Estudios de Filosofía Práctica e Historia de las Ideas / E-ISSN 1851-9490 / Vol. 24 / Sección Comentarios de libros
Revista en línea del Grupo de Investigación de Filosofía Práctica e Historia de las Ideas /
Instituto de Ciencias Humanas, Sociales y Ambientales (INCIHUSA)
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)
www.estudiosdefilosofia.com.ar / Mendoza / 2022 /
.
Javier Ruiz (Cord.) 2021
115 Legion, Olympia WA, USA
ISBN: 978-1-948501-08-8
Carlos Miguel Olmos Acuña
Centro de
Estudios del Pensamiento Iberoamericano,
Facultad
de Humanidades y Educación,
Universidad
de Valparaíso, Chile.
carlosfilosofiauv@gmail.com
Los estudios
contemporáneos sobre
anarquismo latinoamericano, comienzan a hacerse cargo sobre una de sus
principales falencias: la falta de una mirada en perspectiva
descolonizadora en
sus categorías de análisis. No nos detendremos
aquí a repasar las cuestiones ya
consabidas del anarquismo, esto es, que se trata de una
ideología relativamente
reciente en occidente, proveniente de la lucha de obreros y artesanos
de fines
del siglo XVIII y comienzos del XIX, hija de la revolución
francesa y la
revolución industrial, etc.
Esta obra es el esfuerzo
mancomunado de
varios investigadores, en donde encontramos a Sergio Reynaga, Silvia
Rivera
Cusicanqui, Benjamin Maldonado, Makame Lara, Marcos Aurelio, Daniel
Montañez,
Camilo Restrepo, Alfredo Gómez Muller, entre otros. Se proponen,
desde diversas
miradas, repensar el anarquismo, más allá de postulados
etnocentristas
(entendiendo al etnocentrismo como aquella actitud que sostiene la
superioridad
de culturas, y al eurocentrismo como una forma de expresión
particular de
aquella). Así, el libro se convierte además en una
propuesta de diversas
experiencias anarquistas en perspectiva de la historia social y
política
latinoamericana. Esto queda demostrado en la cooperación de
varias agrupaciones
anarquistas de Colombia, Perú y México.
Compuesto de nueve ensayos, el
libro abarca,
desde diferentes miradas, la necesidad de “repensar” el
anarquismo desde una
perspectiva descolonizadora. A lo largo de los escritos se despliegan
importantes análisis desde estos nuevos enfoques expresados en
categorías que
den cuenta de aquella nueva visión: Anarquismo comunal,
comunalidades
libertarias, pensamiento libertario raizal, andinización del
anarquismo, etc.,
y aclaramos que muchos de ellos no provienen necesariamente del
ámbito
académico, sino que también incluye a activistas de
movimientos sociales, que
dan un nuevo aire a los estudios en estas materias. Estos ensayos, por
su lado,
hacen réplica positiva de las sugerentes obras de Carlos Taibo
“Repensar la
anarquía” (2013), y “Anarquistas de ultramar”
(2018). Ambas han configurado,
junto con otros estudios, el nuevo mapa de los estudios anarquistas
desde una
perspectiva no eurocéntrica. Así, inscrito en esta
corriente de renovación, el
libro se plantea como tarea:
La necesidad
de repensar el anarquismo en
América Latina se vuelve indispensable. Retomamos y hacemos
nuestra la premisa
que pone sobre la mesa el compañero Carlos Pazmiño al
afirmar que: “el
anarquismo como teoría e ideología clasista,
tendrá que mezclarse con la
diversidad, sobrepasando el discurso purista y occidental, o
simplemente estará
condenado al fracaso”. El fortalecimiento del pensamiento
ácrata
latinoamericano pasa por reconocer que en los procesos
históricos, tanto en
México como en otros países del Cono Sur, existieron -y
lo siguen haciendo-,
prácticas colectivas de habitar territorios que se
entremezclaron con prácticas
anarquistas. Habitares colectivos propiamente indios se encontraron con
otro
tipo de resistencias de otras latitudes. Desde la llegada del ideal
ácrata a
esta geografía como pensamiento occidental, supo moldearse a la
diversidad de
pensamientos y epistemes, no como una imposición –como lo
hizo muchas veces el
pensamiento marxista ortodoxo- sino como un diálogo, una
apertura. (p.15)
Benjamín Maldonado
Alvarado con su ensayo “Vivir
y pensar la construcción de la sociedad anarquista desde la
realidad
mesoamericana, ayer y hoy”, nos introduce a las variables
geográficas de dos Méxicos,
uno formado por el centro-sur, orientado a Centroamérica, en
dicotomía con lo
que el autor llama el México occidental y del norte,
caracterizado por su
desorientación. Esto lo entronca con el colonialismo interno que
ejerce este
México occidental con el México
“mesoamericano”, así hace un repaso histórico
de esta relación de despojo, hasta llegar al contexto de Oaxaca,
ciudad
caracterizada por sus prácticas de resistencia que lleva en
forma
ininterrumpida desde 2006. Allí hace hincapié a la
tradición organizativa
comunal presente en los pueblos originarios, ya conocida por Ricardo
Flores
Magón, y los mártires de la revolución mexicana,
que tenía en vista el
comunismo propio de las comunidades indígenas y en las cuales
cifraban el éxito
de la revolución. Para el autor dichas prácticas
sobreviven a lo largo del
siglo XX, y se reactualizan en las luchas contemporáneas.
