Estudios de Filosofía Práctica e Historia de las Ideas / E-ISSN 1851-9490 / Vol. 28 / Sección Dosier
Revista en línea del Grupo de Investigación de Filosofía Práctica e Historia de las Ideas /
Instituto de Ciencias Humanas, Sociales y Ambientales (INCIHUSA)
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)
www.estudiosdefilosofia.com.ar / Mendoza / 2025 /
Guillermo Lariguet Instituto de Estudios sobre Derecho, Justicia y Sociedad, Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas -
Universidad Nacional de Córdoba, Argentina. |
María Sol Yuan Universidad Nacional del Litoral,
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET),
Argentina. |
Joaquín Suárez Universidad Nacional de La Plata,
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET),
Argentina |
El tema de las emociones está de moda en
cualquier área disciplinar, tanto de las ciencias sociales, cuanto de las
humanidades. A tal punto es así, que se vuelve una expresión-mantra repetir que
estamos ante la presencia de un “giro afectivo” en tales áreas disciplinares
del conocimiento. Esta repetición no es falsa, pero tal vez sí, una
exageración. Porque el tema de las emociones, por lo menos en la filosofía
occidental, siempre ha estado presente en las reflexiones, desde la Antigüedad,
hasta la fecha. En todo caso, hablar de giros es una manera de poner el acento
en la orientación, quizás más enfática, de ciertos estudios disciplinares.
De hecho, prestar una atención literal al
mentado giro, o a cualquier otro, puede ser un modo de cegarnos frente a
aspectos que podemos criticar del mismo. Hablar de emociones no nos instala
necesariamente en un escenario esclarecido de pensamiento que resuelve de modo
intachable nuestras urgencias políticas, éticas, sociales.
Se ha hablado acerca de que este giro es
una rotación definitiva hacia la posmodernidad, allí donde otras voces
filosóficas urgen volver a alguna forma de Ilustración. En el fondo del lago se
encuentra el clásico díptico “razón-emoción” y, junto al mismo, un esquema, por
demás simplificante, según el cual la razón es ilustrada; en cambio, la emoción
indica otro horizonte de comprensión cualitativamente diferente. No obstante,
ni las temporalidades que se juegan en nuestras prácticas tienen un estatus
certero (pasado, presente, futuro conviven en ocasiones de modo simultáneo de
formas a veces brumosas), ni las palabras ‘emoción’ y ‘razón’ remiten a
conceptos claros y distintos. ‘Razón’ y ‘Emoción’ son ante todo palabras
filosóficas que suelen usarse de modos metafóricos. Su localización material y
comportamiento causal, conceptual y valorativo, son problemas intrincados,
todavía por definirse.
‘Ilustración’ y ‘posmodernidad’ son
palabras que tienden a resultar equívocas que, además, pueden escalar en
complejidad cuando introducimos querellas sobre si ciertas perspectivas
teóricas sobre las emociones son formas encubiertas o no de colonialismo, de
racismo, de etnocentrismo, entre otras sombras posibles. A fin de cuentas, estas
complejidades reconducen el tema a la vieja contraposición dialéctica entre
aproximaciones universalistas o particularistas a las emociones.
Decir “tema”, claro está, no es decir
“problemas”. Un tema puede invocar muchos tipos diversos de problemas. Para lxs
filósofxs, los problemas son preguntas abiertas que claman por respuestas teóricas
y disciplinares muy diversas, teniendo en cuenta que los ejes que atraviesan el
tema de las emociones también son diversos. Nos referimos, en sentido
particular, a ejes epistémicos, políticos, sociales, jurídicos, históricos,
éticos, estéticos, entre otros.
Cuando en filosofía hablamos de las
emociones, podemos estar poniendo el acento en distintas cuestiones. Tal vez
una de las primeras cuestiones conceptuales más básicas consista en
determinar qué son las emociones. ¿Qué tipo de estado mental suponen? ¿Son
conceptualmente distintas de lo que denominamos afectos, sentimientos y
pasiones? A su vez, hay muchas clases de palabras para instanciar a las
emociones: tristeza, ira, odio, celos, envidia, asco, amor, pena, lástima, etc.
Sin embargo, cada emoción de las mencionadas a título de ejemplo, ¿se definen
de modo atómico o requieren de otras emociones? Fenomenológicamente hablando,
muchas emociones parecen tener relaciones entre sí que son causales,
conceptuales y valorativamente complejas. Entonces, ¿cómo definir una emoción y
deslindarla de otra, pero sin perder poder de explicación conceptual?
