Estudios de Filosofía Práctica e Historia de las Ideas / E-ISSN 1851-9490 / Vol. 26 / Sección Artículos
Revista en línea del Grupo de Investigación de Filosofía Práctica e Historia de las Ideas /
Instituto de Ciencias Humanas, Sociales y Ambientales (INCIHUSA)
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)
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Nación y liberalismo en Sarmiento (1840-1850). Una aproximación

Nation and liberalism in Sarmiento (1840-1850). An approximation

Alejandro Herrero

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET);

Universidad Nacional de Lanús; Argentina.


Recibido: 19/12/2022

Aceptado: 04/10/2023


Resumen

El objetivo de esta investigación consiste en matizar la imagen de un Sarmiento invariablemente antinacional, europeísta y liberal. El lapso temporal estudiado se acota a las décadas de 1840 y 1850. Las fuentes utilizadas se recortan en puntuales escritos e intervenciones públicas de Sarmiento. Se trata de una aproximación.

Palabras clave. Sarmiento; Nación; Liberalismo.

Abstract

The objective of this research is to qualify the image of an anti-national, Europeanist and liberal Sarmiento. The time period studied is limited to the decades of 1840 and 1850. The sources used are limited to specific writings and public interventions by Sarmiento. It is an approximation.

Keywords. Sarmiento; Nation; Liberalism.



Desde una vertiente de la historiografía argentina de tendencia nacional popular y de nacionalistas antiliberales, se afirma que Sarmiento es pro europeo y ciego ante la nacionalidad argentina, y desde una posición historiográfica liberal se sostiene, a su vez, que Sarmiento es el fundador del liberalismo argentino y sus ideas, de contenido universalista, se oponen al nacionalismo (Tamago, R. 1963; Chávez, F. 1982; y Escudé, C. 1990). El objetivo de esta investigación consiste en repensar estas afirmaciones.

En este estudio se examinan algunas obras fundamentales de Sarmiento: Facundo o Civilización y barbarie (1845), Recuerdos de provincia (1850), Viajes por Europa, África y América (1845-1847), y escritos en publicaciones periódicas de la década de 1850. Inscripto en la historia de las ideas políticas, el enfoque se acota, básicamente, al análisis del discurso. No se trata de una indagación exhaustiva, sus obras completas, que suman más de 50 tomos, sobrepasan los objetivos trazados en esta primera etapa de mi investigación. Por eso utilizo la palabra “una aproximación” en el subtítulo. También es enorme la cantidad de estudios sobre la obra de Sarmiento, aquí solo intento dialogar con algunos de ellos[1].


La razón argentina y la razón universal


Sarmiento escribe Facundo o Civilización y Barbarie en 1845[2], desde su exilio chileno, para combatir al gobernador de Buenos Aires Juan Manuel de Rosas, y al mismo tiempo, constituir un sentido de la realidad y de la historia de la Confederación Argentina asociada al círculo letrado de la Nueva Generación Argentina, su grupo de pertenencia[3]. A sus ojos, el problema (acabar con el despotismo, crear un gobierno y una sociedad Argentina), no sería resuelto por la espada, sino por hombres de saber[4]. Sarmiento y su grupo de pertenencia (que varía en el transcurso de los años) expresan abiertamente que leen libros europeos, específicamente de origen francés (Herrero, A. 2009) Ahora bien, esa literatura no sirve en sí misma si no se estudia la especificidad nacional; es decir, pueden tornar transparente la realidad francesa y europea, pero resultan ciegas en Sudamérica y en Argentina[5]. Guizot, en la opinión de Sarmiento, se “confunde” cuando examina la Confederación Argentina. Primero visualiza que Rosas entra en conflicto con la razón universal porque gobierna sin respetar las leyes, gobierna como un tirano, y dos años después de iniciada la intervención armada francesa “incita” a su gobierno a pactar con Rosas, interpretando que solo el Gobernador de Buenos Aires, y representante de la Confederación Argentina, puede garantizar el orden y un gobierno civilizado (Sarmiento, D. F.1896, 10). Si la mirada de Sarmiento fuese europeísta, tal como indica una de las corrientes historiográficas, sus ojos deberían colocar a las autoridades intelectuales francesas en el primer lugar; y a él en un lugar subordinado, de mera observación del modelo francés. Sarmiento debería obedecer la voluntad de poder de la razón francesa, sin embargo, no sólo se ubica a la altura de Alexis de Tocqueville o de F. Guizot, sino que él les va a enseñar a los europeos, y a los franceses en particular, esta realidad sudamericana y Argentina oscura a sus ojos, diferente a todo lo conocido en Europa.

La operación de Sarmiento no solo consiste en deslegitimar el lugar de las autoridades europeas en América y en la Confederación Argentina sino que a su vez ubica en primer lugar al intérprete americano, argentino[6]. En su opinión, los políticos franceses librados a su propia razón son ciegos, por eso pactan con el despotismo (deben escuchar, a sus ojos, al círculo inteligente del país).

Es la voluntad de poder de la razón argentina y americana la que ve, la que sabe, la que conduce a todos los actores, sean nacionales o extranjeros, letrados o iletrados.

