Estudios de Filosofía Práctica e Historia de las Ideas / E-ISSN 1851-9490 / Vol. 27 / Sección Dosier
Revista en línea del Grupo de Investigación de Filosofía Práctica e Historia de las Ideas /
Instituto de Ciencias Humanas, Sociales y Ambientales (INCIHUSA)
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)
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.
Connections beyond the human:
thinking about the animal question between Nietzsche and Haraway
Facundo Leandro Marquez Vidart
Universidad de
Buenos Aires (UBA), Argentina
Recibido: 18-10-2023
Aceptado: 12-07-2024
Resumen. El objetivo del siguiente trabajo es poder tejer relaciones y
puntos de contacto entre algunas elaboraciones realizadas por Friedrich
Nietzsche y Donna Haraway. Para esto, se tomarán las obras Así habló Zaratustra
y Seguir con el problema. La motivación de la escritura parte de encontrar en
estxs autorxs una preocupación común: ambxs ubican en la excepcionalidad humana
como centro organizador de la existencia una cuestión problemática. Esta
crítica a la excepcionalidad humana se encuentra fuertemente ligada en estxs
autorxs a pensar el lugar que ocupa lo otro animal en el tramado de la
existencia. Por último, se tomará la noción de violencia estructural de Mónica
Cragnolini para poner en relación con estos desarrollos.
Palabras clave. excepcionalidad humana; animalidad; ficción; violencia estructural.
Abstract. The
objective of the following work is to be able to weave relationships and points
of contact between some elaborations made by Friedrich Nietzsche and Donna
Haraway. For this, the works Thus Spoke Zarathustra and Continuing with the
Problem will be taken. The motivation for the writing comes from finding in
these authors a common concern: they both locate human exceptionalism as the
organizing center of existence as a problematic issue. This criticism of human
exceptionalism is strongly linked in these authors to thinking about the place
that the other animal occupies in the fabric of existence. Finally, Mónica
Cragnolini's notion of structural violence will be taken to relate to these
developments.
Keywords.
human exceptionality; animality; fiction; structural violence.
“Los más preocupados preguntan hoy: ¿Cómo se conserva el hombre?”.
Pero Zaratustra pregunta, siendo el único y el primer en hacerlo: “Cómo se
supera al hombre?”
“Del hombre superior”, Así
habló Zaratustra.
En su
obra Así habló Zaratustra puede
encontrarse en Nietzsche un fuerte intento por querer pensar más allá de lo
humano. Como indica el extracto citado al comienzo de este apartado, la
pregunta nietzscheana estará lejos de querer cimentar o preservar los
fundamentos (metafísicos) del hombre, sino que, al contrario, su intención irá
en la dirección de poder desarmar y descomponer aquello que se concentra
alrededor de esa noción. Es en ese sentido que el movimiento irá por el lado de
romper esa “unidad” llamada hombre, aquella identidad cerrada y establecida. En
otras palabras, el intento del trabajo nietzscheano será el de poder
desarticular y destruir los fundamentos de lo humano. Este trabajo
negativo no es operado sin un trabajo positivo; la destrucción va de la mano de
la creación. Como menciona Cragnolini (2016) esta operación entre el “no” y el
“sí”, se mantiene dentro de la perspectiva nietzscheana en tensión, siendo ésta
un movimiento que no tiene un sentido prefijado de antemano y que evita estratificarse
y condensarse en elementos últimos.
Para
Nietzsche será entonces necesario poder pensar más allá de lo humano, más allá
del hombre. Esta tarea puede ser pensada hoy día a la luz de algunos
desarrollos filosóficos actuales ligados al posthumanismo. Braidotti (2013) en
su libro Lo posthumano realiza un
recorrido teórico para conmover la arrogancia antropocentrista y la
excepcionalidad humana como fuentes únicas de conocimiento en el entramado
existencial. La apuesta en este sentido apunta a generar un quiebre respecto de
la centralidad humana, pudiendo así observar el entramado de agencias disímiles
que conforman la vida. Por su parte, Ferrando (2023) en su libro Posthumanismo filosófico también propone
una crítica respecto del lugar privilegiado que posee lo humano. Su trabajo
apunta a comprender la pluralidad de la existencia desde una perspectiva no
solo posthumana sino también postdualista y postantropocentrista. La conjunción
de dicha triada tiene como resultado pensar a su corriente de pensamiento en un
nivel que puede ser comprendido como postexclusivismo,
conmoviendo en este punto todo núcleo de centralidad jerárquica y
ordenadora.
Para
retomar la operación nietzscheana mencionada previamente, trabajaremos tres
extractos seleccionados a este propósito, de los múltiples que hay en Así habló Zaratustra, donde aparecen la
idea del hombre y lo humano como instancias ligadas a la enfermedad, como
objeto a ser abordado para su desintegración y por último como una instancia
que deviene sólo posible en su propio ocaso. Son imágenes que podrían
interpretarse y entenderse como un primer momento negativo y destructivo
respecto de lo humano.