Una segunda cuestión es epistemológica. La
inserción en nuestras investigaciones de esta entidad que son las emociones -cualquiera
sea su estatus conceptual- ¿implica un tipo de conocimiento singular? ¿En qué
sentidos las emociones aportan una clase diferenciada de conocimiento de
nosotros y de nuestro mundo? Esta clase de interrogantes, asimismo, convoca
otro: ¿cuál es el vínculo entre las emociones y nuestras conductas? ¿Un vínculo
de tipo causal, un vínculo de tipo conceptual, o un vínculo a partir del cual
evaluamos ciertas emociones como positivas o negativas, tristes o alegres, democráticas
o antidemocráticas? Tal vez todos estos vínculos formen parte del asunto de las
emociones, sin que siempre tengamos claras las distinciones y combinaciones
pertinentes que hacen al caso. A su tiempo, la cuestión epistemológica se
embrida con otra temática no menos relevante: el conjunto de acciones de
investigación que alguien puede emprender con la palabra emoción es
variopinto. Verbos como “conocer”, “percibir”, “comprender”, “motivar a la
acción”, entre otros, señalizan diferentes operaciones mentales (Yuan y
Lariguet, forth.). Por caso, un problema recurrente que podemos
encontrar en la literatura filosófica se conecta con el papel de las emociones
en la percepción de actos morales o políticos, reprochables o censurables. En
lo que atañe a motivación para actuar, el problema crucial es qué rol lógico
juegan las emociones en cuanto a darnos “razones para actuar” en cierta
dirección práctica, o en otra.
Una tercera cuestión es, si se quiere, disciplinar.
Hemos enmarcado este dosier en el contexto de las ciencias sociales y
humanidades, especialmente de disciplinas filosóficas como la estética, la
filosofía política, la filosofía moral o del derecho. Ahora bien, una discusión
siempre abierta es si hay disciplinas que tengan prioridad explicativa sobre
otras. Por ejemplo, algunos psicólogos morales y neuro éticos contemporáneos
como Jonathan Haidt o Joshua Greene (Lariguet y Suárez, 2025) podrían apostar a
que la biología y ciencias cognitivas post-darwinianas son las que se
encuentran prioritariamente legitimadas para dar cuenta de las emociones y su
papel en nuestras prácticas. En cambio, desde otros enfoques metodológicos
disponibles en filosofía contemporánea, se sugiere que de ningún modo esta
prioridad explicativa está exenta de objeciones, de modo que no es claro que a tal
enfoque le esté habilitada la mayor carga explicativa. Y esta manera de ver el
asunto no es solo parasitaria de disciplinas concebidas de distintas maneras,
sino que responde al hecho de que la filosofía se organiza en tradiciones
rivales que disputan entre sí, o que también se revisan internamente.
Una cuarta cuestión es material o
tópica. Esto refiere al hecho de que cuando empleamos una palabra como
‘emoción’ podemos estar refiriéndonos a distintas materias o tópicos: cuerpos,
discursos, lenguajes, prácticas, entre otros soportes. Y cada uno de estos
soportes es susceptible de diversas definiciones, así como de heterogéneas y
complejas relaciones, cuyo estatus conceptual, de nuevo, es objeto de acuerdo o
controversia, por lo menos, parcial.
Una quinta cuestión alude a órdenes
normativos y sus relaciones de prioridad para evaluar, por caso, las
relaciones complejas entre emociones y democracia. Como se sabe, lxs filósofxs
mantenemos desacuerdos respecto de cuál orden normativo tiene prioridad
práctica, para no mencionar la dimensión explicativa, de nuestras prácticas
sociales. ¿La moral en un sentido crítico? ¿La política -entendida al modo de Tucídides
o Maquiavelo antes que una moral crítica? ¿El derecho? En momentos como los
presentes, donde una suerte de facticidad cruda tiene lugar, la
prioridad práctica de órdenes normativos como el moral o el jurídico parecen
quimeras. Empero, hay pensadorxs que consideran que todavía estos órdenes, por
ser precisamente normativos, no quedan desplazados completamente de la
facticidad cruda. Así, el derecho, que hoy vive más bien en los espacios de la
excepción teorizada y defendida por Carl Schmitt, puede redefinirse para
volverse un arma al servicio de un mundo futuro más igualitario y justo (Dardot
y Laval, 2015). El carácter utópico o no de esta última aserción requiere de
precisiones (Misseri, 2023).
