo designa “escritura barroca”, al segundo, “ficción barroca”. Mientras que la escritura barroca denota la desmesura o el exceso a un nivel fraseológico y sintáctico, la “ficción barroca” se manifiesta en el nivel de las estructuras narrativas, de los personajes y del universo referencial, plegando entre sí los planos de la realidad como si fuera una tela, o mezclando las distinciones binarias del mundo como si fueran los naipes de un mazo de barajas. Una imagen concomitante sería alterar el orden de los ingredientes de una receta culinaria, embrollando todas las cocciones. Toléreseme aquí algo parecido, decía, lúdicamente.

Sirviéndome a gusto de este criterio, voy a mezclar el orden autoral y semántico-conceptual del libro, imprimiéndole una organización arbitraria en relación a su estructura expositiva original. Seguiré entonces no el índice, sino una secuencia alfabética. Este artificio deliberado obedece a un procedimiento hermenéutico específico. De un lado, seleccionar por apellido ciertas proposiciones enunciativas, más asertivas o constatativas algunas, más condicionales o sugestivas otras, pero todas capaces de hacernos pensar y repensar, a veces con regocijo, otras con vacilación. Del otro lado, armar un repertorio terminológico en forma de algunas preguntas que me concitan los trabajos, pero conservando el anonimato de la autoría. Eso me permite dirigir interrogaciones sin personalizar, a la vez que dar cuenta de algunas cuestiones centrales que este libro depara en su insoslayable aventura de pensamiento. El criterio alfabético, si no me equivoco, arrojaría una luz distinta, de polifonía prismática, sobre las signaturas profundas que vibran bajo la nervadura lexicográfica del texto. Propongo, en suma, un diccionario mínimo del libro.

Me he obligado a focalizarme en un corpus muy restringido de aspectos. Desde luego, mis cortes de lectura –que, admito, son excesivamente austeros y expeditivos– no habrán de coincidir necesariamente con los nudos de intereses y horizontes de expectativas de las autoras y autores. En cuanto a las preguntas que formulo, quizá no estén del todo bien construidas, pero al menos surgen de la trama de implicaciones que los bien acreditados escritos que componen este trabajo colectivo suscitaron en mi horizonte de recepción, provocando efectos, al menos en mi caso, más cercanos a una ética de la interpretación solidaria que sometidos a la esquematización formalista de un conjunto de estándares argumentativos. Doy comienzo entonces a mi apretado repertorio.


Uno. Onomástico de hipótesis fuertes


Aguirre Aguirre (Carlos). Glosando delicadamente la prosa política y la poesía filosófica de Aimé Césaire, comprendemos que el martinico nos dona palabras intraducibles como un modo de despejar espacios de posibilidades en nuestra semántica existencial cotidiana. El autor establece que el vocablo “veerición” puede verterse, en infinitivo, como barrer o revolotear o abarcar, pero sustancialmente, como “cimarronear”, con lo que así indica el suelo de una fuga epistemológica del racionalismo occidental, tanto como el contrafuerte de una identidad ampliada, de una vez entrelazada –como se dice de una hiedra– a la naturaleza [“Modernidad maldita. Invención, imagen y reescritura (triangular) en Aimé Césaire”].

Arpini (Adriana). Reconstruye y articula puntillosamente un conjunto de postulaciones rectoras de Enrique Dussel y Arturo Roig en torno a la examinación y denuncia del proyecto moderno-colonial. Rescata en particular la función metodológica de una hermenéutica crítica. Con claridad y solvencia probadas, Arpini concluye su recorrido señalando una convergencia conceptual y propositiva de ambos filósofos mendocinos en la afirmación y localización de la propia subjetividad, así como en la historicidad contextual donde se moviliza la sospecha de los universales ideológicos [“Trans-modernidad y moral de la emergencia. Críticas de la modernidad y propuestas alternativas desde Enrique Dussel y Arturo Andrés Roig”].

Cartechini (María Pía). En un escrito que se ha de recorrer conmovida y temblorosamente, la autora conecta el dispositivo del mito sacrificial de la modernidad con sus efectos en las infancias de milicianos guerrilleros y de la niñez en general. Inquiere la racionalidad homicida que sustenta la apropiación y el control absoluto sobre las niñas y niños en la época de las dictaduras militares del Cono Sur, pero en particular en la Argentina (1976-1983). Cualquier infancia fue silenciada, pero las infancias consideradas “guerrilleras” fueron directamente sacrificadas. El supuesto de una razón del progreso lineal, cuya exaltación coronaba toda lógica del poder, se erigió sobre el desquiciado costo del sacrificio de todo aquello que se presentara como anómalo y desviado respecto de la utopía final del orden. Las infancias y la identidad fueron quienes pagaron el más alto precio posible [“Infancias guerrilleras. El mito sacrificial moderno en tiempos de dictadura”].