Mary Carmen Lara Orozco con
“La dimensión
del drama ácrata en La sirena roja de Marcelino
Dávalos” se propone analizar la
dramaturgia del teatro anarquista desde un armazón categorial
propio, puesto
que para la autora, el teatro anarquista funciona con lógicas
propias; “debido
a su constante reflexión y mensaje panfletario, o al servicio de
la ideología,
lo que da como resultado una estética y profundidad
propia” (p.39) Así la
autora, se propone analizar La sirena roja (1908) de Marcelino
Dávalos
publicada en 1915 en la revista Carne de cañón. Todo esto en el contexto de la conformación del
movimiento anarquista
en la ciudad de Veracruz, y la obra se enmarca en los acontecimientos
previos a
la revolución 1910. Como expresión del teatro
ácrata, es un valioso análisis de
las producciones culturales de la época realizada bajo la
influencia del
anarquismo.
Sergio Reynaga con
“Apuntes para el inicio
/ notas para la confrontación”, construye un texto que
busca visibilizar el
conflicto en el norte del Cauca (Colombia). La experiencia de los
indios Nasa,
habitantes de este territorio que fueron motivo de conquistas desde el
tiempo
de la colonia, por medio de lo que se llamó
“resguardos”, es decir una porción
de tierra propia para el indio, y que solo podía ser vendida
entre los mismos
nasas, se convierten en una de las luchas reivindicativas de este
pueblo en pleno
siglo XX. Así la lucha ha sido cruenta y plagada de asesinatos
de líderes
indígenas, masacres perpetradas por paramilitares entre otras
maniobras
represivas. El texto se propone así aunar experiencias a partir
de la reflexión
de militantes y sus vivencias de organización en estos
territorios y lugares
comunes con otros (México), a partir de lógicas de
comunidad que confluyen con
el anarquismo; el tequio mesoamericano, la minga, la educación
en el Cauca, la
búsqueda de autonomía, el rol del individuo, la asamblea,
desde la perspectiva
de la auto-organización de un pueblo en lucha.
Daniel Montañez Pico en
su ensayo “Descolonizar
el anarquismo” se hace cargo de postulados como los propuestos en
el grupo
modernidad/colonialidad, configurando muchos de estos aportes con el
contexto
del anarquismo latinoamericano, así el concepto de raza es
revisitado a la luz
de estos postulados nuevos, y como influyó en el anarquismo
latinoamericano,
como también la crítica a la idea de linealidad en la
historia, Un punto importante
para el autor se trata de reconocer el carácter colonial del
anarquismo, por
más que haya sido una ideología que buscara liberar al
“género humano”, la
categoría colonial es irrenunciable para entender las practicas
ácratas en
América Latina;
(…) el
anarquismo es colonial. Colonial porque
ha solido comprender que existen unos pueblos más avanzados que
otros. Por lo
cual, el anarquismo es también racista. Complejizar la idea de
raza en este
punto es fundamental. Cualquier anarquista que se precie dirá
que es
antirracista, como también diría que es antipatriarcal.
