Estudios de Filosofía Práctica e Historia de las Ideas / E-ISSN 1851-9490 / Vol. 25 (Especial) / Sección Dosier
Revista en línea del Grupo de Investigación de Filosofía Práctica e Historia de las Ideas /
Instituto de Ciencias Humanas, Sociales y Ambientales (INCIHUSA)
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)
www.estudiosdefilosofia.com.ar / Mendoza / 2022 /
.
Arturo Roig y Paulo Freire: un
diálogo
imprescindible para (re) pensar la cuestión del sujetx desde la
filosofía latinoamericana
crítica
Arturo Roig and Paulo
Freire: An Indispensable Dialogue to (Re)Think the Issue of the Subject
from
the Perspective of Latin American Critical Philosophy
Noelia Zalazar
Universidad Nacional de La
Rioja,
Argentina.
Recibido:
22/03/2022
Aceptado:
19/10/2022
Resumen. Nuestro trabajo tiene como
objetivo la puesta en diálogo de los principales aspectos de las
perspectivas
críticas sobre el ser humano de Arturo Roig y Paulo Freire, para
aportar a la
reformulación de la cuestión del sujetx como
problemática central de la
filosofía latinoamericana. Ambos enfoques críticos, que
presentan convergencias
al abordar las condiciones históricas, políticas y
sociales latinoamericanas y
al denunciar a la razón colonial, puestos en relación se
potencian y aportan al
surgimiento de otras subjetividades que asuman la alteridad y
diversidad en
todos sus sentidos. En consecuencia, estos postulados nos permiten
operar
interrupciones a la concepción tradicional eurocéntrica
de la filosofía,
específicamente a la Antropología filosófica,
históricamente asociada a la
consecución de un saber universal excluyente de particularidades
y diferencias,
y posibilitan el desarrollo de una perspectiva que promueva la
construcción de
discursos y prácticas filosóficas situadas y
comprometidas con la transformación
emancipatoria. En cuanto a la metodología de nuestro trabajo, la
misma es de
orientación hermenéutica crítica.
Palabras
clave. Sujetx, filosofía
latinoamericana
crítica, diálogo, a priori antropológico.
Abstract. The aim of this work is to discuss the main aspects of the
critical
perspectives on the human being according to Arturo Roig and Paulo
Freire, in
order to contribute to the reformulation of the subject as a core issue
in
Latin American philosophy. Both critical approaches converge in
addressing the
social, political and historical Latin American conditions and in
denouncing
colonial reason. These two approaches also enhance one another and
contribute
to the emergence of other subjectivities which fully embrace otherness
and
diversity. Consequently, these claims allow us to challenge the
traditional,
eurocentric conception of philosophy, and particularly of philosophical
anthropology, which has been historically associated to a universal
knowledge
that excludes differences and particularities. These claims allow as
well for
the development of a perspective that promotes philosophical statements
and
practices wholly committed to emancipatory changes.
Keywords. subject, critical Latin American philosophy, dialogue,
anthropological
a priori.
La
problemática del sujetx ha ocupado y ocupa sendos desarrollos
críticos de la
filosofía latinoamericana en estrecha articulación con la
Historia de las ideas
en América Latina y el Caribe. Varios autores refieren a la
centralidad de esta
temática tan significativa que se reformula en tensión y
más allá del “ego
cogito cartesiano”, el “sujeto trascendental
kantiano” y “el sujeto absoluto
hegeliano”. (Horacio Cerutti Guldberg, Yamandú Acosta,
Adriana Arpini, Dante
Ramaglia, entre otros). En este sentido, Cerutti Guldberg sostiene que
la
referencia a lo antropológico es una constante en la
tradición
nuestroamericanista, “no podemos eludir en la región la
cuestión del sujeto”. Y
en su abordaje se ha subrayado la importancia de preguntarse
“¿quién habla de,
conoce o piensa la realidad?” y enfatizado en que “el
sujeto piensa a partir
del seno mismo de su desde donde”, lo que llevó al
cuestionamiento de la
clásica idea de un sujeto cognoscente entendido como neutral y
soslayado en la
tradicional comprensión del conocimiento como una
relación entre dos términos:
sujeto y objeto (Cerutti Guldberg, H. 2000, 57).
Siguiendo
estas líneas de pensamiento, nuestro trabajo tiene como objetivo
la puesta en
diálogo de los principales aspectos de las perspectivas
críticas sobre el ser
humano de Arturo Roig y Paulo Freire, para aportar a (re) pensar la
cuestión
del sujetx como problemática central de la filosofía
latinoamericana. Nuestro
artículo dará cuenta de una primera aproximación
no exhaustiva a esta puesta en
relación, ya que su profundización es objeto de nuestra
investigación doctoral
en curso. Ambos enfoques críticos, que presentan convergencias
al abordar las
condiciones históricas, políticas y sociales
latinoamericanas y al denunciar a
la razón colonial, puestos en relación se potencian y
aportan al surgimiento de
otras subjetividades que asuman la alteridad y la diversidad en todos
sus
sentidos.
En
consecuencia, consideramos necesario para una resignificación de
la cuestión
entablar un diálogo crítico con la obra del
filósofo mendocino Arturo Andrés
Roig —principalmente con su Teoría y crítica del pensamiento
latinoamericano (1981/2009) — y con el pensamiento
antropológico filosófico de Paulo Freire,
presente en su Pedagogía del Oprimido (1970/2012) y Pedagogía de la Esperanza (1992/2015); con el objetivo de poner en relación
ambos enfoques críticos de la subjetividad. Consideramos que
estos postulados
nos permiten operar interrupciones a la concepción tradicional
eurocéntrica de
la filosofía, específicamente a la Antropología
filosófica, históricamente
asociada a la consecución de un saber universal excluyente de
particularidades
y diferencias. También posibilitan el desarrollo de una
perspectiva que
promueva la construcción de discursos y prácticas
filosóficas situadas y
comprometidas con la transformación emancipatoria. La
metodología de nuestro
trabajo es de orientación hermenéutica crítica
(Gadamer, H. 1999). Ésta nos
brinda estrategias para que el diálogo que establecemos con los
textos de
Freire y Roig se entable sin la necesidad de arribar a conocimientos
acabados,
ni a fundamentos últimos, es decir, que aquellas cuestiones que
tengamos por
“comprendidas” luego de un primer análisis, se
considerarán como nuevas preguntas
que se resignificarán desde el presente.