Para Sarmiento, los europeos no entienden la realidad argentina y sudamericana porque es original, única. Lo mismo le sucede, afirma, al viejo círculo inteligente del país, los unitarios, que en vano luchan contra los caudillos. ¿Cuál es el error del viejo círculo inteligente del país? Tratan de mirar la realidad original Argentina y Sudamericana con la lente de la razón universal, y no pueden captar, sostiene Sarmiento, las costumbres particulares, específicas, nacionales[7].

La razón universal, de la mano de Guizot o de los unitarios argentinos es ciega en Sudamérica y en la Confederación Argentina.

Se trata de una lucha entre la razón argentina y la ignorancia, vale decir, no supone cualquier razón, ya que los unitarios y la inteligencia europea, se “confunden” porque miran con la razón universal, solo una razón argentina (círculo letrado nacional que estudie la historia y las costumbres del país) estaría en condiciones de comprender la realidad original sudamericana.

La libertad que Sarmiento invoca una y otra vez, esa libertad que debe buscar en Chile desde la década de 1830, es la libertad que necesita la inteligencia argentina para estudiar los antecedentes nacionales (Sarmiento, D. F. 1896, 7).

Para decirlo con sus palabras: “sin libertad no hay patria”, porque sin libertad no es posible la razón argentina, y sin razón nacional no es posible la patria, la república, la democracia. Visto desde esta lente, tanto para Sarmiento como para la Nueva Generación Argentina, resulta un deber y una necesidad nacional (nacional, republicana, democrática) apoyar la intervención francesa (1838-1839), y luego anglo francesa (1845), para acabar con el despotismo, y establecer un gobierno asociado al círculo inteligente del país. Las armas son un medio para poner fin al despotismo, pero solo el círculo inteligente del país, puede gobernar, puede ver, puede iluminar y guiar a los actores.

Impera, en su razonamiento, una idea elitista de nación: letrado e iletrados, nacionales y extranjeros son ciegos, se confunden y deben ser conducidos por el círculo inteligente del país (razón argentina).


La razón argentina como tarea


El título del libro: Civilización i barbarie. Vida de Facundo Quiroga i aspecto físico, costumbres i ábitos de la República Argentina; y los primeros dos capítulos del índice, “Capitulo I, “Aspecto físico de la República Argentina, y caracteres, hábitos e ideas que engendra” y Capítulo 2, “Originalidad y caracteres argentinos”, indican, a primera vista, que Sarmiento se propone estudiar la particularidad nacional asociada a la civilización y a la barbarie. En la introducción del libro evoca dos casos emblemáticos (San Martín y Bolívar) que dan cuenta de su enfoque.

Sarmiento subraya que San Martín se educó en Europa, y su combate fue exitoso porque sus ejércitos seguían “las reglar de la ciencia” y “su expedición sobre Chile es una conquista en regla, como la de Italia por Napoleón” (Sarmiento, D. F. 1896, 15). El gobierno revolucionario lo sostenía, y “podía formar a sus anchas el ejército europeo, disciplinado” (Sarmiento, 1896, D. F. 16). Pero esto no es todo, porque Sarmiento agrega que San Martín tuvo éxito pero sin conocer la realidad americana, puesto que “si hubiese tenido que encabezar montoneras, ser vencido aquí, para ir a reunir un grupo de llaneros por allá, lo habrían colgado a su segunda tentativa” (Sarmiento, D. F. 1896, 16).

Por el contrario, Bolívar sabe interpretar la realidad americana. Sarmiento escribe:

Colombia tiene llanos, vida pastoril, vida bárbara, americana pura, y de ahí partió el gran Bolívar; de aquel barro hizo su glorioso edificio. ¿Cómo es, pues, que su biografía lo asemeja a cualquier general europeo de esclarecida prenda? Es que las preocupaciones clásicas europeas del escritor desfiguran al héroe (…) Bolívar, el bárbaro Bolívar, no lo conoce aún el mundo, y es muy probable que, cuando lo traduzcan a su idioma natal, aparezca más sorprendente y más grande aún. (Sarmiento, D. F. 1896, 16)

Los europeos, que desconocen la realidad americana, no pueden ver a Bolívar más qué como un europeo, y precisamente porque sabe conducirse en la “vida pastoril, vida bárbara”, puede vencer en el llano.

Civilización y barbarie condensan el saber de Bolívar, civilización y barbarie condensan la realidad sudamericana, colombiana, Argentina. La razón europea sólo ve la parte que conoce (el comportamiento europeo de Bolívar), por eso lo definen como “cualquier general europeo”, sin entender la originalidad americana, sin entender por qué Bolívar, en la “América pura” triunfaba en las batallas. Sarmiento, al evocar su lectura de Bolívar, sostiene:

Razones de este género me han movido a dividir este precipitado trabajo en dos partes: la una que trazo el terreno, el paisaje, el teatro sobre que va a representarse la escena; la otra en que aparece el personaje, con su traje, sus ideas, su sistema de obrar; de manera que la primera esté ya revelando a la segunda, sin necesidad de comentarios ni explicaciones. (Sarmiento, D. F. 1896, 16)

El que escribe parece saber sobre Argentina y sobre Facundo Quiroga, sin embargo, el intérprete Sarmiento también se confunde, y debe ser conducido por la razón de los que saben, es decir, por la razón de ciertos argentinos.