Mencionamos, por último, sin agotar el agua
del pozo, una cuestión de tipo ético y político, a saber: las emociones
acaso ¿son neutrales o no a las ideologías que tildamos de modo laxo como de
izquierda o derecha? ¿Hay algo inherente a ciertas emociones que las
identifique necesariamente con asumir ideologías de un lado u otro de un
espectro, incluso yéndonos a los extremos de cada punto de la línea imaginaria
de ese espectro? Lxs científicxs sociales y filósofxs están divididxs. Para
algunxs, hay emociones inherentemente alegres, o democráticas y, parejamente,
¿otras que por fuerza son tristes y antidemocráticas? En cambio, otra línea de
investigación defiende la tesis de que las emociones son maleables,
instrumentales a propósitos políticos o éticos revolucionarios, o
restauradores; así, solo para poner un ejemplo, el odio no sería solo
instrumento de derechas postfascistas, sino que, si, por ejemplo, la izquierda
no quiere quedar atrapada en la derrota, en la melancolía o en la perplejidad,
debe usar también el odio como un arma -sublimada o no- para volver al poder
(García, 2021).
El dosier que tenemos el agrado de
presentar ha contado con la contribución valiosa de diversxs pensadorxs que han
afrontado temas, problemas y cuestiones como las mencionadas. En “En condición de proximidad. Para una revisión de
la respuesta afectiva”, Ianina Moretti Basso se concentra en el concepto
de “responsividad afectiva” a partir de la teoría de Judith Butler. Con esta
finalidad, utiliza como apoyo dos insumos: por un lado, la película “Estrella
roja”, filmada por una cineasta cordobesa en Rusia para radiografiar cómo se
recordaba el centenario de la revolución de1917; por el otro, acude a la
rememoración de la dictadura argentina de los ‘70, en un diálogo con dos
docentes jubiladas de la Universidad Nacional de Córdoba. A partir de aquí,
Moretti Basso afronta la polisemia del concepto de “proximidad afectiva”. Este
trabajo le permite poner en contacto la ontología butleriana con la noción de
responsividad afectiva, explicitando las tensiones y fricciones que puede
suscitar la propuesta de un concepto de proximidad en términos de su evaluación
como respuesta afectiva.
Por su parte, Lucas Misseri, en “Odio,
democracia y derecho. Reflexiones críticas inspiradas por el odio y la ira de
Guillermo Lariguet”, cuestiona el abordaje del mencionado autor. Sostiene que
la obra de Lariguet defiende un giro spinoziano con la finalidad de abordar los
fenómenos del odio y la ira y que, al hacerlo, Lariguet presumiblemente quita
importancia al papel normativo del derecho como regulador y sancionador de
discursos de odio.
A su vez, en “El paso al acto del odio y la
ira”, Marina Llao, también se centra en la obra El odio y la ira. Furias
desatadas en la democracia actual, de Guillermo Lariguet, para detenerse en
un punto que Lariguet no aborda expresamente en el libro: lo que el
psicoanálisis denomina como el “pasaje al acto”. Es este tipo de herramienta la
que, posteriormente, le habilitará a Llao a examinar el reciente caso de
intento de “femimagnicidio” contra Cristina Kirchner por parte de Sabag
Montiel.
En “Entre la autoridad poética y el dominio de sí. El lugar
de la ira en la constitución de la conducta ética”, Pablo Routier estudia el
alcance de la ira en obras poéticas como las de Arquíloco y Safo. Mientras que
el primero tematiza la ira contra sí mismo, la segunda vincula la ira con el
olvido. Routier utiliza estos casos poéticos para cuestionar la tesis de
Foucault en su teoría del cuidado de sí, a fin de mostrar que el historiador
francés simplificó su noción de “cuidado de sí”, sin capturar el poder más
revulsivo que puede tener la ira en obras como las reseñadas.
Matilde Carrasco nos enseña
en “Emociones en el arte político contemporáneo: ira, pena y empatía”, una
reconstrucción de cómo el arte contemporáneo mantiene una relación compleja con
la política. Para esto, examina cómo la ira, la pena y la empatía, configuran
tres géneros estéticos diferentes que cumplen roles políticos específicos.
