Principio de responsabilidad para el futuro y principio de discurso

El desafío filosófico fundacional del Antropoceno - un diálogo con Hans Jonas y Karl-Otto Apel

Resumen

A modo de introducción, los autores muestran cómo dos pensadores completamente diferentes, a saber, Karl-Otto Apel, un lingüista pragmático post-kantiano, y Hans Jonas, un ontólogo y fenomenólogo post-aristotélico, pensaron el desafío filosófico-moral de la crisis ecológica de la humanidad y lo respondieron a nivel de principios (cap. 1 y 2). Teniendo en cuenta los impactos y los daños peligrosos, y territorial y temporalmente casi ilimitados causados no sólo por determinadas tecnologías de avanzada, sino también por nuestra cotidiana "explotación y eventual destrucción de nuestro medio ambiente natural y el peligro biológico del hombre" (Jonás), tematizaron "la urgencia de la cuestión de los principios". En el Antropoceno tecnológicamente progresivo se requieren "imperativos de un nuevo tipo", que amplían de tal modo el rango de la responsabilidad humana -o mejor dicho, de la "corresponsabilidad" (Apel, Böhler) de todos los que se benefician de ella y que son consabidores o sea posibles miembros de un discurso- que incluya todo el futuro de la humanidad (cap. 3).

Es cierto que la ontología especulativa de Jonás no puede probar de manera incontestable la vincularidad de la responsabilidad por el futuro. La pragmática trascendental de Apel abre el camino a esta prueba, que la pragmática del discurso de Berlín continúa en consecuencia: reflexionando in actu sobre mí/ti como un socio en la argumentación que ahora eleva pretensiones de validez de sus argumentos (cap. 4 y 5).

En el capítulo 6, los autores muestran que Jonás, en estrecha proximidad con el principio discursivo-consensual y con una mirada retrospectiva al experimento mental de Pascal "del elemento de la apuesta en acción", puede fundamentar un criterio de exclusión absoluta de los riesgos de la civilización de alta tecnología: "De la humanidad del futuro" no se dispone ni se puede suponer "ningún consentimiento para su inexistencia o deshumanización". Sin embargo, Jonás no distingue entre un discurso fáctico y discurso puramente argumentativo, en este sentido un discurso ideal. Además entiende la ética del discurso completamente desde Habermas, es decir, como la teoría de un discurso práctico dirigido por personas bien intencionadas. De ahí que llegue a la errónea suposición de que el principio del discurso se basa en un círculo vicioso, porque ya presupone la "buena voluntad" de los participantes en el discurso. La pragmática trascendental o la pragmática trascendental del discurso, por otra parte, comienza reflexivamente con el escéptico y muestra que lo que es absolutamente válido y estrictamente vinculante es lo que no se puede dudar con un argumento con sentido (Capítulo 7).

Jonas se queda corto cuando define la responsabilidad como una relación asimétrica y no recíproca de cuidado. Porque también la persona que obra cuidadosamente debe ser capaz de demostrar en un discurso simétrico que su cuidado no es autoritario sino legítimo: Eso significa que el cuidado (tanto en términos de cómo y por qué) merece el acuerdo y el reconocimiento de todos los posibles interlocutores del discurso. La responsabilidad nunca significa sólo cuidado, sino siempre justificación y reconocimiento al mismo tiempo.