Contardi (Aldana). Conocedora profunda y sensitiva del pensamiento de Roig, nos proporciona un informe donde la revisita a la categoría de “a priori antropológico” no se demora en tópicos del archivo de lecturas, sino que avanza en dilucidaciones siempre necesarias para una recepción renovada y revitalizadora de la herencia filosófica del maestro mendocino, en particular por lo que concierne a su creativa incrustación y mixtura de nociones kantianas y hegelianas. Entre otros elementos, Contardi anota que para Roig, en su teoría antiimperialista de la modernidad, de lo que se trata es de activar la función crítica del filosofar atinente a la inteligibilidad del presente y la habilitación de posibilidades alternativas de existencia [“Sujeto y modernidad. La teoría y la crítica de Arturo Andrés Roig”].

Fischetti (Natalia). Con enjundia y seriedad, la autora apuesta por una epistemología contrahegemónica-descolonial-desobediente que cuestione la producción de conocimiento en general correspondiente no solo a un eurocentrismo (con un sesgo blanco, occidental, burgués y heterosexual), sino también dentro de la teorización feminista. Con una certera metáfora, expresa que la corriente de la emancipación de las mujeres forma un río que se irriga con múltiples estudios de la ciencia con perspectiva de género [“Ciencia no-moderna y des-humanismo feminista. Notas críticas a propósito de «La mujer más pequeña del mundo»”].

Follari (Roberto). En una más que atenta lectura de quien fuera uno de sus profesores, Enrique Dussel, a cuya obra califica de “fastuosidad multiforme y polivariada”, revisa a fondo el concepto mismo de modernidad en contextos periféricos. Con más de un distanciamiento precautorio, la justicia, por no decir, la vindicta que hace de la figura de Dussel, tan renombrada como –paradójicamente– menospreciada, cobra forma en Follari a guisa de ejercicio teórico alzado y guiño irónico a la cultura académica regional, tan propensa a patear los pies de barro de sus héroes intelectuales. Nada de celebración acrítica hay en este gesto. Sí la convicción de que la idea de “transmodernidad” trasunta “en estado práctico” la apertura hacia una temporalidad abierta donde la universalización dialógica ya no guarde vestigios de una particularidad hegemonizante y homogeneizante [“Trasluz de la modernidad: lo transmoderno no excluye lo posmoderno”].

Gandarilla Salgado (José). Con su amplio y a la vez detallado registro del legado de Bolívar Echeverría, asistimos a un retrato intelectual henchido de envíos biográficos y consideraciones analíticas. En el plano conceptual hallamos un motivo insistente en el develamiento del mecanismo depredador del capital devenido perversamente, e invertidamente, sujeto. Gandarilla Salgado nos recuerda que a Bolívar Echeverría lo obsesionaba el develamiento del proceso insaciable de la acumulación de valores de cambio, según, dice, una especie de relación saturnal en la que el aspecto cósico de lo creado tiende a apoderarse por completo del ente con capacidad de creación, esto es, del cuerpo y el intelecto del sujeto del trabajo vivo reducido a fuerza asalariada. Su extenso análisis culmina en un llamamiento a arriesgar gestos filosóficos disidentes sobre la base de lo que Bolívar Echeverría concebía como una “mímesis festiva”, esto es, un acontecer que politiza el arte y reactualiza de lo humano las energías que han de luchar por configurar una mejor forma de existencia [“Bolívar Echeverría sobre la política y la estética: lo bello del darse forma en tanto «mímesis festiva»”].

Gatica (Noelia) y Aguirre (María Eugenia). En un escrito no sólo bibliográficamente actualizado sino conceptualmente bien construido, las autoras logran trazar un perfil sintético del legado de Aníbal Quijano, revalorándolo en función de nuevos retos explicativos e interrogantes reflexivos. Entre otras chances de praxis política situada, las autoras plantean la posibilidad de una alteridad pública y una alteridad privada que se engarcen en modos situados de “socialización del poder” en términos democráticos, relacionales y horizontales [“Hacia el concepto de colonialidad del poder. Genealogía de la crítica de la modernidad en Aníbal Quijano”].