Al publicar su obra en formato libro[8] debió escribir una “advertencia” porque “ha recibido de varios amigos, rectificaciones referidos a ella” (Sarmiento, D. F. 1896, 6). Reconoce, explícitamente, que en algunas de sus descripciones no sabe. Sarmiento escribe: “no es extraño que de vez en cuando el lector argentino eche de menos algo que él conoce, o disienta en cuanto a algún nombre propio, una fecha, cambiados o puestos fuera de lugar” (Sarmiento, D. F. 1896, 17). Lo mismo sucede en la parte que describe al rastreador: es el rastreador el que conoce la naturaleza americana, argentina y conduce a Sarmiento, o es el rastreador el que puede encontrar a los ladrones que en plena noche robaron a un propietario, Sarmiento subraya en su relato que ni la policía ni los jueces pueden verificar efectivamente quién fue el autor del delito sin la intervención de este personaje (Sarmiento, D. F. 1896, 41). El que sabe conduce a los otros, Sarmiento debe ser conducido por el rastreador en una naturaleza que no conoce, y la justicia también necesita del rastreador para saber quién ha sido el que cometió el delito. La razón argentina[9], para Sarmiento y su grupo de pertenencia, es una tarea todavía (Herrero, A. 2014, 34-53).


El ejemplo vivo


Sarmiento, en su conocido libro Viajes por Europa, África y América (1845-1847), pone sus pies en terreno más seguro: Estados Unidos de América oficia como el modelo, como campo de visibilidad para verificar que la tarea es realizable.

Viajes se compone de cartas que Sarmiento dirige a sus amigos, la descripción de Estados Unidos tiene como destinatario a Valentín Alsina, quién había leído críticamente su Facundo (como vemos, el diálogo continúa).

La primera impresión que Sarmiento indica es un rasgo ya señalado en sus escritos anteriores. América es original, desconocida por la razón europea. Esa descripción contiene además otra característica: “Los Estados Unidos son una cosa sin modelo anterior (…) este disparate inconcebible es grande y noble, sublime a veces, regular siempre, y con tales muestras de permanencia y de fuerza orgánica se presenta (…)” (Sarmiento, D. F. 1886, 333). Ese rasgo nuevo es un modelo político y social visto y creado en América: “No es aquel cuerpo social un ser deforme, monstruo de las especies conocidas, sino como un animal nuevo producido por la creación política, extraño (…)” (Sarmiento, D. F.1886, 334). Reaparece una vez más la ceguera de la razón universal: “De manera que para aprender a contemplarlo, es preciso antes educar el juicio crítico (…) a fin de apreciarlo en su propia índole (…)”. Ese modelo nuevo es la república, el modelo que ha fracasado en Europa y Estado Unidos ha mostrado que en América es realizable. “Por fin, nos hemos dicho (…) la República existe, fuerte, invencible: la luz se hace; un día llegará para la justicia, la igualdad, el derecho, la luz se irradiará hasta nosotros cuando el Sud refleje al Norte” (Sarmiento, D. F. 1886, 334). ¿Qué está haciendo Sarmiento? Todo el tiempo está legitimando la voluntad de poder de América que puede crear un modelo que Europa intentó y fracasó, y si puede crear un modelo nuevo, éste puede crearse también en otras partes del continente americano[10].

Estados Unidos de América le permite decir aquello que no puede afirmar en Sur América: posee todos los requisitos que necesita una república moderna, gran extensión de tierra, ríos navegables, canales, carbón, gran población, pero eso no alcanza sin la acción de los hombres que han sabido ver las potencialidades de su naturaleza y transformarla en un modelo social y político moderno, donde conviven, de manera inédita, el principio de igualdad, el bienestar y el enriquecimiento económico[11]. Puede invocar cualquier aldea y visualizar todos los rasgos de los Estados Unidos, esto no sucede, subraya, en ninguna parte del mundo, ni en Europa ni en América del Sur dado que no impera la igualdad sino la desigualdad (Sarmiento, D. F. 1886, 342). El principio de igualdad en Estados Unidos, afirma Sarmiento, se observa en sus vestimentas, en sus casas, en los asientos de los ferrocarriles, o en el modelo agrario de pequeños propietarios. A sus ojos, la igualdad nace con la lectura y con el afán de renovación, de riqueza, de bienestar. Sarmiento escribe:

Pero aún no es esta la parte más característica de aquel pueblo: es su aptitud para apropiarse, generalizar, vulgarizar, conservar y perfeccionar todos los usos, instrumentos, procederes y auxilios que la más adelantada civilización ha puesto sobre la tierra. No hay rutina invencible que demore por siglos la adaptación de una mejora conocida; hay por el contrario una predisposición a adoptar todo. El anuncio hecho por un diario de una modificación en el arado por ejemplo, lo trascriben en un día todos los periódicos de la Unión. Al día siguiente se habla de ello en todas las plantaciones, y los herreros y fabricantes han ensayado en doscientos puntos de la Unión a un tiempo la realización del modelo, y tienen expuestas en venta las nuevas máquinas. Un año después, en toda la Unión está en práctica. Id a hacer o a esperar cosa semejante en un siglo en España, Francia o nuestra América. (Sarmiento, D. F. 1886, 346)

Los yanquis no piensan, en su opinión, con autoridades europeas, ni con la razón universal, sino con su propia razón. Así como el baqueano conduce a Sarmiento por la naturaleza sudamericana, los yanquis se conducen con su propia cabeza racional en el mundo de la novedad tecnológica porque saben leer, poseen vías de comunicación, y los caracteriza su permanente afán de riqueza y de bienestar. El principio de igualdad, en Estados Unidos, es un hecho social: cada yanqui, guiado por sí mismo, construye su vida moderna.