Yamandú
Acosta (2008) identifica la obra del filósofo argentino Arturo
Roig como uno de
los paradigmas más fuertes de la filosofía
latinoamericana desarrollado en
estrecha relación con la Historia de las ideas en América
Latina y el Caribe,
sosteniendo que, el mismo junto con el paradigma antropológico
construido por
Franz Hinkelammert (2002) centrado en el “sujeto viviente y
corporal”,
adquieren una pertinencia relevante en el contexto actual de la
globalización,
como crítica a los fundamentos e implicancias de la modernidad
occidental
diferente e independiente de la crítica que realiza la
posmodernidad.
[1]
En
nuestras indagaciones pretendemos profundizar la tesis de Acosta y
partiendo de
la comprensión de la obra de Roig como una de las expresiones
más acabadas del
pensamiento filosófico latinoamericano crítico,
interpretar críticamente su
teoría del sujeto, en la que las nociones de experiencia,
historicidad, a
priori antropológico, la filosofía como saber
crítico y como práctica, entre
otras, son decisivas. Como adelantamos anteriormente el enfoque
crítico
roigeano presenta convergencias con la perspectiva sobre el ser humano
de Paulo
Freire, esta última fundamenta y permea toda su propuesta de una
educación como
práctica de la libertad. Entendemos, e intentaremos dar cuenta
en estas
reflexiones, que el encuentro entre dichas perspectivas, lejos de
desvirtuarlas, muestra sus puntos de convergencia y las potencia,
resinificando
la dimensión política e histórica de los
postulados que lleva a la indagación
de lo silenciado y permite la toma y circulación de la palabra
de los otrxs, de
los condenadxs al mutismo.
En Teoría
y crítica del pensamiento
latinoamericano (1981/2009), Roig aborda la cuestión de la
subjetividad o,
en sus palabras, la “sujetividad”, desde sus (re) lecturas
de Hegel;
estableciendo como punto de partida el análisis del problema de
la filosofía y
su normatividad. Así sostiene que la filosofía es
“un tipo de pensamiento que
se cuestiona así mismo” y que tiene una normatividad que
le es propia, es
decir, posee normas o pautas que marcan “el camino que se ha de
recorrer para
alcanzar un discurso filosófico” (Roig, A. 2009, 8). En
este punto, la noción
de crítica resulta ampliada, ya que ésta no sólo
se refiere a los límites y
posibilidades de la razón, quedando reducida a una
cuestión estrictamente
epistemológica, sino que nos remite al sujeto que produce y
enuncia el conocimiento,
inserto en su realidad histórica y social.
[2]
(…) En tal
sentido podría afirmarse que, aun mucho antes de la
aparición de Kant, la
filosofía se ha organizado como saber crítico, si bien es
a partir del filósofo
alemán cuando se tomó una clara conciencia tanto de ese
carácter como de su
necesidad (…) La filosofía aparece, pues, como un saber
normativo que tiene en
cuenta no sólo la naturaleza de la razón, sino
también la del hombre que usa de
esa razón, aun en contra de sus propias posibilidades, con lo
que la crítica
adquiere una amplitud que le restituye su verdadero valor.
(Ibíd., 7)
Esta
función crítica de la filosofía ya había
sido señalada por Roig en su obra
temprana: “Ideología y crítica en las
enseñanzas de las humanidades; una
meditación a propósito del Alcibíades
de Platón” (1966). En este trabajo, entiende la
noción de crítica en toda la
amplitud del griego “exétasis”, es decir, como
examen. Este tipo de crítica
está presente a lo largo de toda la historia de la
filosofía pero en la
filosofía socrática-platónica se relaciona con un
examen de lo que somos, que
posibilita una mirada que se vuelve sobre sí misma (Vignale, S.
2012, 60/61).
Continúa
nuestro pensador señalando que la filosofía como saber
crítico exige lo
normativo como algo interno a la filosofía misma. La
profundización en este
aspecto nos lleva a otra noción fundamental de su
concepción: la “filosofía
como práctica” y como “saber de vida”,
más que a su histórica “pretensión de
saber científico” (Roig, A. 2004, 8).
Esta
problemática le permite a Roig introducir y reformular el
“a priori
antropológico”, como categoría central de su
teoría crítica del sujeto y
condición indispensable para el surgimiento del filosofar
latinoamericano. Este
“a priori” no implica un sujeto puro de conocimiento, por
lo que es diferente
del a priori de tipo formal lógico o epistemológico, y
nuestro filósofo lo (re)
elabora a partir de su diálogo crítico con el pensamiento
de Hegel,
específicamente con su Introducción a la
filosofía de la Historia, en la que se plantea el problema
del “comienzo de
la filosofía”. Según el filósofo mendocino,
Hegel entiende que el comienzo
concreto de la filosofía tiene lugar cuando el sujeto
filosofante se tiene como
valioso absolutamente y tiene como valioso conocerse por sí
mismo. El comienzo
de la filosofía, que en los desarrollos hegelianos se dio con
los griegos,
remite a un sujeto plural, en el que las nociones de
“pueblo” y “mundo” son
necesarias y constitutivas. Roig cuestiona a Hegel el haber
sacrificado el “a priori antropológico”
en la contradicción entre lo histórico y lo
ontológico que atraviesa toda la
obra del filósofo alemán, ya que en ésta se
desvirtúa la empiricidad del sujeto
a los fines de superar las contradicciones (Ibíd., 57).