Mehl (Larissa). Trasluciendo una ética de la intención redencionista que merece destacarse, la autora explora el concepto de modernidad indígena con un estilo a la vez sobrio y militante. Entre sus convicciones sustantivas, puede subrayarse aquella que percibe en los saberes, cosmovisiones y prácticas indígenas, mestizas y afrodescendientes, una manera de mitigar las consecuencias oriundas de la modernidad europea, tales como la crisis ambiental y climática, la desigualdad social (pobreza y hambre), la falta de conexión con la realidad material y una lógica de pensar individualista [“Modernidad indígena: conceptos andinos en la reconstrucción y ampliación del carácter emancipador moderno”].

Moreno (María Rita). En su erudito recorrido por los anudamientos cruciales de la constelación benjamiana-adorniana, sobresale la experiencia de lo trágico con referencia al tema de la cosificación sincrónica y la melancolía diacrónica, si puedo resumirlo así. Moreno retiene para sí las claves centrales del proyecto de la Teoría Crítica, devolviéndonos la imagen ominosa del acontecimiento de la catástrofe como la realidad constitutiva de la verdad. Con una expresión conforme a su fuerza de iluminación dialéctica, se refiere a embarrar lo catastrófico con su verdad y la verdad con lo catastrófico [“Incipit tragoedia. Dialéctica melancólica y modernidad en la Teoría Crítica de Walter Benjamin y Theodor W. Adorno”].

Palacio (Jorge Ariel). Brindándonos un nítido perfil del aporte de Axel Honneth en torno a la dialéctica del reconocimiento, consigna que todo horizonte valorativo se quiebra cuando cambian las condiciones para la realización de los grupos sociales, y se produce una disonancia entre el conocimiento institucionalizado y su efectiva materialización, poniendo en evidencia su inviabilidad y sesgo ideológico [“Axel Honneth y la relectura de la Teoría Crítica. Recorridos en torno a la dominación y el conflicto social”].

Ramaglia (Dante). En un exhaustivo abordaje de la Escuela de Frankfurt y sus derivaciones contemporáneas en diálogo con las posiciones de la teoría crítica latinoamericana, arriba a una imagen de conjunto cuyo poder de síntesis no echaríamos de menos. Abriéndose paso en medio de una densa maraña conceptual, Ramaglia consigue acercarnos hasta un descampado en la espesura terminológica y eidética, no a golpe de machete sino con tijera de paisajista, en cuyo claro divisamos una nueva perspectiva de la categoría de “modernidades múltiples”, poniendo de relieve su carácter pluriverso y alternativista (“Modernidad y crítica. Consideraciones a partir de un posible diálogo entre la Teoría Crítica y el pensamiento crítico latinoamericano”].

Ramírez (Fernando). Optando con originalidad por una figura no precisamente asidua en el campo filosófico argentino, el maestro de Ignacio Ellacuría, Xavier Zubiri, al tiempo que proponiendo una aproximación sagaz a la hermenéutica vattimiana, nos sitúa ante el problema de las “habitudes sociales”. Concluye su itinerario exegético afirmando que todo concepto de lo social no es más que una posibilidad de ordenamiento de los vínculos sociales que está sujeta a una dialéctica continua de verificación [“Ideología y razón. Una aproximación al carácter crítico de la filosofía de Xavier Zubiri”].

Sánchez (María Cecilia). Detecta como problema cardinal el olvido del relato del futuro y sus posibilidades emancipadoras. Advierte agudamente que existe un “nosotras” que no es igual al producto de las invisibilizaciones y violencias raciales y patriarcales. Antes bien, se trata de un “nosotras” compuesto de sujetos no esencialistas y activamente hablantes. Por ello toma posición por una praxis de la modernidad situada, que se pone en guardia ante la borradura del Otro, suscribiendo un discurso liberador y desparticularizante [“Las ‘razones’ de la modernidad en América Latina”].

Santos Herceg (José). No solo ha ido a lo serio del asunto, sino, dicho un poco heideggerianamente, a lo de veras grave y a lo gravísimo, al menos para las corporalidades insurgentes de nuestra América y de toda la periferia Sur. Reflexiona que violencia, culpa, escisión (descorporización) y solipsismo aparecen como algunos de los elementos propios de la modernidad que pueden verse operando en los procesos refundacionales implementados por las dictaduras, en particular en los denominados “Campos de concentración”. El filósofo chileno considera asimismo que la tesis que sostiene que la desaparición forzada de personas no es barbarie sino modernidad exacerbada, debe reconducirse en términos de la descripción y denuncia de la tortura como un dispositivo central en la radicalización del proyecto moderno que pretendieron realizar las dictaduras del Cono Sur [“Modernidad y dictadura en América Latina. La tortura como dispositivo refundacional”].