Siguiendo el principio
de acabar con todo tipo de autoridad y jerarquía social, el
anarquismo no puede
permitirse prejuicios de raza, sexo o género. Pero eso no quita,
como bien
saben las luchas de los pueblos o las luchas de las mujeres, que el
anarquismo
se haya construido y siga siendo en gran medida colonial y patriarcal.
(p.73)
También el autor se
enfrenta al Estado como
formación social de carácter universal, desde el
anarquismo tomando en cuenta
que;
(…) la
crítica anarquista al Estado moderno es
la mejor y más elaborada de todas las que he conocido. Pero esa
crítica no
sirve de la misma forma para criticar el Tahuantinsuyo, los sultanatos
o los
califatos, debido a que éstos se insertan en lógicas
civilizatorias distintas,
con concepciones del poder diferentes, y habrá que trabajar con
elementos
teóricos de esas mismas civilizaciones para poder hacer una
crítica profunda y
mucho más útil. No podemos criticar al Tahuantinsuyo o al
antiguo Egipto con
las mismas herramientas con las que criticamos al Estado moderno
occidental.
Esta discusión la traigo aquí porque tiene un poso
interesante para nuestro
problema general. En el fondo lo que se está discutiendo y
criticando aquí es
la idea de poder. (p.76)
Javier Abimael Ruiz
García con su escrito: “Comunalidad
libertaria: una respuesta al escenario de la guerra actual”, se
dedica a
definir los contornos de eso que se llama “comunalidad”,
que para el autor solo
la podemos entender en el diario vivir de los habitantes de aquella
experiencia
de organización, aunque su unidad de análisis toma a
Oaxaca como referente y
algunos lugares de América Latina. Así el concepto de
Comunalidad se presenta
como una de las posibles alternativas de resistencia y de ejercer
territorialidad frente a lo que caracteriza como el
“cataclismo” de los efectos
del capitalismo. Así el escrito se dedica a buscar los lugares
comunes de la
comunalidad ejercida por los pueblos indígenas desde una
perspectiva anárquica.
La
definición conceptual de la
comunalidad reside en sus cuatro componentes vivenciales: el trabajo comunal: que es un
trabajo no remunerado, expresado generalmente con la palabra
“tequio”, el
despliegue de un hacer o un trabajo gratuito. El territorio común: extensión
territorial que es común, se
usa para el común, y que se expresa en dos tipos de propiedad de
la tierra,
ejidal o comunal. El disfrute
comunal: que se expresa en los momentos extraordinarios de
la vida
cotidiana que permiten rehacer la vida política,
específicamente la fiesta. Y
el poder comunal:
expresado en las asambleas comunitarias. Estas definiciones las podemos
encontrar en los intelectuales indígenas Jaime Luna, Floriberto
Díaz y Juan
José Rendón.
(…)
La comunalidad es un concepto vivencial, la
comunalidad es verbo antes que sustantivo, es una palabra que nace y se
fortalece en los procesos de reivindicación de lo propio, que se
extiende y
asume en muchas parte del territorio oaxaqueño, la comunalidad
rompe el sentido
cartesiano de la vida, existe como una filosofía práctica
del momento, del
acontecimiento, del instante, pero su eje fundamental radica en la
historicidad, en los vínculos históricos que son
políticos y que trascienden al
tiempo presente. (p.85)
La impronta testimonial y
militante desde
una experiencia de base la encontramos con Javier Abimael Ruiz
García y Marcos
Aurelio Espíndola con el texto: “Insurrección
y Comunalidad: apuntes anarquistas de la revuelta oaxaqueña a 12
años”. Este es
quizás el escrito más militante y realizado en el fragor
de las luchas
populares, a partir de un lugar común de varios de los escritos
que conforman
el libro, esto es, la rebeldía nunca apaciguada de la revuelta
oxacaqueña, y la
experiencia de la “comunalidad”. El texto se plantea
mostrar la complejidad del
levantamiento oaxaqueño, más allá de las
barricadas, centrándose en la crisis
de las categorías de análisis usuales con que se estudia
estos fenómenos
sociales, y profundizando en las nuevas formas de organización
de los pueblos
autoconvocados, en donde los autores reivindican el magonismo, el
zapatismo,
entre otras posiciones ideológicas que van más
allá de la izquierda clásica:
El proceso
insurreccional del año del 2006 en
Oaxaca superó muchas de las expectativas que se tenían
sobre las luchas urbanas
y no urbanas. Para entender esto es necesario comprender los
componentes
locales que le dieron vida y que encontraron el significado más
importante de
la lucha y la resistencia: los tejidos de la comunalidad. El
legado de
las luchas comunitarias y el fortalecimiento de las asambleas de los
pueblos
permitieron que la lucha en Oaxaca no se centralizará ni mucho
menos se
convierta en un frente popular, federación o movimiento de masas
basado en algún
referente organizativo leninista, sino más bien, aquel legado
asambleario e
histórico permitió poner en tela de juicio todas esas
formas ya desgastadas de
organización y crear el órgano de coordinación y
articulación que se gestó
mayoritariamente por los pueblos en un gran espacio de confluencia
simbólico y
orgánico, la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO).