“Existe la democracia, la República… vendrá más tarde”


No se trata de una mirada meramente apologética de Estados Unidos, Sarmiento no deja de señalar el lado oscuro: “como en Roma o en Venecia existió el patriciado, aquí existe la democracia: la República, la cosa pública vendrá más tarde” (Sarmiento, D. F. 1886, 346). “Mala fe y avaricia”, en estas “dos palabras se resume” afirma Sarmiento, el tisne que afea el carácter moral yankee” (Sarmiento, 1886, 334). Sarmiento atribuye “al fruto logrado de la libertad y de la igualdad”, la causa” del “mal que aqueja a aquellos pueblos (…) la avaricia es hija legítima de la igualdad, como el fraude viene, cosa extraña al parecer de la libertad misma” (Sarmiento, D. F. 1886, 387). La razón de cada yanqui sólo ve el permanente afán de riqueza personal y de su familia, y es ciego ante las instituciones de la República. Evoca a Franklin, político ilustrado que ve y señala el divorcio entre el afán de riqueza y las instituciones de la república, entre la moral del productor y la moral de los ciudadanos, e intenta conducir al pueblo, oponiendo el egoísmo de los yanquis la virtud y la generosidad que debe practicar todo ciudadano[12]. El principio básico del liberalismo, el egoísmo bien entendido es criticado por Franklin y por Sarmiento. El pueblo yanqui dejado a su libre espontaneidad sólo genera riqueza y bienestar pero al costo de destruir las bases de la república[13]. Sarmiento sostiene lo siguiente:

Cuantos tropezones ha dado un yankee para llegar a tener fortuna! Aquí llamamos quiebra; allá negocios frustrados solamente, que irritan la actividad en lugar de paralizarlas. Cuando el especulador es el Estado, el pícaro se presenta más desfachatado (…) He aquí el primer pícaro que se presenta en el mundo, que no conoce juez en la tierra; el pueblo soberano. El Presidente, el Congreso, el Juez Supremo nada pueden contra esta clase de bellacos (…) porque emanando el poder del voto de la muchedumbre ignorante y bribona, no acepta esta contribución nueva para pagar la deuda contraída (…) La clase ilustrada de los Estados Unidos que han repudiado las deudas siente la indignidad del procedimiento; pero qué hacer contra la mayoría que sostiene? Aquí principia el reverso de la medalla. Los diarios de Europa hacen llover como sobre Sodoma y Gomorra el fuego de la execración universal y los Estados alzados se ríen con insolencia de tales bravatas. Más en los Estados que han participado del crimen, principia una reacción en nombre de la dignidad nacional; del honor de la Unión amancillado, y los delincuentes soberanos empiezan a ponerse serios (…) La clase ilustrada de los Estados Unidos que han repudiado las deudas siente la indignidad del procedimiento, pero qué hacer contra la mayoría que lo sostiene? Un diario entra tímidamente en la cuestión, copia como por incidente algún artículo censorio (…) pero las circunstancias empiezan a cambiar felizmente (…) al día siguiente le insinúan ideas de honor, sentimientos de generosidad, hasta que al fin la opinión pública se forma, la reprobación excitada afuera halla ecos en el Estado, un sentimiento de vergüenza apunta en los semblantes, voces enérgicas se levantan en el congreso, el movimiento se generaliza y el Estado criminal vuelve sobre sus pasos. (Sarmiento, D. F. 1886, 391)

Políticos ilustrados, opinión pública, prensa, el Congreso, los sentimientos de generosidad y de honor, en fin, sujetos y valores asociados a la república conducen a los individuos de “mala fe” por el camino de prácticas republicanas. Estados Unidos es una república, pero poco republicana, aquí está a su lado oscuro (“la mala fe y la avaricia”) y sólo cuando triunfa la cosa pública, triunfa la virtud, la moral.

Su descripción tiene una clave histórica. Sarmiento explica que Estados Unidos se crea con colonización sajona, y son sus ideas y costumbres las que producen la República y la declaración de su Independencia, anterior a la Revolución Francesa, es decir, Estados Unidos se ubica por encima de Europa, y es única, diferente por sus hábitos e ideas políticas y sociales (Sarmiento, D. F. 1886, 392). Pero es la nueva colonización europea la que trae el elemento de barbarie: irlandeses, alemanes, franceses no conocen las instituciones de la república yanqui. “Los extranjeros, explica Sarmiento, son en los Estados Unidos la piedra del escándalo, y la levadura de la corrupción que se introduce anualmente en la sangre de aquella nación tan antiguamente educada en las prácticas de la libertad (…) la barbarie que sigue llegando de Europa” (Sarmiento, D. F. 1886, 403). Advierte, por ejemplo, enormes problemas en las contiendas electorales, y acusa expresamente a los irlandeses que desconocen las cuestiones básicas de una república (Sarmiento, D. F. 1886, 404). Y nuevamente la cosa pública, principalmente la prensa intenta reconsiderar la situación provocada por estos nuevos inmigrantes europeos (Sarmiento, D. F. 1886, 404).