Scherbosky (Federica). En posesión de un saber preciso sobre el concepto de antropofagia y de la teoría del mestizaje cultural, la autora nos advierte sin embargo sobre la necesidad de comprender que las estrategias de hibridación se hallan atravesadas por tensiones de complejidad y conflicto, donde no hay diálogo ni igualdad entre las partes sino imposiciones y coerciones. Como contraparte, se generan resistencias, negociaciones e integraciones, donde los restos de los códigos simbólicos indígenas suministran la ocasión de activar una resistencia barroca a la voracidad capitalista [“El ethos barroco o acerca de la afirmación de una subjetividad nuestroamericana”].


Dos. Glosario de preguntas


Comunico ahora interrogantes que me he hecho y que no asumen un gesto evaluador ante el libro. Tal vez puedan funcionar como disparadores de una discusión posterior, o a lo sumo como incógnitas que ameritan abordajes complementarios, nunca como requisitorias a ser respondidas puntualmente. En fin, no son preguntas de un jurado, sino apenas inquietudes de un lector.

Dependencia

¿El programa de la modernidad-colonialidad es una superación definitiva del paradigma dependencista, en el que este último quedaría teóricamente subsumido a la vez que normativamente absuelto de sus bien expuestos errores y limitaciones, o sería solo una de sus derivas internas en el presente, repotenciándolo como el programa de investigación sociológica y económico-política más relevante de la historia intelectual latinoamericana?

Modernidad

La multiplicación de entes de los que se predica la condición de lo moderno (múltiples, alternativas, otras, trans, etc.), ¿liquida o redefine la pregunta por su pretensión de universalidad? ¿Esta se disuelve en sus apariencias y singularidades o se reconfigura y complejiza qua modernidad realmente existente?

Modernización

El análisis de macroestructuras supranacionales a escala continental y aún hemisférica, objetivadas categorialmente en términos tales como “colonialidad del poder y el saber”, “modernidades múltiples”, etc., ¿permite iluminar y reconstruir vectores espaciales singularizados de vías de modernización no excluyente ni marginadora? ¿Es posible detectar trayectorias de democratización social y secularización cultural no violentas que operen a escala nacional, regional y microterritorial, incluyendo sus respectivos solapamientos y porosidades? ¿O bien debemos entender que el análisis empírico del impacto modernizador en mundos de la vida concretos no traspasaría su lógica inmanente de dominio, su herrumbrado Gestell? ¿La única alternativa sería la indigenización de la sensibilidad estética y del discurso teórico diatópicamente traducidos, según se esgrime con prodigioso entusiasmo en algunos pasajes de este tan potente como desafiante libro?

Occidente

¿Es preciso distinguir nuevamente entre modernización y occidentalización o bastaría con no perder de vista su vinculación intrínseca? El sintagma “modernidad occidental”, ¿supone un juicio analítico o un juicio sintético? Las recientes jornadas en Kabul, tan disímiles del repliegue norteamericano en Saigón, ¿señala el crepúsculo agonal del imperio del Norte, invasor, belicista y torturador, o solo abre, abismalmente, otra de las hendiduras trágicas de la modernidad partida, cuyos potenciales emancipatorios todo pueblo periférico-dependiente tiene derecho a apropiar, resemantizar y reinventar calibanísticamente, y desde ya, mito-poéticamente?

Revolución

¿La modernidad alterativa involucra en su desasimiento en los márgenes, las energías utópicas de la conciencia revolucionaria de 1789 en Europa hasta la actualidad en América Latina, de Cuba a Venezuela y Bolivia –sin olvidar Chile, sin olvidar Nicaragua, para qué abundar-, o su metamorfosis postmetafísica y postnacional requiere hasta el abandono del propio término “revolución”, ya de una vez, junto con su gastado o unilateral léxico de formación ilustrada de la voluntad popular y su soberanía de ciudadanías multitudinarias? ¿Entonces el socialismo marxista se habría ya extinguido definitivamente como faro del humanismo radical en la región, incluyendo maestros que van de Ingenieros y Mariátegui hasta Dussel, Bolívar Echeverría o García Linera, pasando por Florestan Fernandes o Teotonio Dos Santos, por nombrar los menos? ¿Qué saldo arrojaría semejante balance de pérdidas y ganancias?

Para terminar, la tosquedad y premura, y desde ya malicia de estas preguntas, que no están a la altura de los minuciosos estudios que propone con densidad y pluralismo este libro, son meros testimonios de admiración y respeto. He aprendido mucho.

En definitiva, es más que recomendable la lectura de Recorridos alternativos de la modernidad, no solo por su riqueza de contenidos, sino por su habilidad para hacer inteligible el horizonte de comprensión del pensamiento periférico sureador, donde nuestras certidumbres se estremecen y encogen mientras nuestros anhelos se enhebran y ensanchan.