En el
parágrafo De grandes acontecimientos
se puede encontrar un paralelismo de lo humano ligado a la enfermedad del
mundo: “La tierra, dijo él, tiene una piel; y esa piel tiene enfermedades. Una
de ellas se llama, por ejemplo: “hombre” (Nietzsche, 2013, p. 224). Aquí se
puede observar cómo la forma hombre implica para Nietzsche un modo de ser que
enferma, que se afecta a sí mismo pero que trae además consecuencias para el
mundo que habita enfermándolo también. Si lo humano enferma, una posible
intención nietzscheana será la de ir hacia el objetivo de extirpar esta
enfermedad, de realizar una operación quirúrgica sobre lo humano.
Por
concebir entonces lo humano como enfermedad es que Nietzsche referirá a lo
largo de la obra del Zaratustra, escenas o metáforas donde se permita pensar al
hombre como algo a ser extirpado o como mencionamos al principio, superado
dentro del pensamiento. En otro de los parágrafos, llamado “Del hombre
superior”, Zaratustra dice:
¡No!, ¡No!
¡Tres veces no! Deben perecer cada vez más, cada vez mejores de vuestra
especie, - pues vosotros debéis tener una vida siempre peor y más dura. Sólo
así - sólo así crece el hombre hasta aquella
altura en que el rayo cae sobre él y lo hace pedazos: ¡suficientemente alto
para el rayo! (Nietzsche, 2013, p. 454).
En este
pasaje queda explicitado que ese modo de ser humano debe llegar a su fin. Si el
hombre es una enfermedad como mencionábamos antes, debe llevarse hasta su
término. De esta forma, en este punto más alto, es desde donde puede
precipitarse una caída o, como bien menciona este pasaje, una fragmentación o
pulverización mediante un rayo. Acá queda explícito que la vida no puede ser
vivida bajo las coordenadas de lo humano, por lo que es necesario poder pensar
más allá de ella, sin intenciones de conservación.
Otra de
las imágenes que refieren a estas instancias de superación y aniquilación de lo
humano se pueden observar en varios pasajes de Así habló Zaratustra en la relación que se teje entre la idea de
hombre y ocaso. Esta idea de ocaso nuevamente viene a expresar que cualquier
entramado en relación al hombre sólo puede ser venidero en términos de su
superación y por lo tanto de su caída. Para citar un ejemplo en este sentido
podemos encontrar en el capítulo “Del hombre superior”, a Zaratustra diciendo
lo siguiente: “Oh, hermanos míos, lo que yo puedo amar en el hombre es un
tránsito y un ocaso” (Nietzsche, 2013, p. 452). Aquí queda patente esta idea de
lo humano como un pasaje o umbral de algo porvenir mediante la idea de
tránsito.
De esta
manera podemos observar que en estos ejemplos se evidencia la posición de
Nietzsche respecto de cómo concebir a lo humano: como una instancia que debe
ser llevada hasta sus límites, siendo puesta en cuestión para realizar las
operaciones necesarias y a partir de allí, superarla.
Concretamente,
¿cuál sería esta enfermedad de la cual habla Nietzsche, por qué debe acontecer
un ocaso de lo humano y hacía dónde, sobre qué terrenos podría pensarse una
forma de vida más allá de lo humano?
La idea
que se esboza en el Zaratustra respecto del hombre tiene una vinculación
estrecha con la idea de sujeto naciente de la modernidad, que como menciona
Cragnolini (2006) se organiza en relación a las características de conciencia,
razón, libertad, identidad y propiedad. Contra esta idea es que el esfuerzo
nietzscheano arremete. Este hombre con dichas características, es la enfermedad
de la cual Nietzsche habla.
Retomando
la idea de propiedad, Cragnolini (2006) menciona puntualmente respecto de esta
idea una caracterización basada en el sometimiento. Por eso afirma que “en la
conversión del otro en material dominable, lo que se pierde, justamente, es el
carácter de la otredad, esa opacidad que resulta diluida en virtud de la
necesidad de comprensión y apropiación de lo diferente.” (p. 41). Esta forma de
vinculación del sujeto moderno va estar dada hacía las cosas y hacía lo vivo,
incluyendo lo humano y las formas de vida no humanas. La frase que resume este
modo de relación es aquella que se menciona en el parágrafo “De la virtud que
hace regalos”: “Pero un horror es para nosotros el sentido degenerante que
dice:” Todo para mí” (Nietzsche, 2013, p.142).
Ese
“todo para mí” indica esa posición central respecto del sujeto moderno y
resalta esa mirada de disponibilidad del mundo para sí. Nos centraremos más
adelante en este punto para poder discutir y analizar, cuál es una vía posible
que ofrece Nietzsche para poder pensar algún tipo de salida a esta encerrona y
que lugar primordial tiene la cuestión animal en este armado. Como se mencionó
anteriormente, una de las razones más específicas de por qué el modo de ser
humano es una enfermedad es el dominio de lo otro y puntualmente, en lo que
abordaremos en este trabajo, de lo otro animal, sin reparar en esa diferencia,
en esa distancia que se encuentra frente a la otredad.
Ahora
bien, siguiendo este trazado de sentido, por su parte, en Haraway podemos
encontrar resonancias nietzscheanas. Al comenzar su libro Seguir con el problema se plantea una situación actual sensible:
vivimos en un mundo dañado y de tiempos confusos: guerras, catástrofes
ambientales, crisis económicas, sociales y subjetivas. Frente a este escenario
la tarea urgente se presenta como la capacidad de poder afrontar esos problemas
que habitan el mundo y poder dar una respuesta a ellos.