La respuesta que señala Sarmiento no implica más liberalismo, más afán de riqueza, sino más sentimientos religiosos, más lectura, más cosa pública, más juicios por jurado, más elecciones para Presidente, más lucha electoral como una escuela de ciudadanía (Sarmiento, D. F. 1886,406). Deben ser conducidos, pero además, afirma Sarmiento, se debe limitar, pulir la inmigración europea” (Sarmiento, D. F. 1886, 406)


Después de Rosas. División del nuevo círculo inteligente del país


En la década de 1850, tras la derrota de Rosas, la Nueva Generación Argentina está dividida, unos apoyan la Confederación liderada por el General Justo José de Urquiza y otros, como Sarmiento, se suman al gobierno independiente de Buenos Aires. Para Sarmiento, algunos miembros de la Nueva Generación Argentina, una vez derrotado Rosas, se han confundido. ¿Qué les ha sucedido? Dejaron de mirar con la razón argentina para mirar con la razón europea, más particularmente con la razón de los doctrinarios franceses, y de este modo han enceguecido. Pero esta ceguera no sólo forma parte de la inteligencia que apoya al gobierno de Urquiza, también Sarmiento la advierte en parte de los letrados que sostienen la experiencia de Buenos Aires. Tanto Alberdi como los redactores del periódico El Orden editado en Buenos Aires, se han perdido, son ciegos, se suponen que dejados los productores de riqueza a su libre espontaneidad crearan la sociedad y la república, mientras el ejemplo norteamericano ha mostrado que deben ser conducidos por políticos ilustrados, por la prensa, por sentimiento religiosos, hacia prácticas republicanas donde domine la virtud y la generosidad y no el egoísmo particular de cada uno[14]. Estados Unidos funciona, en el argumento de Sarmiento, como ejemplo y autoridad.


La razón argentina y las comunidades inglesas y francesas


En sus escritos de 1840 y comienzos de 1850, Sarmiento manifestaba que la inmigración europea construiría la sociedad civil y la nacionalidad argentina. Esta idea no era sólo de Sarmiento, formaba parte del ideario común de la Nueva Generación Argentina. La inmigración europea debía reemplazar a la población española (asociada a la barbarie, ajena a la razón, ajena a las costumbres modernas) pero no hay que dejar escapar una cuestión esencial: siempre debían acatar la razón argentina[15].

Las tensiones comenzaron muy rápidamente. Rosas fue sustituido, en Buenos Aires, por un gobierno asociado al círculo inteligente del país, sin embargo, las comunidades extranjeras, sostiene Sarmiento, actúan como si aún imperara el despotismo, no respetan las leyes, ni la autoridad nacional, y se presentan como los custodios legales de los miembros de su comunidad.

La inmigración europea que resolvería la cuestión de la nacionalidad argentina por el contrario se transformaba en un problema para su realización. La respuesta había creado un nuevo problema[16].

Sarmiento se enfrenta con la comunidad inglesa en Buenos Aires, y más específicamente con el cónsul británico, que pretende tener autoridad sobre los bienes de sus con nacionales fallecidos en el país.

En El Nacional, edita el 10 de noviembre de 1855, un artículo cuyo título, “Nacionalidad Argentina”, indica el nudo de la cuestión, no se trata de un problema específicamente británico sino argentino, y su postura es clara sobre quién manda en Buenos Aires. El tono de su escritura marca la diferencia y el enfrentamiento con los otros, aquellos que desconocen al gobierno.

Nuestros lectores han podido formarse idea de la cuestión que se ha suscitado por el cónsul Británico, negando a la justicia del país su autoridad para dirimir cuestiones relativas a bienes de ab intestado ingleses, y llenar con ellos las formalidades por ley requeridas en todas las transmisiones de propiedad. Según la luminosa y jurisperita exposición que el juez García hace, y hemos publicado ayer, la limitación del artículo 25 del tratado inglés, a la simple guardia de los bienes del abintestato, parece que quisiera el vice cónsul inglés extenderla basta sustraer estos bienes a la intervención de las autoridades del país, atribuyéndose el Consulado facultades judiciales sobre estos bienes, pues ya alguien ha de tenerla, si no la tienen nuestras justicias. (Sarmiento, D. F. 1900, 2)

Pero eso no es todo, el consulado francés tiene las mismas pretensiones. Sarmiento afirma:

Estamos informado que ante otro juzgado el agente de Francia quisiera hacer uso de la franquicia del tratado inglés (bien que en su genuino sentido) a virtud de una comunicación del Ejecutivo, en que se mostraba dispuesto a conferir la curatela de los bienes de ab intestado francés a los representantes de su nación, mientras se celebra en esta vía, manteniendo la observación de las leyes contra la corruptela que pudieran deslizarse, si guardianes animosos no estuvieran ahí para impedirlo. (Sarmiento, D. F. 1900, 4)

Separa América de Europa, o mejor, separa la América republicana, conducida por políticos ilustrados de europeos, letrados e iletrados, propietarios y no propietarios, y para sostener este argumento siempre cita la experiencia y las leyes de Estados Unidos[17].

¿Cuál es el gran peligro que observa Sarmiento? La formación de “estados dentro del estado argentino”[18], que implique la disolución social, y la imposibilidad de crear una nacionalidad argentina, una república argentina, y hasta la posibilidad de perder el gobierno propio en manos de extranjeros.