La figura de la
asamblea y los concejales nos abrían un panorama de
interpretación diferente
del despliegue de la lucha, misma que ayudaba a replantearse su propio
lenguaje
–que no era un nuevo lenguaje como afirma el academicismo, sino
un lenguaje que
había estado oprimido por la lógica de la forma
estado-capital y del leninismo-maoismo-,
su propia forma de entenderse. La perspectiva comunal,
“comunitaria-popular”,
trazando posibilidades de la autonomía y la
descentralización del poder. En
diferentes medidas se rebasaron horizontes de la ideología
republicano-nacionalista y del marxismo-leninismo, noción
revolucionaria
hegemónica. La práctica anarquista local,
magonista-zapatista, como un contrapeso,
se abrió paso, peleando las calles; los altavoces, las paredes,
escribiendo
nuevos imaginarios en clave no estatal. (pp.102-103)
Por su parte Silvia Rivera
Cusicanqui,
realiza una reflexión, sobre su propia experiencia de lo que
ella llama también
“comunalidades anarquistas”. Cusicanqui que comienza su
activismo desde el
katarismo, para pasar luego a una concepción libertaria propia,
no niega los
aportes europeos del anarquismo desde una perspectiva crítica a
partir del
eurocentrismo, pero tampoco se centra en particularismos extremos de la
región
andina (la experiencia boliviana), sino que se dedica a generar una
categoría
que englobe a partir de la noción de “Ch’ixi”,
esto es un mestizaje entre lo
andino y lo occidental, y por tanto “paria” de ambos
mundos, una reivindicación
de la diferencia que permita por un lado validar los universales
éticos del
anarquismo, y hacerlos posibles también en el contexto de las
distintas luchas
emancipatorias que ocurren en el mundo. Por ello lo Ch’ixi, puede
funcionar también
en el contexto europeo, es una categoría de reconocimiento que
no se
circunscribe a la región andina, sino a los oprimidos y a los
que se les ha
negado su identidad. En este sentido para la socióloga boliviana;
Podría
decir entonces que, aparte de esos
esfuerzos por imaginar una comunalidad anarquista, capaz de
tender
puentes entre el particularismo del ethos comunitario andino y las
nociones
universales de igualdad, libertad y solidaridad, hay tan sólo
evidencias
fragmentarias, digamos pinceladas que muestran algunos aspectos poco
visibles
del accionar de estos gremios artesanales afiliados a las
organizaciones
anarco-sindicalistas. Por ello trabajamos con la idea de comunidad como
una
hipótesis y un proceso que nos ha venido dando luces sobre el
entramado que
tejieron las relaciones internas y externas de estos sindicatos de
cholas y
cholos urbanxs en la ciudad de La Paz. (p.123)
Camilo Restrepo Otavo con
“Anarquismo como
práctica descolonizadora en América Latina y propuesta
transgresora de la modernidad”, desarrolla
temáticamente las
implicancias de considerar la crítica descolonizadora al
anarquismo
latinoamericano, aunque su reflexión está atravesada a
partir del carácter
ético del anarquismo. Así revisa críticamente
cuestiones como la Modernidad alternativa
y la transmodernidad, y si con aquellas dos posiciones se puede lograr
algún
tipo de conexión con las propuestas anarquistas, proponiendo un
anarquismo
“raizal”
Es decir,
mientras en Europa la propuesta
anarquista se encuentra inmersa en los distintos actores sociales,
clase
obrera, mujeres, jóvenes, etc., en América Latina y el sur
global,
además de estos actores, también está signada por
procesos profundamente
comunitarios, como es el caso de poblaciones ancestrales, que
estratégicamente
se articulan a los actores sociales de resistencia popular. Es por eso
que, en
el caso latinoamericano, proponemos llamarlo Anarquismo Raizal,
porque
responde a necesidades autóctonas de relacionarse entre humanos
y con la
naturaleza. (p.140)
Restrepo se hace cargo en su
reflexión,
además, del rol del patriarcado en la estructura de la
modernidad capitalista,
y cómo esta se expresó en el llamado entronque
patriarcal, y cómo a partir de
la fusión del patriarcado europeo con el de los pueblos
originarios, emerge como
crítica de aquella mezcla el “feminismo
comunitario”. De aquí el autor toma
como elementos necesarios para la construcción de este
anarquismo “raizal” la
constante búsqueda de agrietar todo tipo de despotismos en pos
de lograr otro
tipo de relaciones humanas e incluso con la naturaleza. Amplía
la mirada su
análisis a partir de las experiencias del
“Sur-global” como la revolución kurda
en Rojava, entre otras.