Mientras la ira puede conectarse con el arte de protesta o crítica social, la
pena se enhebra con un arte conmemorativo y la empatía con proyectos estéticos
colectivos participativos inscriptos en relaciones de cuidado.
A su vez, y como Routier, la filósofa Senda Sferco retoma a
Foucault en su artículo “Michel Foucault y el dispositivo deseante de los
discursos de odio”, pero para mostrar que Foucault nos ayuda a esclarecer el
papel del odio, no sólo como discurso sino como dispositivo social. En
especial, Sferco analiza el papel que, en la obra del francés, tiene el
concepto de “guerra” entre razas para luego extrapolarlo al escenario político.
La política, constitutivamente, es un modo de guerra en el que el odio cumple un
papel en la batalla por el poder.
Finalmente, Paula Gastaldi en su trabajo “Discaodio, lástima
y capacitismo. Un ensayo sobre nuevas derechas y su modelo de trato hacia
personas con discapacidad” pone sobre el tapete el tema del odio hacia lxs
discapacitadxs. Su trabajo, por otra ruta, se conecta con el de Moretti Basso
en el sentido que lxs discapacitadxs constituirían precariedades al estilo
butleriano contra las cuales se descarga, o bien odio, o bien lástima. Ambas
emociones son para la autora diferentes, aunque algo tienen en común: una
matriz cultural “capacitista” que se entiende como una obsesión por lo que le
falta a ciertxs sujexs para fungir como competentes; una matriz que, no está
mal aclarar, es muy distinta de enfoques “capacitaristas” como los de Sen o
Nussbaum dirigidos a establecer un catálogo de capacidades -qua funcionamientos-
que sirvan de piedras de toque normativos para valorar si una sociedad es justa
o no.
Sin duda, habrá otras perspectivas, temas, problemas, ejes
conceptuales, y tradiciones que pueden acarrearse como materiales para poner en
caja el arduo tópico de las emociones. Por ejemplo, pensando en ejes, un punto
nodal es, como dijimos más arriba, los usos ideológicos de las emociones en las
“guerras” culturales y políticas. En una época compleja como a la que
asistimos, emociones como la melancolía por las derrotas, por lo perdido, o al
revés, emociones como la esperanza en un futuro alternativo igualitario,
emancipatorio de injusticias radicales se conjugan en temporalidades complejas
que condicionan nuestro análisis filosófico (Traverso, 2019). Se podría decir, de modo grueso y sinóptico,
que el gran tema político de esta época histórica, sino el único y principal,
es qué podemos esperar respecto de futuros alternativos más luminosos en
lo que hace a este presente oscuro, esto es, futuros que sean moral y
políticamente mejores que estos presentes que, lxs autorxs y coordinadorxs de
este dosier, consideramos, repetimos, oscuros, aciagos. “Esperar”, por
supuesto, es un verbo intrincado. No alude solo a quedarse sentadxs; evoca la
necesidad de actuar con otrxs, para resistir, pero, sobre todo,
para emancipar (Medina, 2013).
Como quiera que sea, y pese a todas las prevenciones y
matices que acabamos de plantear, este dosier cumple, creemos, con todos los
requisitos para ser evaluado como un honesto y agudo aporte a la discusión
abierta y en marcha sobre el papel de las emociones en nuestras prácticas
sociales.
Dardot, P.
y Laval, C. (2015). Común. Ensayo sobre la revolución en el siglo XXI.
Gedisa.
García, L.
(2021). “Políticas de la lengua en el frente antifascista”, en La Babel del
Odio. Políticas de la lengua en el frente antifascista. Cuadernos de
lenguas vivas, Biblioteca Nacional, pp. 12-113.
Lariguet, G.
y Suárez, J. (2025). “Las tribus de Greene y la indistinción entre lo moral y
político”. Comprendre.
Revista catalana de filosofía, 27, pp. 99-121.
Medina,
J. (2013). Epistemology of the resistance. Gender and racial oppresion,
epistemic injustice, and resistant imaginations. Oxford University Press.
Misseri, L.
(2023). Derecho, justicia y utopía. Una perspectiva iusfilosófica de la
literatura utópica. Palestra.
Traverso, E.
(2019). Melancolía de Izquierdas. Después de las utopías. Galaxia
Gutenberg.
Yuan, M. S. y Lariguet, G. (en prensa)
(2025). Percepción de aspectos morales. Daimon, Revista Internacional de
Filosofía. http://dx.doi.org/10.6018/daimon.621011