El principio de igualdad y del principio de obligatoriedad son dos requisitos para que esto suceda. El principio de igualdad no solo iguala a los propietarios y no propietarios, a nacionales y a extranjeros, sino que también los obliga (a los hijos de extranjeros nacidos en el país) a enrolarse en la Guardia Nacional para defender la vida y los bienes de la comunidad. Es el Estado de Buenos Aires el que decide y no el individuo[19].

Sarmiento teme, además, que si se mantiene esta situación de desigualdad entre nacionales y extranjeros, los últimos dominen en el terreno económico y se pierda el gobierno propio, el poder de decisión de los políticos ilustrados argentinos (la razón argentina)[20].

La batalla verbal entre Sarmiento y las comunidades tanto británica como francesa se desarrolla con este tono duro entre 1855 y 1860. En las décadas posteriores seguirá discutiendo con éstas y otras comunidades, sobre todo con la comunidad italiana. Tal como veía en Estados Unidos, la inmigración europea es bienvenida mientras acaten la razón americana y argentina asociada al gobierno del círculo letrado del país.


Consideraciones finales


He intentado repensar las imágenes historiográficas que nos hablan de un Sarmiento siempre europeísta, ciego a ver la nacionalidad y de posiciones liberales antinacionalistas. Impera, en mi interpretación siempre acotada a un número reducido de fuentes y limitado, a un lapso de dos décadas, una idea elitista de nación y de república en los argumentos de Sarmiento. Elitismo asociado a su círculo de pertenencia. Sarmiento invoca la nación argentina para legitimar su lugar como intérprete y ejecutor político, para presentarse a sí mismo y a su grupo (que varía según la coyuntura) como los únicos que pueden gobernar y conducir todos los actores: letrado e iletrados, propietarios y no propietarios, nacionales y extranjeros. Todo el tiempo la cuestión gira sobre este interrogante: ¿Quién tiene la palabra, la decisión, e impone las leyes, y ejerce la autoridad del país? El europeísmo y el liberalismo de Sarmiento se agota cuando europeos o nacionales, sin distinción, no acatan la voluntad del círculo inteligente argentino (asociado al mismo Sarmiento y a su grupo de pertenencia que varía con los años).


Bibliografía


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Escudé, Carlos. 1990. El fracaso del proyecto argentino. Buenos Aires: Instituto Di Tella.

Garrels, E. 1988. “El Facundo en Folletín”, en: Revista Iberoamericana, n. 143, abril-mayo.

Fernández, Hernán. 2020. ¿Existe un Facundo? Repensar el escrito de Sarmiento desde las ediciones y lecturas realizadas durante la vida del autor y póstumamente, Buenos Aires: Ediciones FEPAI.

Herrero, Alejandro.2009. Ideas para una república. Una mirada sobre la Nueva Generación Argentina y las doctrinas políticas francesas, Buenos Aires: Ediciones de la Universidad Nacional de Lanús.

Herrero, Alejandro. 2014. “Sarmiento y Campaña en el Ejército Grande Aliado de Sud América (1852): Su postulación como candidato para presidir el gobierno del país”. Dimensión Antropológica. Revista de Historia y Antropología, n. 60, 34-53. México D. F., Instituto Nacional de Antropología e Historia.

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Tamago, R. 1963. Sarmiento. Los liberales y el imperialismo inglés. Buenos Aires: Editorial Peña Lillo.

 



[1] Hernán Fernandez en su tesis doctoral editada en libro, registra la existencia de los estudios en torno a Sarmiento (Fernández, H. 2020).

[2] Véase el citado estudio de Fernández sobre las distintas ediciones de Facundo en vida del autor y póstumamente.

[3] Es un hecho conocido que Rosas protesta ante el gobierno chileno por la campaña de desprestigio que se desarrolla en su contra en ese país. Baldomero García llega a Santiago de Chile en abril de 1845 con el objeto de mantener esta protesta del gobierno de la Confederación Argentina. Pocos días después, el 1 de mayo, comienza a editarse en forma de folletín en el periódico El Progreso, de Sarmiento de Chile, Facundo o Civilización y Barbarie, donde Sarmiento redobla la apuesta de combate contra el gobierno de Juan Manuel de Rosas. Sobre esta etapa histórica existe abundantes estudios, recomiendo: (Herrero, A. 2021)

[4] “Necesitase, empero, para desatar este nudo que no ha podido cortar la espada, estudiar prolijamente las vueltas y revueltas de los hilos que lo forman, y buscar en los antecedentes nacionales, en la fisonomía del suelo, en las costumbres y tradiciones populares, los puntos en que están pegados” (Sarmiento, D. F. 1896, 8)

[5]La república argentina es hoy la sección hispanoamericana que en sus manifestaciones exteriores ha llamado perfectamente la atención de las naciones europeas, que no pocas veces se han visto envueltas en sus extravíos, o atraídas, como por una vorágine, a acercarse al centro en que se remolinean elementos tan contarios. La Francia estuvo a punto de ceder a esta atracción, y no sin grandes esfuerzos de remo y vela, no sin perder el gobernalle, logró alejarse y mantenerse a la distancia. Sus más hábiles políticos no han alcanzado a comprender nada de lo que sus ojos al visto al echar una mirada precipitada sobre el poder americano que desafiaba a la gran nación. Al ver las lavas ardientes que se revuelcan, se agitan, se chocan bramando en este gran foco de lucha intestina, los que más avisados se tienen, han dicho: es un volcán subalterno, sin nombre de los muchos que aparecen en América, pronto se extinguirá; y han vuelto hacia otra parte sus miradas, satisfechos de haber dado una solución tan fácil como exacta de los fenómenos sociales que solo han visto en grupo y superficialmente”. (Sarmiento D. F. 1896, 8).