El libro concluye con el
importante
análisis que realiza Alfredo Gómez Muller en su ensayo
“Anarquismo y diversidad cultural en
América Latina” que parte de
la noción de universalidad de las dos corrientes revolucionarias
más
importantes de eso que llamamos “occidente”, como lo son el
marxismo y el
anarquismo. El ideal emancipatorio universal de ambas corrientes
revolucionarias, chocan con el contexto que no se adapte a esa
“universalidad”,
y lo que parecía una ventaja de ambas ideologías, termina
siendo su principal
obstáculo;
En la realidad
de la historia, la pretensión
universalista del anarquismo y el marxismo ha tropezado con el hecho de
la
diversidad cultural y, en ciertos contextos, ha podido convertirse en
dispositivo de dominación cultural. En el discurso y la
práctica de estos dos
proyectos de emancipación universal, la diferencia cultural ha
podido generar
actitudes de incomprensión, indiferencia, condescendencia,
hostilidad y
menosprecio frente a culturas no europeas. (p.147)
Luego Gómez Muller se
hace cargo de las
discusiones dentro del propio movimiento anarquista sobre la
cuestión del indio,
en el contexto peruano, análisis importantísimos para
comprender como se enfocó
la cuestión, más allá –agregamos
nosotros– del conocido texto del anarquista
más insigne del Perú, Manuel González Prada
“Nuestros indios”, texto que
usualmente se señala como uno de los representativos de que al
pensamiento
anarquista latinoamericano no le era ajena la cuestión
indígena. Sin embargo,
Gómez Muller nos aporta nuevos elementos acerca de que los
prejuicios derivados
del eurocentrismo se replicaron igualmente en el contexto del
anarquismo
peruano:
En
Perú, otro país en donde la población
indígena representaba en aquella época más de la
mitad de la población total
del “Estado-nación”, la actividad de los primeros
círculos anarquistas se
encuentra también fuertemente impregnada de prejuicios
culturales y
etnocentristas. La Protesta, que fue su publicación
más importante entre
1911 y 1927, aborda en reiteradas ocasiones el “problema”
del indio, dejando
entrever un interesante debate interno entre posiciones claramente
etnocentristas, por un lado, y algunas voces disidentes más
abiertas a la
diversidad cultural, por otro. (p.150)
Finalizamos con señalar
que, si bien los
escritos que conforman el libro son de diverso registro, que va desde
el
académico, el militante e incluso el biográfico, las
reflexiones realizadas por
los diversos autores como dijimos al comienzo de esta reseña,
vienen a hacerse
cargo de los problemas propios que tiene el anarquismo en el escenario
contemporáneo que obliga a releer su historia como
también repensar sus
prácticas organizacionales de lucha, en un mundo cada vez
más complejo. Para el
estudioso de los problemas latinoamericanos, así como para los
cultores del
anarquismo “clásico” el libro es un excelente
disparador para incluir por un lado
cada vez más al anarquismo en los estudios latinoamericanistas,
y en caso del
anarquismo “latinoamericano” repensarlo, más
allá de su consabida matriz de
origen europea.