El “a
priori antropológico”, según Roig, consiste en un
ejercicio de autoafirmación y
autovaloración de un sujeto empírico que se pone
así mismo como valioso, lo que
le permite la necesaria toma de distancia frente al mundo para su
constitución
como sujeto, instancia necesariamente previa a la conformación
de todo discurso
filosófico. Este ejercicio de auto reconocimiento destaca la
fundamental
presencia de lo axiológico como momento anterior a la
producción del
conocimiento, acto que no queda encerrado en la mera subjetividad sino
que
remite a un sujeto plural, a un “nosotros”, “que se
juega por eso mismo dentro
del marco de las contradicciones sociales, en relación con las
que se
estructura el mundo de códigos y subcódigos”
(Ibíd.). En la visión roigeana se
enfatiza en la diferencia entre este “a priori” y el
clásico formal lógico de
tipo kantiano, aquel adquiere su verdadero alcance y valor cuando se
comprende
a la filosofía como saber de vida:
(…) si
pensamos que el filosofar es una función de la vida y que la
vida humana no es
algo dado, sino algo por hacerse, por parte de quien la va viviendo, y
que
implica formas de deber ser en relación con la naturaleza
eminentemente
teleológica de la misma. Este tipo de a priori no supone un
sujeto puro de
conocimiento, sino que parte de otra comprensión de la
subjetividad. De este
modo, lo normativo y las pautas que lo expresan se nos presentan como
esencialmente constitutivos de la forma que hemos de darnos para poder
realizar
la vida, conformación que hemos de alcanzar, en este caso, para
ejercer la
filosofía, en otros términos, para podernos constituir o
no como sujeto
filosofante dentro de los límites posibles de autenticidad.
(Ibíd., 10)
Nuestro
filósofo señala que el “a priori” tiene una
función contingente y no necesaria,
es decir, que puede o no cumplirse, ya que justamente el
“ponerse” a sí mismo
como valioso implica un acto de voluntad (Ibíd., 11). Dante
Ramaglia ha
trabajado este aspecto de las teorizaciones de Roig y postula que el
cumplimiento o no de ese ejercicio de autoreconocimiento se encuentra
tensionado entre la enajenación y la autenticidad, ejercicio que
se plantea, en
consecuencia, en una historia entendida como contingencia y
discontinuidad
(Ramaglia, D. 2021, 18).
En
cuanto al sujeto empírico, Roig aclara que no concibe la
empiricidad como el
“yo empírico” reducido a lo somático sino
como capacidad de experiencia que
conduce al sujeto concreto, único sujeto posible, y a su
historicidad como
manifestación inmediata de la empiricidad.
Por otra
parte, la empiricidad tal como la hemos definido, no resuelve la
sujetividad en
subjetividad. En primer lugar, porque las afirmaciones de que la
filosofía
tiene su comienzo concreto con la constitución del sujeto y de
que el filosofar
de ese sujeto "exige un pueblo", son convertibles y equivalentes. Se
trata en nuestra interpretación de un individuo integrado en una
totalidad
social y que no es por eso mismo un "yo", sino un "nosotros",
lo cual supone un principio fáctico de universalidad.
Más, la autoafirmación
del sujeto como valioso no sólo se lleva a cabo desde una
relativa
universalidad, sino que tiene necesariamente una pretensión de
universalidad.
Dicho en otros términos, así como no hay objetividad sin
sujetividad, tampoco
hay individualidad sin universalidad. (Ibídem, 57)
Desde
el sujeto empírico se comprende la ambigüedad del saber
filosófico, que lo hace
siempre relativo a ese sujeto concreto, empírico y atravesado
por la
contingencia, y lo organiza desde una situación histórica
concreta, tomando una
posición axiológica al respecto que traduce al “a
priori antropológico”. Esto
le permite a Roig hablar de sucesivos comienzos y recomienzos de la
filosofía
latinoamericana cuando “el sujeto latinoamericano se plantea la
necesidad de
una filosofía americana”, sujeto asumido en un
“nosotros” con las
contradicciones y caídas que le han sido propias en
función de esa misma
naturaleza empírica” (Ibíd., 58). La propia
historicidad nuestroamericana es puesta
de relieve en estos supuestos, historicidad silenciada por la
destrucción de
los pueblos originarios que implicó la Conquista de
españoles y portugués en el
siglo XVI, justificada por el discurso colonialista y reeditada por las
nuevas
formas de dominación, que marcaron los sucesivos quiebres en los
procesos de
constitución de la “sujetividad” de Nuestra
América (Fernández Nadal, E. 2012,
18). En esta tarea de afirmación y reconocimiento de
“nuestra sujetividad” se
inscriben “los primeros criollos autonomistas, los
revolucionarios de la
independencia hispanoamericana, el programa de los románticos
sociales y los
diversos movimientos políticos, sociales y culturales” de
la región con sus
reclamos específicos (Ibíd. 12). Advertimos el
vínculo estrecho que existe
entre filosofía e historia de las ideas latinoamericanas para
Arturo Roig. La
historia de las ideas, en la perspectiva roigeana, brinda el
conocimiento de
las diversas formas de autoreconocimiento que el sujeto latinoamericano
y
caribeño ha ejercido ante los distintos silenciamientos, que han
negado su
capacidad creadora y transformadora, operados por los discursos y
prácticas
colonialistas.
[3]
La
problemática del “a priori antropológico” nos
conduce a una comprensión de “la
filosofía como saber auroral” y no como saber de lo
acaecido. Un quehacer
filosófico que no tiene una función justificadora del
pasado sino que se ejerce
como “denuncia de un presente y anuncio de un futuro, abiertos a
la alteridad
como factor de real presencia dentro del proceso histórico de
las relaciones
humanas” (Roig, A. 2004, 11). En esta concepción de la
filosofía como saber de
la vida y auroral la utopía se presenta como tarea y remite, en
última
instancia, a un saber filosófico de liberación. Al
respecto, la filósofa mendocina
Adriana Arpini, quien ha trabajado exhaustivamente la función
utópica del
discurso señalada por Roig, entiende que no debe confundirse el
género utópico
con la función utópica. Identifica tres funciones del
discurso utópico en la
propuesta roigeana: una función crítico reguladora, una
función liberadora del
determinismo legal y otra anticipadora de futuro (Arpini, A. 2020, 12).
En la
primera función, se debe distinguir entre la concepción
técnica de la crítica
filosófica y aquellas teorías y prácticas
decodificadoras que también son
críticas al denunciar “el valor de los códigos
vigentes y poner en evidencia la
presencia de la conflictividad social en el nivel discursivo”,
afirmando como
posible un nuevo proyecto de racionalidad (Ibíd., 13). La
función liberadora de
determinismo legal descansa sobre “una noción de
temporalidad abierta y una
visión del futuro que no sea repetición de lo dado y se
instala fuertemente en
la categoría ontológica de lo posible”
(Ibíd.) Y por último, en virtud de la
función anticipadora de futuro el porvenir es considerado como
novedad —lo otro-posible —
en relación con
el universo
discursivo vigente” (Ibíd.)