[6]A la América del sur en general, y a la República Argentina sobre todo, le ha hecho falta un Tocqueville, que premunido de los conocimientos de las teorías sociales, como el viajero científico, de barómetros, octantes y brújulas, viniera a penetrar en el interior de nuestra vida política, como en un campo vastísimo y aun no explorado ni descripto por la ciencia y revelase a la Europa, a la Francia, tan ávida de frases nuevas en la vida de las diversas porciones de la humanidad, este nuevo modo de ser que no tiene antecedentes bien marcado y conocidos”. (Sarmiento D. F. 1896, 8).

[7]El unitario tipo marcha derecho, la cabeza alta, no da vuelta, aunque sienta desplomarse un edificio; habla con arrogancia; completa la frase con gestos desdeñosos y ademanes concluyentes; tiene ideas fijas, invariables, y a la víspera de una batalla, se ocupará todavía, de discutir con toda forma un reglamento o de establecer una nueva formalidad legal, porque las fórmulas legales son el culto exterior que rinde a sus ídolos, la Constitución, las garantías individuales. Su religión es el porvenir de la República, cuya imagen colosal, indefinible, pero grandiosa y sublime se le aparece a todas horas cubierta con el manto de las pesadas glorias y no le deja ocupase de los hechos que presencia. Es imposible imaginarse una generación más razonadora, más deductiva, más emprendedora y que haya carecido en más alto grado de sentido práctico. Llega la noticia de un triunfo de sus enemigos; todos los repiten, el parte oficial lo detalla, los dispersos vienen heridos. Un unitario no cree en tal triunfo, y se funda en razones tan concluyentes, que os hace dudar de lo que vuestros ojos están viendo. Tiene tal fe en la superioridad de su causa, y tanta constancia y abnegación para consagrarle su vida, que el destierro, la pobreza ni de los años entibiarán en un ápice su ardor”. (Sarmiento, D. F. 1896, 100)

[8] Como es conocido, primero se publica en folletín en El progreso, de Santiago de Chile (Garrels, E. 1988; y Fernández, H. 2021)

[9] “Este estudio que nosotros no estamos aún en estado de hacer por nuestra falta de instrucción filosófica e histórica, hecho por observadores competentes, habría revelado a los ojos atónitos de la Europa, un mundo nuevo en política, una lucha ingenua, franca y primitiva entre los últimos progresos del espíritu humano y los rudimentos de la vida salvaje, entre las ciudades populosas y los bosques sombríos”. (Sarmiento, D. F. 1896, 9)

[10] Escribe sobre Estados Unidos, pero el centro de sus argumentos es Argentina, es el sur americano. Sarmiento confiesa a Valentín Alsina: Así, pues, nuestra República, Libertad y fuerza, inteligencia y belleza, aquella República de nuestros sueños para cuando el mal aconsejado tirano creyera (…) aquella República mi querido amigo, es un desiderátum todavía, posible en la tierra si hai Dios (…)” (Sarmiento, D. F. 1886, 334).

[11] “La naturaleza ha ejecutado las grandes facciones del territorio de la Unión, pero sin la profunda ciencia de la riqueza pública que poseen los norteamericanos la obra habría quedado incompleta” (Sarmiento, D. F. 1886, 342).

[12]Franklin ha sido el primero que ha dicho, bienestar y virtud; sed virtuosos para podéis adquirir, adquirid para poder ser virtuoso. Mucho se aproxima a Moisés en sus doctrinas morales a estos principios; cuando decía; honrad a vuestros padres para que así vivais largo tiempo sobre la tierra prometida. Todas las leyes modernas están basadas en ese principio nuevo de moral”. (Sarmiento, D. F. 1886, 389-393)

[13] “He aquí en mi humilde sentir el origen de la desenfrenada pasión norteamericana. Veinte millones e seres humanos, todos a un tiempo están haciendo capital, para ellos y para su hijos (…) Despertad en Francia o en Inglaterra, por ejemplo, esos veinte millones de pobres que trabajando vente horas diarias, se amotinan por conseguir solamente que el salario les baste para no morir de hambre, sin aspirar a un porvenir mejor (…) poned a los rotos de Chile en la alta esfera de las especulaciones, con la idea fija de hacer pronto una fortuna de cincuenta mil pesos, y veréis mostrarse entonces las pasiones infernales que están aletargadas en el ánimo del pueblo (…) El norteamericano lucha con la naturaleza, se endurece contra las dificultades, por llegar al supremo bien que su posición social le hace codiciar (…) y si la moral se pone de por medio cuando él iba a tocar su bien, qué extraño es que la aparte a un lado lo bastante para pasar (…) porque el norteamericano es el pueblo, es la masa, es la humanidad no muy moralizada todavía”. (Sarmiento, D. F. 1886, 393)