En su
desarrollo dejará claro que la articulación de estas respuestas, al igual que
se planteó con Nietzsche, serán en la vía de buscar otras formas posibles de
vinculación con la vida y con el mundo que dejen de lado la centralidad de lo
humano. Este recorrido de abandono estará minado de personas amigas y animales
que le permitirán seguir con el problema. Así es como, por ejemplo, en uno de
los capítulos llamado “Pensamiento tentacular” la autora menciona que un amigo
suyo refiere la idea de “compost en lugar de posthuman(ismo), así como
humusidades en lugar de humanidades”. En este sentido es que Haraway (2019)
dirá que “Lo humano como humus tiene potencial, si pudiéramos trocear y
triturar al humano como Homo, ese proyecto detumescente de un jefe ejecutivo
auto-creado destructor del planeta” (p. 62).
Esta
frase posee mucha riqueza y elementos importantes; allí se puede ubicar en
primera instancia como queda explicita la postura de querer salir de lo humano,
no sólo en términos conceptuales y del lenguaje. El planteo que retoma Haraway,
siguiendo las huellas nietzscheanas, aparece como una propuesta ontológica que
formula y valida otras formas de relación que se despojen del hombre como
centro; lógicas con potencialidad para conservar la vida que hoy está en
riesgo. En este sentido queda claro la ligazón que se hace de lo humano como
productor de la destrucción del planeta, una idea solidaria con la del “hombre
como enfermedad del mundo” propuesta por Nietzsche.
En este
escenario, una pregunta realizada por la autora puede ser una guía que oriente
planteos consecuentes a las problemáticas actuales: “¿Qué pasa cuando el
excepcionalismo humano y el individualismo limitado, esos antiguos clichés de
la filosofía y la economía política occidentales, se vuelven impensables en las
mejores ciencias, sean naturales o sociales? seriamente impensables: no aptos
para pensar con” (Haraway, 2019, p.54).
Al
igual que el pasaje anterior, este párrafo vuelve sobre la funcionalidad
obturada que condensa seguir pensado dentro de la lógica de lo humano: un
“antiguo chiclé” que no permite pensar movimientos que vayan en compañía con y
de la vida, que la sostengan y la cuiden. Al no ser apta para poder pensar,
dicha noción de lo humano no permite articular las respuestas frente a los
malestares que habitan nuestro planeta.
Lo
humano y el Hombre como disposición universal, quedan entonces en este armado
conceptual como pensamientos estériles y peligrosos, cargados de sesgos que, en
vez de potenciar la vida, la destruyen y la corroen. La lógica de lo humano
impide el pensamiento.
¿Por
qué para Haraway, al igual que Nietzsche, esta propuesta de pensar los
problemas que acontecen en la actualidad pierden su potencia si se apoyan sobre
la noción de lo humano?
Una
posible respuesta puede encontrarse en sus desarrollos respecto de la crítica
que realiza al concepto de Antropoceno, término acuñado por Eugene Stromer para
nombrar la actividad humana y los efectos de transformación que tuvo ésta sobre
el planeta, demarcando de este modo el comienzo de una nueva era geológica
sustituyendo a la anterior del Holoceno. Esta postura fue aceptada por muchos
actores de la ciencia y la política, en términos de explicar el avance
tecnológico y de la globalización en el mundo por medio de las prácticas
humanas. Sin embargo, para Haraway, este desarrollo presenta algunas
dificultades.
La
crítica a este concepto estará focalizada en marcar una arrogancia y
centralidad humanas respecto del desarrollo del devenir en la tierra y sus
modos de vida, remarcando su carácter fuertemente reduccionista. Respecto del
conflicto que acarrea pensar los problemas del mundo en términos del
Antropoceno la autora menciona:
La historia
de la Especie Hombre como agente del Antropoceno es una repetición casi
ridícula de la gran Aventura Fálica, humanizadora y modernizadora, en que el
hombre, hecho a imagen y semejanza de un dios desvanecido, adquiere
superpoderes en su ascensión sagrado-secular, solo para acabar en una trágica
detumescencia, una vez más (Haraway, 2019, p. 84).
En esta
afirmación se evidencia un intento de querer descentralizar esa posición
humana, demasiado humana, quitando el peso omnipresente y omnisciente de lo
humano como lugar fundante de todas las posibilidades. Sin desconocer
igualmente el grado de impacto de lo humano sobre el mundo, Haraway intenta
profanar esa mirada sobre lo humano como totalidad potente. La operación de
corte que efectúa se ajusta sobre la excepcionalidad humana, dando lugar a la
multiplicidad de factores que entran en juego a lo hora de pensar nuestras
problemáticas.
La
crítica respecto de la lógica del Antropoceno y su mirada centralizada en lo
humano como actor esencial y determinante, permite conmover esos puntos fijos y
estables que impiden el pensamiento en su dinámica rizomática. Para Haraway,
Este
discurso no solo es desatinado y de mal corazón, sino que mina nuestra
capacidad de imaginar y cuidar otros mundos, tanto los que ya existen de manera
precaria – incluyendo lo que llamamos áreas silvestres, con toda la historia
contaminada que conlleva este término en el colonialismo racista colonial- como
los que necesitamos traer a la existencia en alianza con otros bichos, en aras
de pasados, presentes y futuros de recuperación aún posibles (Haraway, 2019, p.