[4]
El
sujeto que se afirma y se reconoce como valioso, exigencia fundante
para la
constitución del pensamiento filosófico latinoamericano,
lleva a Roig a
postular la revisión del humanismo de corte clásico y a
proponer la (re)
construcción crítica de un nuevo humanismo desde
América Latina y el Caribe,
que asuma el reconocimiento del otro en su “sujetividad” y
cuya característica
fundamental es el emerger y re emerger del sujeto en Nuestra
América. En su
texto El humanismo ecuatoriano en la
segunda mitad del siglo XVIII caracteriza al humanismo
latinoamericano como
difuso, ocasional y asistemático. Roig propone determinar los
alcances de la
noción de humanismo desde sus propias manifestaciones en
América Latina y el
Caribe, teniendo en cuenta muy especialmente, entre otros criterios, la
búsqueda de un modelo histórico abierto y la
indagación del espíritu del
humanismo, entendido esto como ideología de un grupo social
emergente (Roig, A.
1984, 16). Desde los planteos roigeanos es fundamental considerar el
lenguaje
en la problemática del humanismo. “De ahí que el
humanismo sólo pueda ser
entendido en relación con grupos humanos emergentes que quieren
y necesitan
ejercitar su voz” (Ibíd., 20). En consecuencia, el sujeto
que invoca la nueva
palabra resulta ser un carácter específico del humanismo
en Nuestra América.
Roig señala que las primeras expresiones del mismo pueden
rastrearse en los
momentos tempranos de la Conquista y colonización de
América, con Fray
Bartolomé de las Casas y su defensa de la humanidad del indio,
ante la
violencia de la Conquista y sus instituciones.
Los
desarrollos críticos de Roig adquieren total pertinencia y una
relevancia muy
significativa en el contexto actual, en el que nos atraviesan viejas y
nuevas
formas coloniales de dependencia y dominación, y discursos que
las justifican,
invisibilizan y perpetúan. Brindan herramientas teóricas
y metodológicas para
la construcción de una perspectiva que aporte a los procesos de
subjetivación
en América Latina y el Caribe desde la auto-afirmación de
los sujetxs como
sujetxs empíricos e históricos que revindican su dignidad
y el efectivo
ejercicio de sus derechos.
En lo
que respecta a Paulo Freire, indagamos críticamente en su
perspectiva del ser
humano, desde la que adquieren una comprensión en toda su
amplitud y nuevas
significaciones de sentido sus postulados de una
“educación como práctica de la
libertad” y se recupera la dimensión
ético-política, fundamental del proyecto
emancipatorio freireano. Haremos foco en las categorías
núcleo de su
antropología filosófica como “ser de
relaciones”, “conciencia crítica,
“diálogo” y “esperanza”, que nos
permiten potenciar la puesta en relación con
la visión roigeana e inscribir a Freire en el debate
latinoamericano crítico
sobre la cuestión del sujetx.
La
conciencia crítica, eje central que atraviesa toda la obra
freireana, fue
abordada in extenso en nuestra publicación anterior, por lo que
remitimos a
ella. En Pedagogía del oprimido (1970/2012),
Freire profundiza su postulado antropológico “del ser
humano como un ser de
relaciones con el mundo y con los otros”. Estos desarrollos
alcanzan mayor
extensión y un lugar privilegiado en su obra cumbre, en las
fundamentaciones
que refieren al diálogo como esencia de la educación
liberadora. Así destaca,
una vez más, la necesidad de reflexionar críticamente
sobre las “relaciones
hombres-mundo y hombres-hombres” previamente, incluso, a la
investigación de la
temática significativa que debe dar cuenta de esta
problematización de la
existencia, de la que resultará el contenido programático
de la educación.
En este
punto, Freire va a (re) enfatizar en nociones claves como la
“inconclusión”,
“la decisión” y “la conciencia
crítica”, por las que el ser humano puede
tenerse a sí mismo como objeto de su propia reflexión,
para caracterizar el
existir como más que vivir y diferenciar el mundo humano del
animal; este
último al no poder separarse de su actividad no puede
transformar su espacio.
Sostiene que el animal es “un ser cerrado en sí
mismo” ya que se encuentra
adherido a su actividad y “el punto de decisión de
ésta se haya fuera de él: en
la especie a que pertenece”. Por lo que el mundo animal resulta
ser ahistórico,
sin compromiso, ni transformación (Freire, P. 2012, 110/111).
Destacamos que
nuestro pensador, en La Educación como
práctica de la libertad, ya adelantaba algunas notas
diferenciadoras del
ámbito de lo humano y lo animal; pero éstas adquieren
mayor profundidad e
importancia en su Pedagogía del oprimido.
[5]
La
existencia humana, que es histórica para Freire, se da en un
mundo en el que la
recreación y la transformación son fundamentales:
Los
hombres, por el contrario, al tener conciencia de su actividad y del
mundo en
que se encuentran, al actuar en función de las finalidades que
proponen y se
proponen, al tener el punto de decisión de su búsqueda en
sí y en sus
relaciones con el mundo y con los otros, al impregnar el mundo con su
presencia
creadora a través de la transformación que en él
realizan, en la medida que de
él pueden separarse y separándose pueden quedar con
él, los hombres,
contrariamente del animal, no solamente viven sino que existen y su
existencia
es histórica. (Ibíd., 112)
Otra de
las categorías centrales en los desarrollos
antropológicos freireanos, y que
atraviesa la existencia cuando ésta es auténtica, es el
diálogo.