[14] Escuchemos que dice Sarmiento: “Nadie se hace ilusión hoy, ni se aplican a este o el otro individuo las doctrinas políticas, que se llaman moderatísmo, y cuyos términos técnicos son igualmente usados aquí como en sostenedores se llaman a sí mismos sensatos, juiciosos, moderados, llama a sus adversarios locos, inmoderados , insensatos, clasificaciones como las de demagogo, impío, rojo, comunista, de la misma escuela que nadie acepta con humildad cristiana, por más que así conviniera a los que la prodigan. Los escritos de Alberdi, están llenos de esa fraseología. Son los Estados Unidos un modelo, que en cuanto a la libertad política lo aplauden, con la única restricción de que no nos hallamos a la altura de su civilización convincente para adoptar sus instituciones. No obstante, los Estados Unidos no se hallaban a la altura de civilización en 1776, cuando la adoptaron, que la que nosotros en 1854”. (Sarmiento, D. F. 1899, 44-45)

[15] Sarmiento escribe en 1850, en Recuerdo de provincia: “(…) desde el primer día hasta el último, desde el primer artículo de un diario, hasta la última página de un libro, forman un todo completo; variantes infinitas de un tema único: cambiar la faz de la América, y sobre todo, de la República Argentina, por la sustitución del espíritu europeo a la tradición española, y a la fuerza bruta como móvil, la inteligencia cultivada, el estudio, el remedio de las necesidades (…) Pero el elemento principal de orden y moralización que la República Argentina cuenta hoy, es la inmigración europea, que de suyo, y en despecho de la falta de seguridad que le ofrece, se agolpa, de día en día en el Plata y si hubiera un Gobierno capaz de dirigir su movimiento, bastaría por sí sola a sanar en diez años, no más todas las heridas que han hecho a la patria, los bandidos, desde Facundo hasta Rosas, que la han dominado (…). El día, pues, que un gobierno nuevo dirija a objetos de utilidad nacional (…) la República doblará su población con vecinos activos, morales e industriosos.” (Sarmiento, 1885, 253-254)

[16] “Buscamos la nacionalidad en la amalgamación de gobernantes hostiles, y de instituciones basadas en el antojo de cada grupo que se reunió aquí y allí a formularlas, contando imponerlas por la violencia, al mismo tiempo que vemos impasibles desmoronarse la nacionalidad de estos países, por los elementos mismos que debieran robustecerlas, trayéndoles elementos nuevos a confundirse en su seno”. (Sarmiento, 1900, p. 1).

[17] “En los Estados Unidos los Tribunales como guardianes e intérpretes de la ley, pueden suspender en cada aplicación práctica una ley sancionada debidamente, pero que pugne o con los tratados celebrados que son leyes, o con la Constitución que es la suprema ley”. (Sarmiento, D. F. 1900,14)

[18] “Las consecuencias de tales pretensiones pueden ser incalculables, y van nada menos que a destruir toda nacionalidad en estos países nacientes, y a organizar Estados en el Estado, por nacionalidades extranjeras, con sus gobiernos respectivos. Ya en un artículo del British Packer bajo el título de Comunidad de Extranjeros, vimos aventarse ideas en este sentido, en las que sin darse cuenta el autor de su trascendencia, proponía la reunión de los extranjeros en una corporación, con sus agentes que pudieran acercarse al Gobierno a pedir justicia para sus nacionales, toda vez que un representantes oficiosos la creyesen agredida por los tribunales u otras autoridades”. (Sarmiento, D. F. 1900, 14-15).

[19] “Estos extranjeros no sólo atraídos momentáneamente por las necesidades del comercio, sino que acaban por establecerse, adquirir bienes raíces, casarse, tener hijos, y fijarse para siempre en el país. Así, pues, los habitantes del suelo son en parte y pueden serlo en una gran escala extranjeros; y adquirir las tendencias de los agentes europeos aquí, concluiría por extranjerizarse la mayor parte de la población y de la propiedad, desconociendo hasta los hijos de extranjeros la jurisdicción de su patria natal sobre ellos. ¿Cuáles serían las consecuencias en grande de este hecho? Nada menos que la disolución de la sociedad, y el caos de jurisdicciones y pretensiones encontradas. Véase de ello una muestra palpable en la campaña. Los salvajes atacan la vida y la propiedad de los habitantes, sin distinción de nacionalidades (…) La campaña está poblada hoy por otro tanto de extranjeros como de nacionales; pero cuando el Gobierno convoca a la milicia para defender el país, no reconocen obligación de cumplir con este deber sino los argentinos. Mientras estos abandonan sus trabajos, y pierden la vida en los combates, irlandeses, ingleses, franceses, españoles, vascos, italianos, continúan impasibles en sus trabajos, de donde resulta, que los nacionales tienen el deber de guardar las propiedades y las vidas de sus huéspedes, que en cambio explotan el tiempo que no dedican a su propia defensa y empelan su actividad a los cuarteles y pueden ser obligados a cerrar sus casas de negocios, mientras los que no reconocen estas obligaciones aumentan su propiedad.” (Sarmiento, D. F. 1900, 15).

[20] “Si de tales desigualdades resultase la disminución de la riqueza de los argentinos y el aumento de la de los extraños, como puede resultar la disminución de la población sometida a las cargas sociales, relativamente a aquella que tendrían a conservarla exenta, resultaría una sustitución del pueblo nacional por otro pueblo extranjero dueño de la propiedad y sin Gobierno, pero también sin instituciones que les asegurasen sus derechos”. (Sarmiento, 1900, 15).