87).
Es
claro que la imposibilidad y la esterilidad que venimos remarcando por parte de
lo humano va de la mano, tanto en Haraway como en Nietzsche, de la clausura que
produce este constructo a la hora de poder imaginar y ficcionar otras
realidades posibles. Esta encerrona de la dinámica humana es la que imprime un
desasosiego y un desánimo generalizado que impide realizar alianzas vitales con
otros, puntualmente el otro animal, para recuperar la vida en su multiplicidad.
La
cuestión animal recorre de principio a fin Así
habló Zaratustra. Hay un atravesamiento a lo largo de la obra respecto de
esta temática que tiene una gran importancia para Nietzsche. Esta presencia de
lo otro animal, de lo otro extraño de lo humano, y la posibilidad de otro
vínculo posible con él, puede pensarse como este nuevo modo de relación
distinto de lo humano establecido en Zaratustra. Así como al comienzo del libro
se menciona al águila y la serpiente siendo compañeras de Zaratustra a lo largo
de muchos años, al final del libro, en el capítulo “El signo”, Zaratustra
también se va a encontrar acompañado de animales. Al principio y al final, no
es sin los animales. Pero estás presencias que acompañan a Zaratustra, como
bien indica el título del apartado, serán el signo, el anuncio de que esa nueva
modalidad de vinculación está cerca, por venir.
En este
último pasaje, las presencias que acompañan a Zaratustra son una bandada de
palomas y un león. Es con estos animales donde puede pensarse un cambio de
posición, un dejar caer la figura de lo humano para establecer un vínculo con
lo otro animal por fuera de la brutalidad y del dominio. Uno de los extractos
del capítulo menciona
Así habló
Zaratustra; y entonces ocurrió que de repente se sintió como rodeado por
bandadas y revoloteos de innumerables pájaros, -el rumor de tantas alas y el
tropel en torno a su cabeza era tan grandes que cerró los ojos. Y, en verdad,
sobre él había caído algo semejante a una nube, semejante a una nube de flechas
que descargase sobre un nuevo enemigo. Pero he aquí que se trataba de una nube
de amor, y caía sobre un nuevo amigo (Nietzsche, 2013, p. 507).
El
cambio de signo aquí puede notarse evidentemente: lo que antes era enemigo del
animal, ahora mediante esa nube de amor y de ese encuentro puede leerse como un
amigo; amigo nuevo, que no estaba antes, que solo es posible realizar por el
proceso de entrega de sí, entrega que invoca la renuncia a la formulación del
“Todo para mí” de lo humano. Siguiendo a Cragnolini (2016) se puede pensar
que “en su «nube de amor» Zaratustra hace patente la comunidad con lo viviente,
ese otro modo de ser-con que anuncia la llegada del ultrahombre, como modo de
ser ya no humano, tal vez «posthumano», que puede vincularse con la vida de otra manera” (p.
24).
Este
afecto de amor que envuelve a Zaratustra es el anuncio y la manifestación de la
ruptura de la violencia hacia el otro animal. Se puede pensar esta lógica de la
bandada como la multiplicidad que envuelve a Zaratustra, multiplicidad que
marca ese viraje hacia el ultrahombre, anunciando el abandono de lo humano como
centro.
Otro
extracto de este pasaje parece ser también significativo respecto de esta nueva
ligazón (im) posible:
Y las
palomas se pusieron a volar de un lado para otro y se le posaban sobre los
hombros y acariciaban su blanco cabello y no se cansaban de manifestar su
cariño y su júbilo. El fuerte león, en cambio, lamía siempre las lágrimas que
caían sobre las manos de Zaratustra y rugía y gruñía tímidamente. Así se
comportaban aquellos animales (Nietzche, 2013, p. 508).
Este
gesto de ternura que marca Nietzsche, resalta que ese nuevo modo de relación no
es posible sin afecto; efectiviza esa otra forma que abole la captura de quien
es diferente. Esta escena insta a dejar de lado el sometimiento humano sobre
los animales. El león que besa las lágrimas es la metáfora de cómo aquello que
se construye históricamente como hostil y salvaje, puede devenir en un
encuentro que conserve la diferencia y aun así haga concreta la relación de
amor. Este amor es marca de un abandono de la crueldad y la violencia que porta
el sujeto moderno y forja así un vínculo posible en su imposibilidad, sin
dominar la irreductibilidad de la otredad animal.
Todo
este intento de escritura nietzscheano a lo largo del libro Así habló Zaratustra, pero puntualmente
del pasaje “El signo”, donde lo humano y los animales confluyen para devenir
cualitativamente otros, puede ser ofrecido como una ficción útil en favor de la
vida. Si bien el carácter ficcional en Nietzsche (2010) está asociado a coagular
momentáneamente la multiplicidad del devenir, por ejemplo, en la noción de
“yo”, “substancia” o “sujeto” también puede ser entendida como la capacidad
inventiva, una máquina creadora de otras ficciones, que se realizan en este
caso mediante su composición escritural, alojando allí esos otros modos que no
desconozcan la multiplicidad ni la cercenen. Veremos en el siguiente apartado,
cómo esta idea de ficción puede ser solidaria con los planteos que realiza
Haraway en torno también a la cuestión animal y su propuesta filosófica.
Por su parte, en Haraway también
encontraremos la propuesta de una vinculación respecto del otro animal que va a
ser significativa para realizar un movimiento de apertura respecto de la articulación
de lo humano como centro.
Una de
las herramientas que brindará en su libro para pensar un camino diferente
posible a lo humano serán las SF, sigla que corresponde a una variedad de
conceptualizaciones. Como menciona Haraway (2019) la “SF es un signo para
ciencia ficción, feminismo especulativo, ciencia fantasía, fabulación
especulativa, hecho científico y también figuras de cuerdas” (p. 32). En este
abanico de posibilidades del pensamiento, Haraway encontrará posibles líneas de
sentido que armen pensares, tejan historias y relatos que le permitan crear
ficciones para abandonar lo humano.
Desde
este lugar, si Nietzsche pudo pensar otro modo de ser proponiendo un trabajo
para la llegada del ultrahombre, Haraway también tendrá una propuesta para
salirse de esta lógica predominantemente humana. La SF encarnan la posibilidad
de pensar un mundo distinto al actual. La
autora propondrá “un espacio nicho
n-dimensional llamado Terrapolis” (Haraway, 2019, p. 33), un espacio abierto,
múltiple, habitado por diferentes formas de vida. Una ficción para poder seguir
pensando el problema de vivir y de morir en el mundo. Quienes habitarán esta
nueva tierra, lejos del signo de lo humano, serán seres extraños, plurales, con
miríadas de corporalidades, pensamientos y sentimientos. Estos seres serán
llamados Chthónicos, a quienes la autora refiere de la siguiente manera
Los
chthónicos son seres de la tierra, antiguos y de última hora a la vez. Los
imagino repletos de tentáculos, antenas, dedos, cuerdas, colas de lagarto,
patas de araña y cabellos muy enmarañados. Los chthónicos reposan en un humus
multibichos, pero no quieren tener nada que ver con el Homo que mira al Cielo.
Los chthónicos son monstruos en el mejor de los sentidos (Haraway, 2019, p.
20).
Estos
seres que fueron, están siendo y están a la vez por venir, son la expresión de
esta mutación radical que se da por fuera del pensamiento Homocentrado. Sus multiplicidades y sus conexiones hacen posible
esa existencia, que al igual que se mencionó en Nietzsche, tenga una relación
no opresiva con la animalidad. Ese “humus multi bichos” solo pareciera ser
posible en términos de la descomposición de lo humano. Solo al calor de sus
restos pueden advenir estos modos monstruosos; monstruosos porque dan cuenta de
la alteridad irreductible y extraña que nos habita y con la cual podemos tejer
un lazo; esa otredad que también nos compone pero que no se puede lograr
reducir ni capturar.
Al
igual que en Así habló Zaratustra la
animalidad también recorre de principio a fin todo el libro de Haraway:
palomas, arañas, pulpos, líquenes, arrecifes de coral y mariposas monarcas son
las criaturas que acompañan su escritura y también la realizan. Sin todas ellas
no hay posibilidad de contar ninguna historia. Estas criaturas compañeras son
las vidas y las vías que permitirán seguir pensando el problema. En este
sentido es que el vínculo que se dará con los animales en su singularidad será
el terreno fértil de una nueva mirada y disposición del mundo. La lógica de
Terrapolis, escenario que propone Haraway, es de seres tentaculares,
habilitantes de flujos diversos, fuera de determinaciones duras e inamovibles.
Seres abiertos a encuentros inusitados y plurales.
Quizás
el ejemplo paradigmático que ofrece Haraway sea el relato final del libro, una
ficción especulativa: la historia de Camile. Surgido del encuentro con otros
compañeros humanos, Vinciane Despret y Fabrizio Terranova, esta ficción permite
pensar ofreciendo la punta de un hilo, funcionando como un esbozo que permita
ensayar esta nueva forma de practicar la existencia. No podremos abarcar todos
los puntos de importancia que recorre esta historia, donde se expresan desde
armados comunitarios entre humanos que están dejando de serlo y distintos
bichos, hasta la alerta del colapso tanto ambiental como habitacional del
mundo, instando a dejar atrás lógicas reproductivas y alentando la generación
de parentescos diversos, donde, como venimos mencionando, lo humano no es
centro organizador.
En la
historia de Camile, personas y animales tejerán otra vida posible: quienes
serán los partícipes de este relato saben que el daño del planeta no será
pasible de ser reducido a un grado cero originario; sabrán habitar las ruinas
del mundo, alineándose con la parcialidad, siendo conscientes del dolor de
saberse vivo. Un elemento central en esta historia es aquel que marca, como
dice la autora, que
Todos los
nuevos miembros humanos del grupo que nacen en el contexto de la toma de
decisiones comunitarias nacen como simbiontes con bichos de especies
activamente amenazadas, y, por tanto, con todo el estampado de vivir y morir de
esos seres en particular y de todos sus asociados, para quienes la posibilidad
de vivir es muy frágil (Haraway, 2019, p. 213)
La vida
dentro del mundo que habita Camile, ficción que nos puede abrir caminos para
pensar nuestro mundo actual, no será sin aquellos compañeros animales que se
sabe corren peligro. El término simbionte, mencionado anteriormente, refiere a
ese anudamiento novedoso, dado que las personas se encuentran modificadas
genéticamente con relación a determinados animales. Aquí, los bichos, y
puntualmente en la historia de Camile, las mariposas monarcas, forman parte del
cuerpo y se llevan consigo, pero aun así, ese llevar consigo es particular,
dado que no aplasta el saber de esa diferencia radical. El cuerpo se torna
memoria. El vínculo persona - animal no es sin entender la fragilidad, tanto de
la vida humana como la de los animales y otros bichos. Esta historia realiza de
una manera cargada de afecto y ternura, las posibilidades pequeñas de articular
otros mundos posibles donde se reconoce que vivir y morir son parte de un
proceso, proceso que puede propiciar un campo fértil de existencia para toda la
vida en la tierra.
Antes
de comenzar el último apartado abocado a pensar la noción de violencia
estructural, es necesario situar los desarrollos que se han realizado tanto en
Nietzsche como de Haraway dentro de dos perspectivas que el último tiempo han
tomado relevancia dentro del campo filosófico: el posthumanismo y los estudios
sobre la animalidad. Estos conceptos no son cerrados y se encuentran aún hoy
abiertos a debate y en disputa. Sin embargo es posible realizar una serie de
comentarios al respecto.
Los
desarrollos realizados en este trabajo respecto de Nietzsche podrían llegar a
ser pensados como un antecedente que entrecruza esas dos perspectivas, dado que
sus propuestas de pensamiento puntualizan la necesidad de poder pensar un más
allá de lo humano que no reduzca a otras existencias, en este caso a los
animales, a meros objetos disponibles para uso de explotación. Por su parte,
Haraway (1985) desde su libro El
manifiesto cyborg, ya plantea una ruptura entre las fronteras que dividen
linealmente lo humano de lo animal. Uno de los objetivos de elaborar esta
ruptura tiene como efecto correr el foco de lo humano como centro y única
agencia organizadora. En este sentido podríamos decir que tanto el giro animal
como los estudios sobre lo posthumano, encuentran parte de sus antecedentes en
estos dos autores y profundizan elementos que ya participan y cobran relevancia
tanto en la teoría nietzscheana como en el pensamiento de Haraway.
Según
Salzani (2017) son los estudios preocupados respecto de la animalidad los que
permiten profundizar y expandir de manera propositiva los desarrollos
elaborados por el posthumanismo. Según este autor el cruce de los estudios
animales con el posthumanismo, no sólo tiene efectos teóricos que, por sí sólos
serían insuficientes; el plus de valor que traen los estudios animales al
posthumanismo reposa en aquella posición que impulsa el poder volver a
revalorizar el cuerpo y los afectos. Para Salzani esta mirada “no solo
constituye la materialidad compartida que revela lo común entre los animales y
humanos y no humanos, sino que también se convierte en el vehículo para una
nueva comprensión, una nueva ética y una nueva política” (p. 103). Como
mencionamos anteriormente, esta nueva posición ético-política puede ser pensada
y elaborada a la luz de los autores abordados en este trabajo, es decir, en su
propuesta patente de pensar nuevos modos de relación y vinculación con lo otro
animal, desfondado la supremacía de lo humano como centro de jerarquía
organizacional. En este sentido, pueden leerse las propuestas de Nietzsche y
Haraway como una afrenta a aquello que Derrida (2008) define como una filosofía
que funciona solamente en el olvido calculado del animal. Siguiendo este
desarrollo Vignale (2020), indica que “la filosofía como olvido calculado del
animal es otra forma de mencionar ese malentendido del cuerpo, la reducción del
pensamiento a la interpretación y a una función intelectual, rehuyendo a sus
funciones afectivas, corporales” (p. 71). Aquí nuevamente puede encontrarse que
la invitación de lxs autores que se fueron trabajando va en la vía de poder
pensar otro modo de establecer entramados con las distintas agencias que
conforman y se entrelazan en aquello que llamamos mundo.
Hasta
aquí se ha intentado poner en relación esa necesidad tanto en Nietzsche como en
Haraway de pensar más allá de lo humano. Esa disposición, como también se
marcó, no es posible de realizarse ni de llevarse a cabo sin tomar en cuenta la
posición que ocupa, en relación con lo humano, lo otro animal; tanto en el
texto de Nietzsche como en el de Haraway, los vínculos que se tejen con lo otro
animal deshacen el modo clásico del dominio y la propiedad que se tiene
respecto de los animales. En este sentido, puede ser pertinente retomar algunos
desarrollos propuestos por Mónica Cragnolini respecto de la noción de violencia
estructural, dado que allí podremos articular que tanto en Nietzsche como en
Haraway, hay un intento de poder pensar por fuera de esos modos instituidos de
la violencia.
En el
texto Vivir de la sangre de otros. La
violencia estructural en el tratamiento de humanos y animales, Cragnolini
presenta la idea de violencia estructural como
la
arquitectura de organización del mundo de la cultura (en contraposición al
mundo no humano, a veces llamado “natural”); organización que no es violenta
por exceso, sino porque “necesita” ser violenta para poder estructurarse y
ordenar las distintas formas de vida en una escala de jerarquía (Cragnolini,
2011, p. 4).
Para
Cragnolini, el modo de operar de esta violencia estructural, se ejerce tanto en
existencias humanas como así también en animales. En este sentido, lo que
importa destacar aquí es que cualquier forma de existencia que escape a la
constitución del hombre blanco, varón, heterosexual y generalmente europeo, es
vista desde un punto de vista degradado; el Hombre aparece como pináculo y
centro valorativo. De hecho, las vidas humanas que no se engloban entre estas
características (como los son las mujeres, niñxs y personas racializadas)
suelen ser objetivadas o nombradas muchas veces como vidas animales, se
“animalizan” y por lo tanto entran dentro de una lógica sacrificable y
comercializable. Por este motivo para la autora las lógicas del sexismo, el
racismo y el especismo deben ser consideradas bajo la misma lente de
dominación. Desde esta perspectiva, para Cragnolini (2011) la cultura se funda
“sobre la idea de «domesticidad» de la animalidad, pero también sobre el sacrificio (que es el
sacrificio de la sangre y de la carne) tanto de lo humano como del animal” (p.
6).
Dentro
del esquema que presenta la violencia estructural, serán tres los elementos que
la conforman y sostienen para su funcionamiento: la crueldad, la sarcofagia y,
producto de la conjunción entre ambas, la virilidad carnívora. Desarrollaremos
cada uno de estos elementos de manera sintética para comprender cómo es que
opera el entramado de esta violencia estructural.
En
primer término, de la crueldad debe mencionarse que no hay que entenderla como
un efecto episódico o circunstancial sino más bien “como «necesaria» para
comprender los procesos de la vida cultural. Esto implica la idea de que la
cultura (el mundo humano en general) es sacrificial: sacrifica la carne (humana
y no humana) y la sangre a la que invisibiliza” (Cragnolini, 2011, p. 16). Para
poder articular de manera más concreta esta idea sobre la crueldad, el texto
refiere a las elaboraciones realizadas por Nietzsche en su libro La genealogía de la moral donde trabaja
la idea de ideal ascético; este ideal puede ser entendido “en términos de
“necesidad” de la vida (necesidad que parece autocontradictoria) de volverse
“contra sí misma”. (Cragnolini, 2011, p.17). Para Cragnolini lo que esta
conceptualización nietzscheana intenta exponer es el desborde de las fuerzas
vitales que, para su propia conservación, deben limitarse. Esta idea de
conservación tiene como efecto sostener una idea de propiedad y mismidad, que
neutraliza lo diferente, ficcionalizando de este modo la unicidad. Es por este
motivo que
Buscando la
preservación de un tipo de vida (la así llamada humana, espiritual, superior),
se sacrifican ciertos modos de vida: la carne humana que debe ser sometida para
que funcione la cultura, y la carne del animal que es usufructuada para la
alimentación, como fuerza de trabajo, como motivo de entretenimiento, etc.
(Cragnolini, 2011. p. 19).
En este
punto pueden señalarse las reflexiones de Derrida (2008) en su trabajo El animal que luego estoy si(gui)endo,
donde también se ubica un basamento de la crueldad que no puede sino leerse
dirigida hacia el otro animal. Para él no es posible negar y ocultar los grados
de “violencia industrial, mecánica, química, hormonal, genética a la que el
hombre somete desde hace dos siglos a la vida animal” (p. 42). Esta reflexión
guarda en su seno la enunciación de una continuidad respecto de estos modos de
la violencia a lo largo del tiempo.
Un
segundo elemento que se puede ubicar dentro del entramado de la violencia
estructural es el de la sarcofagia, término que refiere específicamente a la
ingesta de cadáveres de animales. Según Cragnolini (2011) “lo que se quiere
ocultar es que quien es carnívoro, es un consumidor de cadáveres (y por lo
tanto un sarcofágico)” (p. 20). El señalamiento de esta lógica de consumo, no
implica solo el asesinato de los animales, sino toda una lógica de producción
que se efectúa con su consumo: problemáticas ambientales dado el uso
indiscriminado de los suelos, la utilización de herbicidas cancerígenos, entre
otras problemáticas. En este sentido no existe solo un lavado de la sangre,
sino una operación generalizada de borramiento a las prácticas concomitantes de
ese lavamiento.
Por
último, se puede mencionar la virilidad carnívora, concepto que Cragnolini
retoma de Derrida, para mencionar cómo las dos primeras elaboraciones
conceptuales se reúnen en este punto. Aquí, los señalamientos realizados
previamente con Nietzsche y Haraway respecto del excepcionalismo humano, se
rectifican, dado que, al proponer la idea de virilidad carnívora, se sostiene
la figura del soberano que trabaja Derrida. El soberano en este sentido es
aquel que tiene “la posibilidad de disponer de la vida y de la muerte de los
otros, su poder se visibiliza de manera pregnante en el modo en que se
naturaliza el sacrificio de animales como «derecho» del existente humano”
(Cranolini, 2011, p. 23).
Como se
mencionó en este último punto, es importante resaltar una misma posición
diagnóstica en lxs autorxs trabajados respecto de lo humano como problema para
pensar la otredad animal. Esa posición humana dominante ejecuta su poderío por
medio del sometimiento y la crueldad hacia otras formas de existencia no
humanas o humanas pero consideradas inferiores, animalizadas.
Lo que
este trabajo intenta poner de relieve tomando las elaboraciones respecto de la
violencia estructural, es que tanto la propuesta de Nietzsche como el modo de
trabajo en Haraway respecto del otro animal, promueve un deslindamiento de esa
forma instituida de la violencia, generando de esta forma vínculos diferentes y
por fuera de la lógica de la dominación.
En el
caso de Nietzsche, pudimos ver que la figura del ultrahombre ofrece una
disposición de no sometimiento de lo otro animal. Hay un despojo de esa figura
demasiado humana que sólo reúne para sí la diferencia como propiedad de uso.
Respecto de Haraway pudimos ubicar que lo humano se descentra y se deshace bajo
la lógica del compost. Este modo descompuesto de lo humano, abre la posibilidad
de tejer modos diversos con lo otro animal; modos que se alejan de la mirada
soberana y jerárquica.
Luego
de haber analizado y desarrollado las posturas tanto de Nietzsche como de
Haraway y, de haber realizado un análisis del concepto de violencia estructural
propuesto por Cragnolini, queda puesto de relieve la importancia que tiene para
estxs autorxs poder pensar más allá de lo humano. Esta mecánica de lo humano y
su modo de ser condensa prácticas y posicionamientos hostiles y crueles, que,
en vez de acompañar la vida, terminan por sofocarla. En los textos trabajados,
se insiste en la importancia de romper con la centralidad de lo humano, dado
que es ella la que obtura toda posibilidad de poder crear otras formas de vida
que se alejen del sesgo del dominio y la destrucción.
En
Haraway y en Nietzsche, el concepto de ficción, si bien desde miradas
distintas, puede ser pensado con un grado de importancia significativo, dado
que habilita el pensar. Este ejercicio del pensamiento, se da en estos autores,
al menos en parte, a través de la escritura. La escritura como poder de
ficcionar y como arma creativa entra en el campo de disputa que hoy día vivimos
respecto de poder imaginar otros posibles que no se figuren solamente en el fin
del mundo como único destino. Las ficciones creadoras, apoyadas en la
escritura, permiten desplegar una capacidad que abre así la multiplicidad que
nos rodea en nuestros escenarios vitales. En este sentido es que sus textos
funcionan como resistencias, como disposiciones que articulan y maquinan
aperturas posibles de cambio. Estas ficciones son una incitación a seguir
pensando el vivir y el morir en este mundo que habitamos. Aquí el problema de
la violencia estructural cobra relevancia. Si esa lógica se presenta como modo
dominante de entramar la existencia, las elaboraciones que tanto Haraway como
Nietzsche proponen, son una manera de poder horadar dicha composición para así
generar otras derivas posibles. Tanto en Haraway como en Nietzsche algo de lo
humano impide una lógica diferente, y, de hecho, imposibilita pensar. Ficcionar
otros posibles, alimenta de esta forma otras dinámicas que estén lejos de la
angustia, la tristeza y la violencia como afectos y prácticas predominantes.
Son la instauración de un (im)pulso diferente, para poder posicionarnos desde
otro lugar.
El
título de la obra de Haraway, Seguir con
el problema, alude en parte a lo dilemático que puede ser la existencia si
lo humano no se descompone, si no es puesto a crítica. Puede pensarse que, en
parte, este es el problema que Nietzsche ya había elaborado, al menos en
Zaratustra, mucho tiempo atrás. El problema continúa, pero la producción de
respuestas, de posicionamiento posibles, aún persiste y es necesaria. Como se
expuso en este trabajo, para lxs autorxs se entiende que no es posible realizar
este descentramiento humano sin cuestionar el vínculo que éste tiene respecto
del animal. Este eje sobre la cuestión animal, es tan solo una de las aristas
problemáticas sobre cómo construir otras formas de vivir. En los armados
ficcionales propuestos, los animales dejan de ser utilizados como meros
objetos, dejan de ser reducidos y dominados para devenir en otro tipo de
vinculación con lo humano. Es con ellos que debemos pensar cómo vivir sin una
supremacía que los violente.
Si bien
este trabajo puso énfasis en que parte de esta lógica humana predominante se
basa en el sometimiento que se desarrolla respecto de los animales y otros
bichos, no desconoce que esas opresiones también se realicen, con sus
diferencias, como se dejó entrever, sobre lo propio humano. En este sentido,
las miradas interseccionales, entendidas estas como un enfoque metodológico y
epistemológico para abordar y comprender el carácter múltiple de las variables
que pueden afectar la vida de unx sujetx y por lo tanto sus prácticas y
posibilidades en contextos situados (Perez, 2021), son también necesarias para
un análisis más fecundo a la hora de pensar este descentramiento humano como
norma y modelo de todo existir.
El
objetivo de este trabajo fue rescatar esos modos del pensamiento que ponen el
acento en el carácter sensible respecto de lo otro animal, indispensable para
poder armar relatos y condiciones que abracen la vida.
Braidotti,
R. (2013). Lo posthumano. Gedisa.
Cragnolini,
M. B. (2016). Esa enfermedad en la piel de la tierra que es “el hombre”, en Estudios Nietzsche. SEDEN.
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M. B. (2006). “Metáforas de la identidad. La constitución de la subjetividad en
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sí mismo, del otro y del entre. La cebra.
Cragnolini,
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La violencia estructural en el tratamiento de humanos y animales. Vera
Cartonera.
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si(gui)endo. Trotta.
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