Profundizaremos en sus características y condiciones que lo
hacen posible. De
la interpretación crítica de la Pedagogía
del Oprimido (2012) surge que el diálogo no es un medio, ni
tampoco un
instrumento de conquista de subjetividades, ciertamente no es
polémica, ni una
discusión violenta para imponer una verdad. Por el contrario, el
diálogo es un
acto creador y re-creador que se da en el marco de una relación
horizontal e
implica el encuentro entre los seres humanos para pronunciar el mundo
que han
de transformar (Ibíd., 98). En consecuencia, la palabra se
revela como el
diálogo mismo, en él están presentes dos
dimensiones que son inseparables para
Freire: la acción y la reflexión. La palabra verdadera es
unión inquebrantable
de ambas, sacrificadas algunas de estas dimensiones la palabra deviene
inauténtica. Privada la palabra de su parte activa se resiente
la reflexión y
ésta se convierte en mero verbalismo, en el que no hay denuncia
verdadera
porque no hay compromiso de transformar la situación opresora y
deshumanizante
(Ibíd., 98). Sacrificada la reflexión la palabra se
transforma en mero
activismo, “que es acción por la acción”, en
el que no hay crítica, por lo
tanto tampoco praxis verdadera (Ibíd.).
Según
Freire, esta palabra verdadera atraviesa la existencia humana cuando
ésta es
auténtica. En ella no hay mutismo, ni silencio, sino palabra por
la que los
seres humanos pronuncian el mundo, pero lejos de agotarse allí,
se comprometen
además a transformarlo. La palabra verdadera al problematizar el
mundo exige de
los seres humanos nuevos pronunciamientos, es decir, nuevos encuentros
(Ibíd.,
98). En este aspecto, insiste Freire que:
El diálogo
es una exigencia existencial. Y siendo el encuentro que solidariza la
reflexión
y la acción de sus sujetos encauzados hacia el mundo que debe
ser transformado
y humanizado, no puede ser reducido a un mero acto de depositar ideas
de un
sujeto en el otro, ni convertirse tampoco en un simple cambio de ideas
consumadas por sus permutantes. (Ibíd., 99)
En
cuanto a las condiciones de posibilidad, para nuestro pensador, no hay
diálogo
sin amor, humildad, fe en los seres humanos, confianza, esperanza y
pensar
crítico. Son condiciones constitutivas del diálogo como
encuentro humano para
crear y recrear el mundo. En la perspectiva freireana el amor es el
fundamento
del diálogo, éste no es posible si no hay un profundo
amor por el mundo y por
los seres humanos. El amor es un acto de valentía y de
compromiso, nunca de
temor, por eso no se da en la relación de dominación. El
compromiso con la
liberación de los oprimidos es amoroso y, por ende,
también dialógico. No es
posible en nombre del amor aceptar la situación opresora sino
que éste se
restaura con su superación (Ibíd., 100). Con respecto a
la humildad, ésta es
fundamental, en estos planteos, para que exista el diálogo como
encuentro
horizontal. “La pronunciación del mundo no puede ser un
acto arrogante” (Ibíd.,
101).
¿Cómo
puedo dialogar, si alieno la ignorancia, esto es, si la veo siempre en
el otro,
nunca en mí?
¿Cómo
puedo dialogar, si me admito como un hombre diferente, virtuoso por
herencia,
frente a los otros, meros objetos en quienes no reconozco otros
“yo”?
¿Cómo
puedo dialogar, si me siento participante de un “ghetto” de
hombres puros,
dueños de la verdad y del saber, para quienes todos los que
están fuera son
“esa gente” o son “nativos inferiores”?
¿Cómo
puedo dialogar si parto de que la pronunciación del mundo es
tarea de hombres
selectos y que la presencia de las masas en la historia es
síntoma de su
deterioro, el cual debo evitar? (Ibíd., 101)
Sin una
profunda fe en los seres humanos tampoco es posible el diálogo.
Para Freire la
fe es un “dato a priori”, ya que es necesaria antes de que
se instaure el
diálogo, antes de encontrarse frente a frente los seres humanos.
Pero esta fe
no es ingenua, en estos desarrollos el diálogo es
crítico, se basa en una
comprensión crítica de la realidad y de los humanos como
seres que pueden hacer
y transformar el mundo y este poder puede renacer aunque esté
disminuido en la
situación concreta de opresión (Ibíd., 102) De
esta fe surge la confianza en el
diálogo, ésta crea entre las y los sujetos un clima de
compañerismo en la
pronunciación del mundo (Ibíd.).
Otra de
las condiciones fundamentales del diálogo es la esperanza, esta
noción
atraviesa toda la obra de nuestro pensador y adquiere la importancia de
ser uno
de los motores de la historia, del cambio social, junto con la lucha de
clases.
La esperanza es inherente a los seres humanos, surge del “estar
siendo” en el
que se descubren como seres inconclusos e inacabados, que se insertan
en un
permanente proceso de búsqueda que se da en comunión con
los otrxs. En este
sentido, sostiene Freire que:
La
desesperanza es también una forma de silenciar, de negar el
mundo, de huir de
él. La deshumanización, que resulta del “orden
injusto”, no puede ser razón
para la pérdida de la esperanza, sino que, por el contrario,
debe ser motivo de
una mayor esperanza, la que conduce a la búsqueda incesante de
la instauración
de la humanidad negada en la injusticia.
Esperanza
que no se manifiesta, sin embargo, de quien cruza los brazos y espera.
Me muevo
en la esperanza en cuanto lucho y, si lucho con esperanza, espero.
(Ibíd., 103)
El
pensar crítico como condición del diálogo implica
para Freire un pensar que no
crea una dicotomía entre conciencia-mundo, por lo que percibe la
realidad como
un proceso en constante devenir y no como algo estático y
acabado, es decir,
como algo posible de ser transformado (Ibíd., 103).
En
virtud de lo expuesto surge que en la visión freireana el
diálogo no es un
privilegio de unos pocos sino el derecho de decir la palabra de todxs.
Integramos, en este punto, la crítica que formula Freire al
discurso machista
en su obra Pedagogía de la esperanza (2015), en la que entiende que hay que recrear
el lenguaje para no pronunciar un discurso colonial. El punto de
partida de la
crítica es un sentido pedido de disculpas a las mujeres de todo
el mundo por el
lenguaje sexista con el que asume que escribió la Pedagogía
del Oprimido. Entiende que recrear el lenguaje, al
denunciar las estructuras opresoras, es compatible con prácticas
educativas progresistas
y democráticas (Freire, P. 2015, 88).
En cuanto a la esperanza, si bien adelantamos algunas
consideraciones, son fundamentales los análisis de la misma en
su obra Pedagogía de la Esperanza. De la
lectura
crítica de ésta surge que la esperanza es un acto
político necesario para la
transformación de la situación opresora y deshumanizante,
y una connotación del
“estar siendo de los seres humanos”. Tiene una nota de
crítica, ya que es
necesario conocer las razones profundas de la opresión para su
transformación y
se basa, también, en otra comprensión crítica: de
que los seres humanos pueden
hacer y rehacer las cosas, pueden transformar el mundo. Para que el
cambio sea
posible, según Freire, es preciso soñar y para
soñar es imprescindible la
esperanza. “No hay cambio sin sueño, como no hay
sueño sin esperanza” (Ibíd.,
116). La utopía como sueño posible de realizar que
despierta la esperanza tiene
dos aspectos en tensión. El primero de ellos es la denuncia,
denuncia del
presente, del mundo de las injusticias sociales, de la opresión
deshumanizante
y el, segundo, es el anuncio de un futuro por crear, por construir
política,
estética y éticamente entre todos los seres humanos
(Ibíd.).
Del desarrollo e interpretación crítica de
estos
análisis surge que la afirmación del sujeto como sujeto
de su tiempo ha sido la
preocupación central de la obra de Freire, y a partir de ella su
propuesta de
una educación liberadora y la pedagogía de oprimido como
práctica humanista
adquieren su verdadero valor y alcance. Por eso insistimos, una vez
más, en la
puesta en diálogo de los planteos roigeanos y freireanos.
El
diálogo que proponemos entre Arturo Roig y Paulo Freire, que
intentamos aquí en
una primera aproximación no exhaustiva, lo hacemos con la
finalidad de
evidenciar sus puntos de convergencia como teorías
críticas del sujetx, que
asumen la realidad histórica, social y política de
América Latina y el Caribe y
dan cuenta de los principales procesos de emancipación en la
región. Con la
intención de aportar también, desde la filosofía
latinoamericana crítica, a la
construcción de perspectivas antropológicas
filosóficas otras, potentes desde
lo político, que posibiliten aperturas y emergencias, asumiendo
la alteridad y
la diversidad en todas sus formas. En relación a esto integramos
los aportes
fundamentales de Adriana Arpini y Paula Ripamonti (2017), cuyos
recorridos
implican interrupciones e intervenciones críticas a la
antropóloga filosófica
de raíz eurocéntrica, sospechan sobre los interrogantes y
la “trama
epistemológica y axiológica subyacente a esta disciplina
moderna”, desde el
pensamiento latinoamericano crítico y los aportes de la
colonialidad del poder
(Arpini, A y Ripamonti, P. 2017).
Nuestras
autoras sostienen que la configuración de la Antropología
filosófica como
disciplina responde a una matriz moderna, “tanto en la emergencia
de sus interrogantes
propios como en el modo en que estos fueron respondidos a lo largo de
la
tradición occidental (Ibíd., 72).
Llamamos,
así, “matriz moderna” de la AF, como disciplina
dentro del campo de la
filosofía, a la estructuración de argumentos
(eurocentrados), asentados en
binarismos con implicaciones antropológicas (como los de
pensamiento /
naturaleza, razón / cuerpo, ser / tener, cultura /raza,
civilizados / salvajes,
hombre / mujer, blanco / negro) y posicionamientos
epistemológicos en torno de
la configuración de saberes acerca de lo humano (homogeneizado)
con pretensión
de validez universal. (Ibíd.)
Desde
las interpelaciones críticas de Arpini y Ripamonti, nos
formulamos la siguiente
pregunta: ¿Qué aporta el diálogo entre Roig y
Freire a la clásica pregunta de
la Antropología filosófica: “qué es el
hombre”? En primera instancia, nos
brinda herramientas teóricas para formular interrupciones al
tradicional
interrogante poniendo en evidencia su carácter esencialista,
abstracto y por
ende excluyente de singularidades y diferencias. En esta nueva lectura
y mirada
para otra antropología filosófica posible que proponemos,
el ejercicio de
autoafirmación del sujeto empírico que se pone a
sí mismo como valioso en el
sentido que lo entiende Roig, se comprende como el inicio del
desarrollo de la
conciencia crítica freireana, ambas propuestas remiten a una
noción de ser
humano como ser histórico, inacabado, acechado por la
alienación y capaz de
transformar su realidad.
En
torno a los puntos de encuentro entre ambos posicionamientos,
entendemos que la
vida humana en la perspectiva de Roig, que se perfila como algo por
hacerse por
parte de quien la vive y no como algo dado de una vez y para siempre,
resuena
en el “estar siendo de los seres humanos” de Freire, en el
que no hay
determinismos sino inconclusión, por lo que aquellos se
descubren críticamente
como seres inacabados y asumen su posición como sujetos en el
mundo en el que
hacen y rehacen. Ambos pensadores comprenden la subjetividad como
histórica.
Ésta se lee en Roig como manifestación de la empiricidad,
por la que el ser
humano desde esta capacidad de experiencia se afirma y reconoce como
valioso y
al tomar distancia del mundo se constituye en sujeto, como “actor
y autor de su
propia historia”, condición necesaria para el filosofar
(Roig, A. 2009, 12). En
Freire, la historicidad remite al “estar con el mundo y con los
otros”, que no
es solo “estar en el mundo” sino que da cuenta de la
capacidad de (re) creación
y transformación del mundo que poseen los seres humanos, que al
poder separarse
de él, se constituyen como sujetos de su historia, como seres de
decisión. La
historia se comprende en ambos planteos como no estática ni
determinada, sino
como discontinuidad (Roig) y como un permanente proceso de devenir
(Freire),
por lo que esta constitución del sujeto puede o no cumplirse.
Así Roig
postulará que el “a priori antropológico”
tiene función contingente y no
necesaria, y Freire que la capacidad de afirmarse como sujeto es una
vocación,
justamente por ser vocación puede o no actualizarse ante las
formas de
alienación.
La
articulación de ambas propuestas, también, nos permite
postular el “ejercicio
de autoafirmación y reconocimiento como diálogo”.
En consecuencia, la
autoafirmación del sujetx que remite a un
“Nosotrxs”, se traduce como encuentro
horizontal, amoroso, esperanzado y humilde entre los seres humanos, que
asumen
y refuerzan su compromiso con la liberación de los Oprimidxs.
Desde
este entramado la utopía se configura como “conjetura del
sueño posible”. Para
Roig el discurso utópico como saber de conjetura abre en el
horizonte un nuevo
espacio: el de “lo otro posible”. Implica crítica
que denuncia lo dado por
injusto y deshumanizante y que anuncia la novedad y lo distinto a lo
vigente;
fundada en una comprensión de la realidad como susceptible de
ser modificada
por un sujeto colectivo que se autoafirma y autoreconoce, en una
visión abierta
de la historia, no clausurada y discontinua. Para Freire la utopía como sueño posible
de realizar que despiertan la conciencia crítica y la esperanza no es puro idealismo, sino “la
dialectización de los actos de
denunciar y anunciar”, el acto de denunciar la estructura
deshumanizante y de
anunciar la estructura humanizante. Por esta razón, en la
visión freireana, la
utopía es también compromiso histórico que exige
el conocimiento crítico, es un
acto de conocimiento de la estructura deshumanizante para su denuncia y
para el
anuncio de “un futuro por crear política, estética y éticamente
entre todos los seres humanos” (Freire,
P. 2015, 116). Evidenciamos los puntos de encuentro en la
mirada sobre la utopía de nuestros pensadores, marcados por la
presencia activa
del sujeto, la crítica y la transformación emancipadora,
consideramos que ambos
le restituyen valor epistemológico a aquella en la
construcción de un saber de
liberación que, como sostiene Roig, excede a la filosofía
misma pero ésta lo
fundamenta teóricamente (Roig, A. 2009, 12).
La
puesta en común de estos postulados reivindica “un
humanismo de la emergencia y
la esperanza”, que inscribimos en el debate sobre la
tradición de pensamiento
humanista nuestroamericana para aportar a la construcción de
nuevos horizontes
de sentido de la problemática, que recuperen la dignidad
intrínseca de la
condición humana en una interpelación crítica del
humanismo de corte clasicista
y los surgidos en la modernidad, excluyentes de grupos humanos no
europeos que
han sido inferiorizados por los procesos de colonización. Freire
postula un
“humanismo esperanzadamente crítico” que es
“de carácter concreto,
rigurosamente científico, y no abstracto”, es decir, que
no se nutre de una
visión del hombre ideal fuera del mundo, sino que es un
humanismo que pretende
verdaderamente “la humanización de los hombres y rechaza
toda forma de
manipulación, en la medida en que ésta contradice su
liberación”; el humanismo
“es verdadero si se da en la acción transformadora de las
estructuras donde se
encuentran cosificados o casi cosificados” (Freire, P. 2013,
83/84). El
humanismo freireano implica
un descubrimiento crítico en el que los oprimidos reconocen su
deshumanización
y se preguntan por la otra posibilidad histórica como seres
inconclusos: la de
su humanización. Proceso de humanización que presenta,
dos momentos: el primero
es el descubrimiento de la situación opresora y la
profundización en sus
causas, pero no se agota en esto, sino que el segundo momento avanza
hacia una
acción trasformadora liberadora que incide sobre la realidad. La
lucha por la
humanización, en estos desarrollos, consiste en un acto de amor
por el que se
supera la contradicción opresor-oprimido y en la
emancipación que resulta de
ella no hay ni opresores, ni oprimidos sino seres humanos
liberándose (Freire,
P. 2012, 45). La tarea histórica de humanización para
Freire le corresponde a
los oprimidos, a los condenados de la tierra, a los desharrapados del
mundo.
Tarea que no implica que los oprimidos se trasformen en opresores de
los
opresores sino en restauradores de la humanidad de ambos, “su
gran tarea es
liberarse a sí mismos y liberar a los opresores”
(ibíd., 37).
En Roig, como
señalábamos
anteriormente, el humanismo se centra en el sujeto que se autoafirma y
autoreconoce como valioso, el emerger y re emerger de este sujeto en
Nuestra
América es su carácter específico. Los procesos de
emergencia del nuevo sujeto
social pueden rastrearse desde la Conquista, Roig identifica
tres grandes etapas del desarrollo del mismo. La primera, el humanismo
renacentista
o paternalista, que se extendió desde mediados del siglo XVI
hasta las primeras
décadas del XVIII, ejercido por hombres europeos, en su
mayoría sacerdotes,
frente a los atentados contra la dignidad humana cometidos durante la
conquista
y colonización. Constituyó una forma paternalista de
heterorreconocimiento de
la humanidad del indígena, a partir de la noción de
unidad sustantiva del
género humano. Tuvo sus expresiones más acabadas en las
grandes polémicas
llevadas adelante por pensadores como Montesinos, Vasco de Quiroga o
Bartolomé
de las Casas (Roig, A. 1984, 42). La segunda etapa del pensamiento
humanista
latinoamericano es la del barroco o ambiguo, que favoreció el
ascenso social de
la clase criolla y de grupos mestizos aliados. Fue la primera
expresión de “un
sujeto que jugó ambiguamente con formas de ocultamiento y
manifestación”,
consistente en “un discurso eminentemente citadino, con fuertes
contrastes
-entre vida ciudadana y campesina; entre americanos y europeos-
expresados en
una retórica que pierde la capacidad de sintetizar el verdadero
saber de lo
humano y acentúa su carácter de técnica del
discurso” (Ibíd. 43). La tercera
etapa está constituida por el humanismo ilustrado en la segunda
mitad del siglo
XVIII, en la que emerge un nuevo sujeto social: el mestizo
(Ibíd.)
El humanismo que
surge del
diálogo crítico de ambas posturas permite (re) afirmar un
sujeto histórico y
concreto, inmerso en una sociedad determinada, atravesado por la
inconclusión y
la contingencia. Resuenan, aquí, las voces acalladas de
“los grupos sociales
emergentes, los oprimidos y los desharrapados del mundo” que
quieren y
necesitan ejercitar su voz. Esto da cuenta de la preocupación
que comparten
Roig y Freire a lo largo de toda su obra: la problemática de la
constitución
del sujeto como aporte a los procesos de concienciación de los
pueblos
latinoamericanos y caribeños. La situación concreta de
opresión, fuente de
explotación e injusticia, es puesta de relieve en este humanismo
de nuevo
signo, en su abordaje crítico de la realidad histórica,
política y social de
Nuestra América denuncia su dominación y dependencia
estructural desde la
Conquista hasta la actualidad. Humanismo que se fundamenta en una
visión
compartida de la realidad como abierta y susceptible de ser trasformada
y, por
ende, postula como central un saber y una praxis de la
liberación. En esta
mirada crítica la transformación de la realidad implica
una posición axiológica
anterior, en la que el sujeto implicado en un “Nosotros” se
pone así mismo como
valioso y en diálogo amoroso y encuentro con los otros, toma
distancia crítica
de la realidad en búsqueda de la situación diferente, que
permita la afirmación
de la “sujetividad” (Roig) y del “ser de
decisión” (Freire).
Para
finalizar este primer acercamiento a la puesta en común,
indagamos en la
comprensión del quehacer filosófico que tienen ambos
pensadores. Roig ha
insistido en toda su obra, como analizamos, en la filosofía como
saber crítico
que remite al sujeto que produce y enuncia el discurso
filosófico inserto en su
realidad histórica y social, lo que permite hablar de otro tipo
de
cientificidad y postular a la filosofía como “saber de
vida y como saber
auroral”. Freire, también, enfatiza en el aspecto
crítico de la filosofía y
acentúa su matriz problematizadora, entendiendo que el pensar
críticamente, el
correr el riesgo que esto implica y la función de
“desvelar” la teoría que se
encuentra implicada en la acción, son aspectos fundamentales de
la reflexión
filosófica. La comprensión de la filosofía que
tienen ambos, centrada en su
aspecto crítico y la problemática de la subjetividad como
histórica,
posibilitan la interrupción de la concepción tradicional
de la filosofía
fuertemente influenciada por la visión del conocimiento y la
racionalidad que
surge en la Modernidad, marcada ésta por el ideal de
consecución de un saber
universal que implica un sujeto descorporizado y descontextualizado.
En el
presente trabajo intentamos una
primera aproximación a esta vinculación, su
profundización es objeto de nuestra
investigación doctoral en curso.
Advertimos la potencia
política que provoca esta vinculación, al posibilitar la
(re) significación de
sus nociones principales como condiciones de posibilidad para la
indagación
crítica de nuestra realidad histórica, social y cultural.
(Re) Emergen como
discursos y prácticas fuertemente cuestionadoras del
colonialismo como
consecuencia de la Modernidad europea y su concepción de
racionalidad
excluyente, y permiten que los Otrxs, los silenciadxs tomen la palabra,
y
emerjan las Voces del Sur como interrupciones al pensamiento
hegemónico. Desde
estas consideraciones intentamos aportar a la (re) formulación y
(re)
significación de la filosofía y la antropología
filosófica, como filosofía
práctica situada y comprometida con la liberación.
Llegados
a este punto, destacamos que hemos intentado una puesta en
diálogo, en una
primera aproximación, entre las perspectivas críticas de
la subjetividad de
Arturo Roig y de Paulo Freire, para aportar a (re) pensar el problema
del
sujetx desde la filosofía latinoamericana crítica, que
nos permita operar
interrupciones a la concepción tradicional eurocéntrica
de la filosofía y de la
Antropología filosófica; históricamente asociadas
a la consecución de un saber
universal excluyente de particularidades y diferencias. Como
mencionamos
anteriormente intentamos aquí una aproximación no
exhaustiva, la profundización
de esta relación es objeto de nuestra investigación
doctoral en curso.
En un
primer momento, desarrollamos aspectos claves de la teoría
crítica del sujetx
de Roig como una de las expresiones más acabadas de la
filosofía
latinoamericana y, posteriormente, el núcleo de la perspectiva
del ser humano
de Freire que fundamenta su propuesta de una educación como
práctica de la libertad
y su pedagogía del oprimido como práctica humanista.
Entablamos un diálogo
crítico entre ambos postulados en una primera
aproximación, evidenciando sus
convergencias y potenciando sus sentidos emancipatorios para pensar y
reformular la cuestión del sujetx, que posibilite nuevas formas
de emancipación
en la actualidad. En este sentido, hemos considerado fundamental operar
interrupciones a la antropología filosófica, como
disciplina moderna y
eurocéntrica, identificando su matriz europea asentada en
binarismos
excluyentes, con la finalidad de aportar a una perspectiva que promueva
la
construcción de discursos y prácticas filosóficas
situadas y comprometidas con
la transformación social y la liberación.
Para
finalizar entendemos que desde esta puesta en común
también pueden (re)
pensarse las prácticas educativas en Nuestra América,
para dotar de sentido las
mismas y subvertir la huella colonial trazada por la pedagogía
hegemónica.
Estos análisis serán objeto de nuestras indagaciones
posteriores.
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[1]
En nuestro trabajo anterior, que consignamos en la
bibliografía
correspondiente, caracterizamos a la filosofía latinoamericana,
indagando en
sus principales temáticas y motivaciones.
[2]
En este punto Dante Ramaglia, en su publicación
(2020) “Reflexiones
en torno al pensamiento latinoamericano y sus motivos
fundamentales”, destaca
que la filosofía como saber crítico para Roig no es
patrimonio exclusivo de los
filósofos profesionales y se encuentra presente, también,
en los procesos de
emergencia de los sectores subalternos de la sociedad.
[3]
Para
una profundización en los aportes de Roig a la renovación
y
ampliación metodológica de la Historia de las Ideas
Latinoamericanas puede
consultarse el texto “El humanismo latinoamericanista de Arturo
Andrés Roig”
(2012) de Estela Fernández Nadal.
[4]
Arpini integra dos funciones más del discurso
utópico: “la ruptura
de la temporalidad mítica” propuesta por Horario Cerutti
Guldberg (1989) y “la
función constitutiva de formas de subjetividad en el nivel
simbólico”,
sostenida por Estela Fernández Nadal (1995).
[5]
Freire, en su La Educación como práctica
de la libertad, caracteriza
al mundo animal como la esfera de los meros contactos por lo tanto no
reflexiva, sino refleja (Freire, P. 2013